Buscar Poemas con Destinos


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Se han encontrado 15 poemas con la palabra destinos

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César Vallejo

escarnecido, aclimatado al bien, mórbido, hurente

-- de César Vallejo --

Escarnecido, aclimatado al bien, mórbido, hurente,
doblo el cabo carnal y juego a copas,
donde acaban en moscas los destinos,
donde comí y bebí de lo que me hunde.
Monumental adarme,
féretro numeral, los de mi deuda,
los de mi deuda, cuando caigo altamente,
ruidosamente, amoratadamente.
Al fondo, es hora,
entonces, de gemir con toda el hacha
y es entonces el año del sollozo,
el día del tobillo,
la noche del costado, el siglo del resuello.
Cualidades estériles, monótonos satanes,
del flanco brincan,
del ijar de mi yegua suplente;
pero, donde comí, cuánto pensé!
pero cuánto bebí donde lloré!
así es la vida, tal
como es la vida, allá, detrás
del infinito; así, espontáneamente,
delante de la sien legislativa.
Yace la cuerda así al pie del violín,
cuando hablaron del aire, a voces, cuando
hablaron muy despacio del relámpago.
Se dobla así la mala causa, vamos
de tres en tres a la unidad; así
se juega a copas
y salen a mi encuentro los que aléjanse,
acaban los destinos en bacterias
y se debe todo a todos.

Poema escarnecido, aclimatado al bien, mórbido, hurente de César Vallejo con fondo de libro

Pedro Salinas

underwood girls

-- de Pedro Salinas --

Quietas, dormidas están,
las treinta, redondas, blancas.
Entre todas
sostienen el mundo.
Míralas, aquí en su sueño,
como nubes,
redondas, blancas, y dentro
destinos de trueno y rayo,
destinos de lluvia lenta,
de nieve, de viento, signos.
Despiértalas,
con contactos saltarines
de dedos rápidos, leves,
como a músicas antiguas.
Ellas suenan otra música:
fantasías de metal
valses duros, al dictado.
Que se alcen desde siglos
todas iguales, distintas
como las olas del mar
y una gran alma secreta.
Que se crean que es la carta,
la fórmula, como siempre.
Tú alócate
bien los dedos, y las
raptas y las lanzas,
a las treinta, eternas ninfas
contra el gran mundo vacío,
blanco a blanco.
Por fin a la hazaña pura,
sin palabras, sin sentido,
ese, zeda, jota, i...

Poema underwood girls de Pedro Salinas con fondo de libro

Alfonsina Storni

Duerme tranquilo

-- de Alfonsina Storni --

Dijiste la palabra que enamora
A mis oídos. Ya olvidaste. Bueno.
Duerme tranquilo. Debe estar sereno
Y hermoso el rostro tuyo a toda hora.

Cuando encanta la boca seductora
Debe ser fresca, su decir ameno;
Para tu oficio de amador no es bueno
El rostro ardido del que mucho llora.

Te reclaman destinos más gloriosos
Que el de llevar, entre los negros pozos
De las ojeras, la mirada en duelo.

¡Cubre de bellas víctimas el suelo!
Más daño al mundo hizo la espada fatua
De algún bárbaro rey Y tiene estatua.

Poema Duerme tranquilo de Alfonsina Storni con fondo de libro

Jorge Luis Borges

en memoria de angélica

-- de Jorge Luis Borges --

¡cuántas posibles vidas se habrán ido
en esta pobre y diminuta muerte,
cuántas posibles vidas que la suerte
daría a la memoria o al olvido!
cuando yo muera morirá un pasado;
con esta flor un porvenir ha muerto
en las aguas que ignoran, un abierto
porvenir por los astros arrasado.
Yo, como ella, muero de infinitos
destinos que el azar no me depara;
busca mi sombra los gastados mitos
de una patria que siempre dio la cara.
Un breve mármol cuida su memoria;
sobre nosotros crece, atroz, la historia.



César Vallejo

trilce

-- de César Vallejo --

Trilce
hay un lugar que yo me sé
en este mundo, nada menos,
adonde nunca llegaremos.
Donde, aun si nuestro pie
llegase a dar por un instante
será, en verdad, como no estarse.
Es ese sitio que se ve
a cada rato en esta vida,
andando, andando de uno en fila.
Más acá de mí mismo y de
mi par de yemas, lo he entrevisto
siempre lejos de los destinos.
Ya podéis iros a pie
o a puro sentimiento en pelo,
que a él no arriban ni los sellos.
El horizonte color té
se muere por colonizarle
para su gran cualquiera parte.
Mas el lugar que yo me sé,
en este mundo, nada menos,
hombreado va con los reversos.
Cerrad aquella puerta que
está entreabierta en las entrañas
de ese espejo. ¿Está? no; su hermana.
No se puede cerrar. No se
puede llegar nunca a aquel sitio
do van en rama los pestillos.
Tal es el lugar que yo me sé.



José María Heredia

Himno al desterrado

-- de José María Heredia --

¡Cuba, Cuba, que vida me diste,
dulce tierra de luz y hermosura!
¡Cuánto sueño de gloria y ventura
tengo unido a tu sueño feliz!
¡Y te vuelvo a mirar...! Cuán severo,
hoy me oprime el rigor de mi suerte
la opresión me amenaza con muerte
en los campos do al mundo nací.
Mas ¿qué importa que truene el tirano?
pobre, sí, pero libre me encuentro.
Sólo el alma del alma es el centro:
¿Qué es el oro sin gloria ni paz?
Aunque errante y poscrito me miro,
y me oprime el destino severo;
por el cetro del déspota ibero
no quisiera mi suerte trocar.
¡Dulce Cuba!, en su seno se miran
en el grado más alto y profundo,
las bellezas del físico mundo,
los horrores del mundo moral.
Te hizo el cielo la flor de la tierra;
mas, tu fuerza y destinos ignoras,
y de España en el déspota adoras
al demonio sangriento del mal.
¡Cuba, al fin te verás libre y pura!
Como el aire de luz que respiras,
cual las ondas hirvientes que miras
de tus playas la arena besar.
Aunque viles traidores te sirvan,
del tirano es inútil la saña,
que no en vano entre Cuba y España
tiende inmenso sus olas el mar.



Vicente Huidobro

rincones sordos

-- de Vicente Huidobro --

El mundo se detiene a medio camino
con su cielo prendido en las montañas
y el alba en ciertas flores que yo conozco
esconde en tus cabellos los secretos de la noche
esconde las mentiras en tu alma de alegres sombras
esconde tus alas bajo tus besos
esconde el collar de suspiros en torno a tus senos
esconde la barca de tu lengua en las fuentes de la sed
en el puerto de la boca amarrada
esconde la luz a la sombra
las lágrimas al abrigo del viento que va a soplar
porque tiene derecho a la vida
como yo lo tengo a la más alta cumbre
y al abismo que ha caído tan bajo
esconde las caídas del sueño
esconde los colores al fondo de los ojos
esconde el mar detrás del cielo
y vuelve a subir a la superficie
para ser tú mismo al sol de los destinos
a flor de mano como el ciego olvidado
esconde los suspiros en su estuche
esconde las palabras en su fruto
y llora tu vida en el hastío de las cosas



Meira Delmar

tapiz

-- de Meira Delmar --

Las hebras de un tapiz imaginario
fueron nuestros destinos que un instante
se rozaron apenas en la cruz
del encuentro.
De norte a sur tu paso, de este
a oeste el mío,
entrelazamos el amor de modo
que nunca el tiempo desatarlo pudo,
ni romperlo el olvido.
!--Img



Miguel Unamuno

Al azar de los caminos

-- de Miguel Unamuno --

Nudo preso al azar de los caminos
bajo el agüero de una roja estrella,
él desde el cierzo, desde el ábrego ella,
rodando á rumbo suelto peregrinos.

Al mismo arado uncieron sus destinos
y sin dejar sobre la tierra huella
se apagaron igual que una centella
de hoguera. Y se decían los vecinos:



Juan Ramón Jiménez

su sitio fiel

-- de Juan Ramón Jiménez --

Las nubes y los árboles se funden
y el sol les trasparenta su honda paz.
Tan grande es la armonía del abrazo,
que la quiere gozar también el mar,
el mar que está tan lejos, que se acerca,
que ya se oye latir, que huele ya.
El cerco universal se va apretando,
y ya en toda la hora azul no hay más
que la nube, que el árbol, que la ola,
síntesis de la gloria cenital.
El fin está en el centro. Y se ha sentado
aquí, su sitio fiel, la eternidad.
Para eso hemos venido. (Cae todo
lo otro, que era luz provisional.)
Y todos los destinos aquí salen,
aquí entran, aquí suben, aquí están.
Tiene el alma un descanso de caminos
que han llegado a su único final.



Blanca Andreu

la vigilia de elphistone

-- de Blanca Andreu --

Un viento cortejo de apariencias cree recordar el rumor
de los puertos,
la charla sin fin de las ciudades,
zancudas de metal en el perfil, grúas y catedrales
entre la niebla, músicas y descargas,
destinos y negocios.
Y sin embargo en dónde tus orillas,
la esperanza que ciega o equivoca, grande mar,
cuando sepultas la verdad y caen las vidas, los imperios,
dejando paso a la belleza.
Ante ninguna ley te excedes en tus atribuciones
cuando el celo en tus cargos establece la muerte.



Ramón López Velarde

La estrofa que danza

-- de Ramón López Velarde --

Ya brotas de la escena cual guarismo
tornasol, y desfloras el mutismo
con los toques undívagos de tu planta certera
que fiera se amanera al marcar hechicera
las multánimes giros de una sola quimera.

Ya tus ojos entraron al combate
como dos uvas de un goloso uvate;
bajo tus castañuelas se rinden los destinos
y se cuelgan de ti los sueños masculinos,
cual de la cuerda endeble de una lira, los trinos.
Ya te adula la orquesta con servil
dejo libidinoso de reptil,
y danzando lacónica, tu reojo me plagia;
y pisas mi entusiasmo con una cruel magia
como estrofa danzante que pisa una hemorragia.

Ya vuelas como un rito por los planos
limítrofes de todos los arcanos;
las almas que tu arrullo va limpiando de escoria
quisieran renunciar su futuro y su historia,
por dormirse en la tersa amnistía de tu gloria.

Guarismo, cuerda, y ejemplar figura:
tu rítmica y eurítmica cintura
nos roba a todos nuestra flama pura;
y tus talones tránsfugas, que se salen del mundo
por la tangente dócil de un celaje profundo,
se llevan mis holgorios el azul pudibundo.



Ramón María del Valle Inclán

rosa de melancolía

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Era yo otro tiempo un pastor de estrellas,
y la vida, como luminoso canto.
Un símbolo eran las cosas más bellas
para mí: la rosa, la niña, el acanto.

Y era la armoniosa voz del mundo,
una onda azul que rompe en la playa de oro,
cantando el oculto poder de la luna
sobre los destinos del humano coro.

Me daba epicuro sus ánforas llenas,
un fauno me daba su agreste alegría,
un pastor de arcadia, miel de sus colmenas.

Pero hacia el ensueño navegando un día,
escuché lejano canto de sirenas
y enfermó mi alma de melancolía.



Ramón María del Valle Inclán

rosas astrales

-- de Ramón María del Valle Inclán --

¡eternos imperios! ¡dorados sagrarios!
¡claves del gran todo! ¡rezo en sus laúdes!
¡voluntades quietas! ¡solemnes virtudes!
¡entrañas del mundo! ¡ardientes ovarios!

¡encendidos ritos de celestes lames!
¡sellados destinos del humano coro!
¡soles que las normas guardan del tesoro
¡demiúrgico! ¡arcanas rosas estelares!

arcano celeste, agnóstico arcano
donde los enigmas alzó el trymegisto:
por querer leerte abrió juliano

en su imperio el cisma, y se hizo anticristo,
exégeta, gnóstico del cielo pagano
una metamórfosis solar vio en el cristo.



Ricardo Güiraldes

Verano (Güiraldes)

-- de Ricardo Güiraldes --

Buenos Aires. Calle Santa Fe en el 900. Diciembre. La casa abierta, respirando noche, todo apagado dentro.

Cielo, implacablemente estrellado, cuyo azul de zafiro australiano se aleja, por obra del aturdimiento luminoso que mandan a los ojos los focos eléctricos.

De tiempo en tiempo, coches pasan, en rectilíneos destinos.

En la acera de enfrente, una madre aparea la obesidad de su flácido descanso a las epidérmicas lasitudes de su hija, que corre mano distraída, sobre su muslo, apenas suavizado por un batón rosa.

El reflejo de los focos se aplasta, extendido contra el asfalto.

Caballito, caballito que llevas el fiacre vacío, pareces un cuento, infantil, de madera.

Buenos Aires, 1913.



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