Buscar Poemas con Exótica


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Se han encontrado 7 poemas con la palabra exótica

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Amado Nervo

Tibi Regina

-- de Amado Nervo --

¡Oh! Divina, son tus formas de una ingénita realeza;
de tus golas a la Médicis se desprende tu cabeza
como aurífero pistilo de una exótica corola.

¡Oh! Deidad, tus ojos tienen lejanías de horizontes
y tu lánguida hermosura, cual la nieve de los montes,
brilla sola, intacta y pura,
brilla pura, intacta y sola.

Ante ti puesto de hinojos, yo te juro Reina y Dama
y te rindo el vasallaje que tu orgullo me reclama...

Oh magnífica señora,
para ti el rondel hidalgo que a los próceres recrea,
los herretes de diamantes con su luz titiladora,
los sedeños escarpines y la grácil hacanea.

Poema Tibi Regina de Amado Nervo con fondo de libro

Delmira Agustini

Añoranza

-- de Delmira Agustini --

Íbamos en la tarde que caía
rápidamente sobre los caminos.
Su belleza, algo exótica, ponía
aspavientos en ojos campesinos.

-Gozaremos el libro- me decía
de tus epigramáticos y finos
versos. En el crepúsculo moría
un desfile de pájaros marinos...

Debajo de nosotros, la espesura
aprisionaba en forma de herradura
la población. Y de un charco amarillo

surgió la luna de color de argento,
y a lo lejos, con un recogimiento
sentimental, lloraba un caramillo...

Poema Añoranza de Delmira Agustini con fondo de libro

Arturo Borja

(Lola, para que cante yo todos tus tesoros...)

-- de Arturo Borja --

Lola, para que cante yo todos tus tesoros
necesito el aperitivo que regenera,
las lejanías glaucas de una feraz pradera
y el geométrico ritmo de los antiguos coros...

La pedrería exótica, los esmaltes, los oros
que prestigian la gracia de tu helénica pose
serán en mis versos desusados, y no se
sentirán palpitantes desechando decoros.

Y así, pido una venia para este pordiosero
de belleza, siguiendo los cortesanos ritos:
Yo, que vivo soñando, no siento que me muero...

Quiero decir un verso pulido y diamantino
todo el prestigio helénico

references

Poema (Lola, para que cante yo todos tus tesoros...) de Arturo Borja con fondo de libro

Julio Herrera Reissig

Fecundidad (Herrera y Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

«¡Adán, Adán, un beso!», dijo, y era
que en una dolorosa sacudida,
el absurdo nervioso de la vida
le hizo temblar el dorso y la cadera...

El iris floreció como una ojera
exótica. Y el «¡ay!» de una caída
fue el más dulce dolor. Y fue una herida.
La más roja y eterna primavera...

«¡Adán, Adán, procúrame un veneno!»,
dijo, y en una crispación flagrante
la eternidad atravesóle el seno...

Entonces comenzó a latir el mundo.
Y el sol colgaba del cenit, triunfante
como un ígneo testículo fecundo.



Julio Herrera Reissig

Fiat lux

-- de Julio Herrera Reissig --

Sobre el rojo diván de seda intacta,
con dibujos de exótica graminea,
jadeaba entre mis brazos tu virgínea
y exangüe humanidad de curva abstracta...

Miró el felino con sinuosa línea
de opalo; y en la noche estupefacta,
desde el jardín, la Venus curvilínea
manifestaba su esbeltez compacta.

Ante el alba, que izó nimbos grosellas,
ajáronse las últimas estrellas...
El Cristo de tu lecho estaba mudo.

Y como un huevo, entre el plumón de armiño
que un cisne fecundara, tu desnudo
seno brotó del virginal corpiño...



Julio Herrera Reissig

Idealidad exótica

-- de Julio Herrera Reissig --

Tal la exangüe cabeza, trunca y viva,
de un mandarín decapitado, en una
macábrica ficción, rodó la luna
sobre el absurdo de la perspectiva...

Bajo del velo, tu mirada bruna
te dio el prestigio de una hunrí cautiva;
y el cocodrilo, a flor de la moruna
fuente, cantó su soledad esquiva.

Susceptible quién sabe a qué difuntas
dichas, plegada y con las manos juntas,
te idealizaste en gesto sibilino,,,

Y a modo de espectrales obsesiones,
la torva cornamenta de un molino
amenazaba las constelaciones...



Clemente Zenea

En un álbum 2 (JCZ)

-- de Clemente Zenea --

Desde que yo salí de Cuba
dejé de ser trovador,
cerré mis libros de estudio,
sentí enmudecer mi voz
y reventarse las cuerdas
del arpa y del corazón.
Pero al hallarme contigo
en mi senda de dolor,
vienen al labio los versos
en suave improvisación,
porque causa tal prodigio
la cubana en Nueva-York.

¡Ay! llegaron una a una
las penas de la pasión,
los desengaños acerbos
de la amistad y el amor;
aparecieron más tarde
la calumnia y la traición
y envenenaron mis días
el uno del otro en pos!
Pero entre tantos afanes
mi alma triste suspiró,
y este suspiro lo obtuvo
la cubana en Nueva-York.

¿Qué viniste a hacer, hermosa,
bajo este pálido sol?
¿Podrás, exótica planta,
vivir en el septentrión,
sin el beso de las brisas
del trópico abrasador?
¡Oh! vuelve, vuelve a tus playas,
torna a tu bella región,
aquí a nosotros nos falta
claridad, vida y calor,
y perece entre las nieves
la cubana en Nueva-York.



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