Buscar Poemas con Moral


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Se han encontrado 13 poemas con la palabra moral

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Emilio Bobadilla

El héroe delincuente

-- de Emilio Bobadilla --

La guerra es un absurdo; la vida es otro absurdo;
el análisis todo a polvo lo reduce
y en lo íntimo de todo descubre el más palurdo
la falsedad que al pronto nos engaña y seduce.

La realidad es móvil, iluso el intelecto,
y la moral, sofística, y la ley, arbitraria;
al prejuicio el espíritu se muestra siempre afecto
como al muro se adhiere la inútil parietaria.

En la paz rige un código y en la guerra otro rige;
tiene un criterio sólo y una moral la Historia,
y una verdad de tales paradojas colige...

Me explico tu sorpresa en trance tal al verte:
porque mataste a muchos, te cubrieron de gloria;
porque mataste a uno, te condenan a muerte...

Poema El héroe delincuente de Emilio Bobadilla con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

Campoamor (López de Ayala)

-- de Adelardo López de Ayala --

Tu bondad, tu trato ameno,
tu faz, tu ingenio florido,
Campoamor, son un veneno;
pues, siendo tan descreído,
no debieras ser tan bueno.

Hoy con tu ejemplo se ve
más válida la opinión
de que es fácil que se dé
la moral sin religión,
y la conciencia sin fe.

¡Hombre, no inspires amor!
Te lo ruego por Dios vivo...
¡Hazte malo, por favor;
pues no serás tan nocivo...
En siendo un poco peor!

Poema Campoamor (López de Ayala) de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Lope de Vega

Yo me muero de amor –que no sabía

-- de Lope de Vega --

Yo me muero de amor —que no sabía,
aunque diestro en amar cosas del suelo—,
que no pensaba yo que amor del cielo
con tal rigor las almas encendía.
Si llama la moral filosofía
deseo de hermosura a amor, recelo
que con mayores ansias me desvelo
cuanto es más alta la belleza mía.
Amé en la tierra vil, ¡qué necio amante!
¡Oh luz del alma, habiendo de buscaros,
qué tiempo que perdí como ignorante!
Mas yo os prometo agora de pagaros
con mil siglos de amor cualquiera instante
que, por amarme a mí, dejé de amaros.

Poema Yo me muero de amor –que no sabía de Lope de Vega con fondo de libro

Luis Cañizal de la Fuente

más poemas en prosa:

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Me hiciste perder el sentido moral de todo en todo. Lo que desde siempre era malo moralmente, con el andar de los años descubrió su interior blanco y rosado como la oreja de un gato. ¡Todo el mundo predicando que lo moralmente bueno es el exterior de la oreja del gato: almendrada, peludilla, acariciable pero nunca a redropelo! mas he aquí que ya de adolescente hiciste tus escarceos de volverle del revés las dos orejas al gato, y, como eso era perverso, ya el mismo animalito te lo indicaba con un agitar de cabeza que se las dejaba en su ser. Y al cabo de muchas duras y maduras, cualquiera estima bellísimo el tinte de la oreja gatuna por dentro. Anda y fíate de la opinión ajena y sus bandazos.



Manuel del Palacio

Semblanzas: X

-- de Manuel del Palacio --

Comióse los dineros de una dama,
Fué partidario ardiente del progreso,
Quemó de sus errores el proceso,
Y hoy moral y católico se llama.

De orador elocuente ganó fama
Porque mueve con arte la sin hueso,
y siempre epigramático y travieso
En tocando á reñir se va á la cama.

Nada hay que en su concepto no peligre,
Ni fe que no se venda en un barato,
Ni esperanza cristiana que no emigre;

Pero su orgullo ciégale insensato:
Tiene el instinto y el rugir del tigre,
Mas Dios no le hizo tigre, sino gato.



Jaime Sabines

espero curarme de ti

-- de Jaime Sabines --

De pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno.Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? noes mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todaslas palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puedeprender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y tambiénel silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dosgentes que no se dicen nada.
Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivodel que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuandodigo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «sehizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías,te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «tequiero»).
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo.Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarloa la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entenderlas cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomiopara entrar a un panteón.



César Vallejo

la vida, esta vida

-- de César Vallejo --

La vida, esta vida
me placía, su instrumento, esas palomas...
Me placía escucharlas gobernarse en lontananza,
advenir naturales, determinado el número,
y ejecutar, según sus aflicciones, sus dianas de animales.
Encogido,
oí desde mis hombros
su sosegada producción,
cave los albañales sesgar sus trece huesos,
dentro viejo tornillo lincharse el plomo.
Sus paujiles picos,
pareadas palomitas,
las póbridas, hojeándose los hígados,
sobrinas de la nube... Vida! vida! esta es la vida!
zurear su tradición rojo les era,
rojo moral, palomas vigilantes,
talvez rojo de herrumbre,
si caían entonces azulmente.
Su elemental cadena,
sus viajes de individuales pájaros viajeros,
echaron humo denso,
pena física, pórtico influyente.
Palomas saltando, indelebles
palomas olorosas,
manferidas venían, advenían
por azarosas vías digestivas,
a contarme sus cosas fosforosas,
pájaros de contar,
pájaros transitivos y orejones...
No escucharé ya más desde mis hombros
huesudo, enfermo, en cama,
ejecutar sus dianas de animales... Me doy cuenta.



César Vallejo

Pequeño responso a un héroe de la República

-- de César Vallejo --

Un libro quedó al borde de su cintura muerta,
un libro retoñaba de su cadáver muerto.
Se llevaron al héroe,
y corpórea y aciaga entró su boca en nuestro aliento;
sudamos todos, el hombligo a cuestas;
caminantes las lunas nos seguían;
también sudaba de tristeza el muerto.

Y un libro, en la batalla de Toledo,
un libro, atrás un libro, arriba un libro, retoñaba del cadáver.

Poesía del pómulo morado, entre el decirlo
y el callarlo,
poesía en la carta moral que acompañara
a su corazón.
Quedóse el libro y nada más, que no hay
insectos en la tumba,
y quedó al borde (le su manga, el aire remojándose
y haciéndose gaseoso, infinito.

Todos sudamos, el ombligo a cuestas,
también sudaba de tristeza el muerto
y un libro, yo lo vi sentidamente,
un libro, atrás un libro, arriba un libro
retoño del cadáver ex abrupto.

Regresar a España, aparta de mí este cáliz (1939)


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Emilio Bobadilla

Todo igual

-- de Emilio Bobadilla --

¡Qué vértigo en el aire, qué aflicción en las almas!
¡Qué huracán de vesania, qué fiebre, qué delirio!
Aspiran los valientes a batir áureas palmas,
las palmas clandestinas de anónimo martirio!

¿Saldrá más acendrada la moral de esta lucha?
¿Será mejor el hombre venidero? ¡Quién sabe!
No es animal aéreo ni terrestre la trucha;
y, voladora siempre, tendrá plumas el ave...

Habrá nuevas costumbres, el lujo, irá en aumento;
viviendas más higiénicas, más orden en la vida;
tal vez menos ideas y menos sentimiento

y acaso sólo sirva de adorno la palabra...
Pero esta lucha épica, feroz y fratricida,
no hará de un cardo un cedro, ni un toro de una cabra.



José María Heredia

Himno al desterrado

-- de José María Heredia --

¡Cuba, Cuba, que vida me diste,
dulce tierra de luz y hermosura!
¡Cuánto sueño de gloria y ventura
tengo unido a tu sueño feliz!
¡Y te vuelvo a mirar...! Cuán severo,
hoy me oprime el rigor de mi suerte
la opresión me amenaza con muerte
en los campos do al mundo nací.
Mas ¿qué importa que truene el tirano?
pobre, sí, pero libre me encuentro.
Sólo el alma del alma es el centro:
¿Qué es el oro sin gloria ni paz?
Aunque errante y poscrito me miro,
y me oprime el destino severo;
por el cetro del déspota ibero
no quisiera mi suerte trocar.
¡Dulce Cuba!, en su seno se miran
en el grado más alto y profundo,
las bellezas del físico mundo,
los horrores del mundo moral.
Te hizo el cielo la flor de la tierra;
mas, tu fuerza y destinos ignoras,
y de España en el déspota adoras
al demonio sangriento del mal.
¡Cuba, al fin te verás libre y pura!
Como el aire de luz que respiras,
cual las ondas hirvientes que miras
de tus playas la arena besar.
Aunque viles traidores te sirvan,
del tirano es inútil la saña,
que no en vano entre Cuba y España
tiende inmenso sus olas el mar.



Juan Bautista Aguirre

Soneto moral (Aguirre)

-- de Juan Bautista Aguirre --

No tienes ya del tiempo malogrado
en el prolijo afán de tus pasiones,
sino una sombra, envuelta en confusiones,
que imprime en tu memoria tu pecado.

Pasó el deleite, el tiempo arrebatado
aun su imagen borró; las desazones
de tu inquieta conciencia son pensiones
que has de pagar perpetuas al cuidado.

Mas si al tiempo dejó para tu daño
su huella errante, y sombras al olvido
del que fue gusto y hoy te sobresalta,

para el futuro estudia el desengaño
en la imagen del tiempo que has vivido,
que ella dirá lo poco que te falta.



Francisco Sosa Escalante

Juárez

-- de Francisco Sosa Escalante --

Hijo del pueblo que en humilde cuna
Ve de la luz primer los resplandores,
De la dulce niñez en los albores
Le niega sus tesoros la fortuna

Mas como el hombre, si en su ser aduna
El génio á la virtud, á superiores
Esferas se levanta, las mayores
Grandezas alcanzó sin mancha alguna.

En los combates de la vida fiera
Su firme voluntad y heróico brío
Constante brilla y su moral austera;

De la invasión ante el estrago impío
Alza la libre tricolor bandera,
Y aumenta de la patria el poderío.



Ramón López Velarde

Gavota

-- de Ramón López Velarde --

Señor, Dios mío: no vayas
a querer desfigurar
mi pobre cuerpo, pasajero
más que la espuma del mar.

Ni me des enfermedad larga
en mi carne, que fue la carga
de la nave de los hechizos,
del dolor el aposento
y la genuflexión verídica
de tu trágico pavimento.

No me hieras ningún costado,
no me castigues a mi cuerpo
por haber vivido endiosado
ante la Naturaleza
y junto a los vertebrales
espejos de la belleza.

Yo reconozco mi osadía
de haber vivido profesando
la moral de la simetría.

Amé los talles zalameros
y el virginal sacrificio;
amé los ojos pendencieros
y las frentes en armisticio.

No tengo miedo de morir,
porque probé de todo un poco,
y el frenesí del pensamiento
todavía no me vuelve loco.

Mas con el pie en el estribo
imploro rápida agonía
en mi final hostería.

Para que me encomiende a Dios,
en la hostería, una muchacha,
con su peinado de bandós,
y que de ir por los caminos
tenga la carne de luz
de los peroles cristalinos.
Y que en sus manos, inundadas
de luz, mi vida quede rota
en un tiempo de gavota.



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