Buscar Poemas con Gozosa


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Se han encontrado 14 poemas con la palabra gozosa

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Luis Rosales

de cómo vino al mundo la oración

-- de Luis Rosales --

De lirio en oración, de espuma herida
por el paso del alba silenciosa;
de carne sin pecado en la gozosa
contemplación del niño sorprendida;
de nieve que detiene su caída
sobre la paja que al señor desposa;
de sangre en asunción junto a la rosa
del virginal regazo desprendida;
de mirar levantado hacia la altura
como una fuente con el agua helada
donde el gozo encontró recogimiento;
de manos que juntaron su hermosura
para calmar, en la extensión nevada,
su angustia al hombre y su abandono al viento.

Poema de cómo vino al mundo la oración de Luis Rosales con fondo de libro

Octavio Paz

sonetos v

-- de Octavio Paz --

Sonetos - v
cielo que gira y nube no asentada
sino en la danza de la luz huidiza,
cuerpos que brotan como la sonrisa
de la luz en la playa no pisada.
¡Qué fértil sed bajo tu luz gozada!,
¡qué tierna voluntad de nube y brisa
en torbellino puro nos realiza
y mueve en danza nuestra sangre atada!
vértigo inmóvil, avidez primera,
aire de amor que nos exalta y libra:
danzan los cuerpos su quietud ociosa,
danzan su propia muerte venidera,
arco de un solo son en el que vibra
nuestra anudada desnudez gozosa.

Poema sonetos   v de Octavio Paz con fondo de libro

José Tomás de Cuellar

A mi madre (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

YO sé que te deleitas escuchando
Los sentidos acordes de mi lira,
Y de mis versos el acento blando
Tiernos deleites á tu pecho inspira.

Yo sé que me comprendes y me amas,
Yo sé que vives para mí gozosa,
Y en noble orgullo maternal te inflamas,
Y te contemplas con mi amor dichosa.

Estática me miras, y en tus ojos
Bebo de puro amor vivo destello,
Y me sonríes, ¡oh madre! sin enojos
Cuando enlazo mis brazos en tu cuello.

Poema A mi madre (Cuéllar) de José Tomás de Cuellar con fondo de libro

Juan Bautista Arriaza

Brindando a las damas

-- de Juan Bautista Arriaza --

Venus Divina, madre de placeres
baja de tu mansión afortunada,
pues miras esta mesa coronada
de la brillante flor de las mujeres.

Baja gozosa y si dejar sintieres
el coro de quien eres festejada,
ninfa verás aquí más agraciada
que cuantas te acompañan en Citeres.

Y si de tu jardín entre las flores
al dejas y al amor dormidos
no los despiertes, ni su ausencia llores.

Baja, que aquí hallarás nuevos Cupidos
pues tienen estas damas mil amores
en sus hermosos ojos escondidos.



Andrés Héctor Lerena Acevedo

Aquellos ojos

-- de Andrés Héctor Lerena Acevedo --

Eran aquellos ojos, inmensos y rasgados.
Los conocí hace tiempo, siempre puros e iguales,
quietos, como el ensueño de los claustros sellados.
En las horas de éxtasis vibraban musicales
al igual de esos pozos frescos, de aguas cantantes.
Jamás los vi cerrados. Fijos en los caminos
contemplaban, absortos, el ir de los viandantes
con la ignota indulgencia de los rostros divinos.

Solía verlos, ya tarde, bajo un rayo postrero;
y cuando me miraban, mi alma ardiente y gozosa
se sustraía al frágil tiempo perecedero.
Pero han pasado lustros. La rueca silenciosa
sobre mi adolescencia devanó su telar.
Los antiguos ensueños de mi alcázar interno,
como las naves nómadas que buscan cielo y mar,
se han perdido, uno a uno, rumbo al azul eterno.
Como las naves nómadas, bogan, lejos, remotos...
Sólo del fondo ambiguo de los tiempos vividos
siguen, siempre, mirándome esos ojos devotos
quietos, como la vida de los claustros dormidos!



Juan Meléndez Valdés

de las riquezas oda x

-- de Juan Meléndez Valdés --

Ya de mis verdes años
como un alegre sueño
volaron diez y nueve
sin saber dónde fueron.
Yo los llamo afligido,
mas pararlos no puedo,
que cada vez más huyen
por mucho que les ruego;
y todos los tesoros
que guarda en sus mineros
la tierra, hacer no pueden
que cesen un momento.
Pues lejos, ea, el oro;
¿para qué el afán necio
de enriquecerse a costa
de la salud y el sueño?
si más gozosa vida
me diera a mí el dinero,
o con él las virtudes
encerrara en mi pecho,
buscáralo, ¡ay!, entonces
con hidrópico anhelo;
pero si esto no puede,
para nada lo quiero.



Juan Meléndez Valdés

De las riquezas: Oda X

-- de Juan Meléndez Valdés --

Ya de mis verdes años
como un alegre sueño
volaron diez y nueve
sin saber dónde fueron.

Yo los llamo afligido,
mas pararlos no puedo,
que cada vez más huyen
por mucho que les ruego;

y todos los tesoros
que guarda en sus mineros
la tierra, hacer no pueden
que cesen un momento.

Pues lejos, ea, el oro;
¿para qué el afán necio
de enriquecerse a costa
de la salud y el sueño?

Si más gozosa vida
me diera a mí el dinero,
o con él las virtudes
encerrara en mi pecho,

buscáralo, ¡ay!, entonces
con hidrópico anhelo;
pero si esto no puede,
para nada lo quiero.



Evaristo Carriego

Frente a frente

-- de Evaristo Carriego --

Anoche, la enferma se fué de la vida,
por fin libertada de todos sus males.
Se fué sin angustias, como en un olvido,
sonriendo en sus hondos momentos finales.

Las madres del barrio, musitan plegarias,
y, ahuyentando el sueño posible, la velan
con cara de luto, mientras las solícitas
a los pobrecitos huérfanos consuelan...

La robusta moza de la otra buhardilla,
dio a luz esta tarde. Contempla gozosa
la flor de sus noches: ese diminuto
amor, amasado con carne radiosa.

El marido, alegre, parece un chiquillo
dueño del regalo que al fin le llegara,
y, en un amplio fuerte gesto, para nuevas
viriles conquistas los brazos prepara.



Evaristo Ribera Chevremont

ellos

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

La tierra de las cumbres en su barro los cuaja.
Esplenden por el sobrio valor de sus figuras.
Muestran líneas del río, del matojo y la laja.
Ajustan sus espíritus a sus musculaturas.

Huelen a hierbas propias del solar. ¿Quién los guía?
¿quién los defiende? nadie. Pero, ¡qué resistencias
las de estos hombres! tienen intacta la energía.
Sanas, como sus cuerpos, mantienen sus conciencias.

Como en la altura moran, de altura es su legado.
Dan lo que recibieran de los mejores cielos.
La precisión gozosa del día soleado
se capta en sus pupilas, que excluyen los recelos.

Suavizan su asperezas las sabias mansedumbres.
Bajo la piel quemada la sangre es generosa,
como es de generosa la vida de las cumbres,
donde la luz alcanza tonos de blanco y rosa.



Evaristo Ribera Chevremont

el patio

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

El patio, en su trinchera de alambres y cordeles,
goza la paz, templada de sol, del mediodía.
Advierto en sus rincones arrugados papeles,
montones de botellas, tirada trapería.

Soleados, orondos, maduros, dilatados,
irrumpen los tomates, irrumpen los pimientos.
Junto a los acentuados verdes, los encarnados
apuntan, con vigores sumos, sus ardimientos.

El aire se satura del olor de las tinas;
y, adueñados del simple, doméstico recinto,
su copula efectúan el gallo y las gallinas
en los desbordamientos vitales del instinto.

En detalles que indican simplicidad, abunda
el patio. Muy gozosa de su vida ligera,
de su vida que es vida llameante y fecunda,
descubre allí sus frutos colosales la higuera.



Francisco Sosa Escalante

La caza (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Cuán alegre y feliz sobre la rama
De roble erguido que respeta el viento,
Gozosa lanza su amoroso acento
Canora el ave que á su dueño llama!

En tanto fiero el hombre que proclama
Ser rey del Universo, y es portento
De bondad y saber y sentimiento,
A quien la sacra inspiración inflama,

Siente envidia tal vez de un sér dichoso,
Su trino placentero le lastima
Y le recuerda de su amor la suerte.

Prepara el arma, y luego, cauteloso,
Oculto entre las hojas, se aproxima
Y al ave encantadora da la muerte.



Francisco Sosa Escalante

La vuelta de la primavera (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Al beso de las pardas golondrinas
Gozosa despertó la primavera,
Y su manto de flores la pradera
Vistió al punto que huyeron las neblinas.

Del arroyo las aguas cristalinas
Murmuran con placer, y vocinglera
Entona el ave su canción primera
Al abrirse las rojas clavellinas.

De tus ojos así la luz ardiente
Mi corazón sintió cuando dormía
Tras largas horas de gemir doliente.

Devuelves á mi pecho la alegría,
La inspiración devuelves á mi mente,
Y te bendigo, primavera mía.



Carolina Coronado

en otro. traducido de pastorini

-- de Carolina Coronado --

Si con tranquila faz, génova mía
tu bello cuerpo destrozado miro,
no es por ingratitud, es que un suspiro
me parece en tus hijos cobardía.
Trofeos de constancia y valentía
en tus ruinas orgullosa admiro,
pues dondequiera que la vista giro,
encuentro en tu peligro tu osadía.
Más que el triunfo valió tu sufrimiento,
y te vengaste bien del que te infama.
Quedando destruida hasta el cimiento:
así la libertad gozosa exclama
tus reliquias besando en las arenas:
ruinas... Sí; pero jamás cadenas.



Carolina Coronado

un otro con igual asunto

-- de Carolina Coronado --

Abrid los ojos, célica maría,
más que la luna del enero, claros,
abrid los ojos y mirad cuán raros
son los dones que dios tierno os envía:
el serafín más bello que tenía
entre sus dulces serafines caros
coronado de rayos celestiales
coloca en vuestros brazos virginales.
¡Mirad quién se os estrecha a la garganta,
mirad qué labio os busca con anhelo,
mirad, que por el santo rey del cielo
qué gozosa estaréis con dicha tanta!
al ser que a vuestro pecho se amamanta
velad; señora, con ardiente celo,
¡que ya desesperado y moribundo
dél solo espera salvación el mundo!



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