Buscar Poemas con Invisibles


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Se han encontrado 31 poemas con la palabra invisibles

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Rosalía de Castro

Más rápidos que el rayo

-- de Rosalía de Castro --

Más rápidos que el rayo,
Más alados que el viento,
Inquietos vagamundos que no pueden
Refrenar nunca el inconstante vuelo,
Así descienden de la mar al fondo
Como escalan la altura de los cielos.

Mas si son impalpables e incorpóreos
Y múltiples y varios,
¿Por qué llamarles pensamientos negros
O pensamientos blancos,
Si no tienen color, esos del alma
Invisibles
Eternos e invisibles soberanos?

Poema Más rápidos que el rayo de Rosalía de Castro con fondo de libro

Alberti

elegía del niño marinero

-- de Alberti --

Marinerito delgado,
luis gonzaga de la mar,
¡qué fresco era tu pescado,
acabado de pescar!

te fuiste, marinerito,
en una noche lunada,
¡tan alegre, tan bonito,
cantando, a la mar salada!

¡qué humilde estaba la mar!
¡él cómo la gobernaba!
tan dulce era su cantar,
que le aire se enajenaba.

Cinco delfines remeros
su barca le cortejaban.
Dos ángeles marineros,
invisibles, la guiaban.

Tendió las redes, ¡qué pena!,
por sobre la mar helada.
Y pescó la luna llena,
sola en su red plateada.

¡Qué negra quedó la mar!
¡la noche qué desolada!
derribado su cantar,
la barca fue derribada.

Flotadora va en el viento
la sonrisa amortajada
de su rostro. ¡Qué lamento
el de la noche cerrada!

¡ay mi niño marinero,
tan morenito y galán,
tan guapo y tan pinturero,
más puro y bueno que el pan!

¿qué harás pescador de oro,
allá en los valles salados
del mar? ¿hallaste el tesoro
secreto de los pescados?

deja, niño, el salinar
del fondo, y súbeme al cielo
de los peces y, en tu anzuelo,
mi hortelanita del mar.

Poema elegía del niño marinero de Alberti con fondo de libro

Luis Cernuda

he venido para ver

-- de Luis Cernuda --

He venido para ver
he venido para ver semblantes
amables como viejas escobas,
he venido para ver las sombras
que desde lejos me sonríen.
He venido para ver los muros
en el suelo o en pie indistintamente,
he venido para ver las cosas,
las cosas soñolientas por aquí.
He venido para ver los mares
dormidos en cestillo italiano,
he venido para ver las puertas,
el trabajo, los tejados, las virtudes
de color amarillo ya caduco.
He venido para ver la muerte
y su graciosa red de cazar mariposas,
he venido para esperarte
con los brazos un tanto en el aire,
he venido no sé por qué;
un día abrí los ojos: he venido.
Por ello quiero saludar sin insistencia
a tantas cosas más que amables:
los amigos de color celeste,
los días de color variable,
la libertad del color de mis ojos;
los niñitos de seda tan clara,
los entierros aburridos como piedras,
la seguridad, ese insecto
que anida en los volantes de la luz.
Adiós, dulces amantes invisibles,
siento no haber dormido en vuestros brazos.
Vine por esos besos solamente;
guardad los labios por si vuelvo.

Poema he venido para ver de Luis Cernuda con fondo de libro

Manuel del Cabral

letra

-- de Manuel del Cabral --

Letra:
esqueleto de mi grito,
pongo mi corazón sobre tu muerte,
pongo mis más secretas cualidades de pétalo,
pongo...
La novia que he guardado entre el aire y mi cuerpo,
mi enfermedad de ángel con cuchillo,
mi caballero ausente cuando muerdo manzanas,
y el niño que hay en mí, el niño
que sale en cierto día, el día
en que la mano casi no trabaja,
el día en que sencillos
mis pies pisan los duendes que están en el rocío
haciendo el oro joven del domingo.

Todo lo pongo en ti,
y tu siempre lo mismo:
estatua de mis vientos,
ataúd de presencias invisibles,
letra inútil.

Todo,
todo lo pongo en ti, sobre tu muerte.

La letra no me entiende.

Sin embargo...



Jaime Sabines

los he visto en el cine

-- de Jaime Sabines --

Frente a los teatros,
en los tranvías y en los parques,
los dedos y los ojos apretados.
Las muchachas ofrecen en las salas oscuras
sus senos a las manos
y abren la boca a la caricia húmeda
y separan los muslos para invisibles sátiros.
Los he visto quererse anticipadamente, adivinando
el goce que los vestidos cubren, el engaño
de la palabra tierna que desea,
el uno al otro extraño.
Es la flor que florece
en el día más largo,
el corazón que espera,
el que tiembla lo mismo que un ciego en un presagio.
Esa niña que hoy vi tenía catorce años,
a su lado sus padres le miraban la risa
igual que si ella se la hubiera robado.
Los he visto a menudo
a ellos, a los enamorados
en las aceras, sobre la yerba, bajo un árbol,
encontrarse en la carne,
sellarse con los labios.
Y he visto el cielo negro
en el que no hay ni pájaros,
y estructuras de acero
y casa pobres, patios,
lugares olvidados.
Y ellos, constantes, tiemblan
se ponen en sus manos,
y el amor se sonríe, los mueve, les enseña,
igual que un viejo abuelo desengañado.



Jaime Torres Bodet

túnel

-- de Jaime Torres Bodet --

Una antorcha enemiga
alumbra mientras duermes el profundo
túnel que de mi amor a tu alma lleva.
Con invisibles puños
¿qué taciturno guardia la sustenta?
quiero avanzar... Y me detiene un muro
de colérico sol. Pretendo entonces
retroceder y siento que una puerta
se cierra tras de mí siempre que dudo...
En plena luz me quedo
trémulo, terco, ciego imaginando
no más el golpe brusco
con que, al cortar tu sueño,
me arrojará a la aurora, sin antorchas,
otro invisible centinela mudo.



Jorge Luis Borges

un ciego

-- de Jorge Luis Borges --

No sé cuál es la cara que me mira
cuando miro la cara del espejo;
no sé qué anciano acecha en su reflejo
con silenciosa y ya cansada ira.
Lento en mi sombra, con la mano exploro
mis invisibles rasgos. Un destello
me alcanza. He vislumbrado tu cabello
que es de ceniza o es aún de oro.
Repito que he perdido solamente
la vana superficie de las cosas.
El consuelo es de milton y es valiente,
pero pienso en las letras y en las rosas.
Pienso que si pudiera ver mi cara
sabría quién soy en esta tarde rara.



Jorge Riechmann

15

-- de Jorge Riechmann --

He perdido la partida.
Me confié, subestimé las fuerzas
de mi adversario. ¿Cómo no hacerlo?
grande era cual fronda de destrucción, profundas
sus raíces invisibles; pero tamaño goce en la muerte
desafiaba la imaginación.
Los primeros intercambios de golpes
fueron casi un juego, un modo apenas hostil del conocimiento.
¿Queríamos estrangularnos o abrazarnos?
la situación parecía abierta y los momentos decisivos
aún por venir. No me daba cuenta
de que habían pasado ya y cada minuto perdido
redundaba en beneficio suyo
sumaba hierro y cieno a mi derrota.
Mi implacable adversario
economista del tiempo
feroz equilibrista de lo irreversible.
Estoy perdido.
La falta de imaginación me condenó.
Ya todo el tiempo restante se lo descuento a la muerte.



César Vallejo

La araña (Cesar Vallejo)

-- de César Vallejo --

Es una araña enorme que ya no anda;
una araña incolora, cuyo cuerpo,
una cabeza y un abdomen, sangra.

Hoy la he visto de cerca. Y con qué esfuerzo
hacia todos los flancos
sus pies innumerables alargaba.
Y he pensado en sus ojos invisibles,
los pilotos fatales de la araña.

Es una araña que temblaba fija
en un filo de piedra;
el abdomen a un lado,
y al otro la cabeza.

Con tantos pies la pobre, y aún no puede
resolverse. Y, al verla
atónita en tal trance,
hoy me ha dado qué pena esa viajera.

Es una araña enorme, a quien impide
el abdomen seguir a la cabeza.
Y he pensado en sus ojos
y en sus pies numerosos...
¡Y me ha dado qué pena esa viajera!



César Vallejo

la araña

-- de César Vallejo --

La araña
es una araña enorme que ya no anda;
una araña incolora, cuyo cuerpo,
una cabeza y un abdomen, sangra.
Hoy la he visto de cerca. Y con qué esfuerzo
hacia todos los flancos
sus pies innumerables alargaba.
Y he pensado en sus ojos invisibles,
los pilotos fatales de la araña.
Es una araña que temblaba fija
en un filo de piedra;
el abdomen a un lado,
y al otro la cabeza.
Con tantos pies la pobre, y aún no puede
resolverse. Y, al verla
atónita en tal trance,
hoy me ha dado qué pena esa viajera.
Es una araña enorme, a quien impide
el abdomen seguir a la cabeza.
Y he pensado en sus ojos
y en sus pies numerosos...
¡Y me ha dado qué pena esa viajera!



César Vallejo

La araña (César Vallejo)

-- de César Vallejo --

Es una araña enorme que ya no anda;
una araña incolora, cuyo cuerpo,
una cabeza y un abdomen, sangra.

Hoy la he visto de cerca. Y con qué esfuerzo
hacia todos los flancos
sus pies innumerables alargaba.
Y he pensado en sus ojos invisibles,
los pilotos fatales de la araña.

Es una araña que temblaba fija
en un filo de piedra;
el abdomen a un lado,
y al otro la cabeza.

Con tantos pies la pobre, y aún no puede
resolverse. Y, al verla
atónita en tal trance,
hoy me ha dado qué pena esa viajera.

Es una araña enorme, a quien impide
el abdomen seguir a la cabeza.
Y he pensado en sus ojos
y en sus pies numerosos...
¡Y me ha dado qué pena esa viajera!



Dulce María Loynaz

cárcel de aire

-- de Dulce María Loynaz --

Red tejida con hilos invisibles,
cárcel de aire en que me muevo apenas,
trampa de luz que no parece trampa
y en la que el pie se me quedó-entre cuerdas
de luz también...-Bien enlazado.

Cárcel sin carcelero y sin cadenas
donde como mi pan y bebo mi agua
día por día... ¡Mientras allá fuera
se me abren en flor, trémulos, míos
aún, todos los caminos de la tierra!....



Emilio Bobadilla

El reloj de la iglesia

-- de Emilio Bobadilla --

El río se desangra por invisibles venas
y a veces por lo denso parece que se para.
¡De cuántas sollozantes y ominosas escenas
fué testigo su linfa, ayer tranquila y clara!

Resuenan por las calles monásticas los sables
y proyecta la luna sombras escurridizas:
sombras escurridizas de gentes miserables,
sin hogar y famélicas, las ropas hechas trizas.

Sin cabeza, a lo lejos, maltrecho el campanario,
que vigilaba el llano, sombrío se destaca
y clavado en el muro del templo milenario

del reloj el cuadrante, que se paró marcando
la hora —como en brusca parálisis cardíaca—
¡la hora inolvidable del bombardeo nefando!



Enrique González Martínez

cuando sepas hallar una sonrisa...

-- de Enrique González Martínez --

Cuando sepas hallar una sonrisa
en la gota sutil que se rezuma
de las porosas piedras, en la bruma,
en el sol, en el ave y en la brisa;

cuando nada a tus ojos quede inerte,
ni informe, ni incoloro, ni lejano,
y penetres la vida y el arcano
del silencio, las sombras y la muerte;

cuando tiendas la vista a los diversos
rumbos del cosmos, y tu esfuerzo propio
sea como potente microscopio
que va hallando invisibles universos,

entonces en las flamas de la hoguera
de un amor infinito y sobrehumano,
como el santo de asís, dirás hermano
al árbol, al celaje y a la fiera.

Sentirás en la inmensa muchedumbre
de seres y de cosas tu ser mismo;
serás todo pavor con el abismo
y serás todo orgullo con la cumbre.

Sacudirá tu amor el polvo infecto
que macula el blancor de la azucena,
bendecirás las márgenes de arena
y adorarás el vuelo del insecto;

y besarás el garfio del espino
y el sedeño ropaje de las dalias. . .
Y quitarás piadoso tus sandalias
por no herir a las piedras del camino.



Octavio Paz

iii. bajo tu clara sombra

-- de Octavio Paz --

Iii
mira el poder del mundo,
mira el poder del polvo, mira el agua.
Mira los fresnos en callado círculo,
toca su reino de silencio y savia,
toca su piel de sol y lluvia y tiempo,
mira sus verdes ramas cara al cielo,
oye cantar sus hojas como agua.
Mira después la nube,
anclada en el espacio sin mareas,
alta espuma visible
de celestes corrientes invisibles.
Mira el poder del mundo,
mira su forma tensa,
su hermosura inconsciente, luminosa.
Toca mi piel, de barro, de diamante,
oye mi voz en fuentes subterráneas,
mira mi boca en esa lluvia oscura,
mi sexo en esa brusca sacudida
con que desnuda el aire los jardines.
Toca tu desnudez en la del agua,
desnúdate de ti, llueve en ti misma,
mira tus piernas como dos arroyos,
mira tu cuerpo como un largo río,
son dos islas gemelas tus dos pechos,
en la noche tu sexo es una estrella,
alba, luz rosa entre dos mundos ciegos,
mar profundo que duerme entre dos mares.
Mira el poder del mundo:
reconócete ya, al reconocerme.



Pablo Neruda

soneto ix cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Al golpe de la ola contra la piedra indócil
la claridad estalla y establece su rosa
y el círculo del mar se reduce a un racimo,
a una sola gota de sal azul que cae.
Oh radiante magnolia desatada en la espuma,
magnética viajera cuya muerte florece
y eternamente vuelve a ser y a no ser nada:
sal rota, deslumbrante movimiento marino.
Juntos tú y yo, amor mío, sellamos el silencio,
mientras destruye el mar sus constantes estatuas
y derrumba sus torres de arrebato y blancura,
porque en la trama de estos tejidos invisibles
del agua desbocada, de la incesante arena,
sostenemos la única y acosada ternura.



Pablo Neruda

hogueras

-- de Pablo Neruda --

Hogueras pálidas revolviéndose al borde de las noches
corren humos difuntos polvaredas invisibles
fraguas negras durmiendo detrás de los cerros anochecidos
la tristeza del hombre tirada entre los brazos del sueño
ciudad desde los cerros en la noche los segadores duermen
debatida a las últimas hogueras
pero estás allí pegada a tu horizonte
como una lancha al muelle lista pafa zarpar lo creo
antes del alba
árbol de estertor candelabro de llamas viejas
distante incendio mi corazón está triste
sólo una estrella inmóvil su fósforo azul
los movimientos de la noche aturden hacia el cielo



Pablo Neruda

soneto lxxxi cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Ya eres mía. Reposa con tu sueño en mi sueño.
Amor, dolor, trabajos, deben dormir ahora.
Gira la noche sobre sus invisibles ruedas
y junto a mí eres pura como el ámbar dormido.
Ninguna más, amor, dormirá con mis sueños.
Irás, iremos juntos por las aguas del tiempo.
Ninguna viajará por la sombra conmigo,
sólo tú, siempreviva, siempre sol, siempre luna.
Ya tus manos abrieron los puños delicados
y dejaron caer suaves signos sin rumbo,
tus ojos se cerraron como dos alas grises,
mientras yo sigo el agua que llevas y me lleva:
la noche, el mundo, el viento devanan su destino,
y ya no soy sin ti sino sólo tu sueño.



Pablo Neruda

qué cosa irrita a los volcanes

-- de Pablo Neruda --

Qué cosa irrita a los volcanes
que escupen fuego, frío y furia?
por qué cristóbal colón
no pudo descubrir a españa?
cuántas preguntas tiene un gato?
las lágrimas que no se lloran
esperan en pequeños lagos?
o serán ríos invisibles
que corren hacia la tristeza?



Pedro Bonifacio Palacios

Verano

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Velado por fulíginos elásticos de llamas,
con galas y atavíos y aromas turbadores,
de ignotos lares llega con áureas oriflamas,
el príncipe verano, custodiado de amores.
¡Salud, príncipe indigno, laureolado de flores,
guirnaldas y diademas os brindarán las damas,
proyectan tus pupilas fúlgidos resplandores
que a reina primavera revelan que la amas!
Al manto de celajes aéreos y movibles,
ninfáticos poemas le engalanan sus bordes,
cánticos eufónicos, bemoles indecibles,
églogas siderales, himnos indefinibles,
se mezclan en los mágicos, quiméricos acordes,
de laúdes dorados, de reyes invisibles.



Gerardo Diego

la sombra del nogal

-- de Gerardo Diego --

La sombra del nogal
homenaje a vicente aleixandre.
La sombra del nogal es peligrosa
tupido en el octubre como bóveda
como cúpula inmóvil
nos cobija e invita
a su caricia fresca
y van cayendo frutos uno a uno
torturados cerebros nueces nueces
por las noches
sombra de luna muerta de el nogal
y van sucidándose una a una
sus hojas quejumbrosas
y pies desconocidos invisibles
las huellan las quebrantan las sepultan
librándolas así
del torbellino eólico
que azota a lo mortal abandonado
sobre la haz funesta de la tierra
impenetrable
pero ¿quién pasa quién posa?
¿de quién los pies piadosos redentores?



Gustavo Adolfo Bécquer

rima x

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman
el cielo se deshace en rayos de oro
la tierra se estremece alborozada.
Oigo flotando en olas de armonía
rumor de besos y batir de alas,
mis párpados se cierran...¿Qué sucede?
¿dime?... ¡Silencio!... ¿Es el amor que pasa?



Angel González

esperanza

-- de Angel González --

Araña negra del atardecer.
Tu paras
no lejos de mi cuerpo
abandonado, andas
en torno a mí,
tejiendo, rápida,
inconsistentes hilos invisibles,
te acercas, obstinada,
y me acaricias casi con tu sombra
pesada
y leve a un tiempo.
Agazapada
bajo las piedras y las horas,
esperaste, paciente, la llegada
de esta tarde
en la que nada
es ya posible...
Mi corazón:
tu nido.
Muerde en él, esperanza.



Angel González

glosas en homenaje a j.g.

-- de Angel González --

i
sí:
la realidad propone siempre sueños,
mas sólo uno entre muchos elige la mirada.
De quien madruga a verla,
y no del sol,
procede
aunque él no se lo crea
la luz
que ordena y fija el mundo
en sus formas más bellas:
damas altas, calandrias...
Vistas así las cosas,
iluminadas por amor tan claro
¿cómo van a negarse?
dóciles, entregadas
a su más alto vuelo,
se demoran, esperan, se eternizan.
Ii
cazadoras al filo de la aurora.
Cobrar la plenitud, guardar el canto
como trofeo y ¡a volar las alas!
contra un mundo fugaz, esquivo y raudo,
que salta a su «seré» de el «ya he sido»,
pupilas aún más rápidas
lanzan dardos certeros.
Difícil blanco ofrece hoy la mañana:
escorzo de cristal que pasa huyendo
de no sé qué jaurías invisibles.
¿Un instante del iris?
rasga el silencio y...
¡Luz ilesa!
he ahí la eternidad, en dos palabras.



Manuel Reina

La lira rota

-- de Manuel Reina --

En el verde jardín, al pie de un árbol,
hallé una lira rota y destemplada:
y en tal estado al verla
sentí rota mi alma.
Las cristalinas gotas de rocío
que en sus hilos metálicos brillaban,
no sé por qué misterio
me parecieron lágrimas.
Al ver a un ruiseñor triste y callado
que en ella se posaba,
dije: el ave es el alma de su dueño
que viene a visitarla.
¡Ay! en aquellas cuerdas yo veía
de un corazón las fibras delicadas
heridas mortalmente
por sin igual desgracia.
Cuando el viento al pasar, aquellas cuerdas
con invisibles dedos agitaba,
gemidos y lamentos
de la lira brotaban.



Mario Benedetti

bienvenida

-- de Mario Benedetti --

Se me ocurre que vas a llegar distinta
no exactamente más linda
ni más fuerte
nimás dócil
nimás cauta
tan sólo que vas a llegar distinta
como si esta temporada de no verme
te hubiera sorprendido a vos también
quizá porque sabes
como te pienso y te enumero
despues de todo la nostalgia existe
aunque no lloremos en los andenes fantasmales
ni sobre las almohadas de candor
ni bajo el cielo opaco
yo nostalgio
tú nostalgias
y como me revienta que él nostalgie
tu rostro es la vanguardia
tal vez llega primero
porque lo pinto en las paredes
con trazos invisibles y seguros
no olvides que tu rostro
me mira como pueblo
sonríe y rabia y canta
como pueblo
y eso te da una lumbre
inapagable
ahora no tengo dudas
vas a llegar distinta y con señales
con nuevas
conhondura
confranqueza
sé que voy aquererte sin preguntas
sé que vas aquererme sin respuestas.



Miguel Unamuno

Ojos sin luz

-- de Miguel Unamuno --

Hermosos ojos que no veis, topacios
de lumbre muerta, cristalinas lunas,
gemelas tristes, vais por los espacios
tenebrosos mecidas como cunas

de invisibles visiones y de agüeros
de un mundo que marrara. Y de tiniebla
se abren ante vosotros los senderos
que van rompiendo de la luz la niebla.



Julio Flórez

ley implacable

-- de Julio Flórez --

¡ay! ¿cómo quieres que tu madre encuentre
en este mundo bienhechora calma,
si le desgarras, al nacer, el vientre,
y le desgarras, al morir, el alma?
¡y esa madre infeliz, cómo a porfía
quiere darte, en el mundo, horas serenas,
si en la leche fetal con que te cría,
bebes tú... Todo el zumo de sus penas!
¿cómo quieres, mortal, que en la existencia
tu esposa guarde fiel tus atributos...
Si tú mismo, al robarle la inocencia,
le enseñas el deleite de los brutos?
hombre, eres pasto de un rencor violento:
al mal te empujan invisibles manos;
vives, y te devora el sufrimiento;
mueres, y te devoran los gusanos.
Julio flórez



Evaristo Carriego

Las manos (Carriego)

-- de Evaristo Carriego --

A todas las evoco. Pensativas,
cual si tuvieran alma, yo las veo
pasar, como teorías que viniesen
en las estancias líricas de un verso.

Las buenas, las cordiales, generosas
madrecitas de olvidos en los duelos,
las buenas, las cordiales, que ya nunca
las volvimos a ver, ni en el recuerdo.

Las manos enigmáticas, las manos
con vagos exotismos de misterio,
que ocultan, como en libros invisibles,
las fórmulas vedadas del Secreto.

Las manos que coronan los designios,
las manos vencedoras del Silencio,
en las que sueña, a veces, derrotado,
un tardío laurel de luz el genio.



Evaristo Carriego

Tu risa

-- de Evaristo Carriego --

Cuando escucho el rojo violín de tu risa,
en el que olvidados acordes evocas,
un cálido vino — licor de bohemia —
me llena el cerebro de músicas locas.

Un vino que moja tu noble garganta...
— Una húmeda jaula de finos cristales,
cuyas orquestales invisibles rejas,
aprisionan raros divinos zorzales. —

Y cuando lo escancias, cordiales de un ritmo
que roba caricias a los terciopelos,
caen en mi copa, de espumas amargas,
cual lluvia de estrellas de líricos cielos.

¡Tu risa!.. Me encanta, me obseda el oído,
como un intangible sonoro teclado
sobre el que han volcado los duendes amables
un rico y bullente champaña dorado!



Carlos Pellicer

elegía nocturna

-- de Carlos Pellicer --

Ay de mi corazón que nadie quiso
tomar entre mis manos desoladas.
Tú viniste a mirar sus llamaradas
y le miraste arder claro y sumiso.
(El pie profundo sobre el negro piso
sangró de luces todas las jornadas.
Ante los pies geográficos, calladas,
tus puertas invisibles, paraíso.)
Tú que echaste a las brasas otro leño
recoge las cenizas y al pequeño
corazón que te mueve junta y deja.
Alguna vez suspirarás, alguna
noche de soledad oirás mi queja
tuya hasta el corazón como ninguna.



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Ariiba