Buscar Poemas con Extinto


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Se han encontrado 7 poemas con la palabra extinto

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Manuel de Zequeira

Contra el amor

-- de Manuel de Zequeira --

Huye, Climene, deja los encantos
del amor, que no son sino dolores;
es una oculta sierpe entre las flores
cuyos silbos parecen dulces cantos:

es un néctar que quema y da quebrantos,
es Vesubio que esconde sus ardores,
es delicia mezclada con rigores
es jardín que se riega con los llantos:

Es del entendimiento laberinto
de entrada fácil y salida estrecha,
donde el más racional pierde su instinto:

Jamás mira su llama satisfecha,
y en fingiendo que está su ardor extinto,
es cuando más estrago hace su flecha.

Poema Contra el amor de Manuel de Zequeira con fondo de libro

César Vallejo

Huaco

-- de César Vallejo --

Yo soy el coraquenque ciego
que mira por la lente de una llaga,
y que atado está al Globo,
como a un huaco estupendo que girara.

Yo soy el llama, a quien tan sólo alcanza
la necedad hostil a trasquilar
volutas de clarín,
volutas de clarín brillantes de asco
y bronceadas de un viejo yaraví.

Soy el pichón de cóndor desplumado
por latino arcabuz;
y a flor de humanidad floto en los Andes,
como un perenne Lázaro de luz.

Yo soy la gracia incaica que se roe
en áureos coricanchas bautizados
de fosfatos de error y de cicuta.
A veces en mis piedras se encabritan
los nervios rotos de un extinto puma.

Un fermento de Sol;
levadura de sombra y corazón!

Poema Huaco de César Vallejo con fondo de libro

Octavio Paz

la palabra dicha

-- de Octavio Paz --

La palabra se levanta
de la página escrita.
La palabra,
labrada estalactita,
grabada columna,
una a una letra a letra.
El eco se congela
en la página pétrea.
Ánima,
blanca como la página,
se levanta la palabra.
Anda
sobre un hilo tendido
del silencio al grito,
sobre el filo
del decir estricto.
El oído: nido
o laberinto del sonido.
Lo que dice no dice
lo que dice: ¿cómo se dice
lo que no dice?
di
tal vez es bestial la vestal.
Un grito
en un cráter extinto:
en otra galaxia
¿cómo se dice ataraxia?
lo que se dice se dice
al derecho y al revés.
Lamenta la mente
de menta demente:
cementerio es sementero,
simiente no miente.
Laberinto del oído,
lo que dices se desdice
del silencio al grito
desoído.
Inocencia y no ciencia:
para hablar aprende a callar.

Poema la palabra dicha de Octavio Paz con fondo de libro

Pablo Neruda

entierro en el este

-- de Pablo Neruda --

Yo trabajo de noche, rodeado de ciudad,
de pescadores, de alfareros, de difuntos quemados
con azafrán y frutas, envueltos en muselina escarlata:
bajo mi balcón esos muertos terribles
pasan sonando cadenas y flautas de cobre,
estridentes y finas y lúgubres silban
entre el color de las pesadas flores envenenadas
y el grito de los cenicientos danzarines
y el creciente monótono de los tam-tam
y el humo de las maderas que arden y huelen.
Porque una vez doblado el camino, junto al turbio río,
sus corazones, detenidos o iniciando un mayor movimiento,
rodarán quemados, con la pierna y el pie hechos fuego,
y la trémula ceniza caerá sobre el agua,
flotará como ramo de flores calcinadas
o como extinto fuego dejado por tan poderosos viajeros
que hicieron arder algo sobre las negras aguas, y devoraron
un alimento desaparecido y un licor extremo.



Medardo Ángel Silva

La sombra de una lágrima

-- de Medardo Ángel Silva --

Y pregunté a la mágica sibila:
—¿Un constante recuerdo, un vago aroma
de sueño extinto, de ternura muerta,
como la suave estela de un perfume,
quedará de mi paso por la vida,
entre los hombres?...

Y la Maga dijo:
—Algo menos: la sombra de una lágrima.

Pues que me siento efímero...
Pues que me siento efímero y fugaz, comparable
a la flor, o más bien a la nube variable,
amo las hebras de humo que una escala remedan
para los sueños líricos, y las olas que ruedan
hacia playas remotas que nunca he de mirar.

Porque me hace la vida serena y resignada
el meditar que un día retornaré a la nada,
como el humo a los cielos y las olas al mar.



Julio Flórez

De cabeza

-- de Julio Flórez --

Poem

Va cayendo, cayendo en el abismo de la noche sin fin, el ángel reo; del espacio profundo en el mutismo se escucha su satánico aleteo.

Nada detiene al trágico querube en su descenso del eterno día; nada!... Nada!... Ni un astro, ni una nube! ¡Sola siempre la bóveda vacía!

Los siglos, al pasar, y los milenos secaron en su mente el fuego sacro; mas, lleva de su cráneo entre los senos, de su vil rebelión, el simulacro.

Por eso, al traspasar los universos, como agitado por feroz instinto, con el torvo mirar de los perversos, torna los ojos al edén extinto.

Y amenaza los cielos y los mundos su recia mano que la rabia crispa, y salta de sus ojos furibundos del odio insano, la incendiaria chispa.

Mas, nada altera su caída, nada! Y en medio de la sombra, el gran proscrito, con la cabeza formidable, horada la silenciosa paz del infinito!



Carlos Pezoa Véliz

Nada

-- de Carlos Pezoa Véliz --

Era un pobre diablo que siempre venía
cerca de un gran pueblo donde yo vivía;
joven, rubio y flaco, sucio y mal vestido,
siempre cabizbajo... ¡Tal vez un perdido!
Un día de invierno lo encontraron muerto
dentro de un arroyo próximo a mi huerto,
varios cazadores que con sus lebreles
cantando marchaban... Entre sus papeles
no encontraron nada... Los jueces de turno
hicieron preguntas al guardían nocturno:
éste no sabía nada del extinto;
ni el vecino Pérez, ni el vecino Pinto.
Una chica dijo que sería un loco
o algún vagabundo que comía poco,
y un chusco que oía las conversaciones
se tentó de risa... ¡Vaya, unos simplones!
Una paletada le echó el panteonero;
luego lió un cigarro, se caló el sombrero
y emprendió la vuelta... Tras la paletada,
nadie dijo nada, nadie dijo nada...



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