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Se han encontrado 15 poemas con la palabra enormes

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Amado Nervo

Ingenua

-- de Amado Nervo --

¡Oh! ¡los rizos negros y los ojos nubios!
¡Oh, los ojos claros y los rizos rubios!

Los enormes besos en que amor es ducho...
¡Besarse sin treguas y quererse mucho!

Ser grande, muy grande, ser bueno, muy bueno;
pero entre tus brazos y sobre tu seno;

Besarte la nuca, besarte los ojos
y los hombros blancos y los labios rojos...

¡Oh! ¡mis dieciocho años! ¡Oh, mi novia ida!
Mi amor a la vida, mi amor a la vida...

La vida era dulce y el mundo era bueno;
¡pero entre tus brazos y sobre tu seno!

Las lunas de mayo si se los preguntas,
te dirán que vieron nuestras sombras juntas;

el estero de aguas cuchicheadoras
lamió nuestra barca con lenguas sonoras,

lamió nuestras barcas con lenguas sonoras,
en aquellas horas, en aquellas horas...

¿Dónde está la barca? ¿dónde está el estero?
¿dónde están las lunas?... ¡Tú mueres, yo muero!

¡Oh! mis dieciocho años, ¡Oh! ¡mi novia ida!
mi amor a la vida... Mi amor a la vida...

Poema Ingenua de Amado Nervo con fondo de libro

Luis Gálvez de Montalvo

Si a tanto llega el dolor

-- de Luis Gálvez de Montalvo --

Si á tanto llega el dolor
De sospechas y recelos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

Dolor que siempre está verde,
Aunque vos mas no os sequeis,
Y adonde quiera que esteis,
Veis presente á quien os muerte:
Mal que para su rigor
Se conjurar hoy los cielos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

Pues derriba una sospecha
La vida mas poderosa,
Y una presunción celos
Deja una gloria deshecha,
Y á fuerza de su furor
Se aborrecen los consuelos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

No valen fuerzas ni mañas
Contra mal tan inhumano,
Porque el hambriento gusano
Que se ceba en las entrañas
Alli vierte á su sabor
Sus centellas y sus hielos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

Si de este diente tocado
Debe un corazon rabiar,
Nadie lo podrá juzgar
Sino aquel que lo ha probado.
Yo que en medio del favor
Gusté tan enormes duelos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

Poema Si a tanto llega el dolor de Luis Gálvez de Montalvo con fondo de libro

Jorge Debravo

nocturno sin patria

-- de Jorge Debravo --

Yo no quiero un cuchillo en manos de la patria.
Ni un cuchillo ni un rifle para nadie:
la tierra es para todos,
como el aire.

Me gustaría tener manos enormes,
violentas y salvajes,
para arrancar fronteras una a una
y dejar de frontera solo el aire.

Que nadie tenga tierra
como tiene traje:
que todos tengan tierra
como tienen el aire.

Cogería las guerras de la punta
y no dejaría una en el paisaje
y abriría la tierra para todos
como si fuera el aire...

Que el aire no es de nadie, nadie, nadie...
Y todos tienen su parcela de aire.

Poema nocturno sin patria de Jorge Debravo con fondo de libro

Emilio Bobadilla

El asedio

-- de Emilio Bobadilla --

Sus enormes proyectiles los germánicos morteros
— tempestad de fuego y plomo— calculadamente lanzan,
y entre llamas y derrumbes y quejidos lastimeros
impertérritas las tropas, vomitando hierro, avanzan.

Por las calles, cual torrente de la cumbre, se derraman
en tropel niños y viejos, dando voces de honda angustia;
unos lloran y a sus madres sollozantes otros llaman,
— espasmódicos los ojos y la faz verdosa y mustia —.

Al retumbo del cañón el aire tiembla crispativo;
todo es ruido, confusión, desastre, lágrimas y ruina.
Es milagro el que al través de tanto estrago queda vivo.

En un cielo azul rutilan las estrellas misteriosas;
—es la hora del ensueño, de la calma vespertina...—
¡Qué ridículas parecen— y son tristes— nuestras cosas!



Emilio Bobadilla

El año 1916

-- de Emilio Bobadilla --

Saltan los bosques hechos astillas;
surcos enormes rajan la tierra;
huyen los hombres, arden las villas;
clamor de angustia, gritos de guerra!

¡Ya no hay crepúsculos suaves, risueños;
ya no hay arpegios de ruiseñores;
ya no hay canciones, ya no hay ensueños,
sino metralla, sangre y rencores!

Y el año expira y el año nuevo
viene impregnado también de saña
—del año viejo digno renuevo—.

¡La Muerte en medio de tanto escombro
pasa a lo lejos con su guadaña
como un labriego, la azada al hombro!



Enrique Álvarez Henao

Gota de agua

-- de Enrique Álvarez Henao --

Penetra el viejo sabio al gabinete
a recordar su ciencia micrográfica,
y sobre el transparente porta-objeto
coloca una brillante gota de agua.

La somete al examen microscópico
y la escudriña con febril mirada,
y torna a ver lo que en antiguos tiempos:
monstruos enormes de figuras raras.

Y remira esa hambrienta turbamulta
de infusorios de formas tan fantásticas,
y ve que unos a otros se devoran
como en los mares de la especie humana.

Abandona de pronto el microsopio
y murmura, calándose las gafas:
¡ cuántos monstruos se irán también matando
ocultos en el fondo de una lágrima!...



Manuel José Othón

paisajes

-- de Manuel José Othón --

Meridies

rojo, desde el cenit, el sol caldea.
La torcaz cuenta al río sus congojas,
medio escondida entre las mustias hojas
que el viento apenas susurrando orea.

La milpa, ya en sazón, amarillea,
de espigas rebosante y de panojas,
y reveberan las techumbres rojas
en las vecinas casas de la aldea.

No se oye estremecerse el cocotero
ni en la ribera sollozar los sauces;
solos están la vega y el otero,

desierto el robledal, secos los cauces
y, tendido a la orilla de un estero,
abre el lagarto sus enormes fauces.

Ii
noctifer

todo es cantos, suspieros y rumores
agítanse los vientos tropicales
zumbando entre los verdes carrizales,
gárrulos y traviesos en las flores.

Bala el ganado, silban los pastores,
las vacas mugiendo a los corrales,
canta la codorniz en los maízales
y grita el guacamayo en los alcores.

El día va a morir; la tarde avanza.
Súbito llama a la oración la esquila
de la ruinosa erminta, en lontananza.

Y venus, melancólica y tranquila,
desde el perfil del horizonte lanza
la luz primera de su azul pupila.



José María Eguren

las bodas vienesas

-- de José María Eguren --

En la casa de las bagatelas,
vi un mágico verde de rostro cenceño,
y las cincidelas
vistosas le cubren la barba de sueño.

Dos infantes oblongos deliran
y al cielo levantan sus rápidas manos,
y dos rubias gigantes suspiran,
y el coro preludian cretinos ancianos.

Que es la hora de la maravilla;
la música rompe de canes y leones
y bajo chinesca pantalla amarilla
se tuercen guineos con sus acordeones.

Y al compás de los címbalos suaves,
del hijo del rino comienzan las bodas;
con sus basquiñas enormes y graves
preséntase mustias las primeras beodas.

Y margraves de añeja germania,
y el rútilo extraño de blonda melena,
y llega con flores azules de insania
la bárbara y dulce princesa de viena.

Y al dulzor de las virgíneas camelias
van pos del cortejo la banda macrobia,
y rígidas, fuertes, las tías amelias;
y luego cojeando, cojeando la novia,



José María Eguren

las torres

-- de José María Eguren --

Brunas lejanías...
Batallan las torres
presentando
siluetas enormes.

Áureas lejanas...
Las torres monarcas
se confunden
en sus iras llamas.

Rojas lejanías...
Se hieren las torres;
purpurados
se oyen sus clamores.

Negras lejanías...
Horas cenicientas
se oscurecen,
¡ay!, las torres muertas.



Juan Gelman

corajes

-- de Juan Gelman --

Es enorme la tristeza que un hombre una mujer
pueden hacerse entre sí
como enormes son esos dos pajaritos parados en
la rama picoteándose
y enorme es el mismo árbol con lluvias bajo el sol
que se le ven en la cara
¿lloverá? ¿no lloverá?¿cantarán
los pajaritos esos mismos? ¿seguirá la enorme
tristeza mandando creciendo como un lago o mar
entre un hombre y una mujer?
¿volará la tristeza entre árbol y árbol?
¿como pasos solitarios en una habitación?
¿como madréporas por aire?
¿como tablones como puentes pero desolados desamados?
una ramita ha caído en el lago y navega
es enorme la tristeza que un hombre y una mujer
pueden hacerse entre sí
como enorme es la navegación de la ramita en el lago
mojada de su propio coraje



Evaristo Ribera Chevremont

valle de yabucoa

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

Valle que al clima tórrido, basto y vital conformas
tus anchurosidades y tus renacimientos.
Valle que al clima ofreces tus multiformes formas;
formas de exuberancias y de desbordamientos.

Azul de radiaciones, cargado de crudezas,
de acentuación robusta, cubre tus extensiones.
Los picos que te ciñen, guardas de tus bellezas,
enarbolan su verde sobre el verde que expones.

En tu amplitud, con trazos calientes, encendidos,
con trazos decididos, brillan las palmas reales;
y, en tu silencio, impónense sinfonías y ruidos;
sinfonías de insectos y ruidos de cañales.

Anégome en tu aire de trópico, compacto,
en el que las guajanas aligeras enfilas;
y tu insondable esencia concentradora capto
en los bueyes de enormes y solares pupilas.



José Joaquín de Olmedo

Parodia épica

-- de José Joaquín de Olmedo --

¿Ves cuál se precipita en ígneo sulco,
de la ominosa nube desprendido
, el rayo asolador, de ronco trueno
y luz deslumbradora precedido;
y de las enriscadas, desiguales
sierras derroca las enormes masas
de portentosa, horrible pesadumbre,
que desraigando los añosos robles,
fuertes encinas y sublimes pinos,
en derredor los valles asordando,
con fracaso espantable por las faldas
ásperas y fragosas saltan, ruedan
y allá en el hondo abismo se despeñan;
y a un tiempo los soberbios capiteles,
que entre nubes de lejos se divisan,
y valles y collados señorean,
que el tiempo respetó, con mil estragos
se desploman y en polvo se deshacen:
templos, casas, alcázares, palacios,
do en asiática pompa el lujo ríe,
la altiva frente rinden, y deshechas
el suelo besan que antes desdeñaban,
y sus vastas ruinas portentosas
grandes, pequeños, ricos, pobres, buenos,
malos, fuertes y débiles sepultan;
grito de muerte a las esferas sube,
un silencio de muerte le sucede?...
En tanto... En tanto... ¡Oh descripción amiga,
ya el aliento me falta; otro te siga!



Blas de Otero

a la inmensa mayoría. pido la paz y la palabra (1955)

-- de Blas de Otero --

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos su versos.
Así es, así fue. Salió una noche
echando espuma por los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin saber adónde:
a donde el aire no apestase a muerto.
Tiendas de paz, brizados pabellones,
eran sus brazos, como llama al viento;
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.
¡Aquí! ¡llegad! ¡ay! ángeles atroces
en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren
las espaldas del mar, de puerto a puerto.
Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad. Bilbao, a once
de abril, cincuenta y uno.
Blas de otero



Ricardo Güiraldes

Prisma

-- de Ricardo Güiraldes --

No busquéis aquí, verdad, razón o deducción alguna.

A otros la enseñanza. A esas enormes cabezas cuadradas, pensantes y rumi-pensantes que hacen de la verde yerba campera un bolo alimenticio.

Ellos dicen: «mucho de lo que crees hermoso, no es sino cieno».

No tengo aptitudes de máquina para transformar bellezas en utilidades, y si algo hay de verdad en mis escritos, culpa mía no es.

El prisma recibe luz e, inconsciente, rompe transparencia en siete colores.

Buenos Aires, 1914.



Ricardo Jaimes Freyre

el camino de los cisnes

-- de Ricardo Jaimes Freyre --

Crespas olas adheridas a las crines
de los ásperos corceles de los vientos;
alumbradas por rojizos resplandores,
cuando en yunque de montañas su martillo bate el trueno.

Crespas olas que las nubes obscurecen
con sus cuerpos desgarrados y sangrientos,
que se esfuman lentamente en los crepúsculos,
turbios ojos de la noche, circundados de misterio.

Crespas olas que cobijan los amores
de los monstruos espantables en su seno,
cuando entona la gran voz de las borrascas
su salvaje epitalamio, como un himno gigantesco.

Crespas olas que se arrojan a las playas
coronadas por enormes ventisqueros,
donde turban con sollozos convulsivos
el silencio indiferente de la noche de los hielos.



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