Buscar Poemas con Maldice


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Se han encontrado 8 poemas con la palabra maldice

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Lope de Vega

Con lágrimas escucha Masinisa

-- de Lope de Vega --

Con lágrimas escucha Masinisa
al grave Scipión, y ardiendo en saña
maldice la amistad hecha en España
y de Numidia los laureles pisa.

Arde el amor, y la virtud remisa
no se resuelve a tan heroica hazaña
mas, cuando el justo honor le desengaña,
a Sofonisba de su muerte avisa.

Un veneno le envía que formalle
pudiera bien del agua que lloraba;
no sé que corazón pudo bastalle.

Pero, ¿cuál hizo más, el rey que amaba
en darle aquel veneno, o en tomalle
la que era reina y vino a ser su esclava?

Poema Con lágrimas escucha Masinisa de Lope de Vega con fondo de libro

Manuel del Palacio

A Victor Hugo

-- de Manuel del Palacio --

Con el siglo nació, y el siglo llena;
los genios le arrullaron en su cuna,
y esclava de su voz fue la tribuna,
y sus héroes asombro de la escena.

Cuando su lira con amor resuena,
más dulce que su lira no hay ninguna;
cuando al poder maldice o la fortuna,
cual desbordado mar ruge y atruena.

¡Mártir y salvador, verdugo y reo,
diéronle, para honrar su ejecutoria,
Tasso el laurel, la roca Prometeo:

y del carro triunfal de la victoria
cayó, tocando en tierra como Anteo
para alzarse inmortal... Como su gloria!

Poema A Victor Hugo de Manuel del Palacio con fondo de libro

Pablo Neruda

soneto lx cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lx
a ti te hiere aquel que quiso hacerme daño,
y el golpe del veneno contra mí dirigido
como por una red pasa entre mis trabajos
y en ti deja una mancha de óxido y desvelo.
No quiero ver, amor, en la luna florida
de tu frente cruzar el odio que me acecha.
No quiero que en tu sueño deje el rencor ajeno
olvidada su inútil corona de cuchillos.
Donde voy van detrás de mí pasos amargos,
donde río una mueca de horror copia mi cara,
donde canto la envidia maldice, ríe y roe.
Y es ésa, amor, la sombra que la vida me ha dado:
es un traje vacío que me sigue cojeando

Poema soneto lx cien sonetos de amor (1959) tarde de Pablo Neruda con fondo de libro

Rafael María Baralt

La redención

-- de Rafael María Baralt --

Cuando del pecho en la garganta helada
sube de Cristo el postrimer aliento,
para los orbes su feliz concento
y absortos miran la fatal jornada.

Del impío Lucifer en la morada
suena aquel grito en tremebundo acento
y el rayo vengador penas sin cuento
fija en su mente de terror postrada.

Mas luego alzando la incendiada frente
de sierpes nido y de furor insano:
«¿De qué os sirviera maldecida gente,

la fruta de Eva, que os brindó mi mano?
Dijo y bramando, en su dolor profundo,
al Dios maldice Redentor del mundo.



Juan Pedro López

Quemá esas cartas

-- de Juan Pedro López --

Quemá esas cartas donde yo he grabado
Sólo y enfermo, mi desgracia atroz
Que nadie sepa que te quise tanto,
Que nadie sepa solamente Dios.

Quémalas pronto y que el mundo ignore
la inmensa pena que sufriendo está
un hombre joven que mató el engaño
un hombre bueno que muriendo va.

Te amaba tanto, que a mi santa madre
casi la olvido por pensar en tí
y mira ingrata como terminaron
todos los sueños que vivían en mí.

Yo ya no espero que tu amor retorne
al dulce nido donde ayer nació;
yo ya no creo que tu blanca mano
cierre la llaga que en mi pecho abrió.

Y te perdono... Porque aquel que quiso
nunca maldice lo que ayer besó;
gime y se arrastra sin tomar venganza
muere... En silencio... Como muero yo.

Más cuando en brazos de otro ser dichoso
caigas rendida de placer y amor
recuerda al menos que has dejado trunca
una existencia que mató el dolor.



José Gautier Benítez

oriental

-- de José Gautier Benítez --

Hermosísima sultana
de los jardines de hiram,
sonrisa de la mañana,
por mirarte a la ventana
diera su reino un sultán;

sus jardines orientales,
sus alfombras y pebetes,
ruiseñores y turpiales,
sus cachemiras y chales,
sus zegríes y zenetes;

diera sus galas y flores,
sus esclavas y su harén,
sus sueños embriagadores
y la existencia de amores
prometida en el edén.

Mas, ¡ah!, maldice su oro,
y su pompa, y su esplendor:
no puede el monarca moro
pagar, con todo un tesoro,
una sonrisa de amor.

Por eso lanza su gente
en algara a la frontera,
por eso nubla su frente
y va buscando impaciente
una lanza que lo hiera.

Por eso el monarca moro
quiere morir con honor,
pues ha tornado a desdoro
que no alcance su tesoro
para pagarte su amor.



Rubén Darío

rima ii

-- de Rubén Darío --

Amada, la noche llega;
las ramas que se columpian
hablan de las hojas secas
y de las flores difuntas.
Abre tus labios de ninfa,
dime en tu lengua de musa:
¿recuerdas la dulce historia
de las pasadas aventuras?
¡yo la recuerdo! la niña
de la cabellera bruna
está en la cita temblando
llena de amor y de angustia.
Los efluvios otoñales
van en el aura nocturna,
que hace estremecerse el nido
en que una tórtola arrulla.
Entre las ansias ardientes
y las caricias profundas,
ha sentido el galán celos
que el corazón le torturan.
Ella llora, él la maldice,
pero las bocas se juntan...
En tanto los aires vuelan
y los aromas ondulan;
se inclinan las ramas trémulas
y parece que murmuran
algo de las hojas secas
y de las flores difuntas.



Rubén Darío

Rima II (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

Amada, la noche llega;
las ramas que se columpian
hablan de las hojas secas
y de las flores difuntas.
Abre tus labios de ninfa,
dime en tu lengua de musa:
¿recuerdas la dulce historia
de las pasadas aventuras?
¡Yo la recuerdo! La niña
de la cabellera bruna
está en la cita temblando
llena de amor y de angustia.
Los efluvios otoñales
van en el aura nocturna,
que hace estremecerse el nido
en que una tórtola arrulla.
Entre las ansias ardientes
y las caricias profundas,
ha sentido el galán celos
que el corazón le torturan.
Ella llora, él la maldice,
pero las bocas se juntan...
En tanto los aires vuelan
y los aromas ondulan;
se inclinan las ramas trémulas
y parece que murmuran
algo de las hojas secas
y de las flores difuntas.



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