Buscar Poemas con Dirección


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 9 poemas con la palabra dirección

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Lope de Vega

Los que en sonoro verso y dulce rima

-- de Lope de Vega --

Los que en sonoro verso y dulce rima
hacéis conceto de escuchar poeta
versificante en forma de estafeta,
que a toda dirección número imprima,

oíd de un caos la materia prima
no culta como cifras de receta,
que en lengua pura, fácil, limpia y neta,
yo invento, Amor escribe, el tiempo lima.

Estas, en fin, reliquias de la llama
dulce que me abrasó, si de provecho
no fueren a la venta, ni a la fama,

sea mi dicha tal, que, a su despecho,
me traiga en el cartón quien me desama
que basta por laurel su hermoso pecho.

Poema Los que en sonoro verso y dulce rima de Lope de Vega con fondo de libro

Oliverio Girondo

yo no sé nada

-- de Oliverio Girondo --

Yo no sé nada
tú no sabes nada
ud. No sabe nada
él no sabe nada
ellos no saben nada
ellas no saben nada
uds. No saben nada
nosotros no sabemos nada.
La desorientación de mi generación tiene su expli-
cación en la dirección de nuestra educación, cuya
idealización de la acción, era ¡sin discusión!
una mistificación, en contradicción
con nuestra propensión a la me-
ditación, a la contemplación y
a la masturbación. (Gutural,
lo más guturalmente que
se pueda.) Creo que
creo en lo que creo
que no creo. Y creo
que no creo en lo
que creo que creo.
Cantar de las ranas
¡y ¡y ¿a ¿a ¡y ¡t
su ba llí llá su ba
bo jo es es bo jo
las las tá? tá? las las
es es ¡a ¡a es es
ca ca quí cá ca ca
le le no no le le
ras ras es es ras ras
arri aba tá tá arrí aba
ba!... Jo!... !... !... Ba!... Jo!...

Poema yo no sé nada de Oliverio Girondo con fondo de libro

Pablo Neruda

soneto xxxvi cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Corazón mío, reina del apio y de la artesa:
pequeña leoparda del hilo y la cebolla:
me gusta ver brillar tu imperio diminuto,
las armas de la cera, del vino, del aceite,
del ajo, de la tierra por tus manos abierta
de la sustancia azul encendida en tus manos,
de la transmigración del sueño a la ensalada,
del reptil enrollado en la manguera.
Tú con tu podadora levantando el perfume,
tú, con la dirección del jabón en la espuma,
tú, subiendo mis locas escalas y escaleras,
tú, manejando el síntoma de mi caligrafía
y encontrando en la arena del cuaderno
las letras extraviadas que buscaban tu boca.

Poema soneto xxxvi   cien sonetos de amor (1959) mediodía de Pablo Neruda con fondo de libro

Pablo Neruda

soneto xxxii cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Soneto xxxii
la casa en la mañana con la verdad revuelta
de sábanas y plumas, el origen del día
sin dirección, errante como una pobre barca,
entre los horizontes del orden y del sueño.
Las cosas quieren arrastrar vestigios,
adherencias sin rumbo, herencias frías,
los papeles esconden vocales arrugadas
y en la botella el vino quiere seguir su ayer.
Ordenadora, pasas vibrando como abeja
tocando las regiones perdidas por la sombra
conquistando la luz con tu blanca energía.
Y se construye entonces la claridad de nuevo:
obedecen las cosas al viento de la vida
y el orden establece su pan y su paloma.



Marilina Rébora

la hormiga

-- de Marilina Rébora --

La hormiga
sin saber que es domingo, ruidoso día de fiesta,
va llevando su carga la minúscula hormiga:
el trozo de una hoja en perfilada cresta
columpiase oscilante sin impedir que siga.
Apenas se apresura, que caminar le cuesta,
y se esfuerza consciente pues el deber la obliga,
prosiguiendo el sendero, pese a tal lastre, enhiesta,
pero sin detenerse ni demostrar fatiga.
¿Cómo sigue su rumbo el portentoso insecto,
conociendo infalible la dirección que toma?
¿qué indicios lo conducen por previsto trayecto
y alcanzar sin perderse el lugar donde vive?
¿será acaso la brisa? ¿o tal vez el aroma?
¿quizá la propia tierra por su altura o declive?
¿cuál será la conciencia de un obrar tan perfecto?



Marilina Rébora

el mensaje perdido

-- de Marilina Rébora --

El mensaje perdido
se lo ha llevado el viento, esa mano de olvido,
el pequeño mensaje que quedara en la puerta;
se fue sobrevolando, como ebrio o perdido,
la rumorosa calle, en la tarde desierta.
Allá irá, todo alma de amor estremecido,
náufrago diminuto con dirección incierta,
agonizante espíritu, el que pudo haber sido
alegría del ser que lo aguardaba alerta.
Diría: «¡te recuerdo!» o, tal vez, «¡hasta nunca!»
«te llevo por los días guardada en mi memoria».
O quizá: «amor mío, me voy con el crepúsculo...»
Mas nada ha de saberse pues así queda trunca
toda posible hipótesis sobre la dulce historia,
que el papel se perdió, tan grande y tan minúsculo.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 45

-- de Francisco de Quevedo --

Espíritu gentil, rara belleza,
valor inmenso, afable cortesía,
dirección admirable, y gallardía
la mayor que se vio, y de más firmeza.
Cendrada lengua, angélica presteza,
desdén esquivo, suma bizarría,
como a vos a ninguna, silvia mía,
jamás lo quiso dar naturaleza.
Sólo el que no ha sabido conoceros
podrá vivir, señora, sin amaros,
y mayor desventura no es posible.
Mas yo, que merecí gozar de veros,
y hallo tanta gloria en contemplaros,
dejaros de adorar es imposible.



Francisco Javier Salazar Arboleda

Soneto en un aniversario

-- de Francisco Javier Salazar Arboleda --

Vuelves, oh sol, a señalar el día
en que viste pasar con raudo vuelo
junto a tu esfera, en dirección al cielo,
al ángel de mi amor y mi alegría;

Y a mí me viste en soledad sombría
puesto de hinojos en el duro suelo,
de la muerte implorando su consuelo
y tan sólo alcanzando su agonía.

Desde entonces, oh sol, es noche oscura
a mis ojos tu luz, y de la vida
la triste senda con mi llanto riego.

Amarga, cual la hiel, me es su ventura,
y un tormento su gloria fementida;
sólo en mi cruel dolor hallo sosiego.



Ricardo Güiraldes

Siete verdades y una belleza

-- de Ricardo Güiraldes --

Es un camino. Debe ser en Grecia vieja.

Para un lado, va el valle enriqueciendo su flora, para el otro, la tierra, árida, se enferma. Son el lado del campo; el lado del pueblo.

Algo: dos sombras, dos almas, corren en dirección opuesta.

Con pequeño esfuerzo vese mejor.

El que viene del campo, es un viejo; va despacio y parece llevar una carga. El que sale al campo es joven, va rápidamente y algo parece aletear entre sus brazos.

Al encontrarse el muchacho, impaciente, habla primero:

-¿Qué llevas, viejo, que tanto te encorva?

-Siete verdades llevo, que he arrancado a mi alma para dar al mundo.

Y a su vez pregunta:

-Y tú ¿qué llevas que caminas tan alado?

-Una belleza llevo, que he arrancado al mundo, para dar a mi alma.

Ambos siguen sus caminos diferentes; el viejo, los ojos bajos, el paso lento; el muchacho, la frente alta, el correr ligero. Uno pensando, el otro sintiendo.

Más el viejo, cansado, descarga sus verdades, y un momento se vuelve para mirar al muchacho, cuya mancha vivaz va empequeñeciéndose hacia el horizonte.

Buenos Aires, 1918.



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba