Buscar Poemas con Incienso


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Se han encontrado 34 poemas con la palabra incienso

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Bien que sagrado incienso, bien que puede

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

«Bien que sagrado incienso, bien que puede
vencer ardiente víctima tu saña
esta corriente que tus basas baña,
lloroso soy, que en calidad le excede.

Este tierno pesar tu reino herede,
por culpa, ¡oh tiempo!, contra ti tamaña:
baste, pues, ya mi mal me desengaña
a que de él limpio y de su culpa quede».

Esto, tierno, lloré, y mi tierno acento
apenas alcanzó el divino oído,
cuando en brazos oí del manso viento:

«El poder restaurarte, ¡oh ya vencido,
Fabio, del tiempo, y de mi tiempo exento!,
será no perder más que lo perdido».

Poema Bien que sagrado incienso, bien que puede de Luis Carrillo y Sotomayor con fondo de libro

Leandro Fernández de Moratín

Julio Bruto

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Suena confuso y mísero lamento
por la ciudad; corre la plebe al foro,
y entre las faces que le dan decoro
ve al gran Senado en el sublime asiento.

Los cónsules allí. Ya el instrumento
de Marte llama la atención sonoro;
arde el incienso en los alteres de oro,
y leve el humo se difunde al viento.

Valerio alza la diestra; en ese instante
al uno y otro joven infelice
hiere el lictor, y sus cabezas toma.

Mudo terror al vulgo circunstante
ocupa. Bruto se levanta, y dice:
«Gracias, Jove inmortal; ya es libre Roma.»

Poema Julio Bruto de Leandro Fernández de Moratín con fondo de libro

A la verdad

-- de León de Arroyal --

Sacrosanta verdad, virtud divina,
del mundo aborrecida y desterrada,
este pequeño don, que te destina
mi lealtad, recibe; y si te agrada,
puesto que ingrato el siglo te abomina,
y pretende dexarte desarmada,
para que en algun modo te defienda,
de mi laud te hago humilde ofrenda.

Y no desprecies, no, mi ofrecimiento,
pues ya vendrá algun dia en que á tu mano
restituya su clava, que esto intento,
dándome vida el cielo soberano.

Y en tanto con debido acatamiento
en tu ara, á que no toca el vicio insano,
quemaré incienso, que hasta el cielo llegue
y al feroz opresor del mundo ciegue.

Poema A la verdad de León de Arroyal con fondo de libro

Manuel del Palacio

Los santitos y los santones

-- de Manuel del Palacio --

— Díme, Colás, ¿qué gentes son aquellas?
— ¡Ay, Gil! de la plazuela son vecinos.
— ¿Cuál es su ocupación? —Mondar pepinos
Y ver de cuando en cuando las estrellas.

— ¿No han tenido ilusiones? —Y muy bellas.
— ¿Y hoy? — Comulgan con ruedas de molinos.
— ¡Desgraciados! —No tal; mira qué finos
Del que sube al poder siguen las huellas.

— Santitos me parecen. —Son santones.
— Deben estar tronados. —Ni por pienso.
— ¿Quién les trajo á tal punto? —Sus engaños.

Del campo liberal son cigarrones;
Su atmósfera mejor es el incienso,
Y su enemigo capital los años!



Jaime Torres Bodet

paisaje

-- de Jaime Torres Bodet --

Paisaje lento de mi poesía...
¿Otoño? no. Más bien, tras de la lluvia,
entre el líquido verde de las hojas,
amanecer sombrío de la luna.
Ambigua luz de incienso en las volutas
doradas de una música nocturna;
enrejado sutil de sicomoros
sobre la plata azul de una laguna:
paisaje sin momentos
y sin aristas bruscas,
diluído en matices,
hecho todo de ritmos sin premura,
más lento cada vez y realizado
en una flor perfecta y taciturna,
como se queda el alma sostenida
en esa onda última
alta, vibrante, sólida
de la marea blanda de la música...



Dulce María Loynaz

la sonrisa

-- de Dulce María Loynaz --

Viendo allí todavía la sonrisa
de aquel cristo tan pálido yo estaba:

y era apenas sonrisa la imprecisa
medialuna que el labio dibujaba,
la albura melancólica y sumisa
de los dientes, que un poco se dejaba
ver la boca entreabierta...

La camisa
de brocado violeta le tiraba
de los frágiles hombros.

(Plata lisa
y oro rizado en el altar...)

Flotaba
en el silencio el eco de una risa,
de un murmullo que el aire no acababa
de llevar, mientras lánguida y remisa
la gente entre los bancos desfilaba.
Hacía ya algún tiempo que la misa
había terminado y aun volaba
leve el incienso; el soplo de la brisa
deshojaba las rosas y apagaba
los cirios...

La gran puerta de cornisa
barroca lentamente se cerraba
como un plegar de alas...

Indecisa,
sobre la faz del cristo agonizaba
la luz... Despacio, luego más aprisa,
se puso todo obscuro... No quedaba
más que el cristo sonriendo en la repisa.

Y cuando el cristo se borró... Yo estaba
viendo allí todavía la sonrisa.



Enrique González Martínez

y pienso que la vida...

-- de Enrique González Martínez --

Y pienso que la vida se me va con huida
inevitable y rápida, y me conturbo, y pienso
en mis horas lejanas, y me asalta un inmenso
afán de ser el de antes y desandar la vida.

¡Oh los pasos sin rumbo por la senda perdida,
los anhelos inútiles, el batallar intenso!
¿cómo flotáis ahora, blancas nubes de incienso
quemado en los altares de una deidad mentida?

páginas tersas, páginas de los libros, lecturas
de espejismos enfermos, de cuestiones oscuras. . .
¡Ay, lo que yo he leído! ¡ay, lo que yo he soñado! . . .

Tristes noches de estéril meditación, quimera
que ofuscaste mi espíritu sin dejarme siquiera
mirar que iba la vida sonriendo a mi lado . . .

(¡Ay, lo que yo he leído! ¡ay, lo que yo he soñado!)



Julián del Casal

el arte

-- de Julián del Casal --

Cuando la vida, como fardo inmenso,
pesa sobre el espíritu cansado
y ante el último dios flota quemado
el postrer grano de fragante incienso;
cuando probamos, con afán intenso,
de todo amargo fruto envenenado
y el hastío, con rostro enmascarado,
nos sale al paso en el camino extenso;
el alma grande, solitaria y pura
que la mezquina realidad desdeña,
halla en el arte dichas ignoradas,
como el alción, en fría noche oscura,
asilo busca en la musgosa peña
que inunda el mar azul de olas plateadas.



Rafael Obligado

visión

-- de Rafael Obligado --

Se sueña, se presiente, se adivina,
estremécese el labio y no la nombra;
el alba la ve huir de la colina
velada entre los pliegues de la sombra.

Espira el melancólico perfume
de la rosa en un féretro olvidada;
se deshace en incienso, se consume
a la rápida luz de una mirada.

Hermana de la tarde, pensativa
en el fondo del valle resplandece;
un instante deslumbra, y fugitiva
en el pálido azul se desvanece.

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Rafael Obligado

Visión (Obligado)

-- de Rafael Obligado --

Se sueña, se presiente, se adivina,
Estremécese el labio y no la nombra;
El alba la ve huir de la colina
Velada entre los pliegues de la sombra,

Espira el meláncolico perfume
De la rosa de unfénetro olvidada;
Se deshace en incienso, se consume
A la rápida luz de una mirada.

Hermana de la tarde, pensativa
En el fondo del valle resplandece;
Un instante deslumbra, y fugitiva
En el pálido azul se desvanece.



Pedro Bonifacio Palacios

intima

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Ayer te vi... No estabas bajo el techo
de tu tranquilo hogar,
ni doblando la frente arrodillada
delante del altar,
ni reclinando la gentil cabeza
sobre el augusto pecho maternal.
Te vi... Si ayer no te siguió mi sombra
en el aire, en el sol,
es que la maldición de los amantes
no la recibe dios,
o acaso, el que roba tus caricias,
tiene en el cielo mas poder que yo!

otros te digan palma del desierto,
otros te llamen flor de la montaña,
otros quemen incienso a tu hermosura:
yo te diré mi amada!
ellos buscan un pago a sus vigilias,
ellos compran tu amor con sus palabras,
ellos son elocuentes porque esperan;
¡y yo no espero nada!

¡yo sé que la mujer es vanidosa,
yo sé que la lisonja la desarma,
y yo se que un esclavo de rodillas
más que todos alcanza!...

Otros te digan palma del desierto,
otros compren tu amor con sus palabras;
yo seré más audaz, pero más noble:
¡yo te diré mi amada!



Pedro Bonifacio Palacios

Íntima

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Ayer te vi... No estabas bajo el techo
de tu tranquilo hogar
ni doblando la frente arrodillada
delante del altar,
ni reclinando la gentil cabeza
sobre el augusto pecho maternal.
Te vi...Si ayer no te siguió mi sombra
en el aire, en el sol,
es que la maldición de los amantes
no la recibe Dios,
o acaso el que me roba tus caricias
tiene en el cielo más poder que yo!

Otros te digan palma del desierto,
otros te llamen flor de la montaña,
otros quemen incienso a tu hermosura,
yo te diré mi amada.

Ellos buscan un pago a sus vigilias,
ellos compran tu amor con sus palabras;
ellos son elocuentes porque esperan,
¡y yo no espero nada!
Yo sé que la mujer es vanidosa,
yo sé que la lisonja la desarma,
y sé que un hombre esclavo de rodillas
más que todos alcanza...

Otros te digan palma del desierto,
otros compren tu amor con sus palabras,
yo seré más audaz pero más noble:
¡yo te diré mi amada!



José Ángel Buesa

poema crepuscular

-- de José Ángel Buesa --

En el recogimiento de la tarde que muere,
entre las imprecisas brumas crepusculares,
cada jirón de sombras cobra vida, y sugiere
vaporosas siluetas familiares.
En la brisa que pasa, parece que suspira
la virgen de ojos claros que aún sueña en mi regreso;
el rumor de las frondas abre el ala de un beso,
y desde aquella estrella, alguien me mira
allá, entre la alameda, se perfila la sombra
grácil de la mujer que amé más en la vida,
y en la voz de la fuente vibra una voz querida,
que en su canción de oro y cristal me nombra
todo canta, a esa hora, la canción olvidada,
todo sueña el ensueño que quedó trunco undía,
y verdece de nuevo la ilusión agostada,
ebria de fe, de ardor y de armonía
y entre la sutil bruma de prestigios de incienso
que exalta mis recuerdos y mi melancolía,
en la paz de este parque abandonado, pienso
en la mujer que nunca será mía



Gabino Alejandro Carriedo

muerte mortal

-- de Gabino Alejandro Carriedo --

Yo indago, levemente desplazo
exequia y funeral, el llanto
se oye en el eco diario
del urbanismo ciudadano.
Llamo a la guardia, embalo
aquellos recuerdos de que hablo,
multiplico la voz y añado
la división de lo soñado.
Sí, levemente yo indago
funerales y exequias y el plazo
inexorable está marcado
en lo negro y oro del catafalco.
En la monotonía de los salmos
en el patético cristal ovalado,
da el incienso.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxi

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

No dormía; vagaba en ese limbo
en que cambian de forma los objetos,
misteriosos espacios que separan
la vigilia del sueño.
Las ideas que en ronda silenciosa
daban vueltas en torno a mi cerebro,
poco a poco en su danza se movían
con un compás más lento.
De la luz que entra al alma por los ojos
los párpados velaban el reflejo;
pero otra luz el mundo de visiones
alumbraba por dentro.
En este punto resonó en mi oído
un rumor semejante al que en el templo
vaga confuso al terminar los fieles
con un amén sus rezos.
Y oí como una voz delgada y triste
que por mi nombre me llamo a lo lejos,
y sentí olor de cirios apagados,
de humedad y de incienso.
.......................................
Entró la noche, y del olvido en brazos
caí, cual piedra, en su profundo seno.
No obstante al despertar exclamé:
¡alguno que yo quería ha muerto!



Antonio Machado

La tarde todavía

-- de Antonio Machado --

La tarde todavía
dará incienso de oro a tu plegaria,
y quizás el cenit de un nuevo día
amenguará tu sombra solitaria.
Mas no es tu fiesta el Ultramar lejano,
sino la ermita junto al manso río;
no tu sandalia el soñoliento llano
pisará, en la arena del hastío.
Muy cerca está, romero,
la tierra verde y santa y florecida
de tus sueños; muy cerca, peregrino
que desdeñas la sombra del sendero
y el agua del mesón en tu camino.



Antonio Machado

Preludio

-- de Antonio Machado --

Mientras la sombra pasa de un santo amor, hoy quiero
poner un dulce salmo sobre mi viejo atril.
Acordaré las notas del órgano severo
al suspirar fragante del pífano de abril.
Madurarán su aroma las pomas otoñales;
la mirra y el incienso salmodiarán su olor;
exhalarán su fresco perfume los rosales,
bajo la paz en sombra del tibio huerto en flor.
Al grave acorde lento de música y aroma,
la sola y vieja y noble razón de mi rezar
levantará su vuelo süave de paloma,
y la palabra blanca se elevará al altar.



Julio Flórez

Mi tumba

-- de Julio Flórez --

Cuando yo espire á la empinada sierra
transportad mi cadáver y en la cumbre,
no lo arrojéis debajo de la tierra,
sino encima, del sol bajo la lumbre!

Donde me cante el impetuoso viento
sus largos de profundis y mi caja
mortuoria sea un risco, el firmamento
mi capilla y la nieve mi mortaja.

En donde para honrar el mustio rastro
de lo que fuí, cuando en la vida estuve,
tenga por cirio funeral, un astro!
y por incienso místico, una nube!

Donde para que rabien los humanos,
que arrastran sus envidias por el suelo,
me devoren, en vez de los gusanos,
los buitres y las águilas del cielo!



Julio Flórez

Tú no sabes amar

-- de Julio Flórez --

Poem

Tú no sabes amar; ¿acaso intentas darme calor con tu mirada triste? El amor nada vale sin tormentas, ¡sin tempestades... El amor no existe!

Y sin embargo, ¿dices que me amas? No, no es el amor lo que hacia mí te mueve: el Amor es un sol hecho de llamas, y en los soles jamás cuaja la nieve.

¡El amor es volcán, es rayo, es lumbre, y debe ser devorador, intenso, debe ser huracán, debe ser cumbre... Debe alzarse hasta Dios como el incienso!

¿Pero tú piensas que el amor es frío? ¿Que ha de asomar en ojos siempre yertos? ¡Con tu anémico amor... Anda, bien mío, anda al osario a enamorar los muertos!



Julio Herrera Reissig

Bostezo de luz

-- de Julio Herrera Reissig --

Cien fugas de agua viva rezan a la discreta
ventura de los campos sin lábaro y sin tronos.
El incienso sulfúrico que arde por los abonos,
se hermana a los salobres yodos de la caleta...

Con sus densos perfiles y sus abruptos conos,
a lo lejos, la abstracta serranía concreta
una como dormida tormenta violeta
que el crepúsculo prisma de enigmáticos tonos.

Silencio. Un gran silencio que anestesia y que embruja,
y una supersticiosa soledad de Cartuja.
Ripian en la plazuela, sobre el único banco,

el señor del Castillo con su galgo y su rifle...
Y allá en la carretera, que abre un bostezo blanco,
se duerme la tartana lerda del mercachifle.



Julio Herrera Reissig

El abrazo pitagórico

-- de Julio Herrera Reissig --

Bajo la madreselva que en la reja
filtró su encaje de verdor maduro,
me perturbaba en el claroscuro
de la ilusión, en la glorieta añeja...

Cristalizaba un pájaro su queja...
Y entre el húmedo incienso de sulfuro
la luna de ámbar destacó al bromuro
el caserío de rosada teja...

¡Oh, Sumo Genio de las cosas! Todo
tenía un canto, una sonrisa, un modo...
Un rapto azul de amor, o Dios, quién sabe,

nos sumó a modo de una doble ola,
y en forma de «uno», en una sombra sola,
los dos crecimos en la noche grave...



Julio Zaldumbide Gangotena

América y Bolívar - de primer centenario de Simón Bolívar

-- de Julio Zaldumbide Gangotena --

Himnos no canta América este día
a un crudo engendro de la horrenda guerra,
en quien no tiene qué admirar la tierra,
sino la ira de Dios, que se lo envía.

Sea en buena hora pasmo y ufanía
de un mundo siervo aquel que al orbe aterra
con su ambición, hasta que el Cielo atierra
en él de otro Luzbel la alta osadía.

Que la América libre es templo inmenso
que sólo al alma Libertad endiosa,
purgada el ara de servil incienso.

Hoy de la ardiente llama esplendorosa
perfume eleva, de loores denso,
al mayor hijo de la altiva Diosa.



Federico García Lorca

Gloria: oro, incienso y mirra

-- de Federico García Lorca --

Fresquísimas violas.
Bandadas de rubores levantados
por este don de lágrimas que enlaza
la muchedumbre de las viejecillas
con la niña y el niño de mi frente.

Fresquísimas violas. Sí. Del aire,
del aire por el aire sin tu cristal,
coros en aspa fija en un punto.



Fernando de Herrera

Si intentas imitar mi luz hermosa

-- de Fernando de Herrera --

Si intentas imitar mi luz hermosa,
templar, oh grande artífice, procura
en el candor de nieve llama pura
y confundir los lirios con las rosas;

y seré el color de ellos la amorosa
terneza que florece con dulzura
suavemente en su gentil figura,
si la arte es para tanto poderosa.

Mezcla cinamo negro y sirio nardo,
casia, incienso, en que cubre el rico nido
vivo el arabio fénix en su muerte;

que si no te atraviesa el duro dardo
de su vista, dichoso y atrevido,
dar podrás muestra alguna de esta suerte.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 28

-- de Francisco de Quevedo --

Embravecí llorando la corriente
de aqueste fértil cristalino río,
y cantando amansé su curso, y brío:
¡tanto puede el dolor en un ausente!
miréme en los cristales de esta fuente
antes que los prendiese el hielo frío,
y vi que no es tan fiero el rostro mío,
que no merezca ver tu luz ardiente.
Dejé sus aguas ricas de despojos,
cubrió, isbela, de incienso tus altares,
coronélos de espigas a manojos.
Sequé, y crecí con agua, y fuego a henares,
y tornando en el agua a ver mis ojos,
en un arroyo pude ver dos mares.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 61

-- de Francisco de Quevedo --

De tantas bien nacidas esperanzas
del doméstico amor y dulce vida,
burlas, ingrata silvia fermentida,
con desdenes, con celos, con tardanzas.
No arroje más tu brazo airadas lanzas
del pecho a la pirámide escondida;
que ya no dan lugar a nuestra herida
las que en ella te rinden alabanzas.
Confieso que de incienso en tus altares
con sacrílega mano al fuego ardiente
del no prudente dios preso con grillo.
Si me castigas dándome esos males,
no me mates, que un muerto no lo siente:
dame vida, y así podré sentillo.



Francisco Sosa Escalante

A la luz (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Oh luz radiante, que al bajar del cielo
Embelleces la tierra y la iluminas!
¿Qué serian sin tí las peregrinas
Beldades que despiertan dulce anhelo?

¿Qué las flores y el mar, y el verde suelo,
Y las gotas del agua diamantinas?
¿Qué la vida sin tí? ¿qué las divinas
Obras que el génio nos dejó en su vuelo?

Del alma agradecida suba el canto,
Suba á tu fuente, ¡oh luz! entre el incienso
Del orbe que en tí funda su tesoro,

Porque revelas del Eterno y Santo
Dios de los cielos, el poder inmenso,
En los raudales de tus rayos de oro.



Francisco Sosa Escalante

La tarde (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

La esmeralda del mar fulgente brilla
Al recibir del sol la luz postrera,
El nido busca el ave placentera,
Cantando el pescador deja la orilla.

En la humilde cabaña la sencilla
Y cristiana oración sube á la esfera
Como el sagrado incienso, porque espera
En el Señor y á su poder se humilla.

La vespertina estrella misteriosa
Diamante finge que sujeta el velo
Allí en la frente de la casta esposa;

La noche se aproxima en tardo vuelo,
Mece la flor la brisa rumorosa,
Todo es quietud en la extensión del suelo.



José Asunción Silva

¿...

-- de José Asunción Silva --

Estrellas que entre lo sombrío,
de lo ignorado y de lo inmenso,
asemejáis en el vacío,
jirones pálidos de incienso,
nebulosas que ardéis tan lejos
en el infinito que aterra
que sólo alcanzan los reflejos
de vuestra luz hasta la tierra,
astros que en abismos ignotos
derramáis resplandores vagos,
constelaciones que en remotos
tiempos adoraron los magos,
millones de mundos lejanos,
flores de fantástico broche,
islas claras en los oceanos,
sin fin, ni fondo de la noche,
¡estrellas, luces pensativas!
¡estrellas, pupilas inciertas!
¿por qué os calláis si estáis vivas
y por que alumbráis si estáis muertas?...



José Martí

no leas en libros ajenos

-- de José Martí --

no leas en libros ajenos,
amores de gentes extrañas;
lee mejor los poemas que escribo
en tu frente gentil con mis miradas...
Y ve las de mirra e incienso
torres de humo azuladas,
que verde luz desde hoy que te he visto
de mí se escapan como de urna sagrada.



José Martí

¿cómo me has de querer

-- de José Martí --

¿cómo me has de querer? como el animal
que lleva en sí a sus hijos,
como al santo en el ara envuelve las lenguas de humo.
La lengua de humo oloroso del incienso,
como la luz del sol baña la tierra llana.
¿Que no puedes? yo lo sé. De estrellas
añorándome está la novia muda;
yo en mis entrañas tallaré una rosa,
y como quien engarza en plata una
mi corazón engarzaré en su seno:
caeré a sus pies, inerme, como cae
suelto el león a los pies de la hermosa
y con mi cuerpo abrigaré sus plantas
como olmo fecundo, que aprieta
la raíz de un mal; mi planta humana
mime en plata, mi mujer de estrella,
hacia mí tenderá las ramas pías
y me alzará, como cadáver indio,
me tendrá expuesto al sol, y de sus brazos
me iré perdiendo en el azul del cielo,
¡pues así muero yo de ser amado!



Blanca Andreu

duermo, espíritu del pupitre

-- de Blanca Andreu --

Duermo, espíritu del pupitre,
alma de la avispa párvula,
pómulo de la niña rusa que intrépida habitabaentre pingüinos vivos yanimales de luto,
que irónica bebía arañas boreales
en la cuartilla lirio de la estepa.
Duermo, así, la acuárea infancia, así el perfilniño y los brocales,
mármol nocturno de los pozos,
así el cierzo infantil.
Pero duermo también las brechas en la frente,
duermo el ahoga y el liquen malo,
duermo la sábana de arsénico que envenena las camas de los colegios feos,
que es tóxica a los peces que volaban
en los mares de almohada.
Duermo en la misma sábana de arsénico,
la misma tela de hilo de cicuta
bordada con la trenza de una agujita antigua,
la misma tela que impidió los sueños
del alto incienso blanco,
la eternidad de tiza.



Rubén Darío

cantos de vida y esperanza iv

-- de Rubén Darío --

- yo soy gaspar. Aquí traigo el incienso.
Vengo a decir: la vida es pura y bella.
Existe dios. El amor es inmenso.
¡Todo lo sé por la divina estrella!
- yo soy melchor. Mi mirra aroma todo.
Existe dios. Él es la luz del día.
La blanca flor tiene sus pies en lodo.
¡Y en el placer hay la melancolía!
- soy baltasar. Traigo el oro. Aseguro
que existe dios. Él es grande y fuerte.
Todo lo sé por el lucero puro
que brilla en la diadema de la muerte.
- Gaspar, melchor y baltasar, callaos.
Triunfa el amor, y a su fiesta os convida.
¡Cristo resurge, hace la luz del caos
y tiene la corona de la vida!
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Rubén Darío

Los tres Reyes Magos

-- de Rubén Darío --

Yo soy Gaspar. Aquí traigo el incienso.
Vengo a decir: La vida es pura y bella.
Existe Dios. El amor es inmenso.
Todo lo sé por la divina Estrella!

— Yo soy Melchor. Mi mirra aroma todo.
Existe Dios. Él es la luz del día.
La blanca flor tiene sus pies en lodo.
Y en el placer hay la melancolía!



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