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Santiago Montobbio

los trabajos y los días

-- de Santiago Montobbio --

Los trabajos y los días
haber escrito tan en la sombra como para que quieta sangre sea
la que duerma una obra; haber escrito la sombra o haberla sido,
desde sus clausuradas ventanas haber dicho adiós las mismas veces
que huérfana es la tierra, vanamente haber hincado
en el papel silencios
que resultaron al fin
no ser llaves maestras
y que después de haber conseguido
soportar así la vida procesiones de fracasos
en las telarañas de la tinta ya muerto
te publique algún poemas
una desconocida revista de provincias
y que entonces alguien los encuentre cualquier cosa,
que alguien los encuentre es un ejemplo francamente divertidos.

Poema los trabajos y los días de Santiago Montobbio con fondo de libro

Alejandro Tapia y Rivera

A monte Edén

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

¿Porqué al trepar la colina
que de ti fiera me aparta,
¡oh grata mansión! mis ojos
se llenan de tristes lágrimas?
¿Será que, ay de mí, no vuelva
hacia ti, mansión amada?
Quién lo sabe, que la muerte
do quier al hombre acompaña,
y acaso de este adiós tierno
un adiós eterno haga;
o tal vez quieran los cielos,
dulce mansión de mi infancia,
que allá cuando fiero el tiempo
mi cabeza vuelva cana,
venga a buscar en tu seno
una tumba solitaria.
Entonces tú, hogar querido,
con tus seibas y tus palmas
darás apacible sombra
a mi fúnebre morada-.
O quizás la dura mano
de la mísera desgracia
te haga pasar de los míos
a las manos ¡ay! extrañas,
y al volver yo peregrino
de mi fatigosa marcha,
no encuentre en ti los semblantes
que en otra edad me halagaban;
quizá el huracán impío
o el tiempo que ruinas ama,
te trueque en dolientes ruinas,
sin piedad para mi alma.
¡Ah! que entonces quiera el cielo
ya que a tu seno me traiga,
que tu nuevo posesor
o del huracán la saña,
respeten del desterrado
los recuerdos de la infancia.

(Puerto-Rico, 1849.)

Poema A monte Edén de Alejandro Tapia y Rivera con fondo de libro

Amado Nervo

ella ove de subito dissio

-- de Amado Nervo --

Dante: paraíso
si tras el negro muro de granito
de la muerte hay un mundo, un más allá,
al cruzar el dintel del infinito
mi pregunta primer, mi primer grito,
ha de ser: y ella, y ella, ¿dónde está?
y una vez que te encuentre, penetrado
de una inmensa y sublime gratitud
para quien quiso fuera de ti amado
y me permite haberte recobrado,
¡a qué pedir más beatitud!

Poema ella ove de subito dissio de Amado Nervo con fondo de libro

Lope de Vega

Lucinda, yo me siento arder, y sigo

-- de Lope de Vega --

Lucinda, yo me siento arder, y sigo
el sol que deste incendio causa el daño;
que porque no me encuentre el desengaño,
tengo al engaño por eterno amigo.
Siento el error, no siento lo que digo,
a mí yo propio me parezco extraño;
pasan mis años, sin que llegue un año
que esté seguro yo de mí conmigo.
¡Oh dura ley de amor, que todos huyen
la causa de su mal, y yo la espero
siempre en mi margen, como humilde río!
Pero si las estrellas daño influyen,
y con las de tus ojos nací y muero,
¿cómo las venceré sin albedrío?



Jaime Sabines

igual que los cangrejos...

-- de Jaime Sabines --

Igual que los cangrejos heridos
que dejan sus propias tenazas sobre la arena,
así me desprendo de mis deseos,
muerdo y corto mis brazos,
podo mis días,
derribo mi esperanza,
me arruino.
Estoy a punto de llorar.

¿En dónde me perdí, en qué momento
vine a habitar mi casa,
tan parecido a mí que hasta mis hijos me toman por su
padre
y mi mujer me dice las palabras acostumbradas?

me recojo a pedazos,
a trechos en el basurero de la memoria,
y trato de reconstruirme,
de hacerme como mi imagen.
¡Ay, nada queda!
se me caen de la mano los platos rotos,
las patas de las sillas, los calzones usados,
los huesos que desenterré
y los retratos en que se ven amores y fantasmas.

¡Apiádate de mí!
quiero pedir piedad a alguien.
Voy a pedir perdón al primero que encuentre.
Soy una piedra que rueda
porque la noche está inclinada y o se le ve el fin.

Me duele el estómago y el alma
y todo mi cuerpo está esperando con miedo
que una mano bondadosa me eche una sábana encima.



Jaime Torres Bodet

continuidad ix

-- de Jaime Torres Bodet --

¿ni cuándo?... Sí, lo sé. Cuando recoja
de la ceniza que en tu hogar remuevo
esa indulgencia inmune a la congoja
que, al fuego del dolor, pongo y atrevo.
Cuando, de la materia que me aloja
y cuyo fardo en las tinieblas llevo,
como del fruto que la edad despoja,
anuncie la semilla el fruto nuevo;
cuando de ver y de sentir cansado
vuelva hacia mí los ojos y el sentido
y en mí me encuentre gracias a tu ausencia,
entonces naceré de tu pasado
y, por segunda vez, te habré debido
en una muerte pura la existencia.



Jorge Cuesta

este amor no te mira para hacerte durable

-- de Jorge Cuesta --

Este amor no te mira para hacerte durable
y desencadenarte de tu vida, que pasa.
Los ojos que a tu imagen apartan de tu muerte
no la impiden, sólo hacen más presente tu ruina.
No hay sitio en mi memoria
donde encuentre tu vida
más que tus ya distantes huellas deshabitadas.
Pues en mi sueño en vano tu rostro se refugia
y huye tu voz del aire real que la devora.
Dentro de mí te quema la sangre con más fuego,
los instantes que te absorben con más ansia, y tus voces,
mientras más duran,
se hunden más hondo en el abismo
de las horas futuras que nunca te han mirado.



José María Heredia

La desconfianza

-- de José María Heredia --

Mira, mi bien, cuán mustia y desecada
del sol al resplandor está la rosa
que en tu seno tan fresca y olorosa
pusiera ayer mi mano enamorada.

Dentro de pocas horas será nada...
No se hallará en la tierra alguna cosa
que a mudanza feliz o dolorosa
no se encuentre sujeta y obligada.

Sigue a las tempestades la bonanza:
siguen al gozo el tedio y la tristeza...
Perdóname si tengo la desconfianza

de que dure tu amor y tu terneza:
cuando hay en todo el mundo tal mudanza,
¿solo en tu corazón habrá firmeza?



José Tomás de Cuellar

Ecos del alma

-- de José Tomás de Cuellar --

CRUZANDO voy el valle de la vida
Infeliz, fatigado caminante
Por dilatado erial,
Sin que encuentre la mente entristecida
Con que curar del corazón amante
El íntimo pesar.

Cruzando voy, cual hoja que arrebata
COn ímpetu feroz allá en los montes
El ábrego cruel;
Ya me acerca á la horrible catarata,
Ya me lleva á lejanos horizontes
En desigual vaivén.



Mario Benedetti

corazón coraza

-- de Mario Benedetti --

Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza
porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro
porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.



Mario Benedetti

botella al mar

-- de Mario Benedetti --

El mar un azar
vicente huidobro
pongo estos seis versos en mi botella al mar
con el secreto designio de que algún día
llegue a una playa casi desierta
y un niño la encuentre y la destape
y en lugar de versos extraiga piedritas
y socorros y alertas y caracoles.



Meira Delmar

regresos

-- de Meira Delmar --

Quiero volver a la que un día
llamamos todos nuestra casa.
Subir las viejas escaleras,
abrir las puertas, las ventanas.
Quiero quedarme un rato, un rato
oyendo aquella misma lluvia
que nunca supe a ciencia cierta
si era de agua o si era música.
Quiero salir a los balcones
donde una niña se asomaba
a ver llegar las golondrinas
que con diciembre regresaban.
Tal vez la encuentre todavía
fijos los ojos en el tiempo,
con una llama de distancias
en la pequeña frente ardiendo.
Quiero cruzar el patio tibio
de sol y rosas y cigarras.
Tocar los muros encalados,
el eco ausente de las jaulas.
Acaso aún estén volando
en torno suyo las palomas,
y me señalen el camino
que va borrándose en la sombra.
Quiero saber si lo que busco
queda en el sueño o en la infancia.
Que voy perdido y he de hallarme
en otro sitio, rostro y alma.
!--Img



Nicanor Parra

solo de piano

-- de Nicanor Parra --

Ya que la vida del hombre no es sino una acción a distancia,
un poco de espuma que brilla en el interior de un vaso;
ya que los árboles no son sino muebles que se agitan:
no son sino sillas y mesas en movimiento perpetuo;
ya que nosotros mismos no somos más que seres
(como el dios mismo no es otra cosa que dios)
ya que no hablamos para ser escuchados
sino para que los demás hablen
y el eco es anterior a las voces que lo producen;
ya que ni siquiera tenemos el consuelo de un caos
en el jardín que bosteza y que se llena de aire,
un rompecabezas que es preciso resolver antes de morir
para poder resucitar después tranquilamente
cuando se ha usado en exceso de la mujer;
ya que también existe un cielo en el infierno,
dejad que yo también haga algunas cosas:
yo quiero hacer un ruido con los pies
y quiero que mi alma encuentre su cuerpo.



Juan Ramón Jiménez

cancioncillas espirituales la ausente

-- de Juan Ramón Jiménez --

la ausente
cierra, cierra la puerta,
como a ella le gustaba...
¡Que se encuentre a su gusto
su recuerdo!



Julio Flórez

ley implacable

-- de Julio Flórez --

¡ay! ¿cómo quieres que tu madre encuentre
en este mundo bienhechora calma,
si le desgarras, al nacer, el vientre,
y le desgarras, al morir, el alma?
¡y esa madre infeliz, cómo a porfía
quiere darte, en el mundo, horas serenas,
si en la leche fetal con que te cría,
bebes tú... Todo el zumo de sus penas!
¿cómo quieres, mortal, que en la existencia
tu esposa guarde fiel tus atributos...
Si tú mismo, al robarle la inocencia,
le enseñas el deleite de los brutos?
hombre, eres pasto de un rencor violento:
al mal te empujan invisibles manos;
vives, y te devora el sufrimiento;
mueres, y te devoran los gusanos.
Julio flórez



Federico García Lorca

soneto de la guirnalda de rosas

-- de Federico García Lorca --

¡esa guirnalda! ¡pronto! ¡que me muero!
¡teje deprisa! ¡canta! ¡gime! ¡canta!
que la sombra me enturbia la garganta
y otra vez y mil la luz de enero.
Entre lo que me quieres y te quiero,
aire de estrellas y temblor de planta,
espesura de anémonas levanta
con oscuro gemir un año entero.
Goza el fresco paisaje de mi herida,
quiebra juncos y arroyos delicados.
Bebe en muslo de miel sangre vertida.
Pero ¡pronto! que unidos, enlazados,
boca rota de amor y alma mordida,
el tiempo nos encuentre destrozados.
Regresar a sonetos del amor oscuro



Carolina Coronado

en el álbum de una señora que quería que acabasen los consonantes en ío y en ía

-- de Carolina Coronado --

Señora, un álbum cuando yo me río
por la extraña y ridícula manía,
de escribir en los álbumes poesía
teniendo tan mal genio como el mío;
ya que no encuentre consonante en ío,
ya que no acierte a rematarlo en ía,
un dolor soberano de cabeza
me ha costado escribir esta simpleza.



Clemente Althaus

A un ateo

-- de Clemente Althaus --

En vano esperas que la oscura nada,
que invocas como madre compasiva,
entero en el sepulcro te reciba,
cuando termines la mortal jornada.

Te alienta alma inmortal que, de la helada
carne donde reside fugitiva,
maravillada de sentirse viva,
de ignoto mundo arrostrará la entrada.

Ya su asombro y espantos imagino,
cuando, el fallo aguardando que la hiera,
se encuentre al pie del tribunal divino,

y mirando del Dios la faz severa
a quien negó su ciego desatino,
exclame estremecida: Verdad era!



Clemente Zenea

A Fornaris, en la muerte de Lola

-- de Clemente Zenea --

Poem A Fornaris, en la muerte de Lola

Fermossi al tin il cor che balzó tanto!

Pindemonte.

Ley es morir: es preciso que encuentre asilo seguro en el seno de una rosa el insecto vagabundo.

Es preciso que descansen peces, pájaros y brutos, y que el polvo vuelva al polvo y el hombre baje al sepulcro.

Aprende a sufrir: contempla lo que pasa en torno tuyo, y conociendo a la muerte no temas su golpe rudo.

No te indignes porque venga envuelta en manto de luto, ni te amedrente su aspecto ni su voz te cause susto;

no llores porque a las plantas arrebate hojas y frutos, y a la blanca mariposa la flor que buscó en el musgo.

No gimas porque te robe lo que en verdad no era tuyo, ni tiembles porque te quedas abandonado en el mundo;

confórmate con sus fallos, y aunque el consuelo es muy duro, no hay árbol que dé más sombra que un sauce sobre un sepulcro.



Roberto Juarroz

en alguna parte hay un hombre

-- de Roberto Juarroz --

En alguna parte hay un hombre
que transpira pensamiento.
Sobre su piel se dibujan
los contornos húmedos de una piel más fina,
la estela de una navegación sin nave.
Cuando ese hombre piensa luz, ilumina,
cuando piensa muerte, se alisa,
cuando recuerda a alguien, adquiere sus rasgos,
cuando cae en sí mismo, se oscurece como un pozo.
En él se ve el color de los pensamientos nocturnos
y se aprende que ningún pensamiento carece
de su noche y su día.
Y también que hay colores y pensamientos
que no nacen de día ni de noche,
sino tan sólo cuando crece un poco más el olvido.
Ese hombre tiene la porosidad de una tierra más viva
y a veces, cuando sueña, toma aspecto de fuego,
salpicaduras de una llama que se alimenta con llama,
retorcimientos de bosque calcinado.
A ese hombre se le puede ver el amor,
pero eso tan sólo quien lo encuentre y lo ame.
Y también se podría ver en su carne a dios,
pero sólo después de dejar de ver todo el resto.



Rubén Darío

La calumnia (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

Puede una gota de lodo
sobre un diamante caer;
puede también de este modo
su fulgor oscurecer;

pero aunque el diamante todo
se encuentre de fango lleno,
el valor que lo hace bueno
no perderá ni un instante,

y ha de ser siempre diamante
por más que lo manche el cieno.



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