Buscar Poemas con Inquietas


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Se han encontrado 7 poemas con la palabra inquietas

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Gabriela Mistral

promesa a las estrellas

-- de Gabriela Mistral --

Abiertos en un oscuro
terciopelo: de lo alto,
¿me veis puro?
ojitos de las estrellas,
prendidos en el sereno
cielo, decid: desde arriba,
¿me veis bueno?
ojitos de las estrellas,
de pestañitas inquietas,
¿por qué sois azules, rojos
y violetas?
ojitos de la pupila
curiosa y trasnochadora,
¿por qué os borra con sus rosas
la aurora?
ojitos, salpicaduras
de lágrimas o rocío,
cuando tembláis allá arriba,
¿es de frío?
ojitos de las estrellas,
fijo en una y otra os juro
que me habéis de mirar siempre,
siempre puro.

Poema promesa a las estrellas de Gabriela Mistral con fondo de libro

Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxvii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

¡qué hermoso es ver el día
coronado de fuego levantarse,
y a su beso de lumbre
brillar las olas y encenderse el aire!
¡qué hermoso es tras la lluvia
del triste otoño en la azulada tarde,
de las húmedas flores
el perfume beber hasta saciarse!
¡qué hermoso es cuando en copos
la blanca nieve silenciosa cae,
de las inquietas llamas
ver las rojizas lenguas agitarse!
¡qué hermoso es cuando hay sueño
dormir bien... Y roncar como un sochantre...
Y comer... Y engordar... Y qué desgracia
que esto solo no baste!

Poema rima lxvii de Gustavo Adolfo Bécquer con fondo de libro

Julia de Burgos

yo fui la más callada

-- de Julia de Burgos --

Yo fui la más callada
de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto.

No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales,
ni las sordas campanas de ancestrales reflejos;
mi ruta era la música salvaje de los pájaros
que soltaba a los aires mi bondad en revuelo.

No me cargaron buques pesados de opulencia,
ni alfombras orientales apoyaron mi cuerpo;
encima de los buques mi rostro aparecía
silbando en la redonda sencillez de los vientos.

No pesé la armonía de ambiciones triviales
que prometía tu mano colmada de destellos:
sólo pesé en el suelo de mi espíritu ágil
el trágico abandono que ocultaba tu gesto.

Tu dualidad perenne la marcó mi sed ávida.
Te parecías al mar, resonante y discreto.
Sobre ti fui pasando mis horarios perdidos.
Sobre mi tú seguiste como el sol en los pétalos.

Y caminé en la brisa de tu dolor caído
con la tristeza ingenua de saberme en lo cierto:
tu vida era un profundo batir de inquietas fuentes
en inmenso río blanco corriendo hacia el desierto.

Poema yo fui la más callada de Julia de Burgos con fondo de libro

Julio Flórez

Naufragio

-- de Julio Flórez --

Poem

Lloró cuando la dije: adiós mi vida; y al través de las gotas de su llanto, sus inquietas pupilas parecían dos góndolas azules naufragando.



Francisco Villaespesa

ofelia

-- de Francisco Villaespesa --

Turbia de sombra, el agua del remanso
reflejó nuestras trémulas imágenes,
extáticas de amor, bajo el crepúsculo,
en la enferma esmeralda del paisaje...
Era el frágil olvido de las flores
en el azul silencio de la tarde,
un desfile de inquietas golondrinas
sobre pálidos cielos otoñales...
En un beso muy largo y muy profundo
nos bebimos las lágrimas del aire,
y fueron nuestras vidas como un sueño
y los minutos como eternidades...
Al despertar del éxtasis, había
una paz funeraria en el paisaje,
estertores de fiebre en nuestras manos
y en nuestras bocas un sabor de sangre...
Y en el remanso turbio de tristeza
flotaba la dulzura de la tarde,
enredada y sangrante entre los juncos,
con la inconsciencia inmóvil de un cadáver.



José Martí

brazos fragantes

-- de José Martí --

Sé de brazos robustos,
blandos, fragantes;
y sé que cuando envuelven
el cuello frágil,
mi cuerpo, como rosa
besada, se abre.
Y en su propio perfume
lánguido exhálase.
Ricas en sangre nueva
las sienes laten;
mueven las rojas plumas
internas aves;
sobre la piel, curtida
de humanos aires,
mariposas inquietas
sus alas baten;
savia de rosa enciende
las muertas carnes!
y yo doy los redondos
brazos fragantes,
por dos brazos menudos
que halarme saben,
y a mi pálido cuello
recios colgarse,
y de místicos lirios
collar labrarme!
¡lejos de mí por siempre,
brazos fragantes!



Carolina Coronado

a un ruiseñor

-- de Carolina Coronado --

Ruiseñor, que entre las hojas
de la más florida acacia
has tenido todo mayo
fresca, primorosa estancia,
¿por qué picas ese ramo
de menudas flores albas,
que te mece si dormitas,
y te acaricia si cantas:
y a tu lado cariñoso
presta a un tiempo con sus galas
colgaduras a tu lecho
perfumes a tu morada?
¡diote la acacia amorosa
cuna y sombra regaladas;
y tú rompiendo sus hojas,
¡ay! con heridas le pagas!-
yo sé, pájaro sonoro,
que en tus dos inquietas alas
vas a lanzarte, a otro valle
por siempre huyendo esa rama.
Mas no por eso a tu amiga,
ruiseñor, con loca saña
has de romperle las perlas
de su corona preciada.
¡Que cuando estés lejos de ella,
tal vez recuerdes con ansia
la frescura de su sombra,
la esencia de sus guirnaldas!



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