Buscar Poemas con Naranjas


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Se han encontrado 16 poemas con la palabra naranjas

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Jaime Torres Bodet

naranjas

-- de Jaime Torres Bodet --

Naranjitas de china,
naranjitas doradas
que caían, maduras,
al corral de mi casa
de una casa vecina,
rodando, por las tapias...
Naranjitas de oro
que trae, en su canasta,
una niña que viene
cantando desde el alba:
naranjitas de china,
¿no me compra naranjas?...
¡Ay, cómo me recuerdan
el solar de mi casa,
con el color alegre
de sus hojitas agrias!
¡cuántas cosas me dice
de mi vida lejana
esa niña que viene
vendiendo unas naranjas!
naranjitas de china,
¿no me compra naranjas?...
Sol... Provincia... Canciones...
¡Esa niña que pasa
no comprende que, a gritos,
va vendiendo mi infancia!

Poema naranjas de Jaime Torres Bodet con fondo de libro

Líber Falco

Parábola (Líber Falco)

-- de Líber Falco --

Es de noche y la ciudad dormida,
duerme.
Y el mar espera.
Y la noche espera.
Y en el cielo una sola estrella
sola espera.
Zumba de pronto un tranvía.
Zumba que zumba en la vía.
Sube la cuesta de una calle
se balancea, zumba, cabecea
y cae
y sube
ya fuera de la vía, sube
un tranvía.
..............................
En la línea del mar,
donde el mar es mar y es cielo,
en una isla, en la línea más alta del mar,
un guarda y un motorman se abrazan,
se restregan las manos
se suben a los árboles
se miran y sonríen.
... En una isla
en la línea más alta del mar.

Uno dice:
"Qué bellas naranjas color de oro".
Y el otro alborozado:
—El oro es un color ahora, camarada.
El sol también es Sol
y el agua, agua.
Un color más tiene la vida ahora.
Y nosotros más vida
y menos muerte.

Poema Parábola (Líber Falco) de Líber Falco con fondo de libro

César Vallejo

Fresco

-- de César Vallejo --

Llegué a confundirme con ella,
tanto ...! Por sus recodos
espirituales, yo me iba
jugando entre tiernos fresales,
entre sus griegas manos matinales.

Ella me acomodaba después los lazos negros
y bohemios de la corbata. Y yo
volvía a ver la piedra
absorta, desairados los bancos, y el reloj
que nos iba envolviendo en su carrete,
al dar su inacabable molinete.
Buenas noches aquellas,
que hoy la dan por reír
de mi extraño morir,
de mi modo de andar meditabundo.
Alfeñiques de oro,
joyas de azúcar
que al fin se quiebran en
el mortero de losa de este mundo.

Pero para las lágrimas de amor,
los luceros son lindos pañuelitos
lilas,
naranjas,
verdes,
que empapa el corazón.
Y si hay ya mucha hiel en esas sedas,
hay un cariño que no nace nunca,
que nunca muere,
vuela otro gran pañuelo apocalíptico;
la mano azul, inédita de Dios!

Poema Fresco de César Vallejo con fondo de libro

Octavio Paz

movimiento

-- de Octavio Paz --

Si tú eres la yegua de ámbar
yo soy el camino de sangre
si tú eres la primer nevada
yo soy el que enciende el brasero del alba
si tú eres la torre de la noche
yo soy el clavo ardiendo en tu frente
si tú eres la marea matutina
yo soy el grito del primer pájaro
si tú eres la cesta de naranjas
yo soy el cuchillo de sol
si tú eres el altar de piedra
yo soy la mano sacrílega
si tú eres la tierra acostada
yo soy la caña verde
si tú eres el salto del viento
yo soy el fuego enterrado
si tú eres la boca del agua
yo soy la boca del musgo
si tú eres el bosque de las nubes
yo soy el hacha que las parte
si tú eres la ciudad profanada
yo soy la lluvia de consagración
si tú eres la montana amarilla
yo soy los brazos rojos del liquen
si tú eres el sol que se levanta
yo soy el camino de sangre



Octavio Paz

primavera y muchacha

-- de Octavio Paz --

En su tallo de calor se balancea
la estación indecisa
abajo
un gran deseo de viaje remueve
las entrañas heladas del lago
cacerías de reflejos allá arriba
la ribera ofrece guantes de musgo a tu blancura
la luz bebe luz en tu boca
tu cuerpo se abre como una mirada
como una flor al sol de una mirada
te abres
belleza sin apoyo
basta un parpadeo
todo se precipita en un ojo sin fondo
basta un parpadeo
todo reaparece en el mismo ojo
brilla el mundo
tú resplandeces al filo del agua y de la luz
eres la hermosa máscara del día
aunque la nieve caiga en racimos maduros
nadie sacude ramas allá arriba
el árbol de la luz no da frutos de nieve
aunque la nieve se disperse en polen
no hay semillas de nieve
no hay naranjas de nieve no hay claveles
no hay cometas ni soles de nieve
aunque vuele en bandadas no hay pájaros de nieve
en la palma del sol brilla un instante y cae
apenas tiene cuerpo apenas peso apenas nombre
y ya lo cubre todo con su cuerpo de nieve
con su peso de luz con su nombre sin sombra



Pablo Neruda

soneto xci cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Soneto xci
la edad nos cubre como la llovizna,
interminable y árido es el tiempo,
una pluma de sal toca tu rostro,
una gotera carcomió mi traje:
el tiempo no distingue entre mis manos
o un vuelo de naranjas en las tuyas:
pica con nieve y azadón la vida:
la vida tuya que es la vida mía.
La vida mía que te di se llena
de años, como el volumen de un racimo.
Regresarán las uvas a la tierra.
Y aún allá abajo el tiempo sigue siendo,
esperando, lloviendo sobre el polvo,
ávido de borrar hasta la ausencia.



Pablo Neruda

qué guardas bajo tu joroba

-- de Pablo Neruda --

Qué guardas bajo tu joroba?
dijo un camello a una tortuga.
Y la tortuga preguntó:
qué conversas con las naranjas?
tiene más hojas un peral
que buscando el tiempo perdido?
por qué se suicidan las hojas
cuando se sienten amarillas?



Pablo Neruda

qué distancia en metros redondos

-- de Pablo Neruda --

Qué distancia en metros redondos
hay entre el sol y las naranjas?
quién despierta al sol cuando duerme
sobre su cama abrasadora?
canta la tierra como un grillo
entre la música celeste?
verdad que es ancha la tristeza,
delgada la melancolía?



Pablo Neruda

es verdad que sólo en australia

-- de Pablo Neruda --

Es verdad que sólo en australia
hay cocodrilos voluptuosos?
cómo se reparten el sol
en el naranjo las naranjas?
venía de una boca amarga
la dentadura de la sal?
es verdad que vuela de noche
sobre mi patria un cóndor negro?



Salvador Novo

este perfume

-- de Salvador Novo --

Este perfume intenso de tu carne,
no es nada más
que el mundo que desplazan y mueven
los globos azules de tus ojos,
y la tierra y los ríos azules de las venas
que aprisionan tus brazos.
Hay todas las redondas naranjas
en tu beso de angustia,
sacrificado al borde de un huerto en que la vida
se suspendió por todos los siglos de la mía.

¡Qué remoto era el aire infinito
que llenó nuestros pechos!
te arranqué de la tierra
por las raíces ebrias de tus manos
y te he bebido todo, !oh fruto perfecto y delicioso!
ya siempre cuando el sol palpe mi carne,
he de sentir el rudo contacto de la tuya
nacida de la frescura de una alba inesperada,
nutrida en la caricia
de tus ríos claros y puros como tu abrazo,
vuelta dulce en el viento que en las tardes
viene de las montañas a tu aliento,
madurada en el sol de tus dieciocho años,
cálida para mí que la esperaba.



Juan Ramón Molina

El jardín

-- de Juan Ramón Molina --

Cuelgan racimos de odorables pomas,
negras uvas en gajos tentadores,
fingiendo los alegres surtidores
un murmullo de besos y de bromas.

Dormitan en las ramas las palomas
los buches esponjando arrulladores,
y el capitoso aliento de las flores
unge el follaje y el parral de aromas.

Un sol ardiente esparce ses madejas
de luz, sobre el jardín; y las abejas
un vals preludian, áspero y sonoro.

Bailan las mariposas deslumbrantes,
y picotean pájaros brillantes
unas naranjas que parecen de oro.



Julio Herrera Reissig

Claroscuro (I)

-- de Julio Herrera Reissig --

En el dintel del cielo llamó por fin la esquila.
Tumban las carrasqueñas voces de los arrieros
que el eco multiplica por cien riscos y oteros,
donde laten bandadas de pañuelos en fila...

El humo de las chozas sube en el aire lila;
las vacas maternales ganan por los senderos;
y al hombro sus alforjas, leñadores austeros,
tornan su gesto opaco a la tarde tranquila...

Cerca del Cementerio -más allá de las granjas-,
el crepúsculo ha puesto largos toques naranjas.
Almizclan una abuela paz de las Escrituras

los vahos que trascienden a vacunos y cerdos...
Y palomas violetas salen como recuerdos
de las viejas paredes arrugadas y oscuras.



Julio Herrera Reissig

claroscuro

-- de Julio Herrera Reissig --

En el dintel del cielo llamó por fin la esquila.
Tumban las carrasqueñas voces de los arrieros
que el eco multiplica por cien riscos y oteros,
donde laten bandadas de pañuelos en fila...

El humo de las chozas sube en el aire lila;
las vacas maternales ganan por los senderos;
y al hombro sus alforjas, leñadores austeros,
tornan su gesto opaco a la tarde tranquila...

Cerca del cementerio -más allá de las granjas-,
el crepúsculo ha puesto largos toques naranjas.
Almizclan una abuela paz de las escrituras

los vahos que trascienden a vacunos y cerdos...
Y palomas violetas salen como recuerdos
de las viejas paredes arrugadas y oscuras.



Federico García Lorca

Despedida

-- de Federico García Lorca --

Si muero,
dejad el balcón abierto.

El niño come naranjas.
(Desde mi balcón lo veo).

El segador siega el trigo.
(Desde mi balcón lo siento).

¡Si muero,
dejad el balcón abierto!



Federico García Lorca

La luna asoma

-- de Federico García Lorca --

Cuando sale la luna
se pierden las campanas
y aparecen las sendas
impenetrables.
Cuando sale la luna,
el mar cubre la tierra
y el corazón se siente
isla en el infinito.
Nadie come naranjas
bajo la luna llena.
Es preciso comer
fruta verde y helada.
Cuando sale la luna
de cien rostros iguales,
la moneda de plata
solloza en el bolsillo.



Ramón López Velarde

Cuaresmal

-- de Ramón López Velarde --

Tu paz -¡oh paz de cada día!-
y mi dolor que es inmortal,
se han de casar, Amada mía,
en una noche cuaresmal.

Quizá en un Viernes de Dolores
cuando se anuncian ya las flores
y en el altar que huele a lirios
el casto pecho de María
sufre por los siete martirios;
mientras la luna, Amada mía,
deja caer sus tenues franjas
de luz de ensueño sideral
sobre las místicas naranjas
que, por el arte virginal
de las doncellas de la aldea,
lucen banderas de papel
e irisaciones de oropel
sobre la piel que amarillea.

Fuensanta: al amor aventurero
de cálidas mujeres, azafatas
súbitas de la carne, te prefiero
por la frescura de tus manos gratas.

Yo te convido, dulce Amada
a que te cases con mi pena
entre los vasos de cebada
la última noche de novena.

Te ha de cubrir la luna llena
con luz de túnica nupcial
y nos dará la Dolorosa
la bendición sacramental.

Y así podré llamarte esposa,
y haremos juntos la dichosa
ruta evangélica del bien
hasta la eterna gloria.
Amén.



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