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Se han encontrado 37 poemas con la palabra digno

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Juan de Tassis y Peralta

a la muerte de d. rodrigo calderón

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Éste que en la fortuna más subida
no cupo en sí, ni cupo en él su suerte,
viviendo pareció digno de muerte,
muriendo pareció digno de vida.
¡Oh providencia nunca comprendida,
auxilio superior, aviso fuerte:
el humo en que el aplauso se convierte
hace la misma afrenta esclarecida!
purificó el cuchillo los perfectos
medios que religión celante ordena
para ascender a la mayor victoria,
y trocando las causas sus efectos,
si glorias le conducen a la pena,
penas le restituyen a la gloria.

Poema a la muerte de d. rodrigo calderón de Juan de Tassis y Peralta con fondo de libro

Claudio Rodríguez

don de la ebriedad viii

-- de Claudio Rodríguez --

viii
no porque llueva ser digno. ¿Y cuándo
lo seré, en qué momento? ¿entre la pausa
que va de gota a gota? si llegases
de súbito y al par de la mañana,
al par de este creciente mes, sabiendo,
como la lluvia sabe de mi infancia,
que una cosa es llegar y otra llegarme
desde la vez aquella para nada...
Si llegases de pronto, ¿qué diría?
huele a silencio cada ser y r pida
la visión cae desde altas cimas siempre.
Como el mantillo de los campos, basta,
basta a mi corazón ligera siembra
para darse hasta el límite. Igual basta,
no sé por qué, a la nube. Qué eficacia
la del amor. Y llueve. Estoy pensando
que la lluvia no tiene sal de lágrimas.
Puede que sea ya un poco más digno.
Y es por el sol, por este viento, que alza
la vida, por el humo de los montes,
por la roca, en la noche aún más exacta,
por el lejano mar. Es por lo único
que purifica, por lo que nos salva.
Quisiera estar contigo no por verte
sino por ver lo mismo que tú, cada
cosa en la que respiras como en esta
lluvia de tanta sencillez, que lava.

Poema don de la ebriedad viii de Claudio Rodríguez con fondo de libro

Clemente Althaus

A don José Gálvez

-- de Clemente Althaus --

¿Y de la tumba en el sagrado seno
aún te persigue la venganza impía?
¡Mas el inicuo, en su odio contra el bueno,
aún no perdona a su ceniza fría!
Y los que ayer rieron con tu muerte,
que fue de un mundo universal lamento,
hoy no quisieran ni en imagen verte
de Mayo coronando el monumento.
Y es razón; que aún en mármol tu semblante,
como ya en vida tu presencia austera
cruda amenaza a la maldad triunfante
y perennal remordimiento fuera.
Y creyeran tu mármol impaciente
ver arder a su vista en ira santa,
y ellos bajaran con rubor la frente
y aterrados cayeran a tu planta.
Mas, si a tus manes el honor postrero
niega la envidia, en su rencor constante,
pronto será que el popular dinero
monumento más digno te levante.
Aunque el más digno de tus altos hechos
no son mármol ni bronce; no, tu gloria
otro tiene mayor en nuestros pechos
donde olvido no teme tu memoria.
Y en asilo tan santo y tan secreto
seguro vives, porque allí no alcanza
poder sañoso, infamador decreto,
ni torpe envidia, ni feroz venganza.

Poema A don José Gálvez de Clemente Althaus con fondo de libro

Alejandro Tapia y Rivera

Al digno y sabio intendente Don Alejandro Ramírez

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

Triste la hermosa Borinquen gemía
arrastrando la mísera pobreza,
ella que el don de perenal riqueza
en sus campos feraces contenía.
El cielo que amoroso la quería
no pudo consentir en su terneza
que sufriese tan bárbara dureza,
la que el yugo del mal no merecía;
De Power escuchó la alta plegaria
(del patriótico amor grato suspiro)
y ordenó que a cambiar la era precaria
En rico bienestar, fuese Ramiro...
Ramiro bienhechor, tu noble historia
grabará Puerto-Rico en su memoria.



Lope de Vega

Con inmortal valor y gentileza

-- de Lope de Vega --

Con inmortal valor y gentileza,
mármol hermoso, para siempre quedes,
pues quiere amor que de mi prenda heredes
la gracia, la blancura y la dureza.

Que al fin, si te excedió naturaleza
en dar alma a sus cuerpos, tú la excedes
en que sin almas nuestras almas puedes
mover con arte y con mayor belleza.

Lleva del tiempo y de la muerte palma,
del límite mortal milagro indigno,
pues no podrán sin alma deshacerte.

No sienta quien te ve que estás sin alma,
porque tan bello cuerpo no era digno
de estar sujeto al tiempo ni a la muerte.



Lope de Vega

La santa Virgen, que en la sacra idea

-- de Lope de Vega --

La santa Virgen, que en la sacra idea
de Dios fue fabricada antes que el cielo,
del Verbo en carne original modelo,
que su estudio santísimo hermosea,
naciendo en la dichosa Galilea
fue cuadro celestial, en cuyo velo
de tela humana y de divino celo
Dios los pinceles de su ciencia emplea.
Lucas, gloria y honor de la pintura,
fue sólo digno de copiar un día,
con envidia del cielo su hermosura
¡Oh soberano Apeles de María,
pues retrató la virginal figura,
adonde Dios mostró lo que sabía.!



Lope de Vega

Llevóme Febo a su Parnaso un día

-- de Lope de Vega --

Llevóme Febo a su Parnaso un día,
y vi por el cristal de unos canceles
a Homero y a Virgilio con doseles,
leyendo filosófica poesía.

Vi luego la importuna infantería
de poetas fantásticos noveles,
pidiendo por principios más laureles
que anima Dafnes y que Apolo cría.

Pedíle yo también por estudiante,
y díjome un bedel: «Burguillos, quedo:
que no sois digno de laurel triunfante».

¿Por qué?», le dije; y respondió sin miedo:
Porque los lleva todos un tratante
para hacer escabeches en Laredo.»



Luis Muñoz Rivera

a cualquier compatriota

-- de Luis Muñoz Rivera --

Van llegando, por más que no lo creas,
los tiempos en que emigran las ideas.

Qué es, en el fondo, el negro despotismo
un fantasma con miedo de sí mismo.

Muchas veces se mira una bandera
protegiendo el cubil de una pantera.

Para ser digno y libre ¿a quién esperas?
lo serás, si es que quieres, cuando quieras.

Pueblo viril que de su honra cuida,
perdona acaso, pero nunca olvida.

¿Naciste en la colonia? muy bien hecho,
serás el jeremías del derecho.

¿Justicia? ¡qué palabra tan hermosa!
pero es una palabra y no otra cosa.

¿Derecho? en esta tierra infortunada,
es aire, es humo, es ilusión, es nada.



Manuel del Palacio

La Vénus de Médicis

-- de Manuel del Palacio --

Por la fuerza del genio concebida,
En un delirio de placer creada,
Eres la imágen del amor soñada
Que á la ventura celestial convida.

Nada te falta para ser querida;
Hermosura, candor, juventud, nada:
¡Ay! ¡quién al mármol de que estás formada
Llevar pudiera el fuego de la vida!

Más de una vez, cuando al pasar te veo
Del pedestal queriendo desprenderte
Buscando á tu belleza digno empleo,

Los brazos vuelvo á tí para cogerte:
¡Aberracion sublime del deseo
Que cura pronto el hielo de la muerte!



César Vallejo

hasta el día en que vuelva, de esta piedra

-- de César Vallejo --

Hasta el día en que vuelva, de esta piedra
nacerá mi talón definitivo,
con su juego de crímenes, su yedra,
su obstinación dramática, su olivo.
Hasta el día en que vuelva, prosiguiendo,
con franca rectitud de cojo amargo,
de pozo en pozo, mi periplo, entiendo
que el hombre ha de ser bueno, sin embargo.
Hasta el día en que vuelva y hasta que ande
el animal que soy, entre sus jueces,
nuestro bravo meñique será grande,
digno, infinito dedo entre los dedos.



Emilio Bobadilla

El año 1916

-- de Emilio Bobadilla --

Saltan los bosques hechos astillas;
surcos enormes rajan la tierra;
huyen los hombres, arden las villas;
clamor de angustia, gritos de guerra!

¡Ya no hay crepúsculos suaves, risueños;
ya no hay arpegios de ruiseñores;
ya no hay canciones, ya no hay ensueños,
sino metralla, sangre y rencores!

Y el año expira y el año nuevo
viene impregnado también de saña
—del año viejo digno renuevo—.

¡La Muerte en medio de tanto escombro
pasa a lo lejos con su guadaña
como un labriego, la azada al hombro!



Rafael María Baralt

A Dios II

-- de Rafael María Baralt --

Cielos, orbes y abismos reverentes
narran tu gloria, ¡oh Dios!, y tu grandeza;
y ante el sol inmortal de tu belleza
postran los santos las radiosas frentes.

Materia y forma, especies y vivientes
sacaste a luz con próvida largueza;
y bebe, sin cesar, naturaleza
copiosa vida en tus eternas fuentes.

Diste al hombre tu imagen, y un destello
es su razón de tu razón sublime,
con que pusiste al gran prodigio el sello;

pues sólo aquel es digno de adorarte
que en libre estadio el pensamiento esgrime,
y libre puedo, aunque en error, negarte.



Gutierre de Cetina

al príncipe de ascoli IV

-- de Gutierre de Cetina --

Cuando algún hecho grande y glorïoso
o victoria de ejército alcanzaban,
arcos, colosos, mármoles alzaban
los romanos al que era victorioso.
Quedaba el nombre así de aquel famoso,
y de una envidia honesta despertaban
los ánimos de aquellos que aspiraban
venir a un fin tan alto y glorïoso.
Estos escudos de armas, los trofeos,
las memorias que veis en cada parte,
príncipe digno de inmortal historia,
despertadores son de los deseos
que a un hijo tal cual vos del nuevo marte
harán subir a la paterna gloria.



Gutierre de Cetina

a don jerónimo de la cerda sobre un retrato

-- de Gutierre de Cetina --

Si por prueba mayor de su victoria
mostrando va perseo la peligrosa
cabeza de medusa, y por tal cosa
fue consagrado a la inmortal memoria,
¡cuánto sois digno vos de mayor gloria,
que otra nueva medusa y más hermosa
os ha vencido, y cuanto más honrosa
que fue su vencimiento, es vuestra historia!
estad, señor, con tal retrato ufano;
que si perseo lo viese, él trocaría
en vos su vencimiento y sus loores.
Pero no lo mostréis tan a la mano,
que si aquella mató mientras vivía,
la sombra de esta matará de amores.



Gutierre de Cetina

en un olmo vandalio escribió un día

-- de Gutierre de Cetina --

Do la corteza estaba menos dura,
el nombre y la ocasión de su tristura;
después, mirando al cielo, así decía:
«tanto crezcas, ¡oh bella planta mía!,
que al más alto ciprés venzas de altura,
y tanta sea mayor tu hermosura
cuanta aquella de dórida sería.
»Crezcan a par del olmo en su grandeza
las letras del amado y dulce nombre,
y en él hagan perpetua su memoria;
»porque los que vendrán sepan que un hombre
levantó el pensamiento a tanta alteza
que es digno al menos de inmortal renombre».



Salvador Díaz Mirón

Gris perla

-- de Salvador Díaz Mirón --

Siempre aguijo el ingenio en la lírica;
y él en vano al misterio se asoma
a buscar a la flor del Deseo
vaso digno del puro Ideal.
¡Quién hiciera una trova tan dulce,
que al espíritu fuese un aroma,
un ungüento de suaves caricias,
con suspiros de luz musical!

Por desdén a la pista plebeya,
la Ilusión empinada en su loma
quiere asir, ante límpidas nubes,
virtud alta en sutil material;
Pero el Alma en el barro se yergue,
y el magnífico afán se desploma-,
y revuelca sus nobles armiños
en el negro y batido fangal.

La palabra en el metro resulta
baja y fútil pirueta en maroma;
un funámbulo erecto pontífice
lleva manto de pompa caudal;
y si el Gusto en sus ricas finezas
pide nuevo poder al idioma,
¡aseméjase al ángel rebelde
que concita en el reino del mal!
¡Quién hiciera una trova tan dulce,
que al espíritu fuese un aroma,
un ungüento de suaves caricias,
con suspiros de luz musical!



Salvador Díaz Mirón

Vigilia y sueño

-- de Salvador Díaz Mirón --

La moza lucha con el mancebo
-su prometido y hermoso efebo-
y vence a costa de un traje nuevo.

Y huye sin mancha ni deterioro
en la pureza y en el decoro,
y es un gran lirio de nieve y oro.

Y entre la sombra solemne y bruna,
yerra en el mate jardín, cual una
visión compuesta de aroma y luna.

Y gana el cuarto, y ante un espejo,
y con orgullo de amargo dejo,
cambia sonrisas con un reflejo.

Y echa cerrojos, y se desnuda,
y al catre asciende blanca y velluda,
y aún desvestida se quema y suda.

Y a mal pabilo, tras corto ruego,
sopla y apaga la flor de fuego,
y a la negrura pide sosiego.

Y duerme a poco. Y en un espanto,
y en una lumbre, y en un encanto,
forja un suceso digno de un canto.

¡Sueña que yace sujeta y sola
en un celaje que se arrebola,
y que un querube llega y la viola!



Antonio Machado

Las moscas

-- de Antonio Machado --

Vosotras, las familiares,
inevitables golosas;
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.
¡Oh viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!
¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!
Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela
—que todo es volar—, sonoras,
rebotando en los cristales
en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada;
de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.
Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.



Marcelino Menéndez y Pelayo

En el álbum de la Duquesa de Villahermosa

-- de Marcelino Menéndez y Pelayo --

Con larga mano te otorgó, señora,
Virtud, gracia y nobleza el alto cielo;
Es tu casta hermosura rico velo,
Digno del alma regia que atesora.

Tú del místico fuego guardadora,
Del desvalido perenal consuelo,
Pasas haciendo bien por este suelo:
La santa caridad tu techo mora.

Prez y decoro de tu estirpe clara,
Luz de tu esposo, gloria de tus lares
Más que por tiembres cien, por ti soberbios.

El sabio Salomón te comparara
A la amante mujer de los Cantares,
A la fuerte mujer de los Proverbios.



Mario Benedetti

¿qué hacer

-- de Mario Benedetti --

¿qué se hace a la hora de morir?
rosario castellanos
luego del próximo recodo
tal vez convenga irlo pensando
sé de un viejo compatriota
terrateniente él
que en su colchón de muerte
miró uno por uno
a sus llorosos herederos
dijo
ah farsantes
y a continuación
crepó como un bendito
es claro que para ese gesto
los latifundios son indispensables
yo digo que más vale improvisar
porque si reno programa decir algo pujante
y después solloza como un perro apaleado
o si se propone soltar un llanto digno
y luego canturrea corno un orate
o si planifica extender la mano abierta
y después es un puño y no queda claro
si es por tacaño o por comunista
puede ser tildado
de inconsecuente o frívolo
y ésa no es una huella lápida
que va a ser.



Juan Nicasio Gallego

A la Condesa de Torena en su boda

-- de Juan Nicasio Gallego --

Siempre, bella Pilar, siempre risueño
luzca a tus ojos el solemne día
que de tus gracias su ventura fía
quien se envanece de llamarte dueño.

Cien veces mayo ofrézcate halagüeño
las flores, que sin él tu aliento cría:
corra tu edad en plácida alegría
como un sabroso y bonancible sueño.

De amables niños, lisonjero adorno
de matrona feliz, fórmete en breve
séquito digno turba bulliciosa,

que al agruparse de su padre en torno,
entre blandas caricias le renueve
rasgos y hechizos de su madre hermosa.



Fernando de Herrera

Mi pura Luz, si olvida el fértil suelo

-- de Fernando de Herrera --

Mi pura Luz, si olvida el fértil suelo
que Betis enriquece en Occidente,
y abre las frías nubes con ardiente
rayo, esparciendo en torno el rico velo,

el asiento más digno será el cielo
al sacro esplendor suyo reluciente,
y de allí con las llamas de su frente
romperá el rigor duro al torpe hielo;

o ya que aun no se debe a la belleza
sin el riesgo de ausencia, será el grado
propio el pecho do yace obedecida;

que a tal valor del mundo la grandeza,
o la alma en sus centellas encendida
es de esta excelsa Luz lugar sagrado.



Francisco de Aldana

Otro aquí no se ve que frente a frente

-- de Francisco de Aldana --

Otro aquí no se ve que, frente a frente,
animoso escuadrón moverse guerra,
sangriento humor teñir la verde tierra
y tras honroso fin correr la gente.

Este es el dulce son que acá se siente:
"¡España, Santiago, cierra, cierra!"
y por süave olor, que el aire atierra,
humo que azufre da con llama ardiente.

El gusto envuelto va tras corrompida
agua, y el tacto sólo apalpa y halla
duro trofeo de acero ensangrentado,

hueso en astilla, en él carne molida,
despedazado arnés, rasgada malla:
¡oh sólo de hombres digno y noble estado!



Francisco de Aldana

Otro aquí no se ve que, frente a frente

-- de Francisco de Aldana --

Otro aquí no se ve que, frente a frente,
animoso escuadrón moverse guerra,
sangriento humor teñir la verde tierra
y tras honroso fin correr la gente.

Este es el dulce son que acá se siente:
"¡España, Santiago, cierra, cierra!"
y por süave olor, que el aire atierra,
humo que azufre da con llama ardiente.

El gusto envuelto va tras corrompida
agua, y el tacto sólo apalpa y halla
duro trofeo de acero ensangrentado,

hueso en astilla, en él carne molida,
despedazado arnés, rasgada malla:
¡oh sólo de hombres digno y noble estado!



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 38

-- de Francisco de Quevedo --

Petrarca celebró su laura bella
con ingenio, y estilo levantado,
y hizo al mundo eterno su cuidado,
y la rara belleza, que vio en ella.
Viven y envidiosas muchas de ella,
porque es digno de ser muy envidiado
un bien tan alto, y tan dichoso estado,
que nunca pueda el tiempo contra ella.
Yo solo a ti gallarda silvia hermosa,
a quien di el corazón en sacrificio,
querría dejarte de la misma suerte.
Que esta alma en adorarte venturosa
sólo te puede hacer este servicio,
que no te ofenda el tiempo, ni la muerte.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 39

-- de Francisco de Quevedo --

Divina muestra del poder divino,
honra de nuestra edad, por vos dichosa, nobleza sin igual maravillosa,
aviso, ingenio, gusto peregrino.
Milagro de renombre eterno digno
a pesar de la envidia venenosa,
rara beldad, cordura milagrosa,
gloria, que es de gozarla amor indigno.
Ángel con mortal velo disfrazado,
regalo sin medida, que no tiene
igual en todo el bien del ser humano.
Tesoro celestial incomparado,
adonde más el alma se entretiene
es silvia, dueño, y vida de silvano.



Francisco Villaespesa

los jardines de afrodita XII

-- de Francisco Villaespesa --

¡alma mía! soñemos con la estación florida.
Abril, lleno de rosas, a nuestro encuentro avanza...
El arte será el último refugio de la vida
cuando ya no tengamos ni en la vida esperanza.
No aceptes de otras manos lo que yo pueda darte.
Siembra en tu propia tierra tus futuros laureles...
¡Haz de tus penas mármoles y de tu amor cinceles,
para elevar con ellos un monumento al arte!
teje nuestro sudario de mirtos y de flores.
Labremos un sarcófago digno por su riqueza
de encerrar las cenizas de los emperadores.
Y cincela en su lápida nuestra última elegía:
aquí yacen dos almas que han muerto de tristeza
llorando las nostalgias de su eterna alegría.



Francisco Villaespesa

los jardines de afrodita X

-- de Francisco Villaespesa --

Para cantar mi mente quiero un verso pagano;
un verso que refleje la cándida tristeza
del azahar, que, trémulo, deshoja su pureza
a las blancas caricias de una tímida mano.
No amortajad mi cuerpo con el sayal cristiano;
ceñid de rosas blancas mi juvenil cabeza,
y prestadme un sudario digno por su riqueza
de envolver a un fastuoso emperador romano.
¡Que abra la cruz sus brazos en negra catacumba!
yo amo al sol, luz y vida, y quiero que en mi tumba
brotes, cual dulces versos, las más fragantes flores.
Y que al son de la flauta y del sistro, en la quieta
tarde, las locas vírgenes tejan danzas de amores
en torno de la estatua de su muerto poeta.



José Asunción Silva

El mal del siglo

-- de José Asunción Silva --

EL PACIENTE:
Doctor, un desaliento de la vida
que en lo íntimo de mí se arraiga y nace,
el mal del siglo... El mismo mal de Werther,
de Rolla, de Manfredo y de Leopardi.
Un cansancio de todo, un absoluto
desprecio por lo humano... Un incesante
renegar de lo vil de la existencia
digno de mi maestro Schopenhauer;
un malestar profundo que se aumenta
con todas las torturas del análisis...

EL MÉDICO:
-Eso es cuestión de régimen: camine
de mañanita; duerma largo; báñese;
beba bien; coma bien; cuídese mucho:
¡Lo que usted tiene es hambre...!



Carolina Coronado

soneto

-- de Carolina Coronado --

¿mi vida, carolina, escribir quieres?
deja por dios tan peregrina idea
que podrás sólo hacer que el mundo vea
en vez de lo que soy lo que tú eres.
Digno de ti será lo que escribieres
a tu alma harás brillar en tu tarea,
mas nunca harás que el juicio exacto sea
de cómo yo he cumplido mis deberes.
Mi vida por ti escrita, amiga mía,
un poema completo sólo fuera
hijo del corazón y fantasía,
donde con gran vergüenza yo me viera
cual debiera haber sido o ser debía
y no cual soy o he sido en mi carrera.



Clemente Althaus

Al amor (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Oh de la triste humanidad verdugo,
de todo mal origen, Amor ciego,
¿Por qué, di, al que me abrasa en vivo fuego
no amarraste conmigo al mismo yugo?

¡Ingrato! un tiempo mi beldad le plugo;
mas por otra mujer me olvidó luego
y hoy desdeña crüel mi humilde ruego,
mi ardiente llanto que jamás enjugo.

Y en vano esfuerzos y promesas hago
de olvidar a tan bárbaro enemigo
por otro que a mi amor de digno pago.

¡Ay! que adorarle menos no consigo:
antes le ruego más y más le halago
mientras más desdeñoso está conmigo.



Clemente Althaus

El juicio final

-- de Clemente Althaus --

Ya en el postrero universal jüicio
del Juez supremo a la presencia me hallo,
y aguardo el justo inapelable fallo
que eterno espera a la virtud y al vicio.

Mas ¡ay! ¿adverso me será o propicio?
¿de Cristo o de Satán seré vasallo?
En duda tan crüel, temblando callo,
mas digno que de premio de suplicio.

Ya las turbas el Juez ha separado,
y el rostro favorable o enemigo
al diestro vuelve y al siniestro lado:

pero yo, justo Dios ¿a quienes sigo,
cuando a la Virtud abras y al Pecado
los palacios del premio y del castigo?



Clemente Althaus

A *** (1 Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Tu beldad seductora me convida
con un mundo de dicha y de placer:
pero yo, en cambio, a tu serena vida
sólo puedo dolores ofrecer.

¡Ah! no juntes tu suerte con mi suerte,
ve que te diera mi destino horror:
mi amor, señora, es el dolor, la muerte;
huye por Dios de mi fatal amor.

Digno no soy de tu beldad celeste,
no merezco tu puro corazón:
nunca, un suspiro este infeliz te cueste;
básteme tu amistosa compasión.

Sólo te pido que en mi triste losa
esos ojos que afrentan al zafir
derramen una lágrima piadosa
«que haga mi helado polvo rebullir».



Cristóbal de Castillejo

respuesta a un caballero

-- de Cristóbal de Castillejo --

Una copla me enviastes,
señor, mala yacija,
hecha con pies de estornija;
el mal es que trasnochastes,
y al cabo paristes hija.
Mas, sin más satisfación
de los yerros que hay en ella,
sois digno de haber perdón
siquiera por la pasión
que pasastes en hacella.



Ramón de Campoamor

Excusas necias

-- de Ramón de Campoamor --

HACIA el nido de un cuervo
Sube un reptil protervo,
Que de otro manjar falto,
De huevos se apercibe;
Mas al dar el salto,
Creyendo al cuervo ausente, oyó: — «¿Quién vive?»

—«Perdone usted; no es nada
(Dijo con voz turbada);
El hallarme soñando
Mi indiscreción abone;
Pues llegué aquí rodando,
Mas desperté y me vuelvo: usted perdone».

— «¡Hola, traidor vecino!
(Dijo el cuervo ladino),
¿Cuando el sueño te priva.
Sin costarte trabajo
Te ruedas hacia arriba?
Pues a ver cómo ruedas hacia abajo».

Y remontando el vuelo
Lo suelta desde el cielo,
Por más que ya difunto
El reptil lo rehúsa;
Y ¡plaf! reventó al punto.
¡Digno castigo de su necia excusa!

Campoamor.



Ricardo Jaimes Freyre

entre la fronda

-- de Ricardo Jaimes Freyre --

Junto a la clara linfa, bajo la luz radiosa
del sol, como un prodigio de viviente escultura,
nieve y rosa su cuerpo, su rostro nieve y rosa
y sobre rosa y nieve su cabellera oscura.

No altera una sonrisa su majestad de diosa,
ni la mancha el deseo con su mirada impura;
en el lago profundo de sus ojos reposa
su espíritu que aguarda la dicha y la amargura.

Sueño del mármol. Sueño del arte excelso, digno
de escopas o de fidias, que sorprende en un signo,
una actitud, un gesto, la suprema hermosura.

Y la ve destacarse, soberbia y armoniosa,
junto a la clara linfa, bajo la luz radiosa
del sol, como un prodigio de viviente escultura.



Roberto Juarroz

gastar por anticipado el tiempo de la muerte

-- de Roberto Juarroz --

Gastar por anticipado el tiempo de la muerte,
consumir el silencio del futuro
como una flor enterrada,
vivir a crédito
de la eternidad imparcial que nos espera,
poner entre las mañanas y las tardes
algo más digno de fe que el mediodía
y aprender a pararse en las palabras,
aunque estén acostadas.
Tal vez así la muerte dure menos,
la vida use otras puertas
y no se cansen tanto
los ojos que nos miran.



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Ariiba