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Se han encontrado 15 poemas con la palabra homicida

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Emilio Bobadilla

El capitán homicida

-- de Emilio Bobadilla --

Militar, incestuoso y homicida, conoces
—triste conocimiento que la vida te cuesta—
las sensaciones lívidas, los enervantes goces
que al vulgo sólo arrancan unánime protesta.

¿Quién mide lo insondable y oscuro de tu alma?
Tu silencio sombrío, tu voluntad de hierro
—cual náufragos que miran el peligro con calma—
no han flaqueado en tus horas de soledad y encierro.

En pintoresco siglo de intrépidas conquistas,
hubieran encontrado tus instintos diabólicos
galardones, aplausos sin fin y apologistas...

¡Cuán diferente hubiera quizás sido tu caso!
Hubieras sido en tiempo de los Reyes Católicos
tal vez otro Pizarro, otro Valdivia acaso...

Poema El capitán homicida de Emilio Bobadilla con fondo de libro

Lope de Vega

Don Juan, el hilo de oro de tu intento

-- de Lope de Vega --

Don Juan, el hilo de oro de tu intento
que por el laberinto de esta vida
llevaba el alma a la esperanza asida,
cortole el tiempo y esparciole el viento.

Al alto vuelo estaba el mundo atento
cuando la general fiera homicida,
de envidia armada, de traición vestida,
precipitó del sol tu pensamiento.

Ahora ¿quién habrá que el llanto enfrene
al Duero y a mis ojos, que a su vega
y a mí de dueño eternamente priva?

Conde, quien va subiendo, como tiene
un pie en vacío, si la muerte llega,
¡ay Dios! qué fácilmente le derriba.

Poema Don Juan, el hilo de oro de tu intento de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Si de la sombra de tu cuerpo santo

-- de Lope de Vega --

Si de la sombra de tu cuerpo santo
puesto en la cruz un bárbaro homicida
recibe luz para pedirte vida,
y vida eterna por tan breve llanto;
si la divina fimbria de tu manto
salud concede a quien la tiene asida,
más es tenerte en celestial comida.
¡Dichosa el alma que merece tanto!
No sombra de tu cuerpo, o fimbria tuya,
sino tu cuerpo mismo, ¿cuál efeto
hará en el alma que a tu mesa llega?
¡Qué reino pedirá? ¿Qué salud suya,
que tú la niegues, si con dulce efeto
tan cerca te ama, abraza, goza y ruega?

Poema Si de la sombra de tu cuerpo santo de Lope de Vega con fondo de libro

Aquí fue Troya, Amor; aquí, vencida

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Aquí fue Troya, Amor; aquí, vencida,
es polvo aquella máquina espantable,
que si se esconde entre la hierba afable,
un tiempo fue en las nubes escondida.

Aqueste, Janto, que en igual corrida
a sí se es puente su humildad tratable,
que su roja corriente, de intratable,
a mil ilustres pechos fue homicida.

Ya humilde Troya, ya humillado Janto,
—-que Troya fue mi amor, Janto mis ojos—-
ni el pecho es fuego, ni sus ojos llanto.

Solo temen, discretos, mis enojos,
de aquesta Troya, ya humillada tanto,
otra Roma no vengue sus despojos.



Emilio Bobadilla

Ciencias mal aplicadas

-- de Emilio Bobadilla --

¡Vesánicos armados, perseguidos de orgullo,
de furia aniquilante, de afán de predominio;
que en compactas falanges, en infernal barullo,
sembráis con homicida fruición el exterminio!

¡A vuestro paso horrendo de llamas y de truenos,
desquícianse los templos y los bosques se incendian,
hordas que a los vencidos —ya en pedazos los frenos,—
en su inerme abandono, sin piedad vilipendian!

¡La química, la física, la náutica, los plomos,
los gases ahogativos... Segando en flor la vida,
han llenado los campos, los pueblos de eccehomos,

y los cielos azules, de siniestras auroras...!
¡Oh, ciencia prematura que has dado sin medida,
al hombre metafísico tus armas destructoras...!



Juan Bautista Arriaza

Las señas

-- de Juan Bautista Arriaza --

Perdí mi corazón, ¿le habéis hallado
ninfas del valle en que pensando vivo?
Ayer andando solo y pensativo,
suspirando mi amor por este prado,

él huyó de mi pecho desolado
como el rayo veloz, y tan esquivo,
que yo grité: »¡Detente, fugitivo!»
y ya no le vi más por ningún lado.

Si no lo conocéis, como en un ara,
arde en él una hoguera, y cruda herida
por víctima de Silvia lo declara.

Dadle por vuestro bien, que esa homicida
le hizo tan infeliz, que adonde para
mi corazón, ya no hay placer ni vida.



Juan Cruz Varela

A don Mariano Moreno

-- de Juan Cruz Varela --

Arrebató la Parca... (¡Parca fiera,
del joven más cabal vil homicida!)
Cortó el hilo dorado de una vida,
que su guadaña respetar debiera.

La negra envidia ¡cielo quien pudiera
una mano cortar tan fementida!
A la patria a inferido horrenda herida
que el rival más rival no la infiriera.

¡Oh tú! que amante de tu patria, aspiras
a hacer faustos sus hados, rinde honores
al joven héroe que ya el orbe aclama.

Si la espada le ha dado defensores
del cañón de su pluma ¡oh pluma!, admiras
vivo fuego brotar que los inflama.



Gutierre de Cetina

a un lacayo muerto debajo de un carro en el cual iba lucía hariela

-- de Gutierre de Cetina --

Si puede honrar una famosa muerte
la más infame y deshonrada vida,
si la muerte con honra recibida
en gloria del que muere se convierte,
venturoso lacayo, a quien la suerte
concedió tanto bien, tal homicida,
duélate que haya sido en su venida,
presurosa al pasar, pero no fuerte.
¡Morir debajo un peso tan hermoso,
que hace feo al que sostuvo atlante!
¿cuál vida debe ser tan estimada?
¡ójala fuera yo tan venturoso!
tan dulce muerte en un mísero amante
fuera con más razón bien empleada.



Gutierre de Cetina

cosa es cierta, señora, y muy sabida

-- de Gutierre de Cetina --

Aunque el secreto de ella está encubierto,
que lanza de sí sangre un cuerpo muerto
si se pone a mirarlo el homicida.
Así yo, aunque vivo, estoy sin vida
siendo visto de vos, que me habéis muerto;
con mi sangre mostré lo que más cierto
mostráis vos con mostraros desabrida.
Pero si no fue así, fue que corriendo
la sangre al corazón para valerle,
por saliros a ver erró el camino;
salvo si no fue el alma, que sintiendo
su agravio, así ante vos quiso ponerle
con señal tan costoso y tan divino.



Sor Juana Inés de la Cruz

Letras para cantar

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Hirió blandamente el aire
Con su dulce voz Narcisa,
Y él le repitió los ecos
Por boca de las heridas.

De los celestiales Ejes
El rápido curso fija,
Y en los Elementos cesa
la discordia nunca unida.

Al dulce imán de su voz
Quisieran, por asistirla,
Firmamento ser el Móvil,
El Sol ser estrella fija.

Tan bella, sobre canora,
Que el amor dudoso admira,
Si se deben sus arpones
A sus ecos, o a su vista.

Porque tan confusamente
Hiere, que no se averigua,
si está en la voz la hermosura,
O en los ojos la armonía.

Homicidas sus facciones
El mortal cambio ejercitan;
Voces, que alteran los ojos
Rayos que el labio fulmina.

Quién podrá vivir seguro,
si su hermosura Divina
Con los ojos y las voces
Duplicadas armas vibra.

El Mar la admira Sirena,
Y con sus marinas Ninfas
Le da en lenguas de las Aguas
Alabanzas cristalinas:
Pero Fabio que es el blanco
Adonde las flecha tira,
Así le dijo, culpando
De superfluas sus heridas:
No dupliques las armas,
Bella homicida,
que está ociosa la muerte
Donde no hay vida.



Vicente García de la Huerta

Sentimientos amorosos

-- de Vicente García de la Huerta --

Hermoso y adorado dueño mío,
copia y compendio del hermoso cielo,
origen de mi mal y mi desvelo,
norte de mi cuidado y albedrío;

cobrad aliento, resucite el brío
que muerto yace en tanto desconsuelo;
no así, siendo su sol, neguéis al suelo
la luz que eclipsa ese desmayo frío.

Libre del daño que esgrimió a mi vida
en vuestro riesgo mi contraria suerte,
bien podéis ya alentar asegurada;

si no queréis, dulcísima homicida,
que en Fabio sea verdadera muerte
la que en vos sólo es muerte figurada.



Miguel Hernández

1

-- de Miguel Hernández --

1
un carnívoro cuchillo
de ala dulce y homicida
sostiene un vuelo y un brillo
alrededor de mi vida.
Ala de metal crispado,
fulgentemente caído,
picotea mi costado
y hace en él un triste nido.
Mi sien, florido balcón
de mis edades tempranas,
negra está, y mi corazón,
y mi corazón con canas.
Tal es la mala virtud
del rayo que me rodea,
que voy a mi juventud
como la luna a mi aldea.
Recojo con las pestañas
sal del alma y sal del ojo
y flores de telarañas
de mis tristezas recojo.
¿A dónde iré que no vaya
mi perdición a buscar?
tu destino es de la playa
y mi vocación del mar.
Descansar de esta labor
de huracán, amor o infierno
no es posible, y el dolor
me hará a mi pesar eterno.
Pero al fin podré vencerte,
ave y rayo secular,
corazón, que de la muerte
nadie ha de hacerme dudar.
Sigue pues, sigue cuchillo,
volando, hiriendo. Algún día
se pondrá el tiempo amarillo
sobre mi fotografía.



Esteban Echeverría

serenata

-- de Esteban Echeverría --

Al bien que idolatro busco
desvelado noche y día,
y la esperanza me lleva
tras su imagen fugitiva,
prometiéndome engañosa
felicidades y dichas:
ángel tutelar que guardas
su feliz sueño, decidla
las amorosas endechas
lo que mi guitarra suspira.

Sobre el universo en calma
reina la noche sombría,
y las estrellas flamantes
en el firmamento brillan:
todo reposa en la tierra
sólo vela el alma mía.
Ángel tutelar que guardas
su feliz sueño, decidla,
las amorosas endechas
que mi guitarra suspira.

Como el ciervo enamorado
busca la cierva querida,
que de sus halagos huye
desapiadada y esquiva;
así yo corro afanoso
en pos del bien de mi vida.
Ángel tutelar que guardas
su feliz sueño, decidla,
las amorosas endechas.

El contento me robaste
con tu encantadora vista,
y sin quererlo te hiciste
de un inocente homicida:
vuélvele la paz al menos
con tu halagüeña sonrisa.
Ángel tutelar que guardas
su feliz sueño, decidla,
las amorosas endechas
que mi guitarra suspira.

Vii



José Joaquín de Mora

Imitación de Lord Byron

-- de José Joaquín de Mora --

Luzbel creyó que el orbe de la tierra
su personal esmero requería;
sube y observa la demencia impía
que arma a los hombres en nefanda guerra.

Sangre a ríos inunda valle y sierra;
roba el cañón la claridad del día;
muere en los brazos de la madre pía
la prenda cara que su dicha encierra.

Y en tan atroz desorden y locura,
al homicida, al robador exalta
gloria falaz, con alabanza impura.

Luzbel de un brinco al horno averno salta;
«nuestra victoria (dice) está segura;
arriba, por ahora, no hago falta».



Cristóbal de Castillejo

sonetos - si las penas que dais son verdaderas

-- de Cristóbal de Castillejo --

1

si las penas que dais son verdaderas,
como bien lo sabe el alma mía,
¿por qué no me acaban? y sería
sin ellas el morir muy más de veras;

y si por dicha son tan lisonjeras,
y quieren retoçar con mi alegría,
decid, ¿por qué me matan cada día
de muerte de dolor de mil maneras?

mostradme este secreto ya, señora,
sepa yo por vos, pues por vos muero,
si lo que padezco es muerte o vida;

porque, siendo vos la matadora,
mayor gloria de pena ya no quiero
que poder alegar tal homicida.

2



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