Buscar Poemas con Noto


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Se han encontrado 11 poemas con la palabra noto

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Manuel de Zequeira

El avariento

-- de Manuel de Zequeira --

De la diestra de Jove altitonante
sufrió el mundo la cólera inclemente;
Neptuno agitó el mar con su tridente,
y a la tierra asustó el noto arrogante:

de horror entristeciose el navegante,
y en su choza el pastor la lluvia siente;
pero Iris con sus franjas refulgentes
el consuelo y la paz trajo al instante:

Llenose de verdor toda la tierra,
el mar mostró su furia más sumisa,
trinan las aves, saltan por la sierra

los corderos, y todo ostenta risa;
y solo queda el avariento en guerra
cansado del tesoro que revisa.

Poema El avariento de Manuel de Zequeira con fondo de libro

Duque de Ribas

Mísero leño

-- de Duque de Ribas --

Mísero leño, destrozado y roto,
que en la arenosa playa escarmentado
yaces del marinero abandonado,
despojo vil del ábrego y del noto.

¡Cuánto mejor estabas en el soto,
de aves y ramas y verdor poblado,
antes que, envanecido y deslumbrado,
fueras del mundo al término remoto!

Perdiste la pomposa lozanía,
la dulce paz de la floresta umbrosa,
donde burlabas los sonoros vientos.

¿Qué tu orgulloso afán se prometía?
¿También burlarlos en la mar furiosa?
He aquí el fruto de altivos pensamientos.

Poema Mísero leño de Duque de Ribas con fondo de libro

Juan de Arguijo

La recaida

-- de Juan de Arguijo --

Otras dos veces del furioso noto
Probé las iras en el mar turbado,
Y no volver jamás á tal estado,
Arrepentido, prometí y devoto.

De la deshecha jarcia y leño roto
Dí los despojos al altar sagrado,
Y apenas pisé el puerto deseado,
Cuando olvidé el peligro y rompí el voto;

Y ahora, que continua y fiera lucha,
Mar y vientos se esfuerzan en mi daño,
Y sus enojos aplacar porfía,

Mis sordas voces sin piedad escucha
El justo cielo. ¡Oh inútil desengaño,
Cuán tarde llegas al remedio mío!

Poema La recaida de Juan de Arguijo con fondo de libro

Angel González

cumpleaños

-- de Angel González --

Yo lo noto: cómo me voy volviendo
menos cierto, confuso,
disolviéndome en aire
cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños.
Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!
para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.



Manuel María de Arjona

Al amor (Arjona)

-- de Manuel María de Arjona --

Sufre las nieves, sin temor al frío,
el labrador que ocioso no pudiera
de la dorada mies cubrir su era
a la llegada del ardiente estío.

No recela el furor del Noto impío,
ni la saña del Ponto considera
el mercader que en la ocasión espera
descanso lisonjero, aunque tardío.

Mujer, hijos y hogar deja y cubierto
el soldado de sangre, en suelo extraño
el honor de su afán contempla cierto.

Solo yo, crudo amor, busco mi daño,
sin esperar más fruto, honor ni puesto
que un costoso y estéril desengaño.



Nicasio Álvarez de Cienfuegos

Por su carrera el sol iba corriendo

-- de Nicasio Álvarez de Cienfuegos --

Por su carrera el sol iba corriendo
cual acostumbra a hacer todos los días
y salido, mi Files, aún no habías
para irte con tus soles encubriendo.

Yo me estaba allá adentro consumiendo
al ver que tú de casa no salías
y por lo mismo el sol no oscurecías
antes bien le dejabas ir luciendo.

Mas al fin advertí ya venturoso
que ibas por la escalera ya bajando.
Saliste pues al fin con traje airoso,

quédeme al sol atento yo mirando
y noto ¡caso raro y prodigioso!
que como antes seguí iluminando.



Fernando de Herrera

Con el puro sereno en campo abierto

-- de Fernando de Herrera --

Con el puro sereno en campo abierto
vuela mi alado carro, y fresco llega.
El viento arando el golfo; la paz niega
cielo airado, aire adverso, flujo incierto.

Desampara huyendo el mar desierto;
mas el miedo y horror lo aflige y ciega;
noto cruel, que su furor despliega,
las velas rompe, impide entrar el puerto.

Cuando ríe una luz en occidente
que alegra el orbe etéreo, y desfallece
el soplo austrino y cesa el ponto oscuro,

la prora vuelvo, y lejos tardamente
la tierra sola en puntas aparece,
y nunca al puerto arribo que procuro.



Francisco de Quevedo

parnaso español 50

-- de Francisco de Quevedo --

Con más vergüenza viven euro y noto,
licas, que en nuestra edad los usureros:
sosiéganse tal vez los vientos fieros,
y, ocioso, el mar no gime su alboroto.
No siempre el ponto en sus orillas roto
ejercita los roncos marineros:
ocio tienen los golfos más severos;
ocio goza el bajel, ocio el piloto.
Cesa de la borrasca la milicia:
nunca cesa el despojo ni la usura,
ni sabe estar ociosa su codicia.
No tiene paz; no sabe hallar hartura;
oso llamar a su maldad justicia;
arbitrio, al robo; a la dolencia, cura.



Francisco de Quevedo

parnaso español 41

-- de Francisco de Quevedo --

Más escarmientos dan al ponto fiero
(si atiendes) la bonanza y el olvido,
que el peligro y naufragio prevenido
y el enojo del euro más severo.
Ansí, cuando, cortés y lisonjero,
noto tus velas mueva adormecido,
y sirva, por tus gavias extendido,
de líquido y sonoro marinero,
entonces, ¡oh mirtilo!, desvelados
en la milicia de la calma ociosa,
tus sentidos irán y tus cuidados.
Menos dulce es la paz que peligrosa;
no salgas, no, a recibir los hados;
tarda, con advertencia peligrosa.



Abate Marchena

Así cuando el alcázar del Olimpo

-- de Abate Marchena --

Así cuando el alcázar del Olimpo,
el soberbio Mimante y los Titanes,
hórridos hijos de la dura tierra,
escalar intentaron, y de Atlante
el grave Pelïón agobió el hombro;
cuando cien lanzas blandeó Briareo,
de Encélado la mano poderosa,
arranca sierras y montañas lanza
contra el sagrado cielo, y ni el tremendo
rayo que Jove por los aires vibra
no le amedrenta, ni el feroz bramido
del Noto por Eolo desatado,
ni las olas que heridas del tridente
de Neptuno las tierras anegaban;
no el reluciente casco de Mavorte,
no le asustan de Apolo las saetas;
de Apolo que a la sierpe en otro tiempo
traspasó el cuerpo duro con mil flechas,
y en angustia rabiosa exhaló el alma
en negra podre y en veneno envuelta.
Tres veces tiembla la morada augusta
de las deidades: Venus y las Gracias
a lo último del cielo huyen medrosas;
las otras diosas siguen: los amores
se acogen a sus brazos, o en sus senos
se esconden, temerosos del peligro.



José Martí

aquí está el pecho, mujer,

-- de José Martí --

xxxvii
aquí está el pecho, mujer,
que ya sé que lo herirás;
¡más grande debiera ser,
para que lo hirieses más!
porque noto, alma torcida,
que en mi pecho milagroso,
mientras más honda la herida,
es mi canto más hermoso.



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