Buscar Poemas con Ligeros


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¡Con qué ligeros pasos vas corriendo!

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

¡Con qué ligeros pasos vas corriendo!
¡Oh cómo te me ausentas, tiempo vano!
¡Ay, de mi bien, y de mi ser tirano,
cómo tu altivo brazo voy siguiendo!

Detenerte pensé, pasaste huyendo;
seguíte, y ausentástete liviano;
gastéte a ti en buscarte, ¡oh inhumano!:
mientras más te busqué, te fui perdiendo.

Ya conozco tu furia, ya, humillado,
de tu guadaña pueblo los despojos;
¡oh amargo desengaño no admitido!

Ciego viví, y al fin, desengañado,
hecho Argos de mi mal con tristes ojos
huir te veo, y veo te he perdido.

Poema ¡Con qué ligeros pasos vas corriendo! de Luis Carrillo y Sotomayor con fondo de libro

Lope de Vega

Deja los judiciarios lisonjeros

-- de Lope de Vega --

Deja los judiciarios lisonjeros,
Lidia, con sus aspectos intrincados,
sus opuestos, sus trinos, sus cuadrados,
sus planetas benévolos o fieros;

las hierbas y carácteres ligeros
a Venus vanamente dedicados:
que siempre son sus dueños desdichados,
y recíproco amor, cuando hay Anteros.

Sin duda te querrán, si eres hermosa;
la verde edad es bella geomancía;
si sabes, tú sabrás si eres dichosa.

Toma un espejo al apuntar del día;
y si no has menester jazmín ni rosa,
no quieras más segura astrología.

Poema Deja los judiciarios lisonjeros de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Desde que viene la rosada Aurora

-- de Lope de Vega --

Desde que viene la rosada Aurora
hasta que el viejo Atlante esconde el día
lloran mis ojos con igual porfía
su claro sol, que otras montañas dora;
y desde que del caos, adonde mora,
sale la noche perezosa y fría,
hasta que a Venus otra vez envía,
vuelvo a llorar vuestro rigor, señora.
Así que ni la noche me socorre,
ni el día me sosiega y entretiene,
ni hallo medio en extremos tan extraños.
Mi vida va volando, el tiempo corre,
y mientras mi esperanza con vos viene,
callando pasan los ligeros años.

Poema Desde que viene la rosada Aurora de Lope de Vega con fondo de libro

Luis Cernuda

quisiera estar solo en el sur

-- de Luis Cernuda --

El sur
quizá mis lentos ojos no verán más el sur
de ligeros paisajes dormidos en el aire,
con cuerpos a la sombra de ramas como flores
o huyendo en un galope de caballos furiosos.
El sur es un desierto que llora mientras canta,
y esa voz no se extingue como pájaro muerto;
hacia el mar encamina sus deseos amargos
abriendo un eco débil que vive lentamente.
En el sur tan distante quiero estar confundido.
La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta;
su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.
Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.



Efraín Huerta

órdenes de amor V

-- de Efraín Huerta --

Lléname de razón y de dolor.

Río de nardos, lléname
con tus aguas: ardor de ola,
mátame...

Amor mío.

Ahora sí, bendíceme
con tus dedos ligeros,
con tus labios de ala,
con tus ojos de aire,
con tu cuerpo invisible,
oh tú, dulce recinto
de cristal y de espuma,
verso mío tembloroso,
amor definitivo.



José Tomás de Cuellar

El rumor de las olas

-- de José Tomás de Cuellar --

LAS olas espumosas
Que en infinitos círculos rodando
Besan la quilla de mi barco y mugen
Sin detenerse al paso,
Me parece que traen en sus rumores
Ecos de dicha blandos,
Ligeros vuelos de suspiros tristes,
Y el ruído de los besos que pasaron.

Ya brille el sol ó bien fenezca el día
Ó el matutino lampo
Tiña de nacar las cerúleas aguas,
Interminable ese rumor extraño
Vive en la mente mía
Imágenes perdidas evocando.



Félix María Samaniego

El gallo y el zorro

-- de Félix María Samaniego --

Un gallo muy maduro,
de edad provecta, duros espolones,
pacífico y seguro,
sobre un árbol oía las razones
de un zorro muy cortés y muy atento,
más elocuente cuanto más hambriento.

«Hermano», le decía,
«ya cesó entre nosotros una guerra
que cruel repartía
sangre y plumas al viento y a la tierra.
Baja; daré, para perpetuo sello,
mis amorosos brazos a tu cuello.»

«Amigo de mi alma»,
responde el gallo, «¡qué placer inmenso
en deliciosa calma
deja esta vez mi espíritu suspenso!
Allá bajo, allá voy tierno y ansioso
a gozar en tu seno mi reposo.

«Pero aguarda un instante,
porque vienen, ligeros como el viento,
y ya están adelante,
dos correos que llegan al momento,
de esta noticia portadores fieles,
y son, según la traza, dos lebreles.»

«Adiós, adiós, amigo,
dijo el zorro, «que estoy muy ocupado;
luego hablaré contigo
para finalizar este tratado.»
El gallo se quedó lleno de gloria,
cantando en esta letra su victoria:

Siempre trabaja en su daño
el astuto engañador;
a un engaño hay otro engaño,
a un pícaro otro mayor.



José Martí

a mi alma

-- de José Martí --

A mi alma
llegada la hora del trabajo
¡ea, jamelgo! ¡de los montes de oro
baja, y de andar en prados bien olientes
y de aventar con los ligeros cascos
mures y viboreznos, y al sol rubio
mecer gentil las brilladoras crines!
¡ea, jamelgo! del camino oscuro
que va do no se sabe, ésta es posada,
¡y de pagar se tiene al hostelero!
luego será la gorja, luego el llano,
luego el prado oloroso, el alto monte:
hoy bájese el jamelgo, que le aguarda
cabe el duro ronzal la gruesa albarda.



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