Buscar Poemas con Elocuente


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Se han encontrado 9 poemas con la palabra elocuente

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Amado Nervo

El torbellino

-- de Amado Nervo --

»Espíritu que naufraga
en medio de un torbellino,
porque manda mi destino
que lo que no quiero haga;

»frente al empuje brutal
de mi terrible pasión,
le pregunto a mi razón
dónde están el bien y el mal;

»quién se equivoca, quién yerra;
la conciencia, que me grita:
¡Resiste!, llena de cuita,
o el titán que me echa en tierra.

»Si no es mío el movimiento
gigante que me ha vencido,
¿por qué, después de caído,
me acosa el remordimiento?

»La peña que fue de cuajo
arrancada y que se abisma,
no se pregunta a sí misma
por qué cayó tan abajo;

»mientras que yo, ¡miserable!,
si combato, soy vencido,
y si caigo, ya caído
aún me encuentro culpable,

»¡y en el fondo de mi mal,
ni el triste consuelo siento
de que mi derrumbamiento
fue necesario y fatal!»

Así, lleno de ansiedad
un hermano me decía,
y yo le oí con piedad,
pensando en la vanidad
de toda filosofía...,

Y clamé, después de oír
«¡Oh mi sabio no saber,
mi elocuente no argüir,
mi regalado sufrir,
mi ganancioso perder!»

Poema El torbellino de Amado Nervo con fondo de libro

Julián Romea

Una lágrima (Romea)

-- de Julián Romea --

¡Oh, cuán hermosa y llena de dulzura
Brillar te miro, lágrima querida,
Del párpado entreabierto suspendida,
Blanda, elocuente, cristalina y pura!

¡Mucha pena ¿verdad? mucha amargura
Guardaba allá en sus senos escondida
Al despedirte el alma dolorida,
Hija de su cariño y su ternura!!

Adios, prenda de paz y de consuelo;
Estrella que benéfica aparece
A templar los dolores de este suelo;

Vuela con esa brisa que te mece,
Y deshecha en vapor vuélvete al cielo.
Que este mundo sin fe no te merece.

Poema Una lágrima (Romea) de Julián Romea con fondo de libro

Lope de Vega

Digna siempre será tu docta frente

-- de Lope de Vega --

Digna siempre será tu docta frente,
Alcïato español, del verde engaste;
venciste para mí, don Juan, triunfaste,
y mi fortuna lo contrario intente.

¡Qué claro, qué erudito, qué elocuente
al senado católico informaste!,.
En cuya heroica majestad mostraste
tus letras y elocuencia ilustremente.

Premio tendrás, que hables o que escribas,
del senado real, cuando a sus puertas
el parabién de vencedor recibas.

Las leyes vivas siempre fueron ciertas;
mas ¿qué importan, don Juan, las leyes vivas
en pleito donde están las dichas muertas?

Poema Digna siempre será tu docta frente de Lope de Vega con fondo de libro

Manuel del Palacio

Semblanzas: X

-- de Manuel del Palacio --

Comióse los dineros de una dama,
Fué partidario ardiente del progreso,
Quemó de sus errores el proceso,
Y hoy moral y católico se llama.

De orador elocuente ganó fama
Porque mueve con arte la sin hueso,
y siempre epigramático y travieso
En tocando á reñir se va á la cama.

Nada hay que en su concepto no peligre,
Ni fe que no se venda en un barato,
Ni esperanza cristiana que no emigre;

Pero su orgullo ciégale insensato:
Tiene el instinto y el rugir del tigre,
Mas Dios no le hizo tigre, sino gato.



Félix María Samaniego

El gallo y el zorro

-- de Félix María Samaniego --

Un gallo muy maduro,
de edad provecta, duros espolones,
pacífico y seguro,
sobre un árbol oía las razones
de un zorro muy cortés y muy atento,
más elocuente cuanto más hambriento.

«Hermano», le decía,
«ya cesó entre nosotros una guerra
que cruel repartía
sangre y plumas al viento y a la tierra.
Baja; daré, para perpetuo sello,
mis amorosos brazos a tu cuello.»

«Amigo de mi alma»,
responde el gallo, «¡qué placer inmenso
en deliciosa calma
deja esta vez mi espíritu suspenso!
Allá bajo, allá voy tierno y ansioso
a gozar en tu seno mi reposo.

«Pero aguarda un instante,
porque vienen, ligeros como el viento,
y ya están adelante,
dos correos que llegan al momento,
de esta noticia portadores fieles,
y son, según la traza, dos lebreles.»

«Adiós, adiós, amigo,
dijo el zorro, «que estoy muy ocupado;
luego hablaré contigo
para finalizar este tratado.»
El gallo se quedó lleno de gloria,
cantando en esta letra su victoria:

Siempre trabaja en su daño
el astuto engañador;
a un engaño hay otro engaño,
a un pícaro otro mayor.



Hernando de Acuña

En leyendo, señor, vuestro soneto

-- de Hernando de Acuña --

En leyendo, señor, vuestro soneto,
acabé de saber lo que creía
y afirmé la opinión en que os tenía
de honrado, virtuosos y de discreto;

mas he hallado en él sólo un defecto,
que no es por falta vuestra sino mía,
y es que a un alto decir se requería
igual con las palabras el sujeto;

mas tanto más ingenio en vos se muestra,
cuanto cosa más baja habéis alzado
con estilo delgado y elocuente;

y yo a la voluntad y virtud vuestra
quedo de corazón tan obligado
cuanto debo quedarlo justamente.



Francisco de Quevedo

parnaso español 28

-- de Francisco de Quevedo --

Séneca, el responder hoy de repente
a tu razonamiento prevenido,
gloria es de tu enseñanza que ha podido
formar mi lengua contra ti elocuente.
A lo que yo te debo aún no es decente
eso que de mi mano has recibido;
y, para lo que a mí me debo, ha sido
empezar a premiarte escasamente.
Quieres, a costa de la fama mía,
que alaben tu modestia y tu templanza,
y que acusen mi avara hidropesía.
El premio, pues, debido a mi enseñanza
goza, porque el volvérmele este día
y no admitirle yo, no sea alabanza.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 20

-- de Francisco de Quevedo --

Rizas en ondas ricas del rey midas,
lisi, el acto precioso, cuanto avaro;
arden claveles en su cerco claro,
flagrante sangre, espléndidas heridas.
Minas ardientes, al jardín unidas,
son milagro de amor, portento raro,
cuando hibla matiza el mármol paro
y en su dureza flores ve encendidas.
Esos que en tu cabeza generosa
son cruenta hermosura y son agravio
a la melena rica y victoriosa,
dan al claustro de perlas, en tu labio,
elocuente rubí, púrpura hermosa,
ya sonoro clavel, ya coral sabio.



Clemente Althaus

A una amiga (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Bajan sobre mis dolores
tus palabras de consuelo,
como el rocío del cielo
sobre las marchitas flores.
Y mis tormentos suaviza
tu plática consolante,
como adormece al infante
el canto de la nodriza.
¡Ah! no calle todavía
tu süave voz piadosa,
que en blando sueño reposa
al oírte el alma mía.
En dormida mar serena
ir me parece bogando,
arrullado por el blando
acento de una Sirena!
Por breves instantes cesa
mi antigua desconfianza,
y escucho de la Esperanza
la dulcísima promesa.
¿Quién te da tanta dulzura?
¿Quién a tu boca halagüeña
esas palabras enseña
que consuelan la amargura,
y que en mi herida crüel
del puro labio elocuente
cayendo van dulcemente
cual blandas olas de miel?
Todo recuerdo temido
así le borran tus frases,
como si las empapases
en el agua del olvido.
Tú su risueño zafir
vuelves al nublado cielo
y arrancas su negro velo
al rostro del porvenir.
¡Bendita por siempre seas,
tú que de un triste te apiadas,
y con voces encantadas
sus pesares lisonjeas!



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