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César Vallejo

Trilce: XX

-- de César Vallejo --

Al ras de batiente nata blindada
de piedra ideal. Pues apenas
acerco el 1 al 1 para no caer.

Ese hombre mostachoso. Sol,
herrada su única rueda, quinta y perfecta,
y desde ella para arriba.
Bulla de botones de bragueta,
libres,
bulla que reprende A vertical subordinada.
El desagüe jurídico. La chirota grata.

Mas sufro. Allende sufro. Aquende sufro.

Y he aquí se me cae la baba, soy
una bella persona, cuando
el hombre guillermosecundario
puja y suda felicidad
a chorros, al dar lustre al calzado
de su pequeña de tres años.

Engállase el barbado y frota un lado.
La niña en tanto pónese el índice
en la lengua que empieza a deletrear
los enredos de enredos de los enredos,
y unta el otro zapato, a escondidas,
con un poquito de saliva y tierra,
pero con un poquito
no má-
.S.

Poema Trilce: XX de César Vallejo con fondo de libro

César Vallejo

al ras de batiente nata blindada

-- de César Vallejo --

Xx
al ras de batiente nata blindada
de piedra ideal. Pues apenas
acerco el 1 al 1 para no caer.
Ese hombre mostachoso. Sol,
herrada su única rueda, quinta y perfecta,
y desde ella para arriba.
Bulla de botones de bragueta,
libres,
bulla que reprende a vertical subordinada.
El desagüe jurídico. La chirota grata.
Mas sufro. Allende sufro. Aquende sufro.
Y he aquí se me cae la baba, soy
una bella persona, cuando
el hombre guillermosecundario
puja y suda felicidad
a chorros, al dar lustre al calzado
de su pequeña de tres años.
Engállase el barbado y frota un lado.
La niña en tanto pónese el índice
en la lengua que empieza a deletrear
los enredos de enredos de los enredos,
y unta el otro zapato, a escondidas,
con un poquito de saliva y tierra,
pero con un poquito
no má
.S.

Poema al ras de batiente nata blindada de César Vallejo con fondo de libro

Diego Hurtado de Mendoza

Lenguas extrañas y diversa gente

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Lenguas extrañas y diversa gente
A esta fiera cruel amando sigue;
Ella huye de todos, y persigue
A cada cual por donde mas lo siente.

Da á gustar el corazon caliente
A unos de otros, porque nos obligue;
Ninguno lo entendió que no castigue,
Aunque nadie lo prueba que escarmiente.

Su gloria es encubrir pechos abiertos
Y publicar entrañas escondidas.
¡Oh compuesto de varios desconciertos,

Que á nuestra propia carne nos convidas,
Y despues que á tus piés nos tienes muertos,
Por los que llegan sanos nos olvidas!

Poema Lenguas extrañas y diversa gente de Diego Hurtado de Mendoza con fondo de libro

Pablo Neruda

soneto xli cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Desdichas del mes de enero cuando el indiferente
mediodía establece su ecuación en el cielo,
un oro duro como el vino de una copa colmada
llena la tierra hasta sus límites azules.
Desdichas de este tiempo parecidas a uvas
pequeñas que agruparon verde amargo,
confusas, escondidas lágrimas de los días
hasta que la intemperie publicó sus racimos.
Sí, gérmenes, dolores, todo lo que palpita
aterrado, a la luz crepitante de enero,
madurará, arderá como ardieron los frutos.
Divididos serán los pesares: el alma
dará un golpe de viento, y la morada
quedará limpia con el pan fresco en la mesa.



Manuel María Flores

en el baño

-- de Manuel María Flores --

Alegre y sola en el recodo blando
que forma entre los árboles el río
al fresco abrigo del ramaje umbrío
se está la niña de mi amor bañando.

Traviesa con las ondas jugueteando
el busto saca del remanso frío,
y ríe y salpica el glacial rocío
el blanco seno, de rubor temblando.

Al verla tan hermosa, entre el follaje
el viento apenas susurrando gira,
slata trinando el pájaro salvaje,

el sol más poco a poco se retira;
todo calla... Y amor, entre el ramaje,
a escondidas mirándola, suspira.



Evaristo Carriego

Caperucita Roja que se nos fue

-- de Evaristo Carriego --

¡Ah, si volvieras...! ¡Cómo te extrañan mis hermanos!
La casa es un desquicio: ya no está la hacendosa
muchacha de otros tiempos. ¡Eras la habilidosa
que todo lo sabías hacer con esas manos...!

El menor de los chicos, ¡pobrecito! te llama
recordándote siempre lo que le prometieras,
para que le dés algo... Y a veces — ¡si lo oyeras! —
para que como entonces le prepares la cama.

¡Cómo entonces! ¿Entiendes? ¡Ah, desde que te fuiste,
en la casita nuestra todo el mundo anda triste,
y temo que los viejos se enfermen, ¡pobres viejos!

Mi madre disimula, pero a escondidas llora,
con el supersticioso temor de verte lejos...
Caperucita roja, ¿dónde estarás ahora?



Roberto Juarroz

hay días en que el aire no existe

-- de Roberto Juarroz --

Hay días en que el aire no existe.
Mineros de la desolación,
respiramos entonces sustancias escondidas.
Y a punto de asfixiarnos,
vagamos con la boca abierta
y no encendemos ningún fuego,
para no consumir el poco oxígeno que nos resta
como un pedazo de pan del día anterior.
No recordamos ya el nombre de nuestra calle,
ni la medida de nuestra ropa,
ni el sonido de nuestra voz,
ni la sensación de nuestro cuerpo.
Pero de pronto,
como si también se hubieran quedado sin aire,
se vacían a la vez la memoria y el olvido
y encontramos entonces
la mínima densidad posible,
las partículas sabias donde entran en contacto
el vacío y la vida.
Y es allí, sólo allí,
donde descubrimos la salvación por el vacío.



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