Buscar Poemas con Lóbrego


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Se han encontrado 16 poemas con la palabra lóbrego

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Amado Nervo

a leonor

-- de Amado Nervo --

Tu cabellera es negra como el ala
del misterio; tan negra como un lóbrego
jamás, como un adiós, como un «¡quiénsabe!»
pero hay algo más negro aún: ¡tus ojos!
tus ojos son dos magos pensativos,
dos esfinges que duermen en la sombra,
dos enigmas muy bellos... Pero hay algo,
pero hay algo más bello aún: tu boca.
Tu boca, ¡oh sí!; tu boca, hecha divinamente
para el amor, para la cálida
comunión del amor, tu boca joven;
pero hay algo mejor aún: ¡tu alma!
tu alma recogida, silenciosa,
de piedades tan hondas como el piélago,
de ternuras tan hondas...
Pero hay algo,
pero hay algo más hondo aún: ¡tu ensueño!

Poema a leonor de Amado Nervo con fondo de libro

Manuel de Zequeira

el valor

-- de Manuel de Zequeira --

Brame si quiere encapotado el cielo:
terror infunda el lóbrego nublado
montes desquicie el bóreas desatado,
tiemble y caduque con espanto el suelo:

con hórrido estallido el negro velo
júpiter rompa de la nube airado:
quede el etna en las ondas sepultado:
quede el mar convertido en mongibelo:

la máquina del orbe desunida,
cumpliendo el vaticinio, y las supremas
leyes, caiga en cenizas reducida:

por estas de pavor causas extremas,
ni por las furias que el tirano
como temas a dios, a nada temas.

Poema el valor de Manuel de Zequeira con fondo de libro

Manuel de Zequeira

El valor (Arango)

-- de Manuel de Zequeira --

Brame si quiere encapotado el cielo:
Terror infunda el lóbrego nublado:
Montes desquicie el Bóreas desatado,
tiemble y caduque con espanto el suelo:

Con hórrido estallido el negro velo
Júpiter rompa de la nube airado:
quede el Etna en las ondas sepultado:
quede el mar convertido en Mongibelo:

La máquina del orbe desunida,
cumpliendo el vaticinio, y las supremas
leyes, caiga en cenizas reducida:

Por estas de pavor causas extremas,
ni por las furias que el tirano anida,
como temas a Dios, a nada temas.

Poema El valor (Arango) de Manuel de Zequeira con fondo de libro

Jorge Luis Borges

el hacedor

-- de Jorge Luis Borges --

Somos el río que invocaste, heráclito.
Somos el tiempo. Su intangible curso
acarrea leones y montañas,
llorado amor, ceniza del deleite,
insidiosa esperanza interminable,
vastos nombres de imperios que son polvo,
hexámetros del griego y del romano,
lóbrego un mar bajo el poder del alba,
el sueño, ese pregusto de la muerte,
las armas y el guerrero, monumentos,
las dos caras de jano que se ignoran,
los laberintos de marfil que urden
las piezas de ajedrez en el tablero,
la roja mano de macbeth que puede
ensangrentar los mares, la secreta
labor de los relojes en la sombra,
un incesante espejo que se mira
en otro espejo y nadie para verlos,
láminas en acero, letra gótica,
una barra de azufre en un armario,
pesadas campanadas del insomnio,
auroras, ponientes y crepúsculos,
ecos, resaca, arena, liquen, sueños.
Otra cosa no soy que esas imágenes
que baraja el azar y nombra el tedio.
Con ellas, aunque ciego y quebrantado,
he de labrar el verso incorruptible
y (es mi deber) salvarme.



César Vallejo

la paz, la abispa, el taco, las vertientes

-- de César Vallejo --

La paz, la abispa, el taco, las vertientes,
el muerto, los decilitros, el búho,
los lugares, la tiña, los sarcófagos, el vaso, lasmorenas,
el desconocimiento, la olla, el monaguillo,
las gotas, el olvido,
la potestad, los primos, los arcángeles, la aguja,
los párrocos, el ébano, el desaire,
la parte, el tipo, el estupor, el alma...
Dúctil, azafranado, externo, nítido,
portátil, viejo, trece, ensangrentado,
fotografiadas, listas, tumefactas,
conexas, largas, encantadas, pérfidas...
Ardiendo, comparando,
viviendo, enfureciéndose,
golpeando, analizando, oyendo, estremeciéndose,
muriendo, sosteniéndose, situándose, llorando...
Después, éstos, aquí,
después, encima,
quizá, mientras, detrás, tánto, tan nunca,
debajo, acaso, lejos,
siempre, aquello, mañana, cuánto,
cuánto!...
Lo horrible, lo suntuario, lo lentísimo,
lo augusto, lo infructuoso,
lo aciago, lo crispante, lo mojado, lo fatal,
lo todo, lo purísimo, lo lóbrego,
lo acerbo, lo satánico, lo táctil, lo profundo...



Julián del Casal

a mi madre

-- de Julián del Casal --

No fuiste una mujer, sino una santa
que murió de dar vida a un desdichado,
pues salí de tu seno delicado
como sale una espina de una planta.
Hoy que tu dulce imagen se levanta
del fondo de mi lóbrego pasado,
el llanto está a mis ojos asomado,
los sollozos comprimen mi garganta
y aunque yazgas trocada en polvo yerto,
sin ofrecerme bienhechor arrimo,
como quiera que estés siempre te adoro,
porque me dice el corazón que has muerto
por no oírme gemir, como ahora gimo,
por no verme llorar, como ahora lloro.



José Tomás de Cuellar

La tempestad (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

YA se agita la mar ondisonante
Al rudo empuje de aquilón bravio,
Y ya truena en el cóncavo vacío
El flamígero rayo amenazante:

Va cundiendo el pavor á cada instante,
Todo está triste, lóbrego, sombrío,
Férvido entonces en el pecho mío
Siento latir el corazón amante.

Y exclamo con acento lastimero:
¡Oh Señor! ¡cuán magnánimo te ostentas!
¡Tiembla á tus pies el universo entero!

¡Ah! sí, bondad, cuánto poder alientas,
Gracia, perdón, misericordia quiero
Del alma en las terríficas tormentas.



¡Cómo se pasan, Lelio, las edades

-- de Juan de Moncayo --

¡Cómo se pasan, Lelio, las edades,
sujetas al rigor de la inconstancia,
cuando del mundo, bárbara ignorancia,
desconoce terrestres potestades!

Funda sobre diversas voluntades,
de prósperos sucesos, la arrogancia,
y verás en su misma vigilancia
que todo es vanidad de vanidades.

Nace el sol; en el término de un día
muere y comienza el curso repetido
por la estación del cielo más serena.

Sólo a tanta mudanza mi agonía,
en el lóbrego centro del olvido,
anima el contrapeso de mi pena.



Teófilo V. Méndez Ramos

Colofón

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

2291946
En el álbum de Francisco Gonzáles.

El amor es demiurgo, y el arte es amor puro
que vibra intensamente al crear la belleza;
temblor hecho de ansias, de alegría y tristeza...
Dulce estremecimiento, del fervor, al conjuro.

Y al hojear este álbum, visiones augúrales
interpreto en sus páginas; una fe encendida,
un anhelo infinito de purificar la vida
en el crisol mirífico de los grandes ideales.

Y contemplo la tarde que muere de tristeza...
¡El Dolor se reviste de un manto de belleza!
¡Como canta la fronda, así canta, alma mía!
Todo es amor que canta la canción más hermosa:
el paisaje lóbrego, la fuente rumorosa...
Y el Artista es la antena de esa gran sinfonía.



Rosalía de Castro

Con ese orgullo de la honrada y triste

-- de Rosalía de Castro --

Con ese orgullo de la honrada y triste
Miseria resignada a sus tormentos,
La virgen pobre su canción entona
En el mísero y lóbrego aposento,
Y mientras ella suspira murmura a sus oídos
Otra voz: «No seas tonta;

Entre plumas y rosas descansemos,
Que hallo mejor anticipar los goces
De la gloria en la tierra, y que impaciente
Por ti aguarde el infierno;
El infierno a quien vence el que ha pecado
Con su arrepentimiento.
¡Bien hayas tú, la que el placer apuras,
Y tú pobre y ascética mal hayas!
La vida es breve, el porvenir obscuro,
Cierta la muerte, y venturosa aquella
Que en vez de sueños realidades ama.»

Ella, triste, de súbito suspira
Interrumpiendo su cantar, y bañan,



Julio Flórez

Madrigal (Flórez)

-- de Julio Flórez --

Poem

¿Me quieres?... ¡Que tu acento me lo diga ante aquel sol que muere en el ocaso! Tú, que mitigas mi pesar... ¡Mitiga esta fiebre voraz en que me abraso!

Tembló su labio y balbució: ¡Lo juro!

Sus tachonadas puertas entreabría la muda noche en la extensión vacía: y en mi espíritu lóbrego y oscuro... En aquel mismo instante amanecía!



Julio Flórez

¡Y no temblé al mirarla!

-- de Julio Flórez --

Poem

¡Y no temblé al mirarla! El tiempo había su tez apenas marchitado; hacía tanto... Que ni de lejos la veía...

Vago tinte de aurora su semblante inundó de repente, en el instante en que me vio tan cerca... Y tan distante!...

Las luchas interiores, no los años, revelaban también sus desengaños, que absortos tuvo a todos los extraños.

Llevaba en el regazo un pobre niño, trémulo y silencioso y sin aliño, pero bello, y más blanco que un armiño.

¡Todo lo adiviné!... Y aquella hermosa que fue hasta ayer inmaculada rosa, única a quien llamado hubiera esposa...

Pero que nunca a mi reclamo vino, que me odió y en mi lóbrego camino del desprecio glacial sembró el espino;

aquella esquiva flor que en una grieta de mis ruinas nació, cual la violeta, y a un tiempo me hizo pérfido y poeta,

en el momento en que los rayos rojos del triste sol de ocaso, los despojos de la tarde alumbraban, de sus ojos

vertió al bajar del tren, como rocío, un diluvio de lágrimas... ¡Dios mío! Pero yo estaba como el mármol... ¡Frío!



Julio Zaldumbide Gangotena

A mis lágrimas

-- de Julio Zaldumbide Gangotena --

Corred, lágrimas tristes,
que es dulce al alma mía
sentiros a raudales
del corazón manar;
corred, que los suspiros
que exhalo en todo el día
las ansias de mi pecho
no bastan a calmar.

Triste, férvido llanto,
tus gotas de amargura
mitigan celestiales
la sed del corazón;
y sólo tú suavizas
mi horrenda desventura,
y sólo tú consuelas
mi lúgubre aflicción.

Que cuando de la cima
de dulce venturanza
desciende el alma al golpe
del dardo del pesar,
si entonces con la dicha
perdemos la esperanza,
nos queda sólo el triste
consuelo de llorar.

Y así la flor marchita
revive del consuelo
con lágrimas regadas
por lóbrego dolor,
como al nocturno llanto
de tenebroso cielo
cobran las flores secas
su aroma y su color.

Corred, lágrimas mías,
consuelo a mis dolores;
en férvidos raudales
del corazón manad;
y así, de mis ensueños
revivan ¡ay! las flores
que ha marchitado el rayo
del sol de la verdad.



Francisco Villaespesa

fantasía morisca

-- de Francisco Villaespesa --

A alfredo murga
el reloj encantado
retumba la una.
Bajo el plateado
temblor de la luna,
la fuente sonora
del patio, entre tanto,
nos cuenta el encanto
de la reina mora.
Un dragón vigila
su lóbrego encierro.
La feroz pupila
se revuelve inquieta.
A quien mira, mata.
La mano de hierro
crispada aún, sujeta
la llave de plata.
Lenta el agua llora;
y la reina mora,
sola con su llanto,
espera el acero
del joven guerrero
que rompa el encanto.
Pálida y sumisa,
bajo una palmera,
con su peine de oro
y marfil, alisa
el negro tesoro
de su cabellera!
el reloj encantado
retumba la una.
Bajo el plateado
temblor de la luna,
la fuente sonora
del patio, entre tanto,
nos cuenta el encanto
de la reina mora!



José Martí

el rayo surca, sangriento

-- de José Martí --

xxx
el rayo surca, sangriento,
el lóbrego nubarrón:
echa el barco, ciento a ciento,
los negros por el portón.
El viento, fiero, quebraba
los almácigos copudos;
andaba la hilera, andaba,
de los esclavos desnudos.
El temporal sacudía
los barracones henchidos:
una madre con su cría
pasaba, dando alaridos.
Rojo, como en el desierto,
salió el sol al horizonte:
y alumbró a un esclavo muerto,
colgado a un seibo del monte.
Un niño lo vio: tembló
de pasión por los que gimen:
¡y, al pie del muerto, juró
lavar con su vida el crimen!



José Martí

sombre mi hombro

-- de José Martí --

Ved: sentado lo llevo
sobre mi hombro:
oculto va, y visible
para mí solo!
él me ciñe las sienes
con su redondo
brazo, cuando a las fieras
penas me postro:
cuando el cabello hirsuto
yérguese y hosco,
cual de interna tormenta
símbolo torvo,
como un beso que vuela
siento en el tosco
cráneo: su mano amansa
el bridón loco!
cuando en medio del recio
camino lóbrego,
sonrío, y desmayado
del raro gozo,
la mano tiendo en busca
de amigo apoyo,
es que un beso invisible
me da el hermoso
niño que va sentado
sobre mi hombro.



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