Buscar Poemas con Fortaleza


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Se han encontrado 16 poemas con la palabra fortaleza

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Guarda mundo tu flaca fortaleza

-- de Juan Díaz Rengifo --

Guarda mundo tu flaca fortaleza,
fortaleza de carne no la quiero,
quiero servir a Aquel, en quien, si espero,
espero hará de roble mi flaqueza.

Flaqueza en la virtud es gran vileza,
vileza no consiente un caballero,
caballero en la sangre, no en dinero,
dinero, que oscurece la nobleza,

nobleza verdadera en Dios se halla,
hállala el que, a sí mismo despreciando,
preciando solo a Dios, en él se honra.

Honra Dios a los suyos, cuando calla,
calla porque en silencio está ayudando,
dando paciencia y honra en la deshonra.

Poema Guarda mundo tu flaca fortaleza de Juan Díaz Rengifo con fondo de libro

Lope de Vega

Divino labrador, honor de España

-- de Lope de Vega --

Divino labrador, honor de España,
que, a pesar de la bárbara fiereza,
trujistes en las manos la cabeza,
por no morir en la heredad extraña,
el ejército muerto, la montaña
de cuerpos, troncos, tanta fortaleza
admira, y da lugar a la riqueza
del vuestro, insigne por tan alta hazaña.
Muertos responden a quien habla muerto,
y la patria de tales ciudadanos
de muro a muro a ser sepulcro viene.
Dichosa Zaragoza por Lamberto,
que tiene su cabeza por sus manos,
y ella su cuerpo por cabeza tiene.

Poema Divino labrador, honor de España de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Luz de mis ojos, yo juré que había

-- de Lope de Vega --

Luz de mis ojos, yo juré que había
de celebrar una mortal belleza,
que de mi verde edad la fortaleza
como enlazada yedra consumía.
Si me ha pesado y si llorar querría
lo que canté, con inmortal tristeza
y si la que tenéis en la cabeza
corona agora de laurel la mía,
Vos lo sabéis a quien está presente
el más oculto pensamiento humano
y que desde hoy, con nuevo celo ardiente,
cantaré vuestro nombre soberano,
que a la hermosura vuestra eternamente
consagro pluma y voz, ingenio y mano.

Poema Luz de mis ojos, yo juré que había de Lope de Vega con fondo de libro

Manuel del Palacio

El suplicio de Tántalo

-- de Manuel del Palacio --

¡Cuan bello y orgulloso se levanta
De los montes cortando la aspereza,
Ese palacio, rico de grandeza,
Que hunde en el valle la soberbia planta!

Jamás el arte maravilla tanta
Pudo reunir de gracia y fortaleza,
Ni jamás prodigó naturaleza
Tanto tesoro como aquí me encanta!

Árboles mil en pintoresca fila
Le dan ambiente dulce y placentero;
Reina en su derredor calma tranquila:

Verle de cerca y admirarle quiero;
Mas ¿qué cartel en la pared oscila?
— No se entra sin permiso del portero.



Diego Hurtado de Mendoza

A la ribera de la mar sentada

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

A la ribera de la mar sentada,
Sobre el sepulcro de Ayax Telamon,
La Fortaleza estaba despechada,
Moviendo contra Grecia indignacion.

Los cabellos de hierro y la acerada
Veste rompia al llanto y turbacion;
La gente se alteró, y aunque espantada,
Quiso della entender su alteracion.

Respondió, vuelto el rostro á los troyanos:
«Aun por haceros Grecia mayor mengua,
Contra Ayax por Ulises sentenció.

Desposeyendo aquellas fuertes manos,
Y entregando á la vil y flaca lengua
Las armas con que Aquiles os venció.»



Hernando de Acuña

A su Majestad

-- de Hernando de Acuña --

Invictísimo César, cuyo nombre
el del antiguo Carlo ha renovado,
al sonido del cual tiemble y se asombre
la tierra, el mar y todo lo criado;
en quien Roma su imperio y gran renombre
conoce más que nunca sublimado,
y do el dichoso siglo que os alcanza
pone primera y última esperanza.

Vos, pues, Señor, en cuya fortaleza
el nombre se sustenta y ser cristiano,
y en el supremo grado de grandeza
tenéis siempre delante el ser humano;
si del don bajo suple la bajeza
un puro corazón sincero y sano,
dél acetad esta señal presente,
como César humano, humanamente.



Antonio Machado

El hospicio

-- de Antonio Machado --

Es el hospicio, el viejo hospicio provinciano,
el caserón ruinoso de ennegrecidas tejas
en donde los vencejos anidan en verano
y graznan en las noches de invierno las cornejas.
Con su frontón al Norte, entre los dos torreones
de antigua fortaleza, el sórdido edificio
de agrietados muros y sucios paredones
es un rincón de sombra eterna. ¡El viejo hospicio!
Mientras el sol de enero su débil luz envía,
su triste luz velada sobre los campos yermos,
a un ventanuco asoman, al declinar el día,
algunos rostros pálidos, atónitos y enfermos,
a contemplar los montes azules de la sierra;
o, de los cielos blancos, como sobre una fosa,
caer la blanca nieve sobre la fría tierra,
sobre la tierra fría la nieve silenciosa...



Francisco de Quevedo

parnaso español 10

-- de Francisco de Quevedo --

Bien con argucia rara y generosa
de rasgos, vence el único morante
los pinceles de apeles y timante;
bien vuela así su pluma victoriosa.
Vive en imitación maravillosa,
grande filipo, augusto tu semblante,
y, laberinto mudo, si elegante,
la tinta anima en semejanza hermosa.
Propiamente retratan tu belleza
lazos, pues que son lazos tus facciones
a venus, como a marte tu grandeza.
Tus ejércitos, naves y legiones
lazos son de tu inmensa fortaleza,
en que cierran los mares y naciones.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 76

-- de Francisco de Quevedo --

Es la soberbia artífice engañoso;
da su fábrica pompa, y no provecho:
ve, nabuco, la estatua que te ha hecho;
advierte el edificio cauteloso.
Hizo la frente del metal precioso;
armó de plata y bronce cuello y pecho;
y por trocar con el cimiento el techo,
los pies labró de barro temeroso.
No alcanzó el oro a ver desde la altura
la guija, que rompió con ligereza
el polvo en quien fundó rica locura.
El que pusiere el barro en la cabeza
y a los pies del metal la lumbre pura,
tendrá, si no hermosura, fortaleza.



Francisco Sosa Escalante

A Lesbia

-- de Francisco Sosa Escalante --

Ornada al verte de sin par belleza
De humilde hogar en el recinto oscuro,
Y al sentir que es el pan amargo y duro
Del sér abandonado á la pobreza;

Sin fé tu corazón, sin fortaleza,
De la santa virtud franqueaste el muro
Y fuiste en brazos del deleite impuro
Huyendo del dolor y la tristeza.

Al despertar de tu delirio insano
Te encuentras para siempre envilecida,
Y es inútil tu afán, tu clamor vano.

Ya del vicio en los antros sumergida
Eres lirio en el cieno del pantano,
Perla en inmundo lodazal caida.



Francisco Sosa Escalante

El niño enfermo

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Oh santa, maternal Naturaleza!
Cuál pregonas doquier, que desde el cielo
Sus leyes dicta Dios, y que es el suelo
Revelacion no más de su grandeza!

¿Quién, sino tú, concede fortaleza
En negras horas de incesante anhelo,
A la madre infeliz que al pequeñuelo
Postrado mira con mortal tristeza?

Oh! no es la ciencia, no, la vencedora
De la fiebre voraz que al niño aqueja
Y su cándida frente descolora:

Es Dios que escucha con piedad la queja
De madre tierna que con fé le implora
Y es solo Dios el que á la Parca aleja.



Francisco Sosa Escalante

Humildad (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Al ver cuál vive en tormentosa lidia
Quien la cumbre tocó de la grandeza,
Bendigo mi humildad y mi pobreza,
Libre del dardo de la negra envidia.

La horrible ingratitud y la perfidia
No habré de lamentar; mi fortaleza
La torpe adulación con su vileza
No expone á sucumbir; jamás la insidia.

Amigos fieles á estrechar mi mano
Vendrán; no en pos del esplendor del oro
Sino de afecto fraternal y sano.

Que en mi modesto hogar no hay más tesoro
Que aquel que guarda corazón cristiano
Que goza con el bien y enjuga el lloro.



Francisco Sosa Escalante

Mis versos

-- de Francisco Sosa Escalante --

No la sublime inspiración, no el canto
Que vence los rigores del olvido,
Encontrareis aquí, sino el sentido
Arrullo del amor, ó el triste llanto.

Amor de patria, fervoroso y santo;
Recuerdos dulces del placer perdido
Y queja funeral, en su sonido
Mi laüd traduce, ó pasajero encanto.

No la esperanza de Ícaro, ilusoria,
Aliento dió á mi voz y fortaleza,
Ni lauros nunca ambicioné de gloria.

Si este libro carece de belleza,
Es arca donde guardo la memoria
De mis horas de amor ó de tristeza.



José Eustasio Rivera

grabando en la llanura

-- de José Eustasio Rivera --

Grabando en la llanura las pisadas,
y ambos, uncida al yugo la cabeza,
dos bueyes de humillada fortaleza
pasan ante las tímidas vacadas.

Por el pincho las pieles torturadas
fruncen con una impávida entereza;
y al canto del boyero, con tristeza
revuelven las pupilas agrandadas.

Mientras flora la rueda, el correaje
chirría en los cuernos, y la ruta queda
bordada, a trechos, de espumoso encaje;

y ellos, bajo el topacio vespertino,
parecen en la errante polvareda
dos tardas pesadumbres del camino.



José Martí

¡vivir en sí, qué espanto!

-- de José Martí --

¡vivir en sí, qué espanto!
salir de sí desea
el hombre, que en su seno no halla modo
de reposar, de renovar su vida,
en roerse a sí propia entretenida.
La soledad ¡qué yugo!
del aire viene al árbol alto el jugo:
de la vasta, jovial naturaleza
al cuerpo viene el ágil movimiento
y al alma la anhelada fortaleza.
¡Cambio es la vida! vierten los humanos
de sí el fecundo amor: y luego vierte
la vida universal entre sus manos
modo y poder de dominar la muerte.
Como locos corceles
en el cerebro del poeta vagan
entre muertos y pálidos laureles,
ansias de amor que su alma recia estragan
de anhelo audaz de redimir repleto
buscar en el aire bueno a su ansia objeto
y vive el triste, pálido y sombrío,
como gigante fiero
a un negro poste atado,
con la ración mezquina de un jilguero
por mano de un verdugo alimentado.
¡Fauce hambrienta y voraz, un alma amante!
y aquí, enredado entre sus hierros, rueda
y el polvo muerde, el aire tasca y queda
atado al poste el mísero gigante.



Bartolomé de Argensola

romances 3

-- de Bartolomé de Argensola --

Mi coraçon descuydado,
sus muros y fortaleza
amores me la han cercado.

Razón y seso y cordura,
que tenía a mi mandado,
hizieron trato con ellos,
¡malamente me han burlado!

y la fe, que era el alcayde,
las llaves les ha entregado;
combatieron por los ojos,
diéronse luego de grado,

entraron a escala vista,
con su vista han escalado,
subieron dos mil sospiros,
subió passión y cuydado
diziendo: ¡amores, amores!
su pendón han levantado.

Quando quise defenderme
ya estava todo tomado;
huve de darme a presión
de grado, siendo forçado.

Agora, triste cativo,
de mí estoy enagenado,
quando pienso libertarme
hállome más cativado.

No tiene ningún concierto
la ley del enamorado;
del amor y su poder
no ay quién pueda ser librado.

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