Buscar Poemas con Guiña


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Se han encontrado 8 poemas con la palabra guiña

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Luis Palés Matos

matinal

-- de Luis Palés Matos --

(para carmelo obén)

el letargo padece despertamientos;
palpita entre las frondas rumor de oleaje,
y una llovizna sueña desgreñamientos
de cristales sutiles, sobre el ramaje.

Como un orientalismo de ensoñamientos
la neblina recoge su tul de encaje.
¿Qué efervescencia pone sacudimientos
en la pereza rústica del paisaje?

un trino cristalino lejano suena,
y polimnia desflora su cantilena
en el glú-glú risueño de la fontana:

febo guiña indeciso detrás del monte,
y explota en llamaradas el horizonte
al ósculo candente de la mañana.

Poema matinal de Luis Palés Matos con fondo de libro

Gabriela Mistral

la tierra y la mujer

-- de Gabriela Mistral --

A amira de la rosa
mientras tiene luz el mundo
y despierto está mi niño,
por encima de su cara,
todo es un hacerse guiños.
Guiños le hace la alameda
con sus dedos amarillos,
y tras de ella vienen nubes
en piruetas de cabritos...
La cigarra, al mediodía,
con el frote le hace guiño,
y la maña de la brisa
guiña con su pañalito.
Al venir la noche hace
guiño socarrón el grillo,
y en saliendo las estrellas,
me le harán sus santos guiños...
Yo le digo a la otra madre,
a la llena de caminos:
¡haz que duerma tu pequeño
para que se duerma el mío! .
Y la muy consentidora,
la rayada de caminos,
me contesta: «¡duerme al tuyo
para que se duerma el mío!».

Poema la tierra y la mujer de Gabriela Mistral con fondo de libro

Marilina Rébora

con ojos de niña

-- de Marilina Rébora --

Con ojos de niña
señor, siempre te veo con los ojos de niña:
primero en el pesebre, aureolado de ovejas;
en lo alto, la estrella, que sus reflejos guiña
sobre el burro y el buey al mover las orejas.
Hombre, vas por montaña, y por valle y campiña,
curando enfermos graves que bordan las callejas,
la triste multitud que al oírte se apiña,
y encima de las aguas caminando te alejas.
Al final, te imagino, arriba, entre las nubes,
centro de los arcángeles con extendidas alas;
en macizo de flores azucenas y calas
se abren las estrellas, por donde al cielo subes.
Aunque me ves en casa, jugando sobre el piso
y sonriendo desciendes hacia mí, de improviso.

Poema con ojos de niña de Marilina Rébora con fondo de libro

Medardo Ángel Silva

Por la ruta verdadera

-- de Medardo Ángel Silva --

A José María Egas

Aúnan mi pensamiento
inquietud y serenidad.
Mi orientación es la del viento,
la del mar mi estabilidad.

El ojo negro de mi abismo
para mí guiña dondequier;
mas, de la noche de mí mismo
hago un continuo amanecer.

Y como una hojita liviana
voy camino de mi verdad:
al que es hoy, ayer y mañana,
Nunca, Siempre y Eternidad.

Mi amor siempre ha sido por las leves formas,
por las sutilezas... No busquéis las normas
de mi pensamiento:
no las ha tenido;
si algo lo condujo, su mentor ha sido
el mismo de la onda, la nube y el viento.



Julio Herrera Reissig

Idilio (Herrera y Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

La sombra de una nube sobre el césped recula...
Aclara entre montañas rosas la carretera
por donde un coche antiguo, de tintinante mula,
llena de ritornelos la tarde placentera.

Hundidos en la hierba gorda de la ribera,
los vacunos solemnes satisfacen su gula;
y en lácteas vibraciones de ópalo, gesticula
allá, bajo una encina, la mancha de una hoguera.

Edipo y Diana, jóvenes libres de la campiña,
hacen testigo al fuego de sus amores sabios;
con gestos y pellizcos recélanse de agravios;

mientras él finge un largo mordisco, ella le guiña:
y así las horas pasan en su inocente riña,
como una suave pluma por unos bellos labios.



Julio Herrera Reissig

idilio

-- de Julio Herrera Reissig --

La sombra de una nube sobre el césped recula...
Aclara entre montañas rosas la carretera
por donde un coche antiguo, de tintinante mula,
llena de ritornelos la tarde placentera.

Hundidos en la hierba gorda de la ribera,
los vacunos solemnes satisfacen su gula;
y en lácteas vibraciones de ópalo, gesticula
allá, bajo una encina, la mancha de una hoguera.

Edipo y diana, jóvenes libres de la campiña,
hacen testigo al fuego de sus amores sabios;
con gestos y pellizcos recélanse de agravios;

mientras él finge un largo mordisco, ella le guiña:
y así las horas pasan en su inocente riña,
como una suave pluma por unos bellos labios.



Julio Herrera Reissig

la cátedra

-- de Julio Herrera Reissig --

De pie, entre sus discípulos y las torvas montañas,
el astrónomo enuncia todo un óleo erudito.
Él explica el pentagrama del arcano infinito,
el amor de los mundos y las fuerzas extrañas...

Con preguntas que inspiran las nocturnas campañas,
lo sumerge en hipótesis el pastor favorito.
El misterio, y de nuevo, en un gesto inaudito,
lo absoluto discurre por sus barbas hurañas.

De pronto, suda y tiembla, pálido ante el enigma...
El eco que traduce una burla de estigma,
le sugiere la estéril vanidad de su ciencia.

Su voz, como una piedra, tumba en la inmensa hora..
Arrodíllase, y sobre su contrita insolencia
guiña la eterna y muda comba interrogadora.



Ricardo Güiraldes

Ladrido

-- de Ricardo Güiraldes --

Luna redonda, blanca y lejana.
Paz sobre el mundo y con nosotros.
Pregusto de muerte.
Calma.
La brisa disgrega el pecho en rezos.
El color está de luto.
Un camino, lívido, se va.
Las sombras se achatan, esquivas.
Un sapo hace gárgaras de erres.
La rana mastica palillos sonoros.
Venus guiña a la tierra su ojo punzante.



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