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Se han encontrado 56 poemas con la palabra musa

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Despídese de su musa amor

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Ya no compuesto hablar, ya no que aspire
a laurel docto o a sagrada musa;
mándalo, ¡oh Musa!, Amor, que en mí rehúsa
menos que el pecho su rigor suspire.
Ya va fuera de mí verso que admire
en pulido decir; mi llama excusa,
¡oh, sagrados despojos de Medusa!
que en vuestras aguas este ardor respire.
Otro alentad en el licor dichoso,
que ya, ausente de voz, al mal presente,
desata el pecho un río caudaloso.
Adiós, pues trueca Amor por vuestra fuente,
(mirad cual cantaré) de mi lloroso
pecho, en su ausencia larga, la corriente

Poema Despídese de su musa amor de Luis Carrillo y Sotomayor con fondo de libro

Manuel Gutiérrez Nájera

el hada verde. canción del bohemio

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

¡en tus abismos, negros y rojos,
fiebre implacable mi alma se pierde,
y en tus abismos miro los ojos,
los verdes ojos del hada verde!
es nuestra musa glauca y sombría,
la copa rompe, la lira quiebra,
y a nuestro cuello se enrosca impía
como culebra!
llega y nos dice: ¡soy el olvido,
yo tus dolores aliviaré!
y entre sus brazos, siempre dormido,
yace musset.
¡Oh, musa verde! tú la que flotas
en nuestras vidas enardecidas,
tú la que absorbes, tú la que agotas
almas y vidas.
En las pupilas concupiscencia;
juego en la mesa donde se pierde
con el dinero, vida y conciencia,
en nuestras copas, eres demencia
¡oh, musa verde!
son ojos verdes los que buscamos,
verde el tapete donde jugué,
verdes absintios los que apuramos,
y verde el sauce que colocamos
en tu sepulcro, pobre musset.
Manuel gutiérrez nájera, 1887

Poema el hada verde. canción del bohemio de Manuel Gutiérrez Nájera con fondo de libro

Delmira Agustini

Por tu musa

-- de Delmira Agustini --

Cuando derrama en los hombros puros
de tu musa la túnica de nieve,
yo concentro mis pétalos oscuros
y soy el lirio de alabastro leve.

Para tu musa en rosa, me abro en rosa;
mi corazón es miel, perfume y fuego,
y vivo y muero de una sed gloriosa:
tu sangre viva debe ser mi riego.

Cuando velada con un tul de luna
bebe calma y azur en la laguna,
yo soy el cisne que soñando vuela;

y si en luto magnífico la vistes
para vagar por los senderos tristes,
soy la luz o la sombra de una estela.

Poema Por tu musa de Delmira Agustini con fondo de libro

Delmira Agustini

El surtidor de oro

-- de Delmira Agustini --

Vibre, mi musa, el surtidor de oro,
la taza rosa de tu boca en besos;
de las espumas armoniosoas surja
vivo, supremo, misterioso, eterno,
el amante ideal, el esculpido
en prodigios de almas y de cuerpos;
debe ser vivo a fuerza de soñado,
que sangre y alma se me va en los sueños;
ha de nacer a deslumbrar la Vida,
¡y ha de ser ser un dios nuevo!
Las culebras azules en sus venas
se nutren del milagro en mi cerebro...
Selle, mi musa, el sutidor de oro,
la taza rosa de tu boca en besos;
el amante ideal, el esculpido
en prodigios de almas y de cuerpos,
arraigando las uñas extrahumanas
en mi carne, solloza en mis ensueños:
-Yo no quiero más vida que tu vida,
son en ti los supremos elementos;
¡déjame bajo el cielo de tu alma,
en la cálida tierra de tu cuerpo!-
-¡Selle, mi musa, el surtidor de oro,
la taza rosa de tu boca en besos!



Abraham Valdelomar

Corazón, ponte en pie...

-- de Abraham Valdelomar --

¡Corazón, ponte en pie! Cierra tu herida.
Seca tu llanto, alegra tu mansión,
olvida tu dolor, tu pena olvida,
cubre de flores, tu sutil guarida
y hoy que la Primavera te convida,
¡Corazón, ponte en pie, cierra tu herida
toma el tricornio y canta, Corazón!

No invoques a la musa, hoy que te implora
tu propio dueño una sutil canción,
para cantar un cielo que se adora,
para decirle a un pueblo que se llora,
cuando llega esta hora
de la separación,
para triste decir
¡tú eres la única musa, Corazón!



Alejandro Tapia y Rivera

Ángel tú... ya no

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

Un ángel al Pindo bajó cierto día,
por él una musa de amor suspiró;
naciste, oh hermosa, de aquella armonía.
Su frente inspirada, su voz de ambrosía,
la Musa te dio.

Te dio como madre, su forma hechicera,
su paso de ninfa, su queja de amor,
sus ojos de luna y gentil cabellera;
en tanto que el ángel, de célica esfera
te dio el resplandor.

Sonó en el Olimpo cantar de alegría,
entonces doliente el cielo gimió;
aquel una virgen gozoso adquiría,
un ángel el cielo querido perdía
y el mundo aplaudió.

Y tú ante el aplauso, incauta ¡ay! olvidas
que Dios para el cielo el ángel formó.
Yo lloro ilusiones, cuán triste, perdidas
al ver ya tus alas al mundo vendidas...
¿Ángel tú?... Ya no.



Delmira Agustini

Mi musa

-- de Delmira Agustini --

Mi musa tomó un día la placentera ruta
de los campos fragantes; ornada de alboholes,
perfumando sus labios en la miel de la fruta
y dorando su cuerpo al fuego de los soles.

Vivió como una ninfa: desnuda, en fresca gruta,
engalanando espejos de lagos tornasoles.
La gran garza rosada de su forma impoluta.
Volvió a mí como el oro de luz de los crisoles.

Más pura; los cabellos emperlados de gotas
lucientes y prendidos de abrojos; trajo notas
de pájaro silvestre y en los labios más fuego.

Yo peinela y vestila sus parisinas galas,
y ella hoy grave pasea por mis lujosas salas
un gran aire salvaje y un perfume de espliego.



Hernando de Acuña

Atenta al gran rumor la musa mía

-- de Hernando de Acuña --

Atenta al gran rumor la musa mía
del armígero son de Marte fiero,
cesó del dulce estilo que primero
en sujeto amoroso se extendía;

mas ahora, con la vuestra en compañía,
me vuelve al sacro monte, donde espero
levantarme más alto y, por grosero,
dejar con nuevo canto el que solía.

Así sus horas con la espada a Marte,
y los ratos del ocio con la pluma
pienso, señor, enderezar a Apolo;

dando a los dos de mí tan larga parte,
y tomándola de ellos tal, que en suma
no me cause tristeza el verme solo.



Mauricio Bacarisse

Fragilidad

-- de Mauricio Bacarisse --

Mi alma tierna y melancólica
se ha enamorado de ti,
Magdalena hecha en mayólica
por Bernardo Palissy.

Serás mi único tesoro
hasta que venga la Intrusa;
eres lo que más adoro
con mi madre y con mi musa.

Como un ópalo en mi dedo
turba mi felicidad
ese inexpresable miedo
a tu gran fragilidad.

Eres un alma perdida
del Infortunio en las fauces;
eres Ofelia subida
a las ramas de los sauces.

Eres de nieve y cristal,
y si te estrecho en mis brazos
la copa del Ideal
ha de quebrarse en pedazos.

Eres un astro de oros
en mi existencia confusa;
eres lo que más adoro
con mi madre y con mi musa.

Por si algún día estoy falto
de tu amor y tu bondad,
vivo en triste sobresalto
por tu gran fragilidad.



Juan Nicasio Gallego

A la memoria de Garcilaso

-- de Juan Nicasio Gallego --

Río, ¿do está de Laso la divina
musa que un tiempo suspiraba amores;
la que tu verde sien ciñó de flores
y suspendió tu linfa cristalina?

A tu margen la alondra matutina
modula al son del agua sus loores,
y el dulce lamentar de dos pastores
resuena grato en la imperial colina.

Zagales de Aranjuez, que en lastimera
voz recordáis su muerte cada día,
vosotros los del Tajo en su ribera,

dejad ¡ay! que la humilde musa mía
de flores a su cítara ligera
y tierno llanto a su ceniza fría.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 52

-- de Francisco de Quevedo --

Clarinda, vuestra musa sonorosa
es célebre por docta, y levantada,
pero mi musa humilde, y desgraciada
por celebrar la vuestra es más famosa.
La vuestra dulce, alegre, y deleitosa
es tan perfecta, rica, y acabada,
que única viene a ser por envidiada
y es única la mía de envidiosa.
Juntos a apolo, y a su dafne veo,
clarinda, en vuestra noble compostura,
gozando en vos altísimo trofeo.
Que en vos dafne de apolo está segura,
pues de su amor olvida ya el deseo
por el nuevo de amar vuestra hermosura.



Abate Marchena

La coronación se acerca

-- de Abate Marchena --

La coronación se acerca
y mi pobre Musa helada
no pica de profetisa,
ni al rey vaticina hazañas.
En vano el frío Iriarte
sus insulsas coplas grazna,
y en lenguaje de Gaceta
a Carlos y Luisa canta.
¿Qué me importa que Forner
alce su tremenda vara,
y en duros y malos versos
haga por elogios sátiras?
¿Que el escritor cinco letras
acatamiento le haga,
qué a mí? ¿Fui yo por ventura
el autor de la Riada?
Por más que el necio Berilo
las ninfas de Salamanca
las atruene con sus cantos
sin armonía ni gracia,
mi Musa en profundo sueño
y en vil ocio sepultada
a Moratín y a Batilo
no envidia lauro y guirnaldas.



Carolina Coronado

la página en blanco

-- de Carolina Coronado --

Una tan sola reservó el destino
página en blanco para mí guardada;
y en dejar a mi musa limitada
la intención de los hados adivino.
Dice el sabio hartzenbusch, a quien invoco
siempre que de consejos necesito,
en cierto verso por su mano escrito,
principio y ceso de lo malo poco.
Menos modesta que hartzenbusch, acaso,
supliendo a su talento mi osadía,
seis páginas del álbum llenaría
si no atajaran a mi musa el paso.
Basta con ésta; y aun a ser borrada
yo la condeno, por mi orgullo loco,
pues, si debe hartzenhusch escribir poco,
yo no debo en conciencia escribir nada.



Rubén Darío

rima xi

-- de Rubén Darío --

Voy a confiarte, amada,
uno de los secretos
que más me martirizan. Es el caso
que a las veces mi ceño
tiene en un punto mismo
de cólera y esplín los fruncimientos.
O callo como un mudo,
o charlo como un necio,
suplicando el discurso
de burlas, carcajadas y dicterios.
¿Que me miran? agravio.
¿Me han hablado? zahiero.
Medio loco de atar, medio sonámbulo,
con mi poco de cuerdo.
¡Cómo bailan en ronda y remolino,
por las cuatro paredes del cerebro
repicando a compás sus consonantes,
mil endiablados versos
que imitan, en sus cláusulas y ritmos,
las músicas macabras de los muertos!
¡y cómo se atropellan,
para saltar a un tiempo,
las estrofas sombrías,
de vocablos sangrientos,
que me suele enseñar la musa pálida,
la triste musa de los días negros!
yo soy así. ¡Qué se hace! ¡boberías
de soñador neurótico y enfermo!
¿quieres saber acaso
la causa del misterio?
una estatua de carne
me envenenó la vida con sus besos.
Y tenía tus labios, lindos, rojos
y tenía tus ojos, grandes, bellos...



Rubén Darío

Rima XI (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

Voy a confiarte, amada,
uno de los secretos
que más me martirizan. Es el caso
que a las veces mi ceño
tiene en un punto mismo
de cólera y esplín los fruncimientos.
O callo como un mudo,
o charlo como un necio,
suplicando el discurso
de burlas, carcajadas y dicterios.
¿Que me miran? Agravio.
¿Me han hablado? Zahiero.
Medio loco de atar, medio sonámbulo,
con mi poco de cuerdo.
¡Cómo bailan en ronda y remolino,
por las cuatro paredes del cerebro
repicando a compás sus consonantes,
mil endiablados versos
que imitan, en sus cláusulas y ritmos,
las músicas macabras de los muertos!
¡Y cómo se atropellan,
para saltar a un tiempo,
las estrofas sombrías,
de vocablos sangrientos,
que me suele enseñar la musa pálida,
la triste musa de los días negros!
Yo soy así. ¡Qué se hace! ¡Boberías
de soñador neurótico y enfermo!
¿Quieres saber acaso
la causa del misterio?
Una estatua de carne
me envenenó la vida con sus besos.
Y tenía tus labios, lindos, rojos
y tenía tus ojos, grandes, bellos...



Amado Nervo

poetas místicos

-- de Amado Nervo --

Para jesús e. Valenzuela.
Bardos de frente sombría
y de perfil desprendido
de alguna vieja medalla;
los de la gran señoría,
los de mirar distraído,
los de la voz que avasalla.
Teólogos graves e intensos,
vasos de amor desprovistos,
vasos henchidos de penas;
los de los ojos inmensos,
los de las caras de cristos,
los de las grandes melenas:
mi musa, la virgen fría
que vuela en pos del olvido,
tan sólo embelesos halla
en vuestra gran señoría,
vuestro mirar distraído
y vuestra voz que avasalla.
Mi alma que os busca entrevistos
tras de los leves inciensos,
bajo las naves serenas,
ama esas caras de cristos,
ama esos ojos inmensos
ama esas grandes melenas.



Amado Nervo

perlas negras - ha mucho tiempo que te soñaba

-- de Amado Nervo --

Ha mucho tiempo que te soñaba
así, vestida de blanco tul,
y al alma mía que te buscaba,
ana, ¿qué miras? le preguntaba
como en el cuento de barba azul.
Ha mucho tiempo que presentía
tus ojos negros como los vi,
y que, en mis horas de nostalgia,
la hermana ana me respondía:
hay una virgen que viene a ti .
Y al vislumbrarte, febril, despierto,
tras de la ojiva del torreón,
después de haberse movido incierto,
como campana que toca a muerto,
tocaba a gloria mi corazón.
Por fin, distinta me apareciste;
vibraron dianas en rededor,
huyó callada la musa triste,
y tú llegaste, viste y venciste
como el magnífico emperador.
Hoy, mi esperanza que hacia ti corre,
que mira el cielo donde tú estés,
porque la gloria se le descorre,
ya no pregunta desde la torre:
hermana ana, ¿dime qué ves?
hoy en mi noche tu luz impera,
veo tu rostro resplandecer,
y en mis ensueños sólo quisiera
enarbolarte como bandera,
y, a ti abrazado, por ti vencer.



Leandro Fernández de Moratín

oda. traducción de horacio - rumbo mejor, licino

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Rumbo mejor, licino,
seguirás no engolfándote en la altura,
ni aproximando el pino
a playa mal segura,
por evitar la tempestad oscura.
El que la medianía
preciosa amó, del techo quebrantado
y pobre se desvía
como del envidiado
alcázar, de oro y pórfidos labrado.
Muchas veces el viento
árboles altos rompe; levantadas
torres, con más violento
golpe caen arruinadas;
hiere el rayo las cumbres elevadas.
No en la dicha confía
el varón fuerte; en la aflicción espera
más favorable día:
jove la estación fiera
del hielo vuelve en grata primavera.
Si mal sucede ahora,
no siempre mal será. Tal vez no excusa
con cítara sonora,
febo, animar la musa;
tal vez el arco por los bosques usa.
En la desgracia sabe
mostrar al riesgo el corazón valiente;
y si el viento tu nave
sopla serenamente,
la hinchada vela cogerás prudente.



Leandro Fernández de Moratín

oda. traducción de horacio - más seguro ¡oh! licino

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Más seguro ¡oh! licino
vivirás no engolfándote en la altura,
ni aproximando el pino
a playa mal segura,
por evitar la tempestad obscura.
El que la medianía
preciosa amó, del techo quebrantado
y pobre se desvía
como del envidiado
albergue en oro y pórfidos labrado.
Muchas veces el viento
árboles altos rompe; levantadas
torres con más violento
golpe caen arruinadas;
hiere el rayo las cumbres elevadas.
No en la dicha confía
el varón fuerte; en su aflicción espera
más favorable día:
jove la estación fiera
del hielo vuelve en grata primavera.
Si mal sucede ahora,
no siempre mal será. Tal vez no excusa
con cítara sonora
febo animar la musa;
tal vez el arco por los bosques usa.
En la desgracia sabe
mostrar al riesgo el corazón valiente
y si el viento tu nave
sopla serenamente
la hinchada vela cogerás prudente.



Lope de Vega

Aquí cuelgo la lira que desamo

-- de Lope de Vega --

Aquí cuelgo la lira que desamo,
con que canté la verde primavera
de mis floridos años, y quisiera
romperla al tronco, y no colgarla en ramo.
Culpo mi error, y la ocasión infamo,
por quien canté lo que llorar debiera,
que el vano estudio vano premio espera,
ladrón del tiempo con disfraz le llamo.
En otra lira, a cuyo son recuerdas
dormida Musa, en este breve plazo
canta segura de que el tiempo pierdas.
Templóla amor con poderoso brazo,
que en tres clavijas le subió las cuerdas,
y le labró de una lanzada el lazo.



Lope de Vega

De hoy más, claro pastor, por quien restauro

-- de Lope de Vega --

De hoy más, claro pastor por quien restauro
la fama, que sin vos perder pudiera,
os cantarán del Tajo en la ribera,
y, si esto es poco, del mar Indo al Mauro.

Oirase, antes que vuelva el sol al Tauro,
vuestro nombre en su orilla que me espera,
pues mi musa por vos, siendo extranjera,
halló lugar en las del fértil Dauro.

Por vos, como en la antigua, en la edad nuestra
correrá más dorado que Pactolo,
de que su cisne sois indicio y muestra.

Humillarase a vos el laurel solo,
que no serán para la frente vuestra
ni Dafne esquiva ni celoso Apolo.



Góngora

A Juan Rufo, jurado de Córdoba

-- de Góngora --

Culto jurado, si mi bella dama,
en cuyo generoso mortal manto
arde, como en cristal de templo santo,
de un limpio amor la más ilustre llama,

tu musa inspira, vivirá tu fama
sin invidiar tu noble patria a Manto,
y ornarte ha, en premio de tu dulce canto,
no de verde laurel caduca rama,

sino de estrellas inmortal corona.
Haga, pues, tu dulcísimo instrumento
bellos efectos, pues la causa es bella,

que no habrá piedra, planta, ni persona,
que suspensa no siga el tierno acento,
siendo tuya la voz, y el canto della.



Góngora

De Don Francisco de Padilla, castellano de Milán

-- de Góngora --

A este que admiramos en luciente,
émulo del diamante, limpio acero,
igual nos lo dio España caballero,
que de la guerra Flandes rayo ardiente.

Laurel ceñido, pues, debidamente,
las coyundas le fían del severo
süave yugo, que al Lombardo fiero
le impidió sí, no le oprimió, la frente.

¿Qué mucho, si frustró su lanza arneses,
si fulminó escuadrones ya su espada,
si conculcó estandartes su caballo?

Del Cambresí lo digan los franceses:
mas no lo digan, no, que en trompa alada,
musa aun no sabrá, heroica, celebrallo.



Manuel Gutiérrez Nájera

a salvador díaz mirón

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

Tienes en tu laúd cuerdas de oro
que el soplo del espíritu estremece,
y tu genio, como un alto sicomoro,
entre borrascas y huracanes crece.
No te brinda la musa sus favores
entre mirtos y rojas amapolas:
cuando quieres gozar de sus amores
la acechas, la sorprendes y la violas.
Tu verso no es el sonrosado efebo
que en la caliente alcoba se afemina:
vigoroso como hércules mancebo
acomete, conquista y extermina.
El mar es como tú: con su rüido
de tus estrofas la cadencia iguala;
refleja el cielo cuando está dormido
y en sus momentos de furor lo escala.
Manuel gutiérrez nájera, 1886



César Vallejo

Retablo (César Vallejo)

-- de César Vallejo --

Yo digo para mí: por fin escapo al ruido;
nadie me ve que voy a la nave sagrada.
Altas sombras acuden,
y Darío que pasa con su lira enlutada.

Con paso innumerable sale la dulce Musa,
y a ella van mis ojos, cual polluelos al grano.
La acosan tules de éter y azabaches dormidos,
en tanto sueña el mirlo de la vida en su mano.

Dios mío, eres piadoso, porque diste esta nave,
donde hacen estos brujos azules sus oficios.
Darío de las Américas celestes! Tal ellos se parecen
a ti! Y de tus trenzas frabrican sus cilicios.

Como ánimas que buscan entierros de oro absurdo,
aquellos arciprestes vagos del corazón,
se internan, y aparecen... Y, hablándonos de lejos,
nos lloran el suicidio monótono de Dios!



Delmira Agustini

La musa

-- de Delmira Agustini --

Yo la quiero cambiante, misteriosa y compleja;
con dos ojos de abismos que se vuelven fanales;
en su boca, una fruta perfumada y bermeja
que destile más miel que los rubios panales.

A veces nos asalte un aguijón de abeja;
una raptos feroces a gestos imperiales
y sorprenda en su risa el dolor de una queja;
¡En sus manos asombren caricias y pañales!

Y que vibre, y desmaye, y llore, y ruja, y cante,
y sea águila libre, tugre, paloma en un instante.

Que el universo quepa en sus ansias divinas;
tenga una voz que hiele, que suspenda, que inflame,
y una frente que erguida su corona reclame
de rosas, de diamantes, de estrellas o de espina!



Pablo Neruda

establecimientos nocturnos

-- de Pablo Neruda --

Difícilmente llamo a la realidad, como el perro, ytambién aúllo. Cómo amaría establecer eldiálogo del hidalgo y el barquero, pintar la jirafa, describirlos acordeones, celebrar mi musa desnuda y enroscada a mi cintura deasalto y resistencia. Así es mi cintura, mi cuerpo en general,una lucha despierta y larga, y mis riñones escuchan.
Oh dios, cuántas ranas habituadas a la noche, silbando yroncando con gargantas de seres humanos a los cuarenta años, yqué angosta y sideral es la curva que hasta lo más lejosme rodea! llorarían en mi caso los cantores italianos, losdoctores de astronomía ceñidos por esta alba negra,definidos hasta el corazón por esta aguda espada.
Y luego esa condensación, esa unidad de elementos de la noche,esa suposición puesta detrás de cada cosa, y esefrío tan claramente sostenido por estrellas.
Execración para tanto muerto que no mira, para tanto herido dealcohol o infelicidad, y loor al nochero, al inteligente que soy yo,sobreviviente adorador de los cielos.



Pedro Salinas

35 bujías

-- de Pedro Salinas --

35 bujías
sí. Cuando quiera yo
la soltaré. Está presa,
aquí arriba, invisible.
Yo la veo en su claro
castillo de cristal, y la vigilan
cien mil lanzas los rayos
cien mil rayos del sol. Pero de noche,
cerradas las ventanas
para que no la vean
guiñadoras espías las estrellas,
la soltaré. (Apretar un botón.)
Caerá toda de arriba
a besarme, a envolverme
de bendición, de claro, de amor, pura.
En el cuarto ella y yo no más, amantes
eternos, ella mi iluminadora
musa dócil en contra
de secretos en masa de la noche
afuera
descifraremos formas leves, signos,
perseguidos en mares de blancura
por mí, por ella, artificial princesa,
amada eléctrica.



José María Heredia

Renunciando a la poesía

-- de José María Heredia --

Fue tiempo en que la dulce poesía
el eco de mi voz hermoseaba,
y amor, virtud y libertad cantaba
entre los brazos de la amada mia.

Ella mi canto con placer oía,
caricias y placer me prodigaba,
y al puro beso que mi frente hollaba
muy más fogosa inspiración seguia

¡Vano recuerdo! En mi destierro triste
me deja Apolo, y de mi mústia frente
su sabro fuego y esplendor retira.

Adiós, ¡oh Musa! que mi gloria fuiste:
adiós, amiga de mi edad ardiente:
el insano dolor quebró mi lira.



Juan Bautista Arriaza

A unos amigos

-- de Juan Bautista Arriaza --

Ceden del tiempo a la voraz corriente
recias pilastras y columnas duras,
las cúpulas rindiendo que seguras
se sustentaban en su excelsa frente.

Caduco desde el Líbano eminente
baja el añoso cedro a las llanuras,
ayer frondoso adorno en las alturas,
hoy triste cebo en el hogar ardiente.

Contra la destrucción tan poco abrigos
halló mi musa; que si busca ansiosa
versos que ya la esquivan enemigos,

sólo a ofrecer se atreve, afectuosa,
verdad, y no ilusión, a mis amigos;
caricias, no cantares, a mi esposa.



Gabriel García Tassara

A Quintana

-- de Gabriel García Tassara --

Cuando al rayar el dia,
Allá de mi lejana adolescencia,
El dios de la armonía,
Que es el dios de la humana inteligencia,
Su inspiración ardiente
Vertió en mi corazón, vertió en mi frente;

Sonó, sonó en mi oido
De patria y libertad un eco santo
De insólito sonido;
La voz del vate, del profeta el canto,
Que al ruido de tus olas
¡Patrio Guadalquivir! canté á mis solas.

No era, no, ya la Musa
Que triscando por riscos y por faldas
Tonos femíneos usa,
Y del dios del placer entre guirnaldas
Frívola adoradora,
Dios, hombre, mundo, humanidad ignora.

Era la gran Poesía;
La que del mundo en las remotas partes,
Como en la Grecia un dia,
Fué madre de las ciencias y las artes,
Voz del cielo en la tierra,
El himno de la paz y de la guerra.



Gutierre de Cetina

alma del alma mía, ardor más vivo

-- de Gutierre de Cetina --

Extremo de beldad única y rara,
ejemplo de valor por quien tan cara
la vida me es, de que antes era esquivo.
Fuera el decir cómo el concepto altivo
¡oh mi musa crüel!, menos avara
viérades, si en el mundo se os mostrara
cuanto de vos dentro del alma escribo.
Mas, ¿qué puedo hacer si amor me inspira?:
cantar vuestro valor alto y divino
al son desta vulgar, rústica lira.
No saber más mis versos de un camino:
esto me dicta aquél que a amar me tira,
por pensada elección, no por destino.



Antonio Ros de Olano

Amor tardío

-- de Antonio Ros de Olano --

Junto a los días de tu edad primera
fueron los años de mi edad florida;
pasaron ¡ay! aquéllos de mi vida,
y son los de tu hermosa primavera.

Esta del labio confesión sincera,
voz de recuerdo, endecha dolorida,
llegue a ti como tierna despedida
del cisne cuando espira en la ribera.

Mas si el poder de la hermosura es tanto,
que así presta a mi cítara apagada
el grave acento en que mi pena fío;

¡Musa de mi dolor!..., Tuyo es mi canto,
y al repetirlo el alma enamorada,
sólo el suspiro que te mando es mío.



Medardo Ángel Silva

A flor de labios

-- de Medardo Ángel Silva --

Mi musa: toda ingenua, por ser joven,
se yergue melodiosa sobre un plinto.
Gusta de los jazmines que la arroben
y de los novilunios de jacintos.

Tiene los cisnes del Ensueño, bienes
azules de los cielos y las nubes;
un jardín otoñal para Jiménez,
y para Nervo un coro de querubes.

Y ama el éxtasis: palabras y martirios,
las letanías, el celeste coro;
tiene para María blancos lirios,
y para Pedro, las trompetas de oro!



Medardo Ángel Silva

Aparición (Silva)

-- de Medardo Ángel Silva --

Lloraba perlas la fonta harmónica
las dalias descubrían sus sonrojos,
cuando pasó triunfal y salomónica
la Emperetriz de los celestes ojos.

Tornaba en mi divino clavileño
de una excursión solar hollando abrojos;
y me sonrió en un éxtasis de ensueño,
la Emperatriz de los celestes ojos.

Rimaba un grillo su sonata abstrusa,
agria a la luz de los ponientes rojos.
Y era Diosa y Esfinge, Lira y Musa,
la Emperatriz de los celestes ojos.

Iba hacia su blancura de alabastro
cuando me victimaron sus enojos...
Y se desvaneció en la luz del astro
la Emperatriz de los celestes ojos.



Miguel Unamuno

Incidente doméstico

-- de Miguel Unamuno --

Traza la niña toscos garrapatos,
de escritura remedo,
me los presenta y dice
con un mohín de inteligente gesto:

"¿Qué dice aquí, papá?"

Miro unas líneas que parecen versos.
"¿Aquí?" "Si, aquí; lo he escrito yo; ¿qué dice?
porque yo no sé leerlo..."
"¡Aquí no dice nada!", le contesté al momento.

"¿Nada?", y se queda un rato pensativa
-o así me lo parece, por lo menos,
pues ¿está en los demás o está en nosotros
eso a que damos en llamar talento?-.

Luego, reflexionando, me decía:
¿Hice bien revelándole el secreto?
-no el suyo ni el de aquellas toscas líneas,
el mío, por supuesto-.

¿Sé yo si alguna musa misteriosa,
un subterráneo genio,
un espíritu errante que a la espera
para encarnar está de humano cuerpo,
no le dictó esas líneas
de enigmáticos versos?

¿Sé yo si son la gráfica envoltura
de un idioma de siglos venideros?
¿Sé yo si dicen algo?
¿He vivido yo acaso de ellas dentro?

No dicen más los árboles, las nubes,
los pájaros, los ríos, los luceros ...
¡No dicen más y nos lo dicen todo!
¿Quién sabe de secretos?



Juan Nicasio Gallego

A mi Sra. P. de S. en sus días

-- de Juan Nicasio Gallego --

Si entre las damas que la corte adora
eres, Clori, la bella de las bellas;
y así a tu vista desparecen ellas
como la noche al despuntar la aurora,

por tu dulzura y tu bondad, señora,
en que también, venciéndolas, descuellas,
contra el fiero rigor de las estrellas
mi voz al cielo en tu favor implora.

Grata en tanto y benévola permite
que el rudo acento de la musa mía
en tan digna ocasión te felicite.

Un siglo goces tu dichoso día,
sin que adusto pesar tu tez marchite
ni del tiempo veloz la huella fría.



Juan Nicasio Gallego

A un barrilito de jerez

-- de Juan Nicasio Gallego --

Jugo Divino, honor de Andalucía
y envidia del flamenco y del britano;
tú por quien el Olimpo soberano
torciera el gesto al néctar y ambrosía.

¡Cual me colmara el verte de alegría
(más que con Hebe Júpiter, ufano)
si a henchir mi copa con su blanca mano
se hallase aquí la hermosa que te envía!

El rubio Febo en sus collados tiene
puro cristal: mi labio lo rehúsa,
que a tan helados sorbos no se aviene.

Sé pues mi numen tú, y ella mi musa,
y al diablo doy los brindis de Hipocrene
y el chorro de Castalia y de Aretusa.



Juan Nicasio Gallego

Para el álbum (Juan Nicasio Gallego)

-- de Juan Nicasio Gallego --

Hoy que sus rayos el mayor planeta
mustios y oblicuos a la tierra envía
y envuelto en tinieblas y en escarcha fría
del trópico tocó la helada meta,

Tula cruel, ¿pretendes indiscreta
que salga a relucir la musa mía?
¿Dónde hallará calor mi fantasía?
¿Quién con setenta abriles es poeta?

¡Ay, que del estro se extinguió la llama!
Pasó la edad del canto y los amores,
y ya la ávida huesa me reclama.

Sólo del crudo invierno en los rigores
trocar es dado al numen que te inflama
las nieblas en fulgor, la escarcha en flores.



Evaristo Carriego

A Carlos de Soussens

-- de Evaristo Carriego --

Caballero de Friburgo, de un castillo de aventuras,
cuyas águilas audaces remontaron el Ideal,
soñadoras de los nidos de las líricas futuras,
la pupila al sol abierta, coronando las alturas
en el vuelo de armonías de una musa: la orquestal.

Visionario de un ensueño que inspiró un vino divino,
melancólicas vendimias de las uvas de tu Abril...
Tú también tendrás un Murger, y verá el barrio Latino
perpetuarse tu bohemia; milagroso peregrino,
compañero de prisiones en la Torre de marfil...

Que se cumpla, por tu gloria, la promesa de Darío,
al decirte de una estatua sobre firme pedestal;
que relinchen tus corceles los clarines de su brío;
que la Virgen del sudario no desole con su frío
el jardín de poesía de un eterno Florel.



Evaristo Carriego

A Juan José de Soiza Reilly

-- de Evaristo Carriego --

Al astrólogo Ensueño, sus novias: las estrellas,
contáronle el secreto de unas cosas tan bellas
que un ruiseñor lunático, que cantaba a las rosas,
puso en sus sinfonías esas extrañas cosas.

Era un noble pronóstico, que, enigmáticamente,
irradiaba su Verbo, como un límpido Oriente
en gestación de soles. (Quizá una profecía
de los magos geniales en blanca Epifanía).

Eran graves promesas. Era un coro de stros
que dejaba en la pauta sus luminosos rastros:
Yo, en mi musa salvaje, los evoqué, y entonces
hablaron las estrellas con la voz de los bronces.

Y así ritmo un saludo. Si hallas la canción dura,
es porque cada estrofa tiene algo de armadura,
que al corazón resguarda de la flecha amistosa:
la que, al clavarse, a veces se vuelve ponzoñosa.



Evaristo Carriego

La guitarra

-- de Evaristo Carriego --

Porque en las partituras de su garganta
ella orquesta la risa con el lamento,
porque encierra una musa que todo canta,
es la polifonista del sentimiento.

Por la prima aflautada vuelan las aves
de las notas chispeantes y juguetonas,
y, poblando el ambiente de voces graves,
braman las roncas iras en las bordonas.

Arco de mil envíos. Carcaj de amores,
hacen sus flechas raudas líricas presas,
así como, en la pauta de los rencores,
suele rugir el pueblo sus marsellesas.

Ella lauda en su solfa los caballeros
del valor o del arte, y aun hay un gajo
de laurel para todos los cancioneros
de la fértil Provenza del barrio bajo.



Fernando de Herrera

A un capitán valeroso

-- de Fernando de Herrera --

El trabajo de Fidia ingenioso,
que a Júpiter Olimpio dio la gloria,
fue soberbio despojo de victoria
al tiempo, en nuestra injuria presuroso;

pero al valor de Aquiles animoso
el siempre insigne Homero alzó la historia,
y dio a la fama eterna su memoria
con alta voz del canto generoso.

Yo, que mal puedo ser en honra vuestra
nuevo Homero, consagro, luz de España,
de mis incultos versos la armonía;

Mas si me mira Caliope diestra,
valdrá, si mi deseo no me engaña,
mas que Fidia mortal la musa mía.



José Alonso y Trelles

Yuyos secos

-- de José Alonso y Trelles --

Del sol que vieron mis años mozos
A gatas quedan tibios reflejos
Que en el recuerdo buscan ansiosos
Mis pobres ojos, sin luz, de viejos.

Eran los tiempos en que mi herraje
Lucía en el lomo de un potro crudo,
Y en las glorietas, entre el gauchaje,
A más de una táita dejaba mudo;

Era cuando iba campiando agravios
Con la altanera mirada dura,
Yevando el reto pronto en los labios
Y la e dos filos en la cintura;

Era cuando era mi cancha el rancho
De aquella autera chiruza mía,
Que jué más tarde p'al Viejo Pancho
Como la musa Melancolía.

Rancho entre sáuces, que a media noche
Se abría al envite de mi ternura,
Como en las tardes abren el broche
Las campaniyas de la espesura.

Inolvidable nido y fajina
Ande mis sueños se deshojaban
Entre los brazos de aqueya china
Que me oprimían y me maniaban;

De aqueya china voluntariosa,
Sedienta siempre de amores nuevos;
De aqueya china linda y mimosa
De abrasadores ojos malevos,

Que cuando al alba salía a la puerta
Brindando el beso de su boca roja,
Dende el palenque mi overo, alerta,
La saludaba con la coscoja...



José de Diego

fuerzas irresistibles

-- de José de Diego --

Cantando va la musa de la tierra,
cantando va la audaz locomotora,
que difunde, con voz atronadora,
todo el poder que el universo encierra,

si oscura masa el horizonte cierra,
sus entrañas graníticas perfora
y surge coronada y triunfadora
del corazón de la temblante sierra.

La idea es el vapor: vapor divino,
que invisible y potente, como el viento,
marcha seguro a su inmortal destino.

¿Quién osa detener su movimiento?
si se alza una montaña en su camino,
abre un túnel y pasa el pensamiento!



José Joaquín de Olmedo

En el álbum de la señorita Grimanesa Althaus

-- de José Joaquín de Olmedo --

Díceme un dios que dentro el pecho siento,
que al nacer se me dio fuego divino,
sólo porque cantara ¡oh Grimanesa!,
las gracias, la virtud y la belleza.
Yo cumplí, no sin gloria, mi destino,
cuando mi corazón y el alma mía
en vivo amor y juventud ardía.

Y en premio de haber sido
siempre fiel al dulce ministerio,
el Dios, a cuyo imperio
se rinden voluntarios,
la tierra, el cielo, el mar, ha concedido
su antiguo ardor, su inspiración divina,
a un genio que fallece oscurecido,
como el sol que a su ocaso se avecina.

Y he podido cantar como solía...
Tuyo es este portento, amiga mía.
¡Qué gloria para mí! Ver que este día
la más graciosa y bella no rehúsa
ser la corona de mi anciana musa.



Carolina Coronado

en el álbun de una señora que pedía versos largos y cortos

-- de Carolina Coronado --

Los versos más largos y aquéllos más cortos
que tengan del arte las reglas concisas,
señora, aunque sean horribles abortos
decís que queréis en letras precisas;
vos
ni
dios
a
mi musa ignorante de tales hazañas
inspiran, señora, el grande talento
de hacer en el álbum, con formas extrañas,
la rara poesía del genio portento
que
yo
no
sé.



Carolina Coronado

en el álbum de una dama para la cual se pidan elogios sin conocerla

-- de Carolina Coronado --

De tus ojos, bella flora,
muy bella será la llama,
cuando aquí llega la fama
de su brillo y su beldad,
y cuando yo desdeñando
de la envidia los enojos,
la hermosura de tus ojos
celebro en mi soledad.
Yo declaro, aunque no he visto
la belleza de tu cara,
que ninguna estrella clara
tiene tanto resplandor,
y que el mismo sol ardiente
con tener matices rojos,
si se presentan tus ojos
pierde al mirarte el color.
Y yo sin verte declaro,
por solo presentimiento,
que eres de gracias portento,
un tesoro de bondad,
y que faltando a mi mente
una musa protectora,
invoco en mis versos, flora,
por numen a tu deidad.
¡Ay! yo quisiera decirte
cuánto tu rostro merece...
Pero, flora, son ya trece
los álbumes que hoy firmé;
y de mi numen escaso
gasté tantos consonantes,
que las perlas y brillantes
de su tesoro agoté.
¡Ojalá que tú primero
me dieras el álbum, flora,
y no me encontrara ahora
tan exhausta para ti!;
mas tú serás la postrera
ya que la suerte lo quiere;
para los álbumes muere
quien pone su firma aquí.



Carolina Coronado

última réplica a otra contestación a la anterior

-- de Carolina Coronado --

¡extremada bizarría!
¡rendimiento cortesano!
¡bondad la del castellano
consumadísima es,
pues con una dama altiva
mueve altivo una querella,
por que logre el triunfo ella
de que se rinda a sus pies!
a quien vencido se aclama
con tan noble gallardía,
no tiene la musa mía
nada, señor, que añadir;
si no es que a vos mucho estima
el sacrificio costoso
del empeño generoso
que os obliga a desistir.
Tal hazaña en vos excede
a una cumplida victoria,
que a veces está la gloria
más que en triunfar, en ceder;
triunfo alcanzáis en rendiros
con galán comedimiento,
mayor que el merecimiento
que lograrais en vencer.
Básteos, señor, esto y dejo
que desdeñados garzones
formen grandes coaliciones
en sus odios contra mí,
pues el odio es tan amargo
para el alma que lo siente,
que odiándome injustamente
la pena llevan en sí.



Clemente Althaus

A Elena (4 Althaus)

-- de Clemente Althaus --

I

Contemplando callaba embelesado,
feliz visitador, a dos doncellas,
tan puras y graciosas como bellas,
y bellas ambas en el mismo grado:
mas, apenas llegaste, y el estrado
alto asiento te diera en medio de ellas,
como ante el sol se apagan las estrellas,
así se oscurecieron a tu lado.
Que, como el mismo sol humanas teas,
así tú, Elena, a las demás mujeres
cubres con tu luz fúlgida y afeas.
Cesan contigo varios pareceres,
y aunque la sola en ignorarlo seas,
tú la beldad de las beldades eres!

II

Cuando contemplo el delicado velo
que a tu alma bella da digna morada,
y pienso que beldad tan extremada,
de ideal perfección tipo y modelo,
ha de sentir de la vejez el hielo,
y que la Muerte con su mano airada
ha de sumirla en espantosa nada,
de ley tan dura con horror me duelo.
Mas ¿qué diciendo está mi Musa impía?
¿Alta revelación no me asegura
que, gloriosa y mas bella todavía,
la de mí tan amada vestidura
ha de resucitar el postrer día
para unirse de nuevo a tu alma pura?



Clemente Althaus

Ayuda a Chile

-- de Clemente Althaus --

No ausencia de entusiasta simpatía
de un pueblo hermano por la causa santa
enmudece la voz en la garganta
de Musa que el peligro desafía
y la verdad y la justicia canta.
Entusiasmo y amor al pecho sobra
para que el labio a ardientes himnos abra;
mas ya el tiempo pasó de la PALABRA,
el tiempo es ya llegado de la OBRA
contra quien yugo a nuestros cuellos labra.
Harto ya resonó la lira airada;
no más la lengua en gritos se desate:
hablen los hechos; y, soldado el vate,
la lira abandonando por la espada,
vuele con planta intrépida al combate.
Sitiada así por el empeño loco
del vencido en Maipú y en Ayacucho,
no hablar con vana lengua a Chile escucho:
esa nación intrépida HABLA POCO;
esa nación intrépida HARÁ MUCHO.
¿Y será que mi patria en dar vacile
la noble ayuda que su hermana diola?
Si provocó la cólera española,
por venir a su voz, la heroica Chile,
¿Dejarla puede abandonada y sola?
¡Ah! si no por amor, por su decoro
y por lavar la afrenta que lo enloda,
hoy que la asedia la venganza goda,
darle el Perú sus naves, su tesoro
debe, y sus hijos y su sangre toda!



Rubén Darío

rima ii

-- de Rubén Darío --

Amada, la noche llega;
las ramas que se columpian
hablan de las hojas secas
y de las flores difuntas.
Abre tus labios de ninfa,
dime en tu lengua de musa:
¿recuerdas la dulce historia
de las pasadas aventuras?
¡yo la recuerdo! la niña
de la cabellera bruna
está en la cita temblando
llena de amor y de angustia.
Los efluvios otoñales
van en el aura nocturna,
que hace estremecerse el nido
en que una tórtola arrulla.
Entre las ansias ardientes
y las caricias profundas,
ha sentido el galán celos
que el corazón le torturan.
Ella llora, él la maldice,
pero las bocas se juntan...
En tanto los aires vuelan
y los aromas ondulan;
se inclinan las ramas trémulas
y parece que murmuran
algo de las hojas secas
y de las flores difuntas.



Rubén Darío

Garçonière

-- de Rubén Darío --

Era el instante, dígalo la musa
Que las dichas trae, que las penas lleva:
La tristeza pasa, velada y confusa;
La alegría, rosas y azahares nieva.



Rubén Darío

J. J. Palma

-- de Rubén Darío --

Ya de un corintio templo cincela una metopa,
Ya de un morisco alcázar el capitel sutil;
Ya, como Benvenuto, del oro de una copa
Forma un joyel artístico, prodigio del buril.

Pinta las dulces Gracias, o la desnuda Europa,
En el pulido borde de un vaso de marfil,
O a Diana, diosa virgen de desceñida ropa,
Con aire cinegético, o en grupo pastoril.

La musa que al poeta sus cánticos inspira
No lleva la vibrante trompeta de metal,
Ni es la bacante loca que canta y que delira,

En el amor fogosa, y en el placer triunfal:
Ella al cantor ofrece la septicorde lira,
O, rítmica y sonora, la flauta de cristal.



Rubén Darío

Pórtico

-- de Rubén Darío --

IBRE la frente que el casco rehusa,
Casi desnuda en la gloria del día,
Alza su tirso de rosas la musa
Bajo el gran sol de la eterna Harmonía.

Es Floreal, eres tú, Primavera,
Quien la sandalia calzó a su pie breve;
Ella, de tristes nostalgias muriera
En el país de los cisnes de nieve.



Rubén Darío

Rima II (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

Amada, la noche llega;
las ramas que se columpian
hablan de las hojas secas
y de las flores difuntas.
Abre tus labios de ninfa,
dime en tu lengua de musa:
¿recuerdas la dulce historia
de las pasadas aventuras?
¡Yo la recuerdo! La niña
de la cabellera bruna
está en la cita temblando
llena de amor y de angustia.
Los efluvios otoñales
van en el aura nocturna,
que hace estremecerse el nido
en que una tórtola arrulla.
Entre las ansias ardientes
y las caricias profundas,
ha sentido el galán celos
que el corazón le torturan.
Ella llora, él la maldice,
pero las bocas se juntan...
En tanto los aires vuelan
y los aromas ondulan;
se inclinan las ramas trémulas
y parece que murmuran
algo de las hojas secas
y de las flores difuntas.



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