Buscar Poemas con Monótono


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Se han encontrado 10 poemas con la palabra monótono

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Amado Nervo

Kalpa

-- de Amado Nervo --

-¿Queréis que todo esto vuelva a empezar?
-Sí -responden a coro.
Also Sprach Zarathustra

En todas las eternidades
que a nuestro mundo precedieron,
¿cómo negar que ya existieron
planetas con humanidades;

y hubo Homeros que describieron
las primeras heroicidades,
y hubo Shakespeares que ahondar supieron
del alma en las profundidades?

Serpiente que muerdes tu cola,
inflexible círculo, bola
negra, que giras sin cesar,

refrán monótono del mismo
canto, marea del abismo,
¿sois cuento de nunca acabar?...

Poema Kalpa de Amado Nervo con fondo de libro

César Vallejo

Retablo (César Vallejo)

-- de César Vallejo --

Yo digo para mí: por fin escapo al ruido;
nadie me ve que voy a la nave sagrada.
Altas sombras acuden,
y Darío que pasa con su lira enlutada.

Con paso innumerable sale la dulce Musa,
y a ella van mis ojos, cual polluelos al grano.
La acosan tules de éter y azabaches dormidos,
en tanto sueña el mirlo de la vida en su mano.

Dios mío, eres piadoso, porque diste esta nave,
donde hacen estos brujos azules sus oficios.
Darío de las Américas celestes! Tal ellos se parecen
a ti! Y de tus trenzas frabrican sus cilicios.

Como ánimas que buscan entierros de oro absurdo,
aquellos arciprestes vagos del corazón,
se internan, y aparecen... Y, hablándonos de lejos,
nos lloran el suicidio monótono de Dios!

Poema Retablo (César Vallejo) de César Vallejo con fondo de libro

Manuel José Othón

una estepa de nazas

-- de Manuel José Othón --

¡ni un verdecido alcor, ni una pradera!
tan sólo miro, de mi vista enfrente,
la llanura sin fin, seca y ardiente
donde jamás reinó la primavera.

Rueda el río monótono en la austera
cuenca, sin un cantil ni una rompiente
y, al ras del horizonte, el sol poniente,
cual la boca de un horno, reverbera.

Y en esta gama gris que no abrillanta
ningún color; aqui, do el aire azota
con ígneo soplo la reseca planta,

sólo, al romper su cárcel, la bellota
en el pajizo algodonal levanta
de su cándido airón la blanca nota.

Poema una estepa de nazas de Manuel José Othón con fondo de libro

Pablo Neruda

entierro en el este

-- de Pablo Neruda --

Yo trabajo de noche, rodeado de ciudad,
de pescadores, de alfareros, de difuntos quemados
con azafrán y frutas, envueltos en muselina escarlata:
bajo mi balcón esos muertos terribles
pasan sonando cadenas y flautas de cobre,
estridentes y finas y lúgubres silban
entre el color de las pesadas flores envenenadas
y el grito de los cenicientos danzarines
y el creciente monótono de los tam-tam
y el humo de las maderas que arden y huelen.
Porque una vez doblado el camino, junto al turbio río,
sus corazones, detenidos o iniciando un mayor movimiento,
rodarán quemados, con la pierna y el pie hechos fuego,
y la trémula ceniza caerá sobre el agua,
flotará como ramo de flores calcinadas
o como extinto fuego dejado por tan poderosos viajeros
que hicieron arder algo sobre las negras aguas, y devoraron
un alimento desaparecido y un licor extremo.



José Tomás de Cuellar

Los desgraciados

-- de José Tomás de Cuellar --

SI en las tranquilas horas de la tarde,
Del viento en el monótono sonar,
Oís entre las hojas de los árboles,
Gemir ó suspirar,

Y os parece ilusión de los sentidos
Y que es rumor de hojas nada más;
Pensad en los que lloran en el mundo
Con angustioso afán,

Y sabréis como el viento ha arrebatado
Al tedio, á la miseria, á la orfandad,
Esas notas tristísimas que suenan
Allá en la soledad.

Si os asomais al cristalino arroyo
En una hora de calma y de soláz,



José Ángel Buesa

poema del domingo triste

-- de José Ángel Buesa --

Este domingo triste pienso en ti dulcemente
y mi vieja mentira de olvido, ya no miente.
La soledad, a veces, es peor castigo...
Pero, ¡qué alegre todo, si estuvieras conmigo!
entonces no querría mirar las nubes grises,
formando extraños mapas de imposibles países;
y el monótono ruido del agua no sería
el motivo secreto de mi melancolía.
Este domingo triste nace de algo que es mío,
que quizás es tu ausencia y quizás es mi hastío,
mientras corren las aguas por la calle en declive
y el corazón se muere de un ensueño que vive.
La tarde pide un poco de sol, como un mendigo,
y acaso hubiera sol si estuvieras conmigo;
y tendría la tarde, fragantemente muda,
el ingenuo impudor de una niña desnuda.
Si estuvieras conmigo, amor que no volviste,
¡qué alegre me sería este domingo triste!



Antonio Machado

Elegía de un madrigal

-- de Antonio Machado --

Recuerdo que una tarde de soledad y hastío,
¡oh tarde como tantas! , el alma mía era,
bajo el azul monótono, un ancho y terso río
que ni tenía un pobre juncal en su ribera.
¡Oh mundo sin encanto, sentimental inopia
que borra el misterioso azogue del cristal!
¡Oh el alma sin amores que el Universo copia
con un irremediable bostezo universal!
Quiso el poeta recordar a solas
las ondas bien amadas, la luz de los cabellos
que él llamaba en sus rimas rubias olas.
Leyó... La letra mata: no se acordaba de ellos...
Y un día—como tantos—, al aspirar un día
aromas de una rosa que en el rosal se abría,
brotó como una llama la luz de los cabellos
que él en sus madrigales llamaba rubias olas;
brotó, porque un aroma igual tuvieron ellos...
Y se alejó en silencio para llorar a solas.



Francisco Villaespesa

los jardines de afrodita XI

-- de Francisco Villaespesa --

Llueve... En el viejo bosque de ramaje amarillo
y grises troncos húmedos, que apenas mueve el viento,
bajo una encina, un sátiro de rostro macilento,
canciones otoñales silba en su caramillo.
De vejez muere... Cruzan por sus ojos sin brillo
las sombras fugitivas de algún presentimiento,
y entre los dedos débiles el rústico instrumento
sigue llorando un aire monótono y sencillo.
Es una triste música, vieja canción que evoca
aquel beso primero que arrebató a la boca
de una ninfa, en el claro del bosque sorprendida.
Su cuerpo vacilante se rinde bajo el peso
de la muerte, y el último suspiro de su vida
tiembla en el caramillo como si fuese un beso.



Carolina Coronado

la alegría del poeta escribiendo en un álbum

-- de Carolina Coronado --

Levanta lira caída;
ven, que el dolor te convida
con mil tonos acordados
tengan también en la vida
su fiesta los desdichados.
No temas ¡oh!que en tu acento
vaya el mundo a sorprender
vuestro ignorado tormento...
Lo mismo ha de comprender
tu canción que mi lamento.
¿Qué sabe si son gemidos,
canto risa, imprecaciones
lo que en mis trovas he oído?
la turba escucha el sonido
sin sentir sus vibraciones.
Y si al fin para ella iguales
son mis dichas y mis males,
alégrala con gemidos,
y broten en cien raudales
mis pesares comprimidos.
El mundo, arpa mía, en tanto
torpe nos envidiará
el ignorado quebranto:
¡y en cambio de nuestro canto
sus aplausos nos dará!
así el ciego musiquillo
discorde violín pulsando,
con monótono estribillo,
marcha su infantil corrillo
por las calles alegrando.
Canta, y su voz tembladora
el pecho anciano quebranta;
el niño que aplaude, ignora
que es más grande que el que llora
¡el infortunio que canta!



Ricardo Güiraldes

Simple

-- de Ricardo Güiraldes --

El día se ha muerto.

Cerca, todo lo que cae bajo la luz borrosa de los faroles. Por trechos, agujeros de obscuridad, pedazos de desconocido, donde la imaginación puede crearlo todo.

A lo lejos, la masa densa de la montaña, sobre el cielo huyente, crea el horizonte. En sentido opuesto, donde la vista no alcanza, tierra y agua copulan idéntico beso.

Solo, muy solo, va el camino pequeño.

Pueblo de bambolla, nacido de ensueños voluptuosos. Aldea modesta, mejillón de la cima. Cielo. Montaña. Mar plegadizo, fuerte, monótono y grande.

Todo tañe en el Ángelus del campanario.

Beaulieu, 1912.



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