Buscar Poemas con Impetuoso


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Se han encontrado 8 poemas con la palabra impetuoso

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Luis Cernuda

te quiero.

-- de Luis Cernuda --

Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano impetuoso;
te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;
te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;
te lo he dicho con las plantas,
leves criaturas transparentes
que se cubren de rubor repentino;
te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.
Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.

Poema te quiero. de Luis Cernuda con fondo de libro

Delmira Agustini

Amor (Agustini)

-- de Delmira Agustini --

Lo soñé impetuoso, formidable y ardiente;
hablaba el impreciso lenguaje del torrente;
Era un amor desbordado de locura y de fuego,
Rodando por la vida como en eterno riego.

Luego soñélo triste, como un gran sol poniente
que dobla ante la noche su cabeza de fuego:
despues rió, y en su boca tan tierna como un ruego,
sonaba sus cristales el alma de la fuente.

Y hoy sueño que es vibrante, y suave, y riente y triste,
que todas las tinieblass y todo el iris viste,
que frágil como un ídolo y eterno como un Dios

Sobre la vida toda su majestad levanta:
y el beso cae ardiendo a perfumar su planta
en una flor de fuego deshojada por dos...

Poema Amor (Agustini) de Delmira Agustini con fondo de libro

Pedro Bonifacio Palacios

Tempestad

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Agrupándose ligeras
vienen nubes tenebrosas,
y montañas espantosas
en el cielo acongojado
de sus senos, derramado
como un colosal torrente,
agua pura y transparente
que moja el suelo enlutado.
Cruza errante la centella
cual tétrica exhalación;
su estentórea vibración
deja flamígeras huellas;
sopla el viento que resuella
y en el muelle renegrido,
se escucha el recio bramido
del vendaval que se estrella.
Ha alzado el día su vuelo
y en las olas espumosas,
gigantescas y brumosas,
tiende la noche su velo;
débil barca con recelo
va el atlántico surcando
de proa a popa tumbando
entre la cuna agua-cielo.
Como de ronca metralla
un rujido estentoroso
colosal e impetuoso
cual la voz de la batalla;
luego círculos y mallas
se escuchan, se ven rojizas,
y el aquilón que hace trizas
en duros muros estalla.
Es de noche. La oración
se ha alejado del poniente,
quedó desierta y doliente
la confundida creación;
caen hojas en montón,
tiembla el árbol, rueda el nido,
vibra el rumor y el silbido
se escucha del aquilón.

Poema Tempestad de Pedro Bonifacio Palacios con fondo de libro

Juan de Arguijo

Al Guadalquivir, en una avenida

-- de Juan de Arguijo --

Tú, á quien ofrece el apartado polo,
Hasta donde tu nombre se dilata,
Preciosos dones de luciente plata,
Que invidia el rico Tajo y el Pactolo;

Para cuya corona, como á solo
Rey de los rios, entreteje y ata
Pálas su oliva con la rama ingrata
Que contempla en tus márgenes Apolo;

Clara Guadalquivir, si impetuoso
Con crespas ondas y mayor corriente
Cubrieres nuestros campos mal seguros,

De la mejor ciudad, por quien famoso
Alzas igual al mar la altiva frente,
Respeta humilde los antiguos muros.



Marilina Rébora

el muñeco

-- de Marilina Rébora --

El muñeco
¡madre!, clama en voz queda mi ferviente mensaje;
¡madre, mi madre, acude porque te necesito!
la voz, primero tierna, va haciéndose salvaje:
si al comenzar fue ruego, termina siendo grito.
Todo ansias de amor el son de mi lenguaje,
salvando las alturas en pos del infinito,
desesperante, alcanza, tras impetuoso viaje,
acento de mandato para aquel ser bendito.
Sólo que a su momento la voz se pierde en eco;
el sonido se expande con angustia de ausencia,
y recuerdo, de pronto, el ¡mamá! del muñeco.
Yo también lo repito, como él lo repetía,
y me siento el muñeco de trágica presencia
ya que nadie responde, mi dulce madre mía.



Juan Pablo Forner

Ya silba el viento

-- de Juan Pablo Forner --

Ya silba el viento en la nevada cumbre,
y al soplo impetuoso la cabaña,
vacila del zagal, que en frágil caña
con paja entretejió flaca techumbre;

y Bato el mayoral sin pesadumbre,
aunque su grey del aquilón la saña
siente y perece, con paciencia extraña
huelga al calor de regalada lumbre.

El mísero zagal humedecido
de helada nieve, por salvar se afana
la grey no suya en le pelado ejido.

Zagal, reposa; tu fatiga es vana;
su hacienda el mayoral tiene en olvido,
y ni a acordarse de tu afán se humana.



Julio Flórez

Mi tumba

-- de Julio Flórez --

Cuando yo espire á la empinada sierra
transportad mi cadáver y en la cumbre,
no lo arrojéis debajo de la tierra,
sino encima, del sol bajo la lumbre!

Donde me cante el impetuoso viento
sus largos de profundis y mi caja
mortuoria sea un risco, el firmamento
mi capilla y la nieve mi mortaja.

En donde para honrar el mustio rastro
de lo que fuí, cuando en la vida estuve,
tenga por cirio funeral, un astro!
y por incienso místico, una nube!

Donde para que rabien los humanos,
que arrastran sus envidias por el suelo,
me devoren, en vez de los gusanos,
los buitres y las águilas del cielo!



Francisco Sosa Escalante

La caída de las hojas (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Cayendo están las hojas; por el suelo
Las arrastra impetuoso torbellino;
Perdió la selva su esplendor divino,
Sus nubes de oro nuestro limpio cielo.

En las ramas del árbol no su duelo
Lamenta el ave en armonioso trino,
Ni halla sombra el viandante en su camino,
Ni hay para el pecho bienhechor consuelo.

Tristeza nada más! el alma mía
Al ver marchitas las hermosas flores
Que grata primavera ayer vestía,

Recuerda que así pasan los amores
Dejando solo la memoria impía
Del goce disfrutado en dias mejores.



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