Buscar Poemas con Ligeras


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Se han encontrado 16 poemas con la palabra ligeras

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Lope de Vega

¿Adónde vas con alas tan ligeras

-- de Lope de Vega --

«¿Adónde vas con alas tan ligeras,
del hemisferio nuestro al tuyo opuesto,
divino sol en el Orïente puesto,
dónde fuera más justo que nacieras?»

Apenas te gozaron las riberas
del Tajo, a ser tu antípoda dispuesto,
cuando las cubres de ciprés funesto,
robando en ti sus verdes primaveras.

«Los duros jaspes, los rebeldes bronces,
se ablandan escuchando mis enojos;
dime, pues ya te vas, si podré verte».

Así Fabio lloraba. Albania entonces
miróle, y quiso hablar, cerró los ojos,
y respondiole lo demás la Muerte.

Poema ¿Adónde vas con alas tan ligeras de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Vos, de Pisuerga nuevamente Anfriso

-- de Lope de Vega --

Vos, de Pisuerga nuevamente Anfriso,
vivís, claro Francisco, las riberas,
las plantas atrayendo, que ligeras
huyeron de él, con vuestro dulce aviso.

Yo triste en vez de Dafne a Cipariso
tuerzo en la frente, y playas extranjeras
a vista de las ánglicas banderas
donde Carlos tomó su empresa, piso.

Vos coronado de la excelsa planta
por quien suspira el sol, no veis, Francisco,
si canta la Sirena o Circe encanta.

Y yo sin mí y sin vos atado a un risco,
no habiendo hurtado al sol la llama santa,
sustento de mi sangre un basilisco.

Poema Vos, de Pisuerga nuevamente Anfriso de Lope de Vega con fondo de libro

Escuadrones de estrellas temerosas

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Escuadrones de estrellas temerosas
desamparan el cielo, de corridas
en ver que solo no han de ser vencidas
del sol, cual antes, o de frescas rosas.

Ya las ligeras horas presurosas
oro crecen al carro, y encendidas
perlas les da el Oriente más subidas
por afrentar a las de Celia hermosas.

Cual a su dueño el prado lisonjera
vitoria ofrece y esperanzas vanas
en su color y en el laurel que cría.

Salió mi bello Oriente a sus ventanas:
parose el sol vencido en su carrera,
y fue más largo por mi Celia el día.

Poema Escuadrones de estrellas temerosas de Luis Carrillo y Sotomayor con fondo de libro

Luis Cernuda

qué ruido tan triste

-- de Luis Cernuda --

Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman,
parece como el viento que se mece en otoño
sobre adolescentes mutilados,
mientras las manos llueven,
manos ligeras, manos egoístas, manos obscenas,
cataratas de manos que fueron un día
flores en el jardín de un diminuto bolsillo.
Las flores son arena y los niños son hojas,
y su leve ruido es amable al oído
cuando ríen, cuando aman, cuando besan,
cuando besan el fondo
de un hombre joven y cansado
porque antaño soñó mucho día y noche.
Mas los niños no saben,
ni tampoco las manos llueven como dicen;
así el hombre, cansado de estar solo con sus sueños,
invoca los bolsillos que abandonan arena,
arena de las flores,
para que un día decoren su semblante de muerto.



Luis Cernuda

estoy cansado

-- de Luis Cernuda --

Estar cansado tiene plumas,
tiene plumas graciosas como un loro,
plumas que desde luego nunca vuelan,
mas balbucean igual que loro.
Estoy cansado de las casas,
prontamente en ruinas sin un gesto;
estoy cansado de las cosas,
con un latir de seda vueltas luego de espaldas.
Estoy cansado de estar vivo,
aunque más cansado sería el estar muerto;
estoy cansado del estar cansado
entre plumas ligeras sagazmente,
plumas del loro aquel tan familiar o triste,
el loro aquel del siempre estar cansado.



Rafael Obligado

ofrenda

-- de Rafael Obligado --

¡ah! yo que en torno de tu sien he visto
perennemente suspendida el alba,
y encenderse en el cielo de tus ojos
como una estrella el esplendor de tu alma,
ha querido mi ofrenda de poeta
consagrar a tu imagen solitaria,
azucena de luz, donde mi espíritu
posó un instante las ligeras alas.



Rafael Obligado

Ofrenda (Obligado)

-- de Rafael Obligado --

¡Ah! yo que en torno de tu sien he visto
Perennemente suspendida el alba,
Y encenderse en el cielo de tus ojos
Como una estrella el esplandor de tu alma,
He querido mi ofrenda de poeta
Consagrar á tu imagen solitaria,
Azucena de luz, donde mi espíritu
Posó un instante las ligeras alas.



Pedro Bonifacio Palacios

Tempestad

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Agrupándose ligeras
vienen nubes tenebrosas,
y montañas espantosas
en el cielo acongojado
de sus senos, derramado
como un colosal torrente,
agua pura y transparente
que moja el suelo enlutado.
Cruza errante la centella
cual tétrica exhalación;
su estentórea vibración
deja flamígeras huellas;
sopla el viento que resuella
y en el muelle renegrido,
se escucha el recio bramido
del vendaval que se estrella.
Ha alzado el día su vuelo
y en las olas espumosas,
gigantescas y brumosas,
tiende la noche su velo;
débil barca con recelo
va el atlántico surcando
de proa a popa tumbando
entre la cuna agua-cielo.
Como de ronca metralla
un rujido estentoroso
colosal e impetuoso
cual la voz de la batalla;
luego círculos y mallas
se escuchan, se ven rojizas,
y el aquilón que hace trizas
en duros muros estalla.
Es de noche. La oración
se ha alejado del poniente,
quedó desierta y doliente
la confundida creación;
caen hojas en montón,
tiembla el árbol, rueda el nido,
vibra el rumor y el silbido
se escucha del aquilón.



Pedro Miguel Obligado

soledad

-- de Pedro Miguel Obligado --

Grabación em mp3 por
maría eugenia

¡soledad, soledad y siempre soledad!
palabras, ruidos, ecos; almas, tristezas, nada:
apenas un deseo de vivir y de amar.
Los días se deshacen como nubes ligeras;
y como todo pasa, ¿dónde está la verdad?
las ideas son chispas que descubren honduras,
y el placer más seguro, descansar, descansar.

El alma es como un pozo que contempla a una estrella
y que la siente dentro, sin tenerla jamás
las flores son tan bellas que duran un instante,
y el amor cuando nace, se alza a volar.
Y todo esto que digo, sólo son frases, humo
que el soplo de una noche de lluvia, apagará.
Hermano: estoy muy triste -¿me perdonas?- muy triste
- ¡soledad, soledad y siempre soledad ¡



Salvador Rueda

sonetos V

-- de Salvador Rueda --

Tíñese el mar de azul y de escarlata;
el sol alumbra su cristal sereno,
y circulan los peces por su seno
como ligeras góndolas de plata.

La multitud que alegre se desata
corre a la playa de las ondas freno,
y el musculoso pescador moreno
la malla coge que cautiva y mata.

En torno de él la muchedumbre grita,
que alborozada sin cesar se agita
doquier fijando la insegura huella.

Y son portento de belleza suma:
la red, que sale de la blanca espuma:
y el pez, que tiembla prisionero en ella.

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Santiago Montobbio

collage

-- de Santiago Montobbio --

Collage
ligeras cruzan las edades, hay quien las cuenta en días,
y a través de su lluvia y su ceniza
cada vez más difícil resulta el resistirse
al perezoso vivir animal de la costumbre.
No sé por qué los versos que ahora escribo
parecen versos clásicos, y total para decir
que si después de tanto tiempo aún hoy
aprieto tu recuerdo entiendo que
estoy condenado
a naufragar todos los días
con la vejez que da el saber
que aunque me he equivocado en todo
esto es algo que especialmente he hecho
en lo que más quería.



Francisco de Aldana

Cuál nunca osó mortal tan alto el vuelo

-- de Francisco de Aldana --

¿Cuál nunca osó mortal tan alto el vuelo
subir, o quién venció más su destino,
mi clara y nueva luz, mi sol divino,
que das y aumentas nuevo rayo al cielo,

cuanto el que pudo en este bajo suelo,
(¡oh estrella amiga, oh hado peregrino!)
los ojos contemplar que de contino
engendran paz, quietud, guerra y recelo?

Bien lo sé yo, que Amor, viéndome puesto
do no sube a mirar con mucha parte
olmo, pino, ciprés, ni helado monte,

de sus ligeras alas diome presto
dos plumas y me dijo. «Amigo, ¡guarte
del mal suceso de Ícaro o Fetonte!»



Francisco de Quevedo

salmo xxi quevedo

-- de Francisco de Quevedo --

Las aves que, rompiendo el seno a eolo,
vuelan campos diáfanos ligeras;
moradoras del bosque, incultas fieras,
sujetó tu piedad al hombre sólo.
La hermosa lumbre del lozano apolo
y el grande cerco de las once esferas
le sujetaste, haciendo en mil maneras
círculo firme en contrapuesto polo.
Los elementos que dejaste asidos
con un brazo de paz y otro de guerra,
la negra habitación del hondo abismo,
todo lo sujetaste a sus sentidos;
sujetaste al hombre tú en la tierra,
y huye de sujetarse él a sí mismo.
Esta obra se encuentra en dominio público.
Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace
más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio
público.



Carlos Pellicer

iv

-- de Carlos Pellicer --

Nadie llegó hasta mí con este paso
de tu esbeltez en mármoles reflejos.
Tu sangre lio a sus vínculos espejos
de imágenes ligeras al acaso.
Cristal de sangre cuya luz traspaso,
tu cuerpo enardecido de reflejos;
tu cuerpo de reflejos circunflejos,
tu cuerpo oscuro desenvuelto en raso.
Tendí la voz al horizonte puesto
como el pan en el cielo de tu ausencia.
Me envuelve tu llegar, tu voz, tu gesto,
tu crueldad, tu tristeza y la terrible
certidumbre de estar en tu presencia
lleno de amor y muerte inextinguible.



Carolina Coronado

a una coqueta

-- de Carolina Coronado --

Como aquellas lucecillas
vaporosas y ligeras,
que sin calor a millares
se levantan de la tierra,
los amores en tu pecho,
fragilísima belleza,
sin que su fuego te abrase
alzan mil llamas diversas:
brotan, lucen, se disipan,
otras nacen tras aquéllas:
la inconstancia las apaga,
la liviandad las renueva.



Clemente Althaus

A mi sobrina Manuelita C.

-- de Clemente Althaus --

Cuando en los días primeros
de tu existencia te vi,
lunar no hallaban en ti
ni los ojos más severos.
Y si no me alucinó
el casi paterno afecto,
criatura sin defecto
te jurara entonces yo.
Mas pronto Naturaleza,
arrepentida de haber
creado un humano ser
con tan divina belleza,
dijo: «no es bien que te dé,
»predilecta criatura,
«la perfección de hermosura
»que siempre a todas negué.
»Si signes creciendo así
»y humillando a las demás,
»soberbia te engreirás
»de la beldad que te di.
»Un defecto has menester
»que sea en ti la señal
»de tu condición mortal,
»y te confirme mujer.
»Que, si no, supersticiosa,
»la tierra tributaria
»criminal idolatría
»a tu belleza de diosa,
»por quitarte lo soberbio,
»fiebre tenaz te enviaré,
»que de tu pequeño pie
»tuerza el delicado nervio;
»por que, cuando te engrïeres
»viendo en ti belleza tanta,
»al sentir tu enferma planta,
»recuerdes que mortal eres;
»y para que, cuando quieras
»dejar la tierra afligida,
»tu planta grave te impida
»alzar tus alas ligeras



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