Buscar Poemas con Desciendes


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Se han encontrado 4 poemas con la palabra desciendes

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Dulce María Loynaz

san miguel arcángel

-- de Dulce María Loynaz --

Por la tarde,
a contraluz
te pareces
a san miguel arcángel.

Tu color oxidado,
tu cabeza de ángel-
guerrero, tu silencio
y tu fuerza...

Cuando arde
la tarde,
desciendes sobre mí
serenamente;
desciendes sobre mí,
hermoso y grande
como un arcángel.

Arcángel san miguel,
con tu lanza relampagueante
clava a tus pies de bronce
el demonio escondido
que me chupa la sangre...

Poema san miguel arcángel de Dulce María Loynaz con fondo de libro

José Tomás de Cuellar

El ángel de la inocencia

-- de José Tomás de Cuellar --

ANGEL de blancas alas,
De plácidos ensueños mensajero,
Que abandonando las etéreas salas
Desciendes á la tierra
Á velar cabe el lecho de la virgen,
En cuyo seno encierra,
Como en vaso de oro,
La virtud su purísimo tesoro.

Tiende tu manto de sin par blancura,
Que derrame tu labio
Tu aliento alhagador, blando, apacible,
Sobre la casta frente
De la niña sensible
Que tu influencia mística presiente.

Poema El ángel de la inocencia de José Tomás de Cuellar con fondo de libro

Marilina Rébora

con ojos de niña

-- de Marilina Rébora --

Con ojos de niña
señor, siempre te veo con los ojos de niña:
primero en el pesebre, aureolado de ovejas;
en lo alto, la estrella, que sus reflejos guiña
sobre el burro y el buey al mover las orejas.
Hombre, vas por montaña, y por valle y campiña,
curando enfermos graves que bordan las callejas,
la triste multitud que al oírte se apiña,
y encima de las aguas caminando te alejas.
Al final, te imagino, arriba, entre las nubes,
centro de los arcángeles con extendidas alas;
en macizo de flores azucenas y calas
se abren las estrellas, por donde al cielo subes.
Aunque me ves en casa, jugando sobre el piso
y sonriendo desciendes hacia mí, de improviso.

Poema con ojos de niña de Marilina Rébora con fondo de libro

Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 8

-- de Francisco de Quevedo --

Fuente risueña y pura (que a ser río
de las dos urnas de mi vista aprendes,
pues que te precipitas y desciendes
de los ojos que en lágrimas te envío),
si en mentido cristal te prende el frío,
en mi llanto por lísida te enciendes,
y siempre ingrata a mi dolor atiendes,
siendo el caudal con que te aumentas mío;
tú de su imagen eres siempre avara,
yo prodigo de llanto a tus corrientes,
y a lísida de la alma y fe más rara.
Amargos, sordos, turbios, inclementes
juzgué los mares, no la amena y clara
agua risueña y dulce de las fuentes.



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