Buscar Poemas con Desolado


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Se han encontrado 16 poemas con la palabra desolado

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Alejandra Pizarnik

anillos de ceniza

-- de Alejandra Pizarnik --

A cristina campo

son mis voces cantando
para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.

Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.

Poema anillos de ceniza de Alejandra Pizarnik con fondo de libro

Amado Nervo

perlas negras - ¡ven acércate más! el campo umbrío

-- de Amado Nervo --

¡ven acércate más! el campo umbrío,
el cielo torvo y el ambiente frío,
predisponen el alma a la tristeza.
Ven, apoya en mi hombro tu cabeza;
así, juntos, muy juntos, dueño mío.
Hablemos de tu amor; ¡de aquel soñado
amor! cuando el invierno desolado
reina doquier, y pálidas se ahuyentan
la ilusión y la fe, ¡cómo calientan
los recuerdos benditos del pasado!
ven, acércate más, mi dulce dueño . . .
Y en tanto agita con tenaz empeño
la niebla gris su colosal cimera,
sobre nosotros vuelque la quimera
el ánfora impalpable del ensueño.

Poema perlas negras - ¡ven acércate más! el campo umbrío de Amado Nervo con fondo de libro

Enrique Lihn

la desaparición de este lucero

-- de Enrique Lihn --

La desaparición de este lucero
lo puso ferozmente en evidencia
no era venus, la estrella vespertina
no era venus, la estrella matutina
era una lucecilla intermitente
no nacida del cielo ni del mar
y yo era sólo un náufrago en la tierra
no era siquiera una mujer fatal
bella, si, pero espuma del oleaje
un simulacro de la diosa ausente
ni de pie sobre el mar: en la bañera
ni espuma: algo de carne, algo de hueso
un pajarillo, y eso, de mujer
dócil al aire pero desalado
y desolado, pues volar podía
tan sólo cuando el viento lo soplaba
ni tuvo el mar por mítico escenario
en la ciudad más fea de la tierra
se hizo humo a la hora de los quiubos
era fulana, y eso, simplemente
y yo, el imbécil que escribió este libro.

Poema la desaparición de este lucero de Enrique Lihn con fondo de libro

Pedro Bonifacio Palacios

Ayer y hoy

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

I

Humilde como el voto del creyente,
bendito como el ángel de mi guarda,
tímido, solitario, romancesco,
fe y esperanza.

II

Como tú, virginal y sin mancilla,
como yo, visionario y entusiasta,
era el amor que te ofrecí; inocente,
como mi alma.

III

Ignoto, como ráfaga perdida,
ardiente, como lágrima callada,
torcido, desolado, borrascoso,
amor de paria.

IV

Triste como el destello de la luna,
solo, como la luna solitaria,
es el recuerdo de ese amor maldito,
como mi alma.



José María Eguren

los muertos

-- de José María Eguren --

Los nevados muertos,
bajo triste cielo,
van por la avenida
doliente que nunca termina.

Van con mustias formas
entre las auras silenciosas,
y de la muerte dan el frío
a sauces y lirios.

Lentos brillan blancos
por el camino desolado.
Y añoran las fiestas del día
y los amores de la vida.

Al caminar los muertos una
esperanza buscan:
y miran sólo la guadaña,
la triste sombra ensimismada.

En yerma noche de las brumas
y en el penar y la pavura,
van los lejanos caminantes
por la avenida interminable.



José Ángel Buesa

madrigal triste

-- de José Ángel Buesa --

¡qué clara la mañana! ¡qué fresco y delicioso
el viento! ¡cuánta luz! ¡cuánta levearmonía!...
Busqué a mi alrededor algo maravilloso...
Y ella, a mi lado, sonreía...
¡Cuánta muda tristeza en el cielo nublado!
¡qué silencio en las frondas donde el ave cantaba!
busqué a mi alrededor algo desconsolado...
Y ella, a mi lado, suspiraba...
¡Qué soledad! ¡qué angustia crispada en ladoliente
neblina! ¡qué vacío en todo!... Desolado
busqué a mi alrededor... Y busqué inútilmente:
ella no estaba ya a mi lado...



José Ángel Buesa

soneto i

-- de José Ángel Buesa --

Como quien boga contra la corriente,
aun comprendiendo que su afán es vano,
y el remo se le cae de la mano
y se siente arrastrado nuevamente,
así mi amor se aleja indiferente,
pero, al recuerdo de tu amor lejano,
reverdece el deseo en su desgano,
y regresa mi sed hacia tu fuente.
Y, andando y desandando este sendero,
a la vez desolado y florecido
y jamás recorrido por entero,
no sé por qué renaces de mi olvido,
ni sé por qué me voy, si es que te quiero,
ni qué me hace volver cuando me he ido.



Juan Bautista Arriaza

Las señas

-- de Juan Bautista Arriaza --

Perdí mi corazón, ¿le habéis hallado
ninfas del valle en que pensando vivo?
Ayer andando solo y pensativo,
suspirando mi amor por este prado,

él huyó de mi pecho desolado
como el rayo veloz, y tan esquivo,
que yo grité: »¡Detente, fugitivo!»
y ya no le vi más por ningún lado.

Si no lo conocéis, como en un ara,
arde en él una hoguera, y cruda herida
por víctima de Silvia lo declara.

Dadle por vuestro bien, que esa homicida
le hizo tan infeliz, que adonde para
mi corazón, ya no hay placer ni vida.



Teófilo V. Méndez Ramos

Visión otoñal

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

I
Una tras otra van cayendo
las hojas secas,

Una tras otra... Van fingiendo
la vida efímera.

II
Una tras otra van rodando
las hojas secas;
Una tras otra... Parodiando
quimera, muertas

III
Como él paisaje, desolado,
tienes el alma;
una tras otra han deshojado
tus ilusiones.



Vicente Huidobro

Fatiga

-- de Vicente Huidobro --

Marcho día y noche
como un parque desolado.
Marcho día y noche entre esfinges caídas de mis ojos;
miro el cielo y su hierba que aprende a cantar;
miro el campo herido a grandes gritos,
y el sol en medio del viento.

Acaricio mi sombrero lleno de luz especial;
paso la mano sobre el lomo del viento;
los vientos, que pasan como las semanas;
los vientos y las luces con gestos de fruta y sed de sangre;
las luces, que pasan como los meses;
cuando la noche se apoya sobre las casas,
y el perfume de los claveles gira en torno de su eje.

Tomo asiento, como el canto de los pájaros;
es la fatiga lejana y la neblina;
caigo como el viento sobre la luz.

Caigo sobre mi alma.
He ahí el pájaro de los milagros;
he ahí los tatuajes de mi castillo;
he ahí mis plumas sobre el mar, que grita adiós.

Caigo de mi alma.
Y me rompo en pedazos de alma sobre el invierno;
caigo del viento sobre la luz;
caigo de la paloma sobre el viento.



Mario Benedetti

pobre dios

-- de Mario Benedetti --

Es imposible estar seguro
pero tal vez sea dios todo el silencio
que queda de los hombres
es imposible estar seguro
pero acaso dios sea
la soledad total
irrevocable
más grave que la tuya
o que la mía
por lo menos más grave que la mía
que es soledad tan sólo
cuando el viejo crepúsculo me mira
como un toro furioso
y yo no tengo a mano
tus sabios labios para
olvidarme ele todo lo que temo
es imposible estar seguro
ah pero en ese caso
pobre dios qué tristeza
debe ser su tristeza
pobre dios
si una ver descendiera
a asir nuestra miseria
y respirara por unas pocas horas
el incesante miedo de la muerte
quizá mucho después
allá
solo y eterno
recordara esa tibia bocanada
como el único asueto
de su enorme
desolado infinito.



Mario Benedetti

elegir mi paisaje

-- de Mario Benedetti --

Si pudiera elegir mi paisaje
de cosas memorables, mi paisaje
de otoño desolado,
elegiría, robaría esta calle
que es anterior a mí y a todos.
Ella devuelve mi mirada inservible,
la de hace apenas quince o veinte años
cuando la casa verde envenenaba el ciclo.
Por eso es cruel dejarla recién atardecida
con tantos balcones como nidos a solas
y tantos pasos como nunca esperados.
Aquí estarán siempre, aquí, los enemigos,
los espías aleves de la soledad,
las piernas de mujer que arrastran a mis ojos
lejos de la ecuación de dos incógnitas.
Aquí hay pájaros, lluvia, alguna muerte,
hojas secas, bocinas y nombres desolados,
nubes que van creciendo en mi ventana
mientras la humedad trae larnentos y moscas.
Sin embargo existe también el pasado
con sus súbitas rosas y modestos escándalos
con sus duros sonidos de una ansiedad cualquiera
y su insignificante comezón de recuerdos.
Ah si pudiera elegir mi paisaje
elegiría, robaría esta calle,
esta calle recién atardecida
en la que encarnizadamente revivo
y de la que sé con estricta nostalgia
el número y el nombre de sus setenta árboles.



Julio Flórez

¿quién oye

-- de Julio Flórez --

De noche, bajo el cielo desolado,
pienso en tu amor y pienso en tu abandono,
y miro, en mi interior, deshecho el trono
que te alcé como a un ídolo sagrado.
Al ver mi porvenir despedazado
por tu infidelidad, crece mi encono;
mas, como sé que sufres, te perdono.
¡Oh!... ¡Tú, jamás me hubieras perdonado!
mis lágrimas, en trémulo derroche,
ruedan al fin.. Y al punto, en inaudito
arranque, a dios elevo mi reproche.
Pero se pierde, entre el negror mi grito
y sólo escucho, en medio de la noche,
del silencio el monólogo infinito.
Julio flórez



Julio Flórez

¿Quién oye?

-- de Julio Flórez --

Poem

De noche, bajo el cielo desolado, pienso en tu amor y pienso en tu abandono, ¡y miro en mi interior deshecho el trono que te alcé como a un ídolo sagrado!

¡Al ver mi porvenir despedazado por tu infidelidad, crece mi encono! Mas, como sé que sufres, te perdono... ¡Oh, tú jamás me hubieras perdonado!

Mis lágrimas, en trémulo derroche, ruedan al fin, y luego, en inaudito arranque, a Dios elevo mi reproche...

¡Pero se pierde entre el negror mi grito y sólo escucho, en medio de la noche, del silencio el monólogo infinito!



Blas de Otero

basta. redoble de conciencia (1951)

-- de Blas de Otero --

Imaginé mi horror por un momento
que dios, el solo vivo, no existiera,
o que, existiendo, sólo consistiera
en tierra, en agua, en fuego, en sombra, en viento.
Y que la muerte, oh estremecimiento,
fuese el hueco sin luz de una escalera,
un colosal vacío que se hundiera
en un silencio desolado, liento.
Entonces ¿para qué vivir, oh hijos
de madre, a qué vidrieras, crucifijos
y todo lo demás? basta la muerte.
Basta. Termina, oh dios, de maltratarnos.
O si no, déjanos precipitarnos
sobre ti ronco río que revierte.



Rafael Pombo

La memoria

-- de Rafael Pombo --

¡Oh perfecto presente del pasado,
Vida de tanto amado ausente y muerto,
Que poblando aquel fúnebre desierto
Burlas del tiempo el hierro despiadado!

En mi hoy, más prosaico y desolado
Que el muerto ayer, me ofreces más de un puerto
Do a buscar vuelvo en mi soñar despierto
Un asilo poético y sagrado:

Un temple a cuya entrada unjo con llanto
El corazón, y en otro mundo, el eco
De inolvidables voces, oro y canto,

¿Será tal fruición juego, embeleso
Y no fiel prenda, misterioso rito,
Aurora boreal de lo infinito?



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