Buscar Poemas con Grey


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Se han encontrado 15 poemas con la palabra grey

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Juan Pablo Forner

Despierta, Elpín y guarda que el hambriento

-- de Juan Pablo Forner --

Despierta, Elpín; y guarda que el hambriento
lobo no sirve, no, tu grey de pasto:
tú roncas, y el zagal hace su gasto
devorando tus reses ciento a ciento.

De rotas pieles número cruento
luego te entrega el desalmado Ergasto;
y el daño apoca, aunque en ejido vasto
pace escaso ganado y macilento.

Despierta, Elpín: y en las calladas horas
cuando sin luna las estrellas lucen
observa, espía a tus zagales fieles.

Verás como desuellan con traidoras
manos tu grey, y pérfidos reducen
tu hacienda toda a ensangrentadas pieles.

Poema Despierta, Elpín y guarda que el hambriento de Juan Pablo Forner con fondo de libro

Juan Pablo Forner

Ya silba el viento

-- de Juan Pablo Forner --

Ya silba el viento en la nevada cumbre,
y al soplo impetuoso la cabaña,
vacila del zagal, que en frágil caña
con paja entretejió flaca techumbre;

y Bato el mayoral sin pesadumbre,
aunque su grey del aquilón la saña
siente y perece, con paciencia extraña
huelga al calor de regalada lumbre.

El mísero zagal humedecido
de helada nieve, por salvar se afana
la grey no suya en le pelado ejido.

Zagal, reposa; tu fatiga es vana;
su hacienda el mayoral tiene en olvido,
y ni a acordarse de tu afán se humana.

Poema Ya silba el viento de Juan Pablo Forner con fondo de libro

Manuel del Palacio

Al leer la sentencia de muerte

-- de Manuel del Palacio --

¿Y qué? Por mucho que la inicua saña
De la estúpida grey que nos desdora
Se atreva á discurrir, ¿podrá en mal hora
El crimen cometer, baldón de España?

Antes el mar que nuestras costas baña
Su sangre teñirá vil y traidora,
Antes el hierro que en su centro mora
Vomitará en puñales la montaña.

Víctimas pide el irritado cielo.
Mas no son las que el bando parricida
Prepara de su furia en el desvelo;

Cuando un pueblo se apresta á nueva vida
¿Sabéis qué sangre le reclama el suelo?...
¡Del déspota la sangre corrompida!

Poema Al leer la sentencia de muerte de Manuel del Palacio con fondo de libro

José Tomás de Cuellar

La amistad

-- de José Tomás de Cuellar --

BAJÉ á la tierra un día
Para unir á las almas,
Doliéndome en la mía
El odio, dueño de la humana grey.

Toqué de puerta en puerta,
Pero nadie me abría;
De frío estaba yerta,
Y sola, y no me pude guarecer.

Oí gritar mi nombre
Y me acerqué al momento;
Juraba por mí un hombre,
Pero ese hombre jamas me conoció.



Fray Luis de León

oda xviii en la ascensión

-- de Fray Luis de León --

¿y dejas, pastor santo,
tu grey en este valle hondo, escuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, ¿te vas al inmortal seguro?

los antes bienhadados,
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?

¿qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?

aqueste mar turbado,
¿quién le pondrá ya freno? ¿quién concierto
al viento fiero, airado?
estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?

¡ay!, nube, envidiosa
aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿dó vuelas presurosa?
¡cuán rica tú te alejas!
¡cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!



Hernando de Acuña

Al Rey nuestro Señor

-- de Hernando de Acuña --

Ya se acerca, señor, o es ya llegada
la edad gloriosa en que promete el cielo
una grey y un pastor solo en el suelo,
por suerte a vuestros tiempos reservada.

Ya tan alto principio, en tal jornada,
os muestra el fin de vuestro santo celo
y anuncia al mundo, para más consuelo,
un monarca, un imperio y una espada.

Ya el orbe de la tierra siente en parte,
y espera en todo, vuestra monarquía,
conquistada por vos en justa guerra:

que a quien ha dado Cristo su estandarte
dará el segundo más dichoso día
en que, vencido el mar, venza la tierra.



Juan Gelman

xci

-- de Juan Gelman --

Toda poesía es hostil al capitalismo
puede volverse seca y dura pero no
porque sea pobre sino
para no contribuir a la riqueza oficial

puede ser su manera de protestar de
volverse flaca ya que hay hambre
amarilla de sed y penosa
de puro dolor que hay puede ser que

en cambio abra los callejones del delirio y las bestias
canten atropellándose vivas de
furia de calor sin destino puede
ser que se niegue a sí misma como otra

manera de vencer a la muerte
así como se llora en los velorios
poetas de hoy
poetas de este tiempo

nos separaron de la grey no sé que será de nosotros
conservadores comunistas apolíticos cuando
suceda lo que sucederá pero
toda poesía es hostil al capitalismo



Julio Herrera Reissig

La cena

-- de Julio Herrera Reissig --

Un repique de lata la merienda circula...
Aploma el artesano su crasura y secuestra
media mesa en canónicas dignidades de bula,
comiendo con la zurda, por aliviar la diestra...

Mientras la grey famélica los manjares adula,
en sabroso anticipo, sus colmillos adiestra;
y por merecimiento, casi más que por gula,
duplica su pitanza de col y de menestra...

Luego, que ante el rescoldo sus digestiones hipa,
sumido en la enrulada neblina de su pipa,
arrullan, golosinas domésticas de invierno:

la Hormiga y Blanca Nieves, Caperuza y el Lobo...
Y la prole apollada, bajo el manto materno,
choca de escalofríos, en un éxtasis bobo.



Julio Herrera Reissig

La dicha (Herrera y Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

Todas -blancas ovejas fieles a su pastora-
recogidas en torno del modesto santuario,
agrúpanse las pobres casas del vecindario,
en medio de una dulce paz embelesadora.

La buena grey asiste a la misa de aurora...
Entran gentes oscuras, en la mano el rosario;
bendiciendo a los niños, pasa el pulcro vicario
y detrás la llavera, siempre murmuradora...

Se come el santuario musgoso la borrica
del doctor, que indignado un sochantre aporrea.
Transparente, en la calle principal, la botica

sugestiona a las moscas la última panacea.
Y a «ras» de su cuchillo cirujano, platica
el barbero intrigante: folletín de la aldea.



Julio Herrera Reissig

La escuela (Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

Bajo su banderola pertinente, la escuela
bate con aleluyas de gorrión lugareño;
y chatos de modorra, endosados a un leño,
unos tristes jamelgos dicen de la clientela...

Desde el pupitre, rígido el preceptor recela
por el decoro unánime... Mas, estéril empeño,
amasando el «morrongo» cabecea su sueño,
lo que escurre conatos sordos de francachela.

Entona su didáctica de espesas digestiones,
a cada rato un riego enorme de oraciones...
Aunque, a decir lo justo, su ciencia es harto exigua;

la palmeta y la barba le hacen expeditivo...
Y entre la grey atónita, dómine equitativo,
rebaña su mirada llena de luz antigua.



Julio Herrera Reissig

la dicha

-- de Julio Herrera Reissig --

Todas -blancas ovejas fieles a su pastora-
recogidas en torno del modesto santuario,
agrúpanse las pobres casas del vecindario,
en medio de una dulce paz embelesadora.

La buena grey asiste a la misa de aurora...
Entran gentes oscuras, en la mano el rosario;
bendiciendo a los niños, pasa el pulcro vicario
y detrás la llavera, siempre murmuradora...

Se come el santuario musgoso la borrica
del doctor, que indignado un sochantre aporrea.
Transparente, en la calle principal, la botica

sugestiona a las moscas la última panacea.
Y a «ras» de su cuchillo cirujano, platica
el barbero intrigante: folletín de la aldea.



Julio Herrera Reissig

el domingo

-- de Julio Herrera Reissig --

Te anuncia un ecuménico amasijo de hogaza,
que el instinto del gato incuba antes que el horno.
La grey que se empavesa de sacrílego adorno
te sustancia en un módico pavo real de zaraza...

Un rezongo de abejas beatifica y solaza
tu sopor, que no turban ni la rueca ni el torno...
Tú irritas a los sapos líricos del contorno;
y plebeyo te insulta doble sol en la plaza...

¡Oh domingo! la infancia de espíritu te sueña,
y el pobre mendicante que es el que más te ordeña...
Tu genio bueno a todos cura de los ayunos,

la misa te prestigia con insignes vocablos,
¡ y te bendice el beato rumiar de los vacunos
que sueñan en el tímido bethlem de los establos!...



Julio Herrera Reissig

la escuela

-- de Julio Herrera Reissig --

Bajo su banderola pertinente, la escuela
bate con aleluyas de gorrión lugareño;
y chatos de modorra, endosados a un leño,
unos tristes jamelgos dicen de la clientela...

Desde el pupitre, rígido el preceptor recela
por el decoro unánime... Mas, estéril empeño,
amasando el «morrongo» cabecea su sueño,
lo que escurre conatos sordos de francachela.

Entona su didáctica de espesas digestiones,
a cada rato un riego enorme de oraciones...
Aunque, a decir lo justo, su ciencia es harto exigua;

la palmeta y la barba le hacen expeditivo...
Y entre la grey atónita, dómine equitativo,
rebaña su mirada llena de luz antigua.



Francisco de Aldana

Al rey don Felipe, nuestro señor

-- de Francisco de Aldana --

Desde la eternidad, antes que el cielo
amaneciese al mundo el primer día,
nombrado —¡oh gran Felipe!— Dios te había
por rey universal de todo el suelo.

Y así como esparció con tanto celo
Bautista la venida del Mesía,
así ora Juan de un polo al otro envía
tras su fama inmortal tu cetro a vuelo

Ha seis mil años casi que camina
el mundo con el tiempo a consagrarte
la grey diversa reducida en una.

¡Oh cómo en ti paró la edad más dina
bien dinamente, y va tras tu estandarte
la gente, el mundo, el tiempo y la fortuna!



Cristóbal de Beña

Moneda de plata

-- de Cristóbal de Beña --

De las Españas y las Indias rey
se apellida en su busto el balandrón,
por llamarse no más Napoleón,
y mandar de asesinos una grey.

Mas quiebra la verdad la eterna ley
dándose tal dictado fanfarrón,
pues no le pertenece ni un terrón
de los que arando rompe el tardo buey.

Poco importa que un pérfido cincel
una en su escudo el águila imperial
con los leones que se burlan de él,

si puesta toda en armas, por su mal,
la fuerte España borrará con hiel
de unión tan execrable aun la señal.



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