Buscar Poemas con Marchan


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 9 poemas con la palabra marchan

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Andrés Héctor Lerena Acevedo

Friso místico

-- de Andrés Héctor Lerena Acevedo --

Por el camino blanco marchan contritos
los monjes centenarios de la abadía,
meditando breviarios... Al irse el día,
por el camino blanco marchan contritos
en larga caravana, trágica y pía.

Barbas pontificales, barbas de plata,
idealizan sus férvidos rostros sagrados,
y, empuñando los mangos de sus cayados
que a la luz del crepúsculo florecen plata
como sombras que fueren marchan callados.

Venerables ascetas, austero rito,
practican en las horas santas del día.
Con los dorsos curvados hacia la vía
sus almas se remontan a lo Infinito
en un éxtasis mudo de eucaristía.

A lo lejos la torre del monasterio
comenta en lengua de oro sacros escritos,
mientras los viejos monjes marchan contritos
con su andar de fatiga, paz y misterio
que evoca, en el poniente, bíblicos mitos.

Muere el día. En el friso del horizonte
lucen las barbas cándidas como alabastros.
Y, al escalar los santos el arduo monte
en el altar supremo del horizonte
como si fueran cirios prenden los astros.

Poema Friso místico de Andrés Héctor Lerena Acevedo con fondo de libro

Julio Herrera Reissig

Terminación de la fiesta. Despedidas y quejas. Llueve. Desfile de la concurrencia

-- de Julio Herrera Reissig --

Suenan galanteos y besos y adioses:
Se marchan los Papas de ceño fruncido.
Las Brujas, los Duendes de acento fingido,
Se marchan los Reyes, se marchan los Dioses,
Y todos se marchan... Ya todos se han ido...!
Pasaron volando las cuatro Estaciones,
Los bellos Ocasos, las bellas Auroras,
Endriagos, Quimeras, Esfinges, Dragones,
Hidras y Centauros y Furias traidoras
Y Gnomos y Faunos y Meses y Horas.
Se apagan las luces. El viejo Castillo
Se esfuma, se borra. Cuatro campanadas
Da el Reloj. (Sus botas perdió Pulgarcillo
Y una bruja loca lo lleva a la grupa).
Negras Amazonas pasan a horcajadas
En palos de escoba; y el negro corrillo
De sombras eternas zumbando se agrupa...!
Zumbando se agrupa...!
(Llueve). Los Ciclones tocan en sus flautas
Su inmenso silbido.
Los viejos Ciclones tocan en sus flautas,
las Sirenas lloran, las Ninfas se quejan.
(El viejo Patriarca se queda dormido).
Pasan Unicornios, Monstruos y Argonautas...
Ya todos se han ido, ya todos se alejan,
Ya todos se alejan, ya todos se han ido...
Se quejan
se alejan...
Se han ido...!

Poema Terminación de la fiesta. Despedidas y quejas. Llueve. Desfile de la concurrencia de Julio Herrera Reissig con fondo de libro

Rubén Bonifaz Nuño

qué fácil sería para esta mosca

-- de Rubén Bonifaz Nuño --

Qué fácil sería para esta mosca,
con cinco centímetros de vuelo
razonable, hallar la salida.

Pude percibirla hace tiempo,
cuando me distrajo el zumbido
de su vuelo torpe.
Desde aquel momento la miro,
y no hace otra cosa que achatarse
los ojos, con todo su peso,
contra el vidrio duro que no comprende.
En vano le abrí la ventana
y traté de guiarla con la mano;
no lo sabe, sigue combatiendo
contra el aire inmóvil, intraspasable.

Casi con placer, he sentido
que me voy muriendo; que mis asuntos
no marchan muy bien, pero marchan;
y que al fin y al cabo han de olvidarse.

Pero luego quise salir de todo,
salirme de todo, ver, conocerme,
y nada he podido; y he puesto
la frente en el vidrio de mi ventana.

Poema qué fácil sería para esta mosca de Rubén Bonifaz Nuño con fondo de libro

Teófilo V. Méndez Ramos

El ulular de las galgas

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Nadie es autor de este poema mío, Wladimiro Mayakovski

El sol ha aterrizado más allá de los trigales dorados,
enviando a las montañas atestadas de altos vellones
una mirada sensual que se resuelve en el rubor del crepúsculo.
Abandonando la ciudad amorfa, hacia la choza cordial
Marchan los campesinos, entonando canciones sencillas.
Mujeres de rostro bronceado acarician a los hombres de piedra,
luego las caricias se tornan en floración de risas ingenuas.
Empieza la ascensión de la montaña. La marcha es lenta.
La hierba sagrada anestesia al cansancio
de diez horas de rudo trabajo con la espalda encorvada.
La gavilla de risas ingenuas se ha convertido en silencio,
las mujeres de rostro bronceado no acarician a los hombres de piedra;
así ganan la cima.
Hacen alto. Un extraño rumor les tamborilea en el oído,
trémulos de emoción auscultan tan extraño rumor;
y, admirados, descubren el ulular de las Galgas,
que, exaltadas vociferan en el soñoliento paisaje:
¡Tómanos en tus brazos y en ímpetu salvaje arrójanos a la ciudad!
Beethoven
La noche es una sinfonía de estrellas.



Vicente Huidobro

exprés

-- de Vicente Huidobro --

Una corona yo me haría
de todas las ciudades recorridas
londres madrid parís
roma nápoles zurich

silban en los llanos
locomotoras cubiertas de algas

aqui nadie ha encontrado

de todos los ríos navegados
yo me haría un collar

el amazonas el sena
el támesis el rin

cien embarcaciones sabias
que han plegado las alas

y mi canción de marinero huérfano
diciendo adiós a las playas

aspirar el aroma del monte rosa
trenzar las canas errantes del monte blanco
y sobre el zenit del monte cenis
encender en el sol muriente
el último cigarro

un silbido horada el aire
no es un juego de agua

adelante

apeninos gibosos
marchan hacia el desierto

las estrellas del oasis
nosdarán miel de sus dátiles

en la montaña
el viento hace crujir las jarcias
y todos los montes dominados
los volcanes bien cargados
levarán el ancla.



Vicente Huidobro

Expres

-- de Vicente Huidobro --

Una corona yo me haría
De todas las ciudades recorridas
Londres Madrid París
Roma Nápoles Zurich

Silban en los llanos
Locomotoras cubiertas de algas

Aquí nadie ha encontrado

de todos los ríos navegados
Yo me haría un collar

El Amazonas El Sena
El Támesis El Rin

Cien embarcaciones sabias
Que han plegado las alas

Y mi canción de marinero huérfano
Diciendo adiós a las playas

Aspirar el aroma del Monte Rosa
Trenzar las canas errantes del Monte Blanco
Y sobre el Zenit del Monte Cenis
Encender en el sol muriente
El último cigarro

Un silbido horada el aire
No es un juego de agua

Adelante

Apeninos gibosos
Marchan hacia el desierto

Las estrellas del oasis
Nos darán miel de sus dátiles

En la montaña
El viento hace crujir las jarcias
Y todos los montes dominados
Los volcanes bien cargados
Levarán el ancla.



Antonio Machado

Coplas elegiacas

-- de Antonio Machado --

¡Ay del que llega sediento
a ver el agua correr
y dice: La sed que siento
no me la calma el beber!
¡Ay de quien bebe, y, saciada
la sed, desprecia la vida:
moneda al tahúr prestada,
que sea al azar rendida!
Del iluso que suspira
bajo el orden soberano,
y del que sueña la lira
pitagórica en su mano.
¡Ay del noble peregrino
que se para a meditar,
después de largo camino,
en el horror de llegar!
¡Ay de la melancolía
que llorando se consuela,
y de la melomanía
de un corazón de zarzuela!
¡Ay de nuestro ruiseñor,
si en una noche serena
se cura del mal de amor
que llora y canta su pena!
¡De los jardines secretos,
de los pensiles soñados
y de los sueños poblados
de propósitos discretos!
¡Ay del galán sin fortuna
que ronda a la luna bella,
de cuantos caen de la luna,
de cuantos se marchan a ella!
¡De quien el fruto prendido
en la rama no alcanzó,
de quien el fruto ha mordido
y el gusto amargo probó!
¡Y de nuestro amor primero
y de su fe mal pagada,
y, también, del verdadero
amante de nuestra amada!



Rosario de Acuña

El otoño (Acuña)

-- de Rosario de Acuña --

Templa su fuego el sol bajo el nublado;
las nieblas rompen sus tupidos velos
y desciende la lluvia, y arroyuelos
de límpido cristal recoge el prado.

Pájaro amante, insecto enamorado,
sienten, última vez, ardientes celos;
marchan la golondrina y sus polluelos:
se adorna el bosque de matiz dorado.

¡Ya está aquí! El mar levanta sus espumas
y acres perfumes a la tierra envía...
¿Quién no le ama? Entre rosadas brumas,

coronado de mirtos y laureles,
viene dando a las vides ambrosía,
vertiendo frutas, regalando mieles!



Rubén Darío

Sinfonía en gris mayor

-- de Rubén Darío --

L mar como un vasto cristal azogado
Refleja la lámina de un cielo de zinc;
Lejanas bandadas de pájaros marchan
El fondo bruñido de pálido gris.



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba