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Miguel Unamuno

Morir soñando

-- de Miguel Unamuno --

Au fait, se disait-il a lui-même, il parait que
mon destin est de mourir en rêvant.
(Stendhal, Le Rouge et le Noir, LXX,
«La tranquillité»)

Morir soñando, sí, mas si se sueña
morir, la muerte es sueño; una ventana
hacia el vacío; no soñar; nirvana;
del tiempo al fin la eternidad se adueña.

Vivir el día de hoy bajo la enseña
del ayer deshaciéndose en mañana;
vivir encadenado a la desgana
¿es acaso vivir? ¿y esto qué enseña?

¿Soñar la muerte no es matar el sueño?
¿Vivir el sueño no es matar la vida?
¿A qué poner en ello tanto empeño?:

¿aprender lo que al punto al fin se olvida
escudriñando el implacable ceño
-cielo desierto- del eterno Dueño?

Poema Morir soñando de Miguel Unamuno con fondo de libro

Amós de Escalante

En Monte Carceña

-- de Amós de Escalante --

En tus quebrados senos, oh Carceña,
retoña el roble que robusta quilla
dio a las cántabras naves, y en Sevilla
plantó, hace siglos, la cristiana enseña.

¡Oh, si de nuevo en tu cerrada breña
hallaren presa el hacha y la cuchilla,
aún lograran los mares de Castilla
lucir hazañas que la mente sueña!

Sóbrale jugo a la silvestre rama;
fáltales sangre a los mortales pechos
que a esfuerzos nuevos y a grandezas guíe;

sangre que el hielo trueque en viva llama,
ociosas quejas en fecundos hechos,
y a la loca fortuna desafíe.

Poema En Monte Carceña de Amós de Escalante con fondo de libro

Leopoldo Lugones

La última careta

-- de Leopoldo Lugones --

La miseria se ríe con sórdida chuleta,
Su perro lazarillo le regala un festín.
En sus funambulescos calzones va un poeta,
Y en su casaca el huérfano que tiene por Delfín.

El hambre es su pandero, la luna su peseta
Y el tango vagabundo su padre nuestro. Crin
De león, la corona. Su baldada escopeta
De lansquenete impávido suda un fogoso hollín.

Va en dominó de harapos, zumba su copla irónica.
Por antifaz le presta su lienzo la Verónica.
Su cuerpo, de llagado, parece un huerto en flor.

Y bajo la ignominia de tan siniestra cáscara,
Cristo enseña a la noche su formidable máscara
De cabellos terribles, de sangre y de pavor.

Poema La última careta de Leopoldo Lugones con fondo de libro

Lope de Vega

Que los libros sin dueño son tienda y no estudio

-- de Lope de Vega --

Fabio, notable autoridad se saca
de escribir el autor por darnos mueca,
que sacó de su propia biblioteca
la historia de Charlín y Tacamaca.

Articular humana voz la urraca
es como remojar la arteria seca,
porque es llamar al guante quiroteca
esto de biblioteca o bibliotaca.

¿Qué librería de rador hispano,
de senador iurisconsulto grave?,
¿qué fénix Escurial?, ¿qué Vaticano?

Por libros quiere Persio que le alabe,
¡oh misera ambición de aplauso humano!
que el libro es el que enseña, no el que sabe.



Góngora

Rebelde y pertinaz

-- de Góngora --

- Rebelde y pertinaz entendimiento,
sed preso. - ¿Quién lo manda? - Dios glorioso.
- ¿Por qué? - Porque con ánimo dudoso
negaste la obediencia al Sacramento.

- ¿Quién ha de ejecutar el prendimiento?
- La voluntad y afecto piadoso.
- ¿Quién es el carcelero riguroso?
- La fe, que enseña el conocimiento.

- Y la cárcel, ¿cuál es? - La Iglesia santa.
¡Oh cárcel, clara luz de este hemisferio,
dulce prisión que tal tesoro entierra;

do el fruto de este altísimo misterio
se goza con dulzura y gloria tanta
que excede cuanto bien hay en la tierra.



Jaime Sabines

los he visto en el cine

-- de Jaime Sabines --

Frente a los teatros,
en los tranvías y en los parques,
los dedos y los ojos apretados.
Las muchachas ofrecen en las salas oscuras
sus senos a las manos
y abren la boca a la caricia húmeda
y separan los muslos para invisibles sátiros.
Los he visto quererse anticipadamente, adivinando
el goce que los vestidos cubren, el engaño
de la palabra tierna que desea,
el uno al otro extraño.
Es la flor que florece
en el día más largo,
el corazón que espera,
el que tiembla lo mismo que un ciego en un presagio.
Esa niña que hoy vi tenía catorce años,
a su lado sus padres le miraban la risa
igual que si ella se la hubiera robado.
Los he visto a menudo
a ellos, a los enamorados
en las aceras, sobre la yerba, bajo un árbol,
encontrarse en la carne,
sellarse con los labios.
Y he visto el cielo negro
en el que no hay ni pájaros,
y estructuras de acero
y casa pobres, patios,
lugares olvidados.
Y ellos, constantes, tiemblan
se ponen en sus manos,
y el amor se sonríe, los mueve, les enseña,
igual que un viejo abuelo desengañado.



Jorge Riechmann

26

-- de Jorge Riechmann --

Para ina y antonio
lo pueden hacer muchos,
pero nadie lo hace: entonces hazlo.
Si no lo puedes hacer más que tú,
artesano, tus manos me dan frío.
Enseña a hacerlo a otros.
Que no enmudezca tu casa.
Que la memoria zumbe sobre rosas y asfódelos.
Si se rompe ese hilo
está perdido todo.



Emilio Bobadilla

La rendición de la flota

-- de Emilio Bobadilla --

Ante el inglés su formidable flota
desfila humildemente, sin enseña:
¡ni una protesta de sus labios brota,
ni una arruga en sus frentes se diseña!

De luchar hasta el fin ¿dónde está el voto?
Sombra de Nelson, sombra de Churruca,
¿concebís de rodillas al piloto
ni aún al rendirse, la razón caduca?

¡Oh vil caricatura del guerrero,
que por salvarse del honor prescinde
y a todo se doblega pordiosero!

Ya no armará con su marina cisco;
no es flota de combate que se rinde:
¡son carneros entrando en el aprisco!



Pablo Neruda

es paz la paz de la paloma

-- de Pablo Neruda --

Es paz la paz de la paloma?
el leopardo hace la guerra?
por qué enseña el profesor
la geografía de la muerte?
qué pasa con las golondrinas
que llegan tarde al colegio?
es verdad que reparten cartas
transparentes, por todo el cielo?



José Tomás de Cuellar

El 15 de septiembre

-- de José Tomás de Cuellar --

Coronada de rosas y jazmines,
Arrullada por auras sonadoras,
En medio de recónditos jardines
Que guardan por do quier aves canoras;
Perdiéndose á lo lejos sus confines
Del Oceano en las ondas bramadoras,
América felice é inocente
Muelle doblega la morena frente.

Era un tiempo de paz; serena, pura,
La faz del indio descuidado enseña
Sello de libertad y de ventura;
No conoce opresor, ni se domeña,
Ni bebe en sus placeres la amargura:



José Tomás de Cuellar

Jesucristo en la cruz

-- de José Tomás de Cuellar --

El que ha podido hacer adorar una
cruz, el que ha ofrecido por culto á
los hombres la humanidad doliente y
la virtud perseguida, éste, lo juramos,
no puede menos de ser un Dios.

CHATEAUBRIAND.

¡Calle el mundo á mi voz! El arpa mía
Va á repetir el eco del Calvario
Con mágico concento,
Que en alas de la mística poesía
Se eleve presuroso y solitario
Hasta tocar el alto firmamento.

¡Calle el mundo á mi voz! Altivos reyes,
Pueblos que venerais la augusta enseña
Con júbilo infinito,



Gertrudis Gómez de Avellaneda

A una joven madre en la pérdida de su hijo

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

¿Por qué lloras ¡oh Emilia! con dolor tanto?
— ¡Ay! he perdido el ángel que era mi encanto...
Ni aun leves huellas
Dejaron en el mundo sus plantas bellas.

— Te engañas, jóven madre; templa tu duelo.
Que ese ángel —aunque libre remonta el vuelo-
Te sigue amante
Do quiera que dirijas tu paso errante.

¿No admiras, cuando baña la tibia esfera
Del alba sonrosada la luz primera,
Con qué armonía
Cielo y tierra saludan al nuevo dia?

Pues sabe, jóven madre, que cada aurora
Por las manos de un ángel su faz colora,
y aquel concento
Se lo enseña á natura su dulce acento.

Cuando del sol el rayo postrero espira,
¿No escuchas un suspiro que en torno gira?
Y un soplo leve
¿No acaricia tu rostro, tus rizos mueve?...



Salvador Díaz Mirón

Lance

-- de Salvador Díaz Mirón --

Es un viejo borracho que me provoca,
que me cierra el camino y al diablo evoca,
recio, locuaz, inmundo, descalzo y fiero,
con terribles ojazos de un gris de acero
y con una calvicie de yerma roca.
-La testa perdió greña, razón y toca.

Hasta el pecho la barba se le desliza,
como espuma de arroyo por cana y riza.
La diestra dura y fuerte, como una marra,
enseña entre uñas corvas, como de garra,
pipa roja con aire de cruenta triza.
-La mano es tan aleve como maciza.

Paro el corcel fogoso y alzo la fusta...
-Occiduo el Sol corona cúspide augusta,
y el ebrio tiene al rubro y oblicuo rayo
sangre a linfas rebelde que aun pinta el sayo-.
Y me afirmo en el potro, y él se me asusta,
y el anciano derriba y en lodo incrusta.



Antonio Machado

La casa tan querida

-- de Antonio Machado --

La casa tan querida
donde habitaba ella,
sobre un montón de escombros arruinada
o derruida, enseña
el negro y carcomido
maltrabado esqueleto de madera.
La luna está vertiendo
su clara luz en sueños que platea
en las ventanas. Mal vestido y triste,
voy caminando por la calle vieja.



Manuel Machado

Al sable del Caudillo

-- de Manuel Machado --

¡Bienvenido, Capitán!
Bienvenido a tu Madrid,
con la palma de la lid
y con la espiga del pan.
Dios bendice el santo afán
que tu espada desnudó
y la victoria te dio,
poniendo en esa victoria
toda la luz de la gloria
de un mundo que se salvó.

Con esa hueste triunfal
que tras tu enseña desfila
-y que lleva en la mochila
estrellas de general-,
de la barbarie oriental
vencer supiste el espanto,
y alcanza tu gloria tanto
que con tu invencible tropa
fue España escudo de Europa
como en Granada y Lepanto.

De tu soberbia campaña,
Caudillo noble y valiente,
ha resurgido esplendente
una y grande y libre España.
Que hoy sean tu nueva hazaña
estas paces que unirán
en un mismo y puro afán
al hermano y el hermano...
Con la sombra de tu mano
es bastante, ¡Capitán!



Mario Benedetti

todo verdor

-- de Mario Benedetti --

Martín santomé
todo verdor perecerá
dijo la voz de la escritura
como siempre
implacable
pero también es cierto
que cualquier verdor nuevo
no podría existir
si no hubiera cumplido su ciclo
el verdor perecido
de ahí que nuestro verdor
esa conjunción un poco extraña
de tu primavera
y de mi otoño
seguramente repercute en otros
enseña a otros
ayuda a que otros
rescaten su verdor
por eso
aunque las escrituras
no lo digan
todo verdor
renacerá.



Evaristo Ribera Chevremont

la negra muele su grano

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

La negra muele su grano.
Muele su grano la negra.
Muele que muele su grano
en el pilón de madera.

La negra muele su grano.
La negra, que es mansa bestia.
La negra muele su grano
en el pilón de madera.

Y mientras que muele el grano
sus blancos dientes enseña.
La negra muele su grano
en el pilón de madera.

La negra muele su grano.
Muele su grano la negra.
El sol le toca los bronces
que por los brazos se templan.

La negra muele su grano
en el pilón de madera.
El grano -grano molido-
se torna blanca belleza.

La negra muele su grano
en el pilón de madera.
Y mueve negros y blancos
en cruda luz que marea.

Es su alegría salvaje
cuando lo blanco la llena,
cuando es el blanco el que toma
su ardiente masa de negra.

La negra muele su grano.
La negra, que es mansa bestia.
La negra muele su grano
en el pilón de madera.



Federico García Lorca

Romance de la luna

-- de Federico García Lorca --

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.

En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.

Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.

Niño déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.

Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño déjame, no pises,
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

¡Cómo canta la zumaya,
ay como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con el niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.



Francisco de Quevedo

enseña a morir antes

-- de Francisco de Quevedo --

Senor don juan, pues con la fiebre apenas
se calienta la sangre desmayada,
y por la mucha edad, desabrigada,
tiembla, no pulsa, entre la arteria y venas;
pues que de nieve están las cumbres llenas,
la boca, de los años saqueada,
la vista, enferma, en noche sepultada,
y las potencias, de ejercicio ajenas,
salid a recibir la sepoltura,
acariciad la tumba y monumento;
que morir vivo es última cordura.
La mayor parte de la muerte siento
que se pasa en contentos y locura,
y a la menor se guarda el sentimiento.
Esta obra se encuentra en dominio público.
Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace
más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio
público.



Francisco Sosa Escalante

Epitalamio (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Luce en tu frente la corona diva,
Nieve que en oro tu cabello engasta,
La corona nupcial, enseña casta
Que en tí el fulgor de la hermosura aviva.

Con hojas de la verde siempreviva
Permite que la adorne; pues no basta
Tanta dicha gozar, si al fín se gasta,
Si no es eterna, si en el bien no estriba.

Hoy que en tu sien alabastrina pone
Esa diadema Amor, á mi terneza
Este recuerdo tu bondad perdone:

Es un cielo el hogar, si la belleza
Dulce y amante su dintel traspone
Llevando por tesoro la pureza.



José de Diego

la borinqueña

-- de José de Diego --

¿qué alma, llorando su infeliz destino
dentro del himno popular se agita,
al ascender la música infinita
en el fondo del aire cristalino?

vibra en la flauta el prolongado trino,
la tempestad en el tambor palpita,
gime el violín, el clarinete grita
y solloza profundo el bombardino...

Es el acento múltiple, anhelante,
de la perdida caravana errante
que del nativo hogar la suerte implora...

¡Es el alma de un pueblo sin enseña!
¡es la dulce, la triste borinqueña ,
madre ideal que por sus hijos llora!



José Martí

la poesía es sagrada. nadie

-- de José Martí --

La poesía es sagrada. Nadie
de otro la tome, sino en sí. Ni nadie
como a esclava infeliz que el llanto enjuga
para acudir a su inclemente dueña,
la llame a voluntad: que vendrá entonces
pálida y sin amor, como una esclava.
Con desmayadas manos el cabello
peinará a su señora: en alta torre,
como pieza de gran repostería,
le apresará las trenzas; o con viles
rizados cubrirá la noble frente
por donde el alma su honradez enseña;
o lo atará mejor, mostrando el cuello,
sin otro adorno, en un discreto nudo.
¡Mas mientras la infeliz peina a la dama,
su triste corazón, cual ave roja
de alas heridas, estará temblando
lejos ¡ay! en el pecho de su amante,
como en invierno un pájaro en su nido!
maldiga dios a dueños y tiranos
que hacen andar los cuerpos sin ventura
por do no pueden ir los corazones!



Clemente Althaus

A una amiga (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Bajan sobre mis dolores
tus palabras de consuelo,
como el rocío del cielo
sobre las marchitas flores.
Y mis tormentos suaviza
tu plática consolante,
como adormece al infante
el canto de la nodriza.
¡Ah! no calle todavía
tu süave voz piadosa,
que en blando sueño reposa
al oírte el alma mía.
En dormida mar serena
ir me parece bogando,
arrullado por el blando
acento de una Sirena!
Por breves instantes cesa
mi antigua desconfianza,
y escucho de la Esperanza
la dulcísima promesa.
¿Quién te da tanta dulzura?
¿Quién a tu boca halagüeña
esas palabras enseña
que consuelan la amargura,
y que en mi herida crüel
del puro labio elocuente
cayendo van dulcemente
cual blandas olas de miel?
Todo recuerdo temido
así le borran tus frases,
como si las empapases
en el agua del olvido.
Tú su risueño zafir
vuelves al nublado cielo
y arrancas su negro velo
al rostro del porvenir.
¡Bendita por siempre seas,
tú que de un triste te apiadas,
y con voces encantadas
sus pesares lisonjeas!



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