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-- de Lope de Vega --
Llamas y huyes, quieres y aborreces,
y cuando estás más cerca te retiras,
no quieres que te miren, Silvia, y miras,
duermes y sientes, guárdaste y pareces,
vuelas y no te vas, niegas y ofreces,
disfrazas las verdades en mentiras,
ciegas y ves, desdeñas y suspiras,
y, siendo claro el sol, menguas y creces.
Contigo a solas estas cosas mide,
que de tu estrecha condición me espanto
en quererse vestir amor tan justo.
Silvia, o te agrado, o no; si no, despide;
si agrado, no consultes mi amor tanto,
que amor no es encomienda, sino gusto
Poema "Llamas y huyes; quieres y aborreces" de Lope de Vega
-- de Sor Juana Inés de la Cruz --
Rosa divina, que en gentil cultura
Eres con tu fragante sutileza
Magisterio purpúreo en la belleza,
Enseñanza nevada a la hermosura.
Amago de la humana arquitectura,
Ejemplo de la vana gentileza,
En cuyo ser unió naturaleza
La cuna alegre y triste sepultura.
¡Cuán altiva en tu pompa, presumida
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida.
De tu caduco ser das mustias señas!
Con que con docta muerte y necia vida,
Viviendo engañas y muriendo enseñas.
Poema "A una Rosa" de Sor Juana Inés de la Cruz
-- de Antonio Machado --
La tarde todavía
dará incienso de oro a tu plegaria,
y quizás el cenit de un nuevo día
amenguará tu sombra solitaria.
Mas no es tu fiesta el Ultramar lejano,
sino la ermita junto al manso río;
no tu sandalia el soñoliento llano
pisará, en la arena del hastío.
Muy cerca está, romero,
la tierra verde y santa y florecida
de tus sueños; muy cerca, peregrino
que desdeñas la sombra del sendero
y el agua del mesón en tu camino.
Poema "La tarde todavía" de Antonio Machado
-- de Clemente Althaus --
¿La misma ya no soy? Y porque ardiente
negra viruela mancilló la rosa
de mi mejilla y la nevada frente,
¿Ya me huyes y desdeñas por esposa?
De tu injusta mudanza te arrepiente,
no humillada me dejes y celosa;
ven; y, aunque la beldad perdí aparente,
ve que me queda aún un alma hermosa.
Mas que vivir, si fuerza era perderte,
de tu desdén objeto y de tu espanto,
¡Por qué mi horrible mal no me dio muerte!
Rogarás por mi paz al cielo santo,
y te dolieras de mi triste suerte,
y mi tumba regarás con tu llanto.
Poema "Escrito en nombre de una joven" de Clemente Althaus