Buscar Poemas con Entristece


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Se han encontrado 13 poemas con la palabra entristece

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Lope de Vega

Cuando la madre antigua reverdece

-- de Lope de Vega --

Cuando la madre antigua reverdece,
bello pastor, y a cuanto vive aplace;
cuando en agua la nieve se deshace
por el sol, que el Aries resplandece,

la hierba nace, la nacida crece,
canta el silguero, el corderillo pace,
tu pecho, a quien su pena satisface,
del general contento se entristece.

No es mucho mal la ausencia, que es espejo
de la cierta verdad, o la fingida;
si espera fin, ninguna pena es pena.

¡Ay del que tiene por su mal consejo
el remedio imposible de su vida
en la esperanza de la muerte ajena!

Poema Cuando la madre antigua reverdece de Lope de Vega con fondo de libro

Góngora

Por una negra señora

-- de Góngora --

Por una negra señora
un negro galán doliente
negras lágrimas derrama
de un negro pecho que tiene.

Hablóla un negra noche,
y tan negra que parece
que de su negra pasión
el negro luto le viene.

Lleva una negra guitarra,
negras las cuerdas que tiene,
negras también las clavijas,
pues negro es el que las tuerce.

--"Negras pascuas me dé Dios,
si más megros no me tienen
los negros amores tuyos
que el negro color de allende.

Un negro favor te pido,
si negros favores vendes,
y sí con negros favores
un negro pagarse debe."

La negra señora entonces,
entafada del negrete,
con estas negras razones
al galán negro entristece:

--"Vaya muy en hora negra
el negro que tal pretende,
que para galanes negros
se hicieron negros desdenes."

El negro señor entonces,
no queriendo ennegrecerse
más de lo negro, quitóse
el negro sombrero y fuese.

Poema Por una negra señora de Góngora con fondo de libro

Jacinto de Salas y Quiroga

El ingrato (Salas y Quiroga)

-- de Jacinto de Salas y Quiroga --

(Música de Romagnesi.)

Ese ingrato que tanto quieres
imita al fin tu ligereza;
él te abandona, y tú prefieres
su veleidad a mi firmeza.
¡Ay! El que te hace así penar
no merece, no, tu ternura;
a mí, que adoro tu hermosura,
vuélveme a amar, vuélveme a amar.

Amable Rosa, ¿por qué lloras?
Ese cruel que te entristece,
al ver cuan firme tú le adoras,
de ti se ríe y se envanece.
¡Ah! Más valiera despreciar
al que tus penas ha causado;
yo nunca olvido lo pasado;
vuélveme a amar, vuélveme a amar.

Si largo tiempo en mi dolor
tu alevosía he repetido;
si fuiste ingrata con mi amor,
padeces ya... Todo lo olvido.
Bella Rosa, vuelve a tomar
mi corazón y mi fortuna;
deja el rubor... Amor nos una;
vuélveme a amar, vuélveme a amar.

Poema El ingrato (Salas y Quiroga) de Jacinto de Salas y Quiroga con fondo de libro

Pablo Neruda

y qué dijeron los rubíes

-- de Pablo Neruda --

Y qué dijeron los rubíes
ante el jugo de las granadas?
pero por qué no se convence
el jueves de ir después del viernes?
quiénes gritaron de alegría
cuando nació el color azul?
por qué se entristece la tierra
cuando aparecen las violetas?



José Tomás de Cuellar

Te siento

-- de José Tomás de Cuellar --

YO siento cuando piensas
En mí, como las flores
Sienten la sombra rápida que pasa
Del ave peregrina,
Mientras el sol desde el zenit fulgente
Sus esmaltadas plumas ilumina.

Conozco cuando lloras
En que el azul del cielo se oscurece,
Y hay algo en ciertas horas
Que sin tener motivo me entristece.

Conozco cuando cantas
En que la voz del ave melodiosa.
Mucho más harmoniosa,
Tiene notas tan dulces, prenda mía,



José Ángel Buesa

canción de la búsqueda

-- de José Ángel Buesa --

Todavía te busco, mujer que busco en vano,
mujer que tantas veces cruzaste mi sendero,
sin alcanzarte nunca cuando extendí la mano
y sin que me escucharas cuando dije: «te quiero...»
Y, sin embargo, espero. Y el tiempo pasa y pasa.
Y ya llega el otoño, y espero todavía:
de lo que fue una hoguera sólo queda una brasa,
pero sigo soñando que he de encontrarte un día.
Y quizás, en la sombra de mi esperanza ciega,
si al fin te encuentro un día, me sentiré cobarde,
al comprender, de pronto, que lo que nunca llega
nos entristece menos que lo que llega tarde.
Y sentiré en el fondo de mis manos vacías,
más allá de la bruma de mis ojos huraños,
la ansiedad de las horas convirtiéndose en días
y el horror de los días convirtiéndose en años...
Pues quizás esté mustia tu frente soñadora,
ya sin calor la llama, ya sin fulgor la estrella...
Y al no decir: «¡es ella!» como diría ahora
seguiré mi camino, murmurando: «era ella...»



Gutierre de Cetina

padre me llama el sol del alegría

-- de Gutierre de Cetina --

A mí la vista del más entristece;
apenas alejándose anochece
cuando muero por ver venido el día.
Todo cuanto en la tierra el cielo cría
reposa con la noche, en mí parece
que con fuerza mayor a la par crece
también la obscuridad del alma mía.
Y si del que mal hace es deseada,
que no querría ver luz en todo el año,
¿por cuál razón a mí me desagrada?
que demás de tratar de día mi daño,
en la noche, al descanso aparejada,
soy más cierto ministro de mi engaño.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 33

-- de Francisco de Quevedo --

Aguarda, riguroso pensamiento,
no pierdas el respeto a cuyo eres.
Imagen, sol o sombra, ¿qué me quieres?
déjame sosegar en mi aposento.
Divina tirsis, abrasarme siento:
sé blanda como hermosa entre mujeres;
mira que ausente, como estás, me hieres;
afloja ya las cuerdas al tormento.
Hablándote a mí solas me anochece:
contigo anda cansada el alma mía;
contigo razonando me amanece.
Tú la noche me ocupas y tú el día:
sin ti todo me aflige y entristece,
y en ti mi mismo mal me da alegría.



Francisco de Quevedo

Soneto amoroso (Aguarda, riguroso pensamiento)

-- de Francisco de Quevedo --

Aguarda, riguroso pensamiento,
no pierdas el respeto a cuyo eres.
Imagen, sol o sombra, ¿qué me quieres?
Déjame sosegar en mi aposento.

Divina Tirsis, abrasarme siento;
sé blanda como hermosa entre mujeres;
mira que ausente como estás me hieres;
afloja ya las cuerdas al tormento.

Hablándote a mis solas me anochece;
contigo anda cansada el alma mía;
contigo razonando me amanece.

Tú la noche me ocupas y tú el día;
sin ti todo me aflige y entristece
y en ti mi mismo mal me da alegría.



Francisco Villaespesa

los jardines de afrodita I

-- de Francisco Villaespesa --

El ritmo, el gran rebelde, me rinde vasallaje,
y cuando quiero ríe, y cuando quiero vuela,
y he domado a mi estilo como a un potro salvaje,
a veces con el látigo y a veces con la espuela.
Conozco los secretos del alma del paisaje,
y sé lo que entristece, y sé lo que consuela,
y el viento traicionero y el bárbaro oleaje
conocen la invencible firmeza de mi vela.
Amo los lirios místicos y las rosas carnales,
la luz y las tinieblas, la pena y la alegría,
los ayes de las víctimas y los himnos triunfales.
Y es el eterno y único ensueño de mi estilo
la encarnación del alma cristiana de maría
en el mármol pagano de la venus de milo.



Francisco Villaespesa

canción del recuerdo XII

-- de Francisco Villaespesa --

¿qué encanto tiene esa lejana estrella,
qué mágico poder en ella existe,
cuando tan pronto de mi amor partiste
sin dejar el recuerdo de una huella?
la vieja casa, tan alegre y bella,
desde que tú con tu alegría huiste,
está tan muda, desolada y triste,
que da espanto y terror entrar en ella.
¿Por qué, por qué nos has abandonado?
el fuego del hogar está apagado;
las ventanas cerradas, y si alguna
mano las abre, hasta la luz parece
que, llorando el rigor de mi fortuna,
al entrar en la casa se entristece!



José Eustasio Rivera

cantadora sencilla...

-- de José Eustasio Rivera --

Cantadora sencilla de una gran pesadumbre,
entre ocultos follajes, la paloma torcaz
acongoja las selvas con su blanda quejumbre,
picoteando arrayanes y pepitas de agraz.

Arrurruúu... Canta viendo la primera vislumbre;
y después, por las tardes, al reflejo fugaz,
en la copa del guáimaro que domina la cumbre
ve llenarse las lomas de silencio y de paz.

Entreabiertas las alas que la luz tornasola,
se entristece, la pobre, de encontrarse tan sola;
y esponjado el plumaje como leve capuz,

al impulso materno de sus tiernas entrañas,
amorosa se pone a arrullar las montañas...
Y se duermen los montes... Y se apaga la luz.



Rubén Darío

El país del sol

-- de Rubén Darío --

Al negro palacio del rey de la isla de Hierro—(¡oh, cruel, horrible destierro!)— ¿cómo es que tú, hermana harmoniosa, haces cantar al cielo gris, tu pajarera de ruiseñores, tu formidable caja musical? ¿No te entristece recordar la primavera en que oíste a un pájaro divino y tornasol

en el país del sol?



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