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-- de Emilio Bobadilla --
¿No fué Dios quien le dijo que dominase el mundo?
¿No fué Dios quien profuso le daba las victorias?
¿Por qué contra él de pronto se vuelve furibundo,
convirtiendo en derrotas humillantes sus glorias?
¿Qué pensará a sus solas de ese Dios tornadizo?
—gran río que la margen acrecienta o derrubia —.
Si lo que cae es granizo, ¡bendito sea el granizo!
Si es lluvia fecundante, ¡bendita sea la lluvia!
Megalómano y duro, horripiló al planeta
y revolvió los mares, y, a la postre vencido,
arroja acobardado la espada y la careta,
y en su fuga de liebre -imperial contrabando-
los huérfanos le siguen con lúgubre alarido
y las míseras madres que le insultan llorando!
Poema "El emperador: 2" de Emilio Bobadilla
-- de Emilio Bobadilla --
Zar de todas las Rusias, autócrata que el oro
de su pueblo derrocha sin medida ni fechas;
que destierra a Siberia, burlándose del foro,
a nobles y plebeyos, por fútiles sospechas;
que a intrigas y amenazas de palaciegos cede;
zar de todas las Rusias, más que Dios en la tierra;
que todo lo pequeño y lo grande lo puede
¡y a un gesto del nihilismo aterrador se aterra!
Honores y riquezas, depravaciones viles,
—compensaciones áulicas de infames componendas-
se postran a sus plantas cual míseros reptiles;
fingidos regicidios alimentan su espanto,
¡que este dueño absoluto de vidas y de haciendas
tiembla como una liebre bajo su regio manto!
Poema "El zar Nicolás II" de Emilio Bobadilla
-- de Gutierre de Cetina --
¿qué aprovecha, señor, andar buscando
hora el puerco montés cerdoso y fiero?,
¿qué aprovecha seguir ciervo ligero
ni con hierba crüel andar tirando?;
¿qué aprovecha, señor, ir remontando
la garza con halcón muy altanero?,
¿qué aprovecha, señor, tirar certero
allí una liebre, aquí un faisán matando?;
si va siempre tras vos vuestro cuidado,
si en el alma lleváis el pensamiento,
si estáis asido dél cuando más suelto,
si traéis el pensar tan regalado
que donde estáis más libre y más contento
a las presas andáis con él envuelto.
Poema "al príncipe de ascoli II" de Gutierre de Cetina
-- de Andrés Bello --
Rompe el león soberbio la cadena
con que atarle pensó la felonía,
y sacude con noble bizarría
sobre el robusto cuello la melena.
La espuma del furor sus labios llena,
y a los rugidos que indignado envía,
el tigre tiembla en la caverna umbría,
y todo el bosque atónito resuena.
El león despertó; ¡temblad, traidores!
lo que vejez creísteis, fue descanso;
las juveniles fuerzas guarda enteras.
Perseguid alevosos cazadores,
a la tímida liebre, al ciervo manso;
¡no insultéis al monarca de las fieras!
Poema "A la victoria de Bailén" de Andrés Bello