Buscar Poemas con Labor


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Se han encontrado 19 poemas con la palabra labor

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Amado Nervo

inmortalidad

-- de Amado Nervo --

No, no fue tan efímera la historia
de nuestro amor: entre los folios tersos
del libro virginal de tu memoria,
como pétalo azul está la gloria
doliente, noble y casta de mis versos.
No puedes olvidarme: te condeno
a un recuerdo tenaz. Mi amor ha sido
lo más alto en tu vida, lo más bueno;
y sólo entre los légamos y el cieno
surge el pálido loto del olvido.
Me verás dondequiera: en el incierto
anochecer, en la alborada rubia,
y cuando hagas labor en el desierto
corredor, mientras tiemblan en tu huerto
los monótonos hilos de la lluvia.
¡Y habrás de recordar! esa es la herencia
que te da mi dolor, que nada ensalma.
¡Seré cumbre de luz en tu existencia,
y un reproche inefable en tu conciencia
y una estela inmortal dentro de tu alma!

Poema inmortalidad de Amado Nervo con fondo de libro

Ana Francisca Abarca de Bolea

Soneto a la muerte del príncipe don Baltasar

-- de Ana Francisca Abarca de Bolea --

Lapidario sagaz, duro diamante
labra, resiste firme al golpe fiero,
tíñelo en sangre y pierde aquel primero
rigor a la labor menos constante.
Contra Carlos el mal no era bastante,
que queda al golpe cual diamante entero,
tíñelo en sangre amor, y el mal severo,
sujeta con amor a un hijo amante.
El mal lo agrava y el amor lo aflige;
aquél pide remedio, éste no tiene,
y quien conoce aquél a éste no alcanza.
No rige el mal, que amor de madre rige,
y Carlos por amor a perder viene
la vida en flor, y España la esperanza.

Poema Soneto a la muerte del príncipe don Baltasar de Ana Francisca Abarca de Bolea con fondo de libro

Ana Francisca Abarca de Bolea

A un estuche

-- de Ana Francisca Abarca de Bolea --

Anarda, ese estuche va
a mejorarse darse de dueño,
y mi palabra te empeño,
que, aunque es yerro, acertará.
Mi labor contenta está
que la dejarás vivir,
pues no podía sufrir
ver a damas tan discretas
ver a damas tan discretas
andar siempre en tijeretas
con tu continuo pedir.

Poema A un estuche de Ana Francisca Abarca de Bolea con fondo de libro

Leopoldo Lugones

El carpintero (Lugones)

-- de Leopoldo Lugones --

El maestro carpintero
de la boina colorada,
va desde la madrugada
taladrando su madero.

No corre en el bosque un soplo,
todo es silencio y aroma.
Sólo él monda la carcoma
con su revibrante escoplo.

Y a ratos, con brusco ardor
bajo la honda paz celeste,
lanza intrépido y agreste
el canto de su labor.



Góngora

¿Cuál del Ganges marfil, o cuál de Paro...?

-- de Góngora --

¿Cuál del Ganges marfil, o cuál de Paro
blanco mármol, cuál ébano luciente,
cuál ámbar rubio o cuál oro excelente,
cuál fina plata o cuál cristal tan claro,

cuál tan menudo aljófar, cuál tan caro
orïental safir, cuál rubí ardiente,
o cuál, en la dichosa edad presente,
mano tan docta de escultor tan raro

vulto dellos formara, aunque hiciera
ultraje milagroso a la hermosura
su labor bella, su gentil fatiga,

que no fuera figura, al sol, de cera,
delante de tus ojos, su figura,
oh bella Clori, oh dulce mi enemiga?



Jorge Luis Borges

el hacedor

-- de Jorge Luis Borges --

Somos el río que invocaste, heráclito.
Somos el tiempo. Su intangible curso
acarrea leones y montañas,
llorado amor, ceniza del deleite,
insidiosa esperanza interminable,
vastos nombres de imperios que son polvo,
hexámetros del griego y del romano,
lóbrego un mar bajo el poder del alba,
el sueño, ese pregusto de la muerte,
las armas y el guerrero, monumentos,
las dos caras de jano que se ignoran,
los laberintos de marfil que urden
las piezas de ajedrez en el tablero,
la roja mano de macbeth que puede
ensangrentar los mares, la secreta
labor de los relojes en la sombra,
un incesante espejo que se mira
en otro espejo y nadie para verlos,
láminas en acero, letra gótica,
una barra de azufre en un armario,
pesadas campanadas del insomnio,
auroras, ponientes y crepúsculos,
ecos, resaca, arena, liquen, sueños.
Otra cosa no soy que esas imágenes
que baraja el azar y nombra el tedio.
Con ellas, aunque ciego y quebrantado,
he de labrar el verso incorruptible
y (es mi deber) salvarme.



Rafael María Baralt

A Alberto Lista

-- de Rafael María Baralt --

¡Bien haya la piedad que augusta ofrenda
de oliva y lauro a tu inmortal memoria
justiciera dedica y tu alma gloria
a las celestiales musas encomienda!

¡Que en la patria infeliz acaso encienda
espíritu vital tu clara historia
y trueque en oro nuestra vil escoria,
llama de honor, que de virtud sea prenda!

Mas no será; que envejecida España
varones como tú ya no concibe,
ni en fecunda labor produce un hombre.

Murió la ínclita edad, ni héroe, ni hazaña
la presente enaltece, y triste vive
sin amor y sin fe, sin Dios, sin nombre.



Gabriela Mistral

ausencia

-- de Gabriela Mistral --

Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.
¡Se te va todo, se nos va todo!
se va mi voz, que te hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.
Se van mis gestos que se devanaban,
en lanzaderas, debajo tus ojos.
Y se te va la mirada que entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.
Me voy de ti con tus mismos alientos:
como humedad de tu cuerpo evaporo.
Me voy de ti con vigilia y con sueño,
y en tu recuerdo más fiel ya me borro.
Y en tu memoria me vuelvo como esos
que no nacieron ni en llanos ni en sotos.
Sangre sería y me fuese en las palmas
de tu labor, y en tu boca de mosto.
Tu entraña fuese, y sería quemada
en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión que retumba en la noche
como demencia de mares solos!
¡se nos va todo, se nos va todo!



Garcilaso de la Vega

SONETO XI

-- de Garcilaso de la Vega --

Hermosas ninfas, que, en el río metidas,
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de vidrio sostenidas;

agora estéis labrando embebecidas
o tejiendo las telas delicadas,
agora unas con otras apartadas
contándoos los amores y las vidas:

dejad un rato la labor, alzando
vuestras rubias cabezas a mirarme,
y no os detendréis mucho según ando,

que o no podréis de lástima escucharme,
o convertido en agua aquí llorando,
podréis allá despacio consolarme.



Garcilaso de la Vega

Hermosas ninfas, que, en el río metidas

-- de Garcilaso de la Vega --

Hermosas ninfas, que, en el río metidas,
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de vidrio sostenidas;

agora estéis labrando embebecidas
o tejiendo las telas delicadas,
agora unas con otras apartadas
contándoos los amores y las vidas:

dejad un rato la labor, alzando
vuestras rubias cabezas a mirarme,
y no os detendréis mucho según ando,

que o no podréis de lástima escucharme,
o convertido en agua aquí llorando,
podréis allá despacio consolarme.



Gutierre de Cetina

cual doncella hermosa y delicada

-- de Gutierre de Cetina --

Que en verde prado está, de flores lleno,
el ánimo del mal de amor ajeno
tejiendo una guirnalda, descuidada,
estando en su labor toda ocupada,
fría serpiente se le entró en el seno,
y apenas se apercibe del veneno,
que en el alma la siente atravesada,
descuidada se andaba el alma mía,
recreándose sola entre las flores
que en el prado de amor había cogido,
cuando turbarse vio la fantasía
y entrar helado entre el ardor de amores
un áspide celoso en el sentido.



Mauricio Bacarisse

Nisus

-- de Mauricio Bacarisse --

Este noble deleite de sudar y esforzarme
para luego morir, sin querer recompensa...
Ebrio de dinamismo, no me disperso nunca.
Mi vida es simple y lineal.

He donado mis tierras; he quemado mis ropas.
Con mi mandil de cuero, en mi gruta, en mi fragua
martillando en el yunque, junto a una fresca fuente
puedo a mi gusto jadear.

Soy más casto que el gneis. Agonizó la Amada.
Un enjambre de avispas acribilló sus senos
como manzanas núbiles. Me libré del castigo
del Sexo estúpido y cruel.

Desprecio las contiendas de Ahrimán y de Ormuz
y los considerandos del Gran Juicio Final,
las leyes del Areópago y de la soldadesca
y los Dioses borrosos...

Le he arrancado ya todos los denominadores
a la ecuación del mundo. Idéntico y sencillo
en mi labor penosa de terco Demiurgo
encuentro mi finalidad.

Contra el tremendo espanto de presumir los noúmenos
golpeo los fenómenos, machaco la apariencia;
cada diástole mía es una gran plegaria
de rebeldía y voluntad.



Medardo Ángel Silva

Las hadas (Silva)

-- de Medardo Ángel Silva --

Las hadas que tejían mis ensueños,
en la dulzura de mi abril en flor,
las hadas que tejían mis ensueños
dulces, abandonaron su labor...

En cortas primaveras y risueños
días celestes de mi abril en flor,
fui pródigo del oro de mis sueños
con generoso gesto sembrador...

Mujer, rosas canción, sonrisa franca,
todo se fue con la mañana blanca...
El Odio abrió la herida carmesí...

¡Canción mujer, sonrisa blanca, rosas,
cifré mi vida en tan livianas cosas
que, por mi futileza, la perdí!



Miguel Hernández

1

-- de Miguel Hernández --

1
un carnívoro cuchillo
de ala dulce y homicida
sostiene un vuelo y un brillo
alrededor de mi vida.
Ala de metal crispado,
fulgentemente caído,
picotea mi costado
y hace en él un triste nido.
Mi sien, florido balcón
de mis edades tempranas,
negra está, y mi corazón,
y mi corazón con canas.
Tal es la mala virtud
del rayo que me rodea,
que voy a mi juventud
como la luna a mi aldea.
Recojo con las pestañas
sal del alma y sal del ojo
y flores de telarañas
de mis tristezas recojo.
¿A dónde iré que no vaya
mi perdición a buscar?
tu destino es de la playa
y mi vocación del mar.
Descansar de esta labor
de huracán, amor o infierno
no es posible, y el dolor
me hará a mi pesar eterno.
Pero al fin podré vencerte,
ave y rayo secular,
corazón, que de la muerte
nadie ha de hacerme dudar.
Sigue pues, sigue cuchillo,
volando, hiriendo. Algún día
se pondrá el tiempo amarillo
sobre mi fotografía.



Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 52

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

Lunes antes del alba començé mi camino,
fallé çerca el cornejo, do tajava un pino,
una serrana lerda, direvos que me avino,
coydos' casar conmigo como con su vesino.
Preguntome muchas cosas: coydos' que era pastor,
por oír de mal recabdo dexos' de su labor,
coydós' que me traía rodando en derredor.
Olvidose la fabla del buen consejador.
Que dise a su amigo, queriéndol' consejar:
non dexes lo ganado por lo que as de ganar:
si dexas lo que tienes por mintroso coydar,
non avrás lo que quieres, poderte has engañar.
De quanto que pasó fise un cantar serrano,
este de yuso escrito, que tienes so la mano:
façía tiempo muy fuerte, pero era verano,
pasé por la mañana el puerto por sosegar templano.
Lt;lt;lt;
índice de la obra
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José Martí

canto religioso

-- de José Martí --

La fatiga y las sábanas sacudo:
cuando no se es feliz, abruma el sueño
y el sueno, tardo al infeliz, y el miedo
a ver la luz que alumbra su desdicha
resístense los ojos, y parece
no que en plumones mansos se ha dormido
sino en los brazos negros de una fiera.
Al aire luminoso, como al río
el sediento peatón, dos labios se abren:
el pecho en lo interior se encumbra y goza
como el hogar feliz cuando recibe
en año nuevo a la familia amada;
y brota, frente al sol, el pensamiento!
más súbito, los ojos se oscurecen,
y el cielo, y a la frente va la mano
cual militar que el pabellón saluda:
los muertos son, los muertos son, devueltos
a la luz maternal: los muertos pasan.
Y sigo a mi labor, como creyente
a quien unge en la sien el sacerdote
de rostro liso y vestiduras blancas
practico: en el divino altar comulgo
de la naturaleza: es mi hostia el alma humana.



José Martí

tálamo y cuna

-- de José Martí --

«deja ¡oh mi esposo! la labor causada
que tus hermosas fuerzas aniquila.
Y ven bajo la bóveda tranquila
de nuestro lecho azul, con tu adorada».
Y alcé los ojos de mi libro, y vila
de susto y de dolor enajenada.
«Secos y rojos del trabajo al peso,
tus ojos mira»,pálida me dijo:
«duerme!»y me puso en la mirada un beso.
Hacia la cuna trémulo dirijo
mi vista ansiosa, y vuelvo al tosco impreso:
¡no ha derecho a dormir quien tiene un hijo!



Claudio Rodríguez

don de la ebriedad iv

-- de Claudio Rodríguez --

iv
así el deseo. Como el alba, clara
desde la cima y cuando se detiene
tocando con sus luces lo concreto
recién oscura, aunque instantáneamente.
Después abre ruidosos palomares
y ya es un día más. ¡Oh, las rehenes
palomas de la noche conteniendo
sus impulsos altísimos! y siempre
como el deseo, como mi deseo.
Vedle surgir entre las nubes, vedle
sin ocupar espacio deslumbrarme.
No est en mí, está en el mundo, estáahí enfrente.
Necesita vivir entre las cosas.
Ser añil en los cerros y de un verde
prematuro en los valles. Ante todo,
como en la vaina el grano, permanece
calentando su labor enardecido
para después manifestarlo en breve
más hermoso y radiante. Mientras, queda
limpio sin una brisa que lo aviente,
limpio deseo cada vez más mío,
cada vez menos vuestro, hasta que llegue
por fin a ser mi sangre y mi tarea,
corpóreo como el sol cuando amanece.



Claudio Rodríguez

don de la ebriedad i

-- de Claudio Rodríguez --

i
siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.
Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados
cada vez a los seres? ¿qué alta bóveda
los contiene en su amor? ¡si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!
oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?
y, sin embargo esto es un don, mi boca
espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.



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