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Se han encontrado 40 poemas con la palabra inquieta

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Abraham Valdelomar

Desolatrix

-- de Abraham Valdelomar --

Un álbum... Una dama que entre los folios tersos
ha de buscar inquieta la ofrenda primorosa...
La pluma está en mi mano vacilante y medrosa,
pero en mi corazón no florecen los versos.

Yo no creo que el lírico valor de mis esfuerzos
haga brotar en mi alma la ofrenda primorosa:
un secreto dolor, cual pétalos de rosa,
mis más amados ritmos se ha llevado dispersos.

Hoy quisiera, señora, cantar vuestros hermosos
prestigios, el divino don de vuestra belleza,
vuestro selecto espíritu elogiar en mi canto,

pero a mi derredor sólo escucho sollozos,
ya sólo me acompañan mi perenne tristeza
y este mi corazón que se deshace en llanto...

Poema Desolatrix de Abraham Valdelomar con fondo de libro

Lope de Vega

El ánimo solícito y turbado

-- de Lope de Vega --

El ánimo solícito y turbado,
como se ve en el mar la inquieta boya
miraba Albano el campo en que fue Troya
de fuego un tiempo y de dolor cercado.

Adonde el Ilión se vio fundado,
que ya la fama en su grandeza apoya,
y estuvo la greciana, hurtada joya,
vio la ceniza convertida en prado.

Estuvo un rato así, mas dijo luego:
¡Oh campos, ya de fuego, en mis dolores
y en vuestro ejemplo mis consuelos fío!

Que si en lugar que cupo tanto fuego,
ahora veo verde hierba y flores,
también podrá tener templanza el mío.

Poema El ánimo solícito y turbado de Lope de Vega con fondo de libro

Luis Palés Matos

ensoñación

-- de Luis Palés Matos --

Por el cuadrado de una ventana de nuestra escuela
que de soslayo me ríe toda su claridad,
miro el paisaje chillón y viva, de un azul hondo
y una sencilla calma de infante diafanidad.

El cielo limpio, de vez en cuando, se mancha en una
de esas blancuras puras y llenas de santidad,
con que el celaje tiñendo el dombo del firmamento
risueña el éxtasis con su ternura de castidad.

Mientras discurre par la pizarra la geometría
le nacen alas de ibis al ave del alma mía,
y de la escuela me voy muy lejos, a una región

donde es más fresca la gran mejilla de la mañana,
y sollozando sobre las notas de la fontana,
me aguarda inquieta la dulce novia del corazón.

Poema ensoñación de Luis Palés Matos con fondo de libro

Líber Falco

Delmira Agustini (Falco)

-- de Líber Falco --

Debajo está la Tierra y gime;
tiemblan los minerales y se buscan.
Se ciñen las parejas, se emparejan,
canta la vida y canta
Y Delmira canta del mundo su destino.

Erguida, inquieta, golpeada en sus costados,
sorbida por abismos donde la muerte espera
-donde una lenta lava negra espera-
iba Delmira hacia su luz perdida.

Oh visionaria! como una sombra
resbala entre las sombras
y entre las sombras crece
la más alta, la más dolorida,
la más hondamente marcada por la vida!

Mujer mordida
por un áspid caliente que da vida
-y que acerca a la muerte-,
iba Delmira hacia su luz perdida.

Mas, qué hondo es el abismo!
Y qué oscura es la muerte!

Mira Delmira y canta.
Sobre el vórtice, canta Delmira
el vértigo incierto de la vida!



Líber Falco

La noche, afuera, era un vuelo oscuro

-- de Líber Falco --

La noche, afuera, era un vuelo oscuro.
Un viento oscuro, arrebatando el mundo.
Un ferrocarril, como un inquieta lombriz
remontaba los aires.
Tristes gallos quejándose con su sola nota.
Tristes aullaban los ferrocarriles, y por el aire
con su sola nota quejábanse los gallos.
Los perros gemían trasqueando rabiosamente
la enorme masa oscura que pasa y que los lleva.

La noche era un viento.
Un vuelo oscuro.
Y tú un prisionero a solas
con un solo pensamiento.



Manuel de Zequeira

La aparición del cometa

-- de Manuel de Zequeira --

No le envidio la pluma al gran Cervantes,
ni del Argivo la sonora trompa,
ni el lauro de Colón por más que rompa
nuevos caminos a los navegantes.

No codicio pinceles de Timantes
aunque el tiempo sus tintes no corrompa,
ni de Alejandro la triunfante pompa,
ni el distinguido empleo de almirantes.

No apetezco ver los muros de China,
ni conocer a Napoleón me inquieta
por más que suene en la inmortal bocina.

Otra cosa mi fe anhela discreta,
y es que siempre me viera mi Corina
con la atención que el vulgo ve al cometa.



César Vallejo

la punta del hombre

-- de César Vallejo --

La punta del hombre,
el ludibrio pequeño de encojerse
tras de fumar su universal ceniza;
punta al darse en secretos caracoles,
punta donde se agarra uno con guantes,
punta el lunes sujeto por seis frenos,
punta saliendo de escuchar a su alma.
De otra manera,
fueran lluvia menuda los soldados
y ni cuadrada pólvora, al volver de los bravos desatinos,
y ni letales plátanos; tan sólo
un poco de patilla en la silueta.
De otra manera, caminantes suegros,
cuñados en misión sonora,
yernos por la vía ingratísima del jebe,
toda la gracia caballar andando
puede fulgir esplendorosamente!
¡oh pensar geométrico al trasluz!
i oh no morir bajamente
de majestad tan rauda y tan fragante!
¡oh no cantar; apenas
escribir y escribir con un palito
o con el filo de la oreja inquieta!
acorde de lápiz, tímpano sordísimo,
dondoneo en mitades robustas
y comer de memoria buena carne,
jamón, si falta carne,
y un pedazo de queso con gusanos hembras,
gusanos machos y gusanos muertos.



Dolores Veintimilla

La noche y mi dolor

-- de Dolores Veintimilla --

El negro manto que la noche umbría
Tiende en el mundo a descansar convida,
Su cuerpo extiende ya en la tierra fría
Cansado el pobre y su dolor olvida.

También el rico en su mullida cama
Duerme soñando avaro sus riquezas,
Duerme el guerrero y en su ensueño exclama:
Soy invencible y grandes mis proesas.

Duerme el pastor feliz en su cabaña
Y el marino tranquilo en su bajel;
A éste no altera la ambición ni saña
El mar no inquieta el reposar de aquel.

Duerme la fiera en lóbrega espesura,
Duerme el ave en las ramas guarecida,
Duerme el reptil en su morada impura,
Como el insecto en su mansión florida.

Duerme el viento.... La brisa silenciosa
Gime apenas las flores cariciando;
Todo entre sombras a la par reposa,
Aquí durmiendo más allá soñando.

Tú, dulce amiga, que talvez un día
Al contemplar la luna misteriosa,
Exaltabas tu ardiente fantasía
Derramando una lágrima amorosa.

Duerme también tranquila y descansada
Cual marino calmada la tormenta,
Así olvidando la inquietud pasada
Mientras tu amiga su dolor lamenta.



Enrique González Martínez

tuércele el cuello al cisne...

-- de Enrique González Martínez --

Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje
que da su nota blanca al azul de la fuente;
él pasea su gracia no más, pero no siente
el alma de las cosas ni la voz del paisaje.

Huye de toda forma y de todo lenguaje
que no vayan acordes con el ritmo latente
de la vida profunda. . .Y adora intensamente
la vida, y que la vida comprenda tu homenaje.

Mira al sapiente búho cómo tiende las alas
desde el olimpo, deja el regazo de palas
y posa en aquel árbol el vuelo taciturno. . .

El no tiene la gracia del cisne, mas su inquieta
pupila, que se clava en al sombra, interpreta
el misterioso libro del silencio nocturno.



Julián del Casal

a la castidad

-- de Julián del Casal --

Yo no amo la mujer, porque en su seno
dura el amor lo que en la rama el fruto,
y mi alma vistió de eterno luto
y en mi cuerpo infiltró mortal veneno.
Ni con voz de ángel o lenguaje obsceno
logra en mí enardecer al torpe bruto,
que si le rinde varonil tributo
agoniza al instante de odio lleno.
¡Oh, blanca castidad! sé el ígneo faro
que guíe el paso de mi planta inquieta
a través del erial de las pasiones,
y otórgame, en mi horrendo desamparo,
con los dulces ensueños del poeta
la calma de los puros corazones.



Pablo Neruda

ausencia

-- de Pablo Neruda --

Ausencia
apenas te he dejado,
vas en mí, cristalina
o temblorosa,
o inquieta, herida por mí mismo
o colmada de amor, como cuando tus ojos
se cierran sobre el don de la vida
que sin cesar te entrego.
Amor mío,
nos hemos encontrado
sedientos y nos hemos
bebido todo el agua y la sangre,
nos encontramos
con hambre
y nos mordimos
como el fuego muerde,
dejándonos heridas.
Pero espérame,
guárdame tu dulzura.
Yo te daré también
una rosa.



Pedro Antonio de Alarcón

A Pompeya

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Cuando amanezca el iracundo día
que en la mente de Dios leyó el Profeta,
y, al agrio son de la final trompeta,
abandone de Adán la raza impía,

ora el sosiego de l ahuesa fría,
ora los lares de la vida inquieta,
y pase el JUICIO extremo, y el del Planeta
quede la extensa faz muda y vacía,

no será tan horrendo y pavoroso
encontrar por doquier huellas del hombre
y ni un hombre en campiñas ni ciudades,

como verte, sin vida ni reposo,
desierta y mancillada por tu nombre,
expiar ¡oh Pompeya! tus maldades.



José María Eguren

nocturno

-- de José María Eguren --

De occidente la luz matizada
se borra, se borra;
en el fondo del valle se inclina
la pálido sombra.

Los insectos que pasan la bruma
se mecen y flotan,
y en su largo mareo golpean
las húmedas hojas.

Por el tronco ya sube, ya sube
la nítida tropa
de las larvas que, en ramas desnudas,
se acuestan medrosas.

En las ramas de fusca alameda
que ciñen las rocas,
bengalíes se mecen dormidos,
soñando sus trovas.

Ya descansan los rubios silvanos
que en punas y costas,
con sus besos las blancas mejillas
abrazan y doran.

En el lecho mullido la inquieta
fanciulla reposa,
y muy grave su dulce, risueño
semblante se torna.

Que así viene la noche trayendo
sus causas ignotas;
así envuelve con mística niebla
las ánimas todas.

Y las cosas, los hombres domina
la parda señora,
de brumosos cabellos flotantes
y negra corona.



Juan Bautista Aguirre

Soneto moral (Aguirre)

-- de Juan Bautista Aguirre --

No tienes ya del tiempo malogrado
en el prolijo afán de tus pasiones,
sino una sombra, envuelta en confusiones,
que imprime en tu memoria tu pecado.

Pasó el deleite, el tiempo arrebatado
aun su imagen borró; las desazones
de tu inquieta conciencia son pensiones
que has de pagar perpetuas al cuidado.

Mas si al tiempo dejó para tu daño
su huella errante, y sombras al olvido
del que fue gusto y hoy te sobresalta,

para el futuro estudia el desengaño
en la imagen del tiempo que has vivido,
que ella dirá lo poco que te falta.



Gabriel Celaya

la vida nada más

-- de Gabriel Celaya --

Biografía
la vida que murmura. La vida abierta.
La vida sonriente y siempre inquieta.
La vida que huye volviendo la cabeza,
tentadora o quizá, sólo niña traviesa.
La vida sin más. La vida ciega
que quiere ser vivida sin mayores consecuencias,
sin hacer aspavientos, sin históricas histerias,
sin dolores trascendentes ni alegrías triunfales,
ligera, sólo ligera, sencillamente bella
o lo que así solemos llamar en la tierra.



Gaspar María de Nava Álvarez

Pintura del cruel estado de un celoso

-- de Gaspar María de Nava Álvarez --

Así como el bridón noble y fogoso
al eco del clarín, que el aire hiende,
la crin encrespa, las orejas tiende
y a veces la menea presuroso,

enhiesta la cerviz, el polvoroso
suelo a patadas deshacer pretende,
tasca el duro bocado, que le ofende,
se inquieta y combatir desea ansioso,

se encuentra aquel amante desdichado,
que en su pecho los celos aposenta
y vive con sospechas alarmado.

Porque todo lo agita, le impacienta,
hasta que llega a ver desengañado
con pureza su honor, falsa su afrenta.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Primero es un albor trémulo y vago,
raya de inquieta luz que corta el mar;
luego chispea y crece y se difunde
en ardiente explosión de claridad.
La brilladora lumbre es la alegría;
la temerosa sombra es el pesar;
¡ay!, en la oscura noche de mi alma,
¿cuándo amanecerá?



Teófilo V. Méndez Ramos

Crepuscular

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Cae la tarde quieta como un concierto
de voces misteriosas. La pradera
sobrecoge nuestra alma, cual si fuera
un corazón piadoso que ha muerto.

En tanto pensativo va el poeta
por la humilde y sedienta carretera...
Hace alto... Se estremece; se dijera
que alguna idea lúgubre le inquieta.

Otea delirante la negrura
que se alza hasta sus pies en el abismo,
el río monologa su locura.
Un segundo... Levanta la cabeza
al infinito azul... ¡Ya no es el mismo!...
Y vuelve a la ciudad con su tristeza



Teófilo V. Méndez Ramos

Seguiré mi camino

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Seguiré mi camino soportando la carga
de un amor imposible. Siempre fiel al Destino,
seguiré mi camino
sin sospechar siquiera que la jornada es larga.

Mi juventud marchita dirá de la tristeza
de los años vividos... Y, compasiva e inquieta,
miraras al poeta
taciturno, que llora la sed de tu belleza;
Sin poder consolarle de secretas angustias,
rezarás tus plegarias al Señor, sabio y bueno;
sin embargo, el veneno
del amor, mis mejillas mantendrá siempre mustias.

Seguiré mi camino soportando la carga
de un amor imposible. Siempre fiel al Destino
seguiré mi camino
sin sospechar siquiera que la jornada es larga.



Antonio Ros de Olano

La pajarera

-- de Antonio Ros de Olano --

EL POETA. No vuelvas a la líquida morada
virgen del lago que a los aires subes...
Sigue sobre la niebla reclinada:
nunca te arropen las flotantes nubes...

LA VISIÓN.Mi viaje es a la nada.

EL POETA.Como el halcón tras de la garza huida,
por los espacios seguiré tu vuelo;
alas de amor impulsan mi subida;
si al cielo vas, te prenderé en el cielo...

LA VISIÓN. Es la mayor caída.

EL POETA.Sepa quién eres, virgen de halagüeños
ojos, que antes me veló el rocío;
leve cendal revela tus pequeños
redondos pechos, al intento mío...

LA VISIÓN.El hada de los sueños.

EL POETA.¡Ah! yo te miro en la extensión lejana,
muy más hermosa cuanto más desnuda...-
¿Huyendo vas la sensación humana?-
¿Teme tal vez tu corazón la duda?...

LA VISIÓN.El tedio de mañana.
Yo soy la garza que el halcón sujeta,
viendo los horizontes más lejanos:
cuando me alcance tu ambición inquieta,
¡acuérdate! se quebrará en tus manos
la lira del poeta.



Manuel Reina

Byron en Venecia

-- de Manuel Reina --

Sobre la frágil onda iluminada
por el radiante sol, surca ligera
del bardo inglés la góndola dorada
desplegando a los aires su bandera.

De pie en la popa; la apolina frente,
bañada en rayos, la mirada inquieta
tendida por el mar resplandeciente,
boga triunfante el inmortal poeta.

Desde los cincelados miradores
las venecianas vírgenes hermosas
fijan en él sus ojos seductores,
y le mandan sonrisas amorosas.

Y sueñan por la noche, enamoradas,
con la canción del bandolín sonoro,
el recio combatir de dos espadas
y el choque alegre de las copas de oro.



Medardo Ángel Silva

Amanecer cordial

-- de Medardo Ángel Silva --

Ah, no abras la ventana todavía,
¡es tan vulgar el sol...! La luz incierta
conviene tanto a mi melancolía...
Me fastidia el rumor con que despierta
la gran ciudad... ¡Es tan vulgar el día...!

Y ¿para qué la luz...? En la discreta
penumbra de la alcoba hay otro día
dormido en tus pupilas de violeta...
Un beso más para mi boca inquieta...
¡Y no abras la ventana todavía...!



Medardo Ángel Silva

Fantasía nocturna

-- de Medardo Ángel Silva --

En la penumbra florida,
la luna llena de enero
da el valor de nuestra vida:
cero.

Por el estrellado allá,
gris, piruetea la Luna;
y el reloj suspira
la una.

Algo de nosotros mismos
sube a buscar en el cielo
el ilusorio consuelo
de los azules abismos.

Bajo el dombo de zafir,
que hacia Dios simula un puente,
más que nunca el alma siente
la vanidad de vivir.

¡Ah, si quedaran siquiera
de nuestra vida los rastros,
como un polvillo de astros
del cielo de primavera!

¡Ah, si el ensueño inefable,
si el delirar amoroso
no tuvieran el dudoso
Trans-vida siempre inmutable!

¡Si no fuera por extraña
razón, final de la duda,
la respuesta de la muda
Señora de la Guadaña!

Pues Ella todo ha medido,
y cura el ánima inquieta
con su oportuna receta
de larga dosis de olvido.



Medardo Ángel Silva

Philosophia

-- de Medardo Ángel Silva --

Al borde de la vida sentémonos, ¡oh Mía!
y miremos correr las horas pasajeras;
¡dulce es el sol fugaz!, bendigamos el día
y confiemos en El que hizo las primaveras.

Comamos nuestro pan, bebamos nuestro vino
y reciba el Señor nuestra diaria alabanza:
podrá ser duro el golpe del adverso Destino
pero quedan las alas: ¡nos queda la Esperanza!

Dejemos el camino a los que tienen prisa;
a nosotros nos basta un beso, una sonrisa...
El tesoro mental pródigamente damos

y no guardamos nada porque nada tenemos...
Y menos nos inquieta el saber donde vamos
pues el Amor nos dice que juntos marcharemos...



Miguel Unamuno

Dama de ensueño

-- de Miguel Unamuno --

Dama de ensueño es más terrible dama
que la de carne; el pobre anacoreta
rendido, al alba, encuéntrase en la cama
solo, sin el amor y el alma inquieta.

Cuando enemiga soledad le aprieta
triste consúmese en la fría llama
de infecundo deseo, amor no enceta
y está gastado por que sueña que ama



Miguel Unamuno

Piedad castiza

-- de Miguel Unamuno --

¡Que no hay más Dios que Dios, y su profeta
Iñigo es, el vasco morabito,
el que el Corán de Cristo en monolito
erigiera. Que al alma más inquieta

si se somete á su piadosa dieta,
se le arranca de manos del Precito;
hay que buscar la libertá en el rito,
los Ejercicios dicen la receta.



Nicolás Guillén

el abuelo

-- de Nicolás Guillén --

Esta mujer angélica de ojos septentrionales,
que vive atenta al ritmo de su sangre europea,
ignora que lo hondo de ese ritmo golpea
un negro al parche duro de roncos atabales.
Bajo la línea escueta de su nariz aguda,
la boca, en fino trazo, traza una raya breve,
y no hay cuervo que manche la solitaria nieve
de su carne, que fulge temblorosa y desnuda.
¡Ah, mi señora! mírate las venas misteriosas;
boga en el agua viva que allá dentro te fluye,
y ve pasando lirios, nelumbios, lotos, rosas;
que ya verás, inquieta, junto a la fresca orilla
la dulce sombra oscura del abuelo que huye,
el que rizó por siempre tu cabeza amarilla.



Juan Meléndez Valdés

El pensamiento

-- de Juan Meléndez Valdés --

Cual suele abeja inquieta, revolando
por florido pensil entre mil rosas,
hasta venir a hallar las más hermosas,
andar con dulce trompa susurrando;

mas luego que las ve, con vuelo blando
baja, y bate las alas vagorosas,
y en medio de sus hojas olorosas
el delicado aroma está gozando;

así, mi bien, el pensamiento mío
con dichosa zozobra, por hallarte,
vagaba, de amor libre, por el suelo;

pero te vi, rendime, y mi albedrío,
abrasado en tu luz, goza, al mirarte,
gracias que envidia de tu rostro el cielo.



Evaristo Carriego

Después del olvido

-- de Evaristo Carriego --

Porque hoy has venido, lo mismo que ntes,
con tus adorables gracias exquisitas,
álguien ha llenado de rosas mi cuarto
como en los instantes de pasadas citas.

¿Te acuerdas?... Regreso de noches lejanas,
aun guardo, entre otras, aquella novela
con la que soñabas imitar, a ratos,
no sé si a Lucía, no sé si a Grazziela.

Y aquel abanico, que sentir parece
la inquieta, la tibia presión de tu mano;
aquel abanico ¿te acuerdas? Trasunto
de aquel apacible, distante verano...

Y aquellas memorias que escribiste un día!
— un libro risueño de celos y quejas. —
¡Rincón asoleado! Rincón pensativo
de cosas tan vagas, de cosas tan viejas!...



Evaristo Carriego

El guapo

-- de Evaristo Carriego --

El barrio le admira. Cultor del coraje,
conquistó, a la larga renombre de osado;
se impuso en cien riñas entre el compadraje
y de las prisiones salió consagrado.

Conoce sus triunfos y ni aun le inquieta
la gloria de otros, de muchos temida,
pues todo el Palermo de acción le respeta
y acata su fama, jamás desmentida.

Le cruzan el rostro, de estigmas violentos,
hondas cicatrices, y quizás le halaga
llevar imborrables adornos sangrientos:
caprichos de hëmbra que tuvo la daga.

La esquina o el patio, de alegres reuniones,
le oye contar hechos, que nadie le niega:
¡con una guitarra de altivas canciones
él es Juan Moreira, y él es Santos Vega!



Evaristo Carriego

En silencio

-- de Evaristo Carriego --

Que este verso, que has pedido,
vaya hacia ti, como enviado
de algún recuerdo volcado
en una tierra de olvido...
Para insinuarte al oído
su agonía más secreta,
cuando en tus noches, inquieta
por las memorias, tal vez,
leas, siquiera una vez,
las estrofas del poeta.

¿Yo..? Vivo con la pasión
de aquel ensueño remoto,
que he guardado como un voto,
ya viejo, del corazón.
¡Y sé, en mi amarga obsesión,
que mi cabeza cansada,



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 13

-- de Francisco de Quevedo --

¿no ves, piramidal y sin sosiego,
en esta vela arder inquieta llama,
y cuán pequeño soplo la derrama
en cadáver de luz, en humo ciego?
¿no ves, sonoro y animoso, el fuego
arder voraz en una y otra rama,
a quien, ya poderoso, el soplo inflama
que a la centella dio la muerte luego?
así pequeño amor recién nacido
muere, alexi, con poca resistencia,
y le apaga una ausencia y un olvido;
mas si crece en las venas su dolencia,
vence con los que pudo ser vencido
y vuelve en alimento la violencia.



Francisco Villaespesa

fantasía morisca

-- de Francisco Villaespesa --

A alfredo murga
el reloj encantado
retumba la una.
Bajo el plateado
temblor de la luna,
la fuente sonora
del patio, entre tanto,
nos cuenta el encanto
de la reina mora.
Un dragón vigila
su lóbrego encierro.
La feroz pupila
se revuelve inquieta.
A quien mira, mata.
La mano de hierro
crispada aún, sujeta
la llave de plata.
Lenta el agua llora;
y la reina mora,
sola con su llanto,
espera el acero
del joven guerrero
que rompa el encanto.
Pálida y sumisa,
bajo una palmera,
con su peine de oro
y marfil, alisa
el negro tesoro
de su cabellera!
el reloj encantado
retumba la una.
Bajo el plateado
temblor de la luna,
la fuente sonora
del patio, entre tanto,
nos cuenta el encanto
de la reina mora!



José Asunción Silva

Taller moderno

-- de José Asunción Silva --

Por el aire del cuarto, saturado
de un olor de vejeces peregrino,
del crepúsculo el rayo vespertino,
va a desteñir los muebles de brocado.

El piano está del caballete al lado
y de un busto del Dante el perfil fino,
del arabesco azul de un jarrón chino,
medio oculta el dibujo complicado.

Junto al rojizo orín de una armadura,
hay un viejo retablo, donde inquieta,
brilla la luz del marco en la moldura,

y parecen clamar por un poeta
que improvise del cuarto la pintura
las manchas de color de la paleta.



José Asunción Silva

Enfermedades de la niñez

-- de José Asunción Silva --

A una boca vendida,
a una infame boca,
cuando sintió el impulso que en la vida
a locuras supremas nos provoca,
dio el primer beso, hambriento de ternura
en los labios sin fuerza, sin frescura.
No fue como Romeo
al besar a Julieta;
el cuerpo que estrechó cuando el deseo
ardiente aguijoneó su carne inquieta,
fue el cuerpo vil de vieja cortesana,
Juana incansable de la tropa humana.

Y el éxtasis divino
que soñó con delicia
lo dejó melancólico y mohíno
al terminar la lúbrica caricia.
Del amor no sintió la intensa magia
y consiguió... Una buena blenorragia.



Carolina Coronado

en otro I

-- de Carolina Coronado --

Cuando cantaba yo de ésas que crecen
flores de abril, la vida perfumada,
entre tantos que flores os ofrecen
pude daros a vos la más preciada;
pero, señora, ya no canto nada,
sino las propias penas que entristecen;
y en vez de canto, regalaros tedio
ni a vos diera placer, ni a mí remedio.
No es la poetisa ese jardín florido
donde siempre un jazmín, una violeta
nace para que adorne su prendido
la hermosa como vos es el poeta
no siempre la mujer doliente inquieta
puede cantar como lo habéis querido;
y en vez de canto regalaros tedio
ni a vos diera placer, ni a mí remedio.
Sabed que al consagraros estas hojas
del íntimo del alma hoy arrancadas,
siento de pena las mejillas rojas
porque lleguen a vos tan destrozadas.
Pero no tengo más están heladas,
y os pido por favor en mis congojas
que me dejéis callar, pues no es remedio
daros, señora, con mis cantos tedio.



Carolina Coronado

en un álbum de una dama con genio y sin pretensión

-- de Carolina Coronado --

De ti, señora, me contó la fama
que con ingenio vivo y alma inquieta
renuncias a la gloria del poeta
por no arriesgar el de modesta dama:
pero dicen también que el dios del arte
al verte abandonar su templo santo
sintió la ausencia de tu ingenio tanto
que a los poetas ordenó cantarte.
Uno por uno con afán, señora,
de apolo te transmiten los favores,
y yo también aunque infeliz cantora
vengo a ofrecer a tu corona flores.
Admite entre el laurel y la violeta
este ramo no más de siemprevivas;
aunque por ser modesta nada escribas,
siempre tendrás renombre de poeta.



Carolina Coronado

a la mariposa

-- de Carolina Coronado --

Bien hayan, mariposa,
las bellas alas como el aire leves,
que inquieta y vagarosa
entre las flores mueves,
ostentando tu púrpura preciosa.
De blanda primavera
bien haya la callada y fiel vecina,
la dulce compañera
del alba cristalina,
perdida entre la flor de la pradera.
Ligera y afanosa
el prado mide tu inseguro vuelo,
ya huyendo temblorosa,
ya con ansioso anhelo
en las flores vagando codiciosa.
Bien haya el purpurino,
el vaporoso polvo de tus alas,
que al aire de contino
puro y luciente exhalas
al abrirte en sus ámbitos camino.
¡Ay! goza, mariposa,
la pasajera vida de dulzura,
que vuela presurosa:
goza allá tu ventura,
revolando en la siesta silenciosa.
Apura de las flores
el empapado cáliz que te ofrecen,
y apura tus amores;
que ya en la noche acrecen
del otoño los vientos destructores.
Y eres frágil y bella,
y tu belleza el cierzo descolora.
Si sañudo atropella
tu gala seductora,
ni aun de tu forma quedará la huella.



Clemente Zenea

Adiós (JCZ)

-- de Clemente Zenea --

¿Qué te puedo ofrecer? –De un alma inquieta
un suspiro de amor desesperado,
mis pálidos laureles de poeta
y mis sueños de mártir emigrado!

Vengo a brindarte una esperanza tierna
para pagarle a mi pasión tributo,
y a pronunciar mi despedida eterna
vistiendo el arpa con crespón de luto.

Amargo adiós entre mis labios vaga,
como rueda en el aire el eco incierto
del gemido de un hombre que naufraga
cuando corta el bajel ondas del puerto.

¡Ya no más te veré! –Ronco murmullo
levanta mi conciencia, y yo indignado
imponiendo cadenas a mi orgullo
perdón te pido por haberte amado!

¡Perdón! ¡Perdón! –No pienses, inhumana,
que mi tormento y mi dolor mitiga
la promesa de hallar en ti una «hermana,»
o el pensamiento de llamarte «amiga.»

Olvida el loco afán y el entusiasmo
con que tu imagen adoré de hinojos,
y no pagues con risas de sarcasmo
las gotas más acerbas de mis ojos.

Olvida si es posible, las pasadas
noches, en que al cruzar junto a tus rejas
blanquearon mis cabellos las nevadas,
y el viento se llevó mis tristes quejas!



Ramón María del Valle Inclán

rosa de alejandría

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Docta en los secretos de la abracadabra,
dispersó en el aire, tus letras, mi mano,
y al caer, formóse aquella palabra,
cifra de tu enigma y luz de tu arcano.

¿Por qué ley se juntan en nueva escritura
los signos dispersos? ¿qué azar hizo el juego?
¿qué ciencia de magos alzó la figura
y leyó el enigma? sierpe, rosa, fuego.

¡Sierpe! ¡rosa! ¡fuego! tal es tu armonía:
gracia de tres formas es tu gracia inquieta,
tu esencia de monstruo en la alegoría

se descubre. Antonio el anacoreta
huyó de tu sombra por alejandría.
¡Antonio era santo! ¿si fuese poeta?...



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