Buscar Poemas con Durmió


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Se han encontrado 17 poemas con la palabra durmió

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Alberti

LA PALOMA

-- de Alberti --

Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur,
creyó que el trigo era el agua.
Creyó que el mar era el cielo
que la noche la mañana.
Que las estrellas rocío,
que la calor la nevada.
Que tu falda era tu blusa,
que tu corazón su casa.
(Ella se durmió en la orilla,
tú en la cumbre de una rama.)

Poema LA PALOMA de Alberti con fondo de libro

Amado Nervo

cantos escolares. los niños mártires de chapultepec

-- de Amado Nervo --

Como renuevos cuyos aliños
un cierzo helado destruye en flor
así cayeron los héroes niños
ante las balas del invasor.
Fugaz como un sueño, el plazo
fue, de su infancia ideal;
mas los durmió en su regazo
la gloria, madre inmortal.
Pronto la patria querida
sus vidas necesitó,
y uno tras otro la vida
sonriendo le entregó.
En la risueña colina
del bosque, uno de otro en pos
cayeron, con la divina
majestad de un joven dios.
¿Quién, después que de tan pía
oblación contar oyó,
a la patria negaría
la sangre que ella le dio?
niñez que hallaste un calvario
de la vida en el albor:
que te sirva de sudario
la bandera tricolor.
Y que canten tus hazañas
cielo y tierra sin cesar,
el cóndor de las montañas
y las ondas de la mar...

Poema cantos escolares. los niños mártires de chapultepec de Amado Nervo con fondo de libro

Lope de Vega

Suspenso aquel divino movimiento

-- de Lope de Vega --

Suspenso aquel divino movimiento
del sol de sus estrellas celestiales,
encendida la nieve en dos corales,
al pie de un lauro, haciendo son el viento,

durmió Lucinda, y el Amor atento
a la causa amorosa de mis males,
dijo, alzando la voz, palabras tales
que parece que hurtó mi pensamiento:

«Venus, hermosa y dulce madre mía,
con Psiques andarás de nuevo en puntos;
ésta es cárcel de amor, ya tengo dueño».

Oyó Lucinda lo que Amor decía,
y abrazando al rapaz, durmieron juntos
para quitarme eternamente el sueño.

Poema Suspenso aquel divino movimiento de Lope de Vega con fondo de libro

Luis Gonzaga Urbina

así fue

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Lo sentí; no fue una
separación, sino un desgarramiento;
quedó atónita el alma, y sin ninguna
luz, se durmió en la sombra el pensamiento.

Así fue; como un gran golpe de viento
en la serenidad del aire. Ufano,
en la noche tremenda,
llevaba yo en la mano
una antorcha con que alumbraba la senda,
y que de pronto se apagó: la oscura
acechanza del mal y el destino
extinguió así la llama y mi locura.

Ví un árbol a la orilla del camino,
y me senté a llorar mi desventura.
Así fue, caminante
que me contemplas con mirada absorta
y curioso semblante.

Yo estoy cansado, sigue tú adelante;
mi pena es muy vulgar y no te importa.
Amé, sufrí, gocé, sentí el divino
soplo de la ilusión y la locura;
tuve la antorcha, la apagó el destino,
y me senté a llorar mi desventura
a la sombra de un árbol del camino.



Luis Lloréns Torres

la luna durmió conmigo

-- de Luis Lloréns Torres --

Esta noche la luna no quiere que yo duerma.
Esta noche la luna saltó por la ventana.
Y, novia que se quita su ropa de azahares,
toda ella desnuda, se ha metido en ml cama.

Viene de lejos, viene de detrás de las nubes,
oreada de sol y plateada de agua.
Viene que huele a besos: quizá, esta misma noche,
la enamoró el lucero galán de la mañana.

Viene que sabe a selva: tal vez, en el camino,
la curva de su cola rozó con la montaña.
Viene recién bañada: acaso, bajo el bosque,
al vadear el arroyo, se bañó en la cascada.

Viene a dormir conmigo, a que la goce y bese,
y a cantar la mentira de que a ml solo me ama.
Y como yo, al oírla, por vengarme, le digo
mi amor es como el tuyo , ella se ha puesto pálida.

Ella se ha puesto pálida, y al besarme la boca,
me ilumina las sienes el temblor de sus lágrimas.
Ahora ya sé que ella, la que en suntuosas noches
da su cuerpo desnudo, a ml me ha dado el alma.



Jorge Isaacs

A orillas del torrente

-- de Jorge Isaacs --

Del raudal rumoroso en las riberas
Mirábamos del sol la última luz
En las copas jugar de las palmeras,
Y abajo, en lejanía,
Con los oleajes de la mar bravía
En el confín del horizonte azul.

Pálida cual los nardos que en su frente
Ajaba el frenesí de mi pasión,
Arrojando el más bello a la corriente,
"Mira, dijo, ya en vano
Resistir quiero a tu poder ufano...
El raudal eres tú, yo soy la flor".

Trébol silvestre su sepulcro alfombra
Do en mis brazos durmió junto al raudal,
Y las palmeras que voluble sombra
Nos dieron en los días
De juventud y locas alegrías,
Sombra al sepulcro solitario dan!



Josefina Pla

sueño de sueños

-- de Josefina Pla --

Secreta noche herida de menguante
cae donde no hay agua ni tierra.
Marcha a cortar el filo de la luna,
mis raíces, que están donde no estuve.

...Traerán mi corazón, negra violeta
que se durmió en la orilla de otro sueño.
Lo he de llamar y no sabrá su nombre.
Me ha de cantar, y no he de comprenderle.

Y llevaré, camino en mediodía
de veinte cielos con opuestos soles,
mi angustia en veinte voces sin mi sangre.

He de llorar mil años sin mi llanto
y he de dormir mil años sin mis ojos
noche con veinte pétalos de luna.

1938



Octavio Paz

golden lotuses 2

-- de Octavio Paz --

Delgada y sinuosa
como la cuerda mágica.
Rubia y rauda:
dardo y milano.
Pero también inexorable rompehielos.
Senos de niña, ojos de esmalte.
Bailó en todas las terrazas y sótanos,
contempló un atardecer en san josé, costa rica,
durmió en las rodillas de los himalayas,
fatigó los bares y las sabanas de áfrica.
A los veinte dejó a su marido
por una alemana;
a los veintiuno dejó a la alemana
por un afgano;
a los cuarenta y cinco
vive en proserpina court, int. 2, Bombay.
Cada mes, en los días rituales,
llueven sapos y culebras en la casa,
los criados maldicen a la demonia
y su amante parsi apaga el fuego.
Tempestad en seco.
El buitre blanco
picotea su sombra.



José Ángel Buesa

acuérdate de mí

-- de José Ángel Buesa --

Cuando vengan las sombras del olvido
a borrar de mi alma el sentimiento,
no dejes, por dios, borrar el nido
donde siempre durmió mi pensamiento.
Si sabes que mi amor jamás olvida
que no puedo vivir lejos de ti
dime que en el sendero de la vida
alguna vez te acordarás de mí.
Cuando al pasar inclines la cabeza
y yo no pueda recoger tu llanto,
en esa soledad de la tristeza
te acordarás de aquel que te amó tanto.
No podrás olvidar que te he adorado
con ciego y delirante frenesí
y en las confusas sombras del pasado,
luz de mis ojos, te acordarás de mí.
El tiempo corre con denso vuelo
ya se va adelantando entre los dos
no me olvides jamás. ¡Dame un recuerdo!
y no me digas para siempre adiós.



Antonio Machado

El viaje

-- de Antonio Machado --

--Niña, me voy a la mar.
--Si no me llevas contigo
te olvidaré, capitán.
En el puente de su barco
quedó el capitán dormido;
durmió soñando con ella
¡Si no me llevas contigo!
Cuando volvió de la mar
trajo un papagayo verde.
¡Te olvidaré, capitán!
Y otra vez la mar cruzó
con su papagayo verde
¡Capitán, ya te olvidó!



Anónimo

Romance de Galiarda

-- de Anónimo --

-¡Galiarda, Galiarda!
¡Oh, quién contigo holgase,
y otro día de mañana
con los cien moros pelease!
Si a todos no los venciese
luego matarme mandases,
porque con tan gran favor
grande esfuerzo tomaría.
—De dormir, dices Florencios,
de dormir, sí dormiréis,
mas sois niño y muchacho,
luego vos alabaréis.
Miró hacia el cielo Florencios,
y la su espada sacó:
Con ésta muera yo, señora,
si de tal me alabe yo.
Aquella noche Florencios
con Galiarda durmió.
Otro día de mañana
en las cortes se alabó.



Medardo Ángel Silva

Intermezzo

-- de Medardo Ángel Silva --

La seda de tus lánguidas pestañas
a proteger tus ojos descendía,
ante la encantadora bicromía
de las aristocráticas arañas.

Un solemne mutismo de campañas
al Vesper nuestras almas invadía;
y, de súbito habló la melodía
con un dulzor de pastoriles cañas...

Para escucharla, se detuvo el viento...
A la maga caricia de su acento,
vibró tu carne de escultura, viva;

la noche se durmió en tu cabellera
y besando las lilas de tu ojera,
se perfumó una lágrima furtiva.



Miguel Hernández

4

-- de Miguel Hernández --

4
me tiraste un limón, y tan amargo
con una mano cálida, y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y probé su amargura sin embargo.
Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ansiosa calentura
mi sangre, que sintió una mordedura
de una punta de seno duro y largo.
Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,
se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.



Julio Herrera Reissig

la reconciliación

-- de Julio Herrera Reissig --

Alucinando los silencios míos,
al asombro de un cielo de extrañeza;
la flébil devoción de tu cabeza
aletargó los últimos desvíos.

Con violetas antiguas, los tardíos
perdones de tus ojos mi aspereza
mitigaron. Y entonces la tristeza
se alegró como un llanto de rocíos.

Una profética efluxión de miedos,
entre el menudo aprisco de tus dedos,
como un david, el piano interpretaba.

En tanto, desde el místico occidente,
la media luna, al ver que te besaba,
entró al jardín y se durmió en tu frente.



Julio Herrera Reissig

la fuga

-- de Julio Herrera Reissig --

Temblábamos al par... En el austero
desorden que realzaba tu hermosura,
acentuó tu peinado su negrura
inquietante de pájaro agorero...

¡Nadie en tus ojos vio el enigma, empero
calló hasta el mar en su presencia oscura!
inaccesible y ebria de aventura,
entre mis brazos te besó el lucero.

Apenas subrayó el esquife vago
su escuálida silueta sobre el lago,
te sublimaron trágicos sonrojos...

Sacramentó dos lágrimas postreras
mi beso al consagrar sobre tus ojos.
¡Y se durmió la tarde en tus ojeras!...



Evaristo Carriego

De invierno (Carriego)

-- de Evaristo Carriego --

Frío y viento. Ya en la casa miserable,
tiritando se durmió la viejecita,
y en la pieza, abandonada como siempre,
gime y tose, sin alivio, la enfermita.

¡Oh, qué noche! Se me antoja ver extraños
rojos cirios en las calles solitarias...
¡Con qué lúgubre sigilo van pasando
las angustias, en sus rondas silenciarias!

Madre, hermana, prima, santas compasivas
de las trágicas miserias sollozantes:
¿qué será de los enfermos esta noche,
tan adusta de presagios inquietantes?

¡Oh, las vidas, condenadas en el lecho
al suplicio de las fiebres horrorosas...
¡Pobrecitos los pulmones que no llegan
al dorado mes del sol y de las rosas!



Rafael Pombo

Cutufato y su gato

-- de Rafael Pombo --

Cutufato y su gato

Quiso el niño Cutufato
Divertirse con un gato;
Le ató piedras al pescuezo,
Y riéndose el impío
Desde lo alto de un cerezo
Lo echó al río.

Por la noche se acostó;
Todo el mundo se durmió,
Y entró a verlo un visitante
El espectro de un amigo,
Que le dijo: ¡Hola! al instante
¡Ven conmigo!

Perdió el habla; ni un saludo
Cutufato hacerle pudo.
Tiritando y sin resuello
Se ocultó bajo la almohada;
Mas salió, de una tirada
Del cabello

Resistido estaba el chico;
Pero el otro callandico,
Con la cola haciendo un nudo
De una pierna lo amarró,
Y, ¡qué horror! casi desnudo
Lo arrastró.

Y voló con él al río,
Con un tiempo oscuro y frío,
Y colgándolo a manera
De un ramito de cereza
Lo echó al agua horrenda y fiera
De cabeza

¡Oh! ¡qué grande se hizo el gato!
¡qué chiquito el Cutufato!
¡Y qué caro al bribonzuelo
su barbarie le costó!
Más fue un sueño, y en el suelo
Despertó.



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