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-- de Leopoldo Lugones --
La miseria se ríe con sórdida chuleta,
Su perro lazarillo le regala un festín.
En sus funambulescos calzones va un poeta,
Y en su casaca el huérfano que tiene por Delfín.
El hambre es su pandero, la luna su peseta
Y el tango vagabundo su padre nuestro. Crin
De león, la corona. Su baldada escopeta
De lansquenete impávido suda un fogoso hollín.
Va en dominó de harapos, zumba su copla irónica.
Por antifaz le presta su lienzo la Verónica.
Su cuerpo, de llagado, parece un huerto en flor.
Y bajo la ignominia de tan siniestra cáscara,
Cristo enseña a la noche su formidable máscara
De cabellos terribles, de sangre y de pavor.
Poema "La última careta" de Leopoldo Lugones
-- de Manuel María de Arjona --
Hallar piedad con llantos lastimeros
entre los hombres Arión intenta,
y le es más fácil que un delfín la sienta,
que no los despiadados marineros.
Pues rendido a sus trinos lisonjeros
Benigno el pez al joven se presenta,
y en su espalda la noble carga ostenta
que arrojaron sus necios compañeros.
¡Ay, Albino! Conócelo algún día,
ni más el plectro con gemidos vanos
intente ya domar la turba impía.
No se vencen así pechos humanos:
busquemos en los tigres compañía,
y verás que nos son menos tiranos.
Poema "A Albino" de Manuel María de Arjona
-- de Francisco de Quevedo --
Pequeños jornaleros de la tierra,
abejas, lises ricas de colores,
los picos y las alas con las flores
saben hacer panales, mas no guerra.
Lis suena flor, y lis el pleito cierra
que revuelve en italia los humores;
si, vos, no vobis, sois revolvedores,
pues el león y el águila os afierra.
Son para las abejas las venganzas
mortales, y la guerra rigurosa
no codicia aguijones, sino lanzas.
Hace punta la águila gloriosa;
hace presa el león sin acechanzas;
el delfín nada en onda cautelosa.
Poema "parnaso español 16" de Francisco de Quevedo
-- de Ramón López Velarde --
En el piélago veleidoso
entré a la vasta veleidad del piélago
con humos de pirata...
Y me sentía ya un poco delfín
y veía la plata
de los flancos de la última sirena,
cuando mi devaneo
anacrónico viose reducido
a un amago humillante de mareo.
Mas no guardo rencor
a la inestable eternidad de espuma
y efímeros espejos.
Porque sobre ella fui como una suma
de nostalgias y arraigos, y sobre ella
me sentí, en alta mar,
más de viaje que nunca y más fincado
en la palma de aquella mano impar.
Poema "en el piélago veleidoso" de Ramón López Velarde