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Pedro Calderón de la Barca

Cantarcillo

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Ruiseñor que volando vas,
cantando finezas, cantando favores
¡oh, cuanta pena y envidia me das!
Pero no, que si hoy cantas amores,
tú tendrás celos y tú llorarás.
¡Qué alegre y desvanecido
cantas, dulce ruiseñor,
las venturas de tu amor
olvidado de tu olvido!
En ti, de ti entretenido
al ver cuan ufano estás,
¡oh, cuanta envidia me das
publicando tus favores!
Pero no, que si hoy cantas amores,
tú tendrás celos y tú llorarás.

Poema Cantarcillo de Pedro Calderón de la Barca con fondo de libro

Rafael Obligado

sombra

-- de Rafael Obligado --

¿has podido dudar del alma mía?
¿de mí que nunca de tu amor dudé?
¡dudar! ¡cuando eres mi naciente día,
mi solo orgullo, mi soñado bien!

¡dudar! ¡sabiendo que en tu ser reposa
cuanta esperanza palpitó en mi ser,
y que mis sueños de color de rosa
el ala inclinan a besar tu sien!

por eso, lleno de profundo anhelo,
me oyó la tarde, divagando ayer,
decir al valle, preguntar al cielo:
¿por qué ha dudado de mi amor, por qué?

la luz rosada de la tarde bella,
huyó a mis pasos para no volver;
y la naciente, luminosa estrella,
veló sus rayos para huir también.

Y mudo, triste, solitario, errante,
el alma enferma, por primera vez,
hundí en la sombra, y se apagó un instante
la luz celeste de mi antigua fe.

Perdido en medio de la noche en calma,
brumoso el río que nos vio nacer,
de alzar el vuelo a la región del alma
sentí la viva, la profunda sed.

¡Fugaz deseo! tu inmortal cariño
ardió en la noche, y en su llama cruel
la mariposa de mi amor de niño
quemó sus alas y cayó a tus pies.

Poema sombra de Rafael Obligado con fondo de libro

Oliverio Girondo

el pentatotal a qué

-- de Oliverio Girondo --

El pentatotal a qué
lo no moroso al toque
el consonar a qué la sexta nota
los hubieron posesos
los sofocos del bis a bis acoplo de sorbentes subósculos
los erosismos dérmicos
los espiribuceos
el ir a qué con meta
los refrotes fortuitos del gravitar a qué con cuanta larva entedio languilate en los cubos del miasma
los tantos otros otros
la sed a qué
las equis
las instancias del vértigo
el gusto a qué desnudo
los tententedio tercos del infierneo en familia
las idóneas exnúbiles
el darse a dar a qué
el re la mi sin fin
los complejos velados
el decomiso aseto
los tejidos tejidos en el diario presidio de la sangre.
Los necrococopiensos con ancestros de polvo
el to be a qué
o el not to be a qué
la suma lenta merma
la recontra
los avernitos íntimos
el ascopez paqué
cualquier a qué cualquiera
el pluriaqué
a qué
el pentatotal a qué
a qué
a qué
a qué
y sin embargo

Poema el pentatotal a qué de Oliverio Girondo con fondo de libro

Pedro Antonio de Alarcón

Epitafio

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Llorad aquí los que en veloz huida
cruzáis el tiempo que a la muerte os lanza.
Contemplad en ceniza convertida
cuanta ventura a desear se alcanza;
belleza, juventud, virtudes, vida,
dicha, gracias, amor, genio, esperanza,
amiga, hermana, hija, madre, esposa...
¡Todo desvanecido aquí reposa!



José Tomás de Cuellar

La clavellina muerta

-- de José Tomás de Cuellar --

SURQUE esa clavellina el mar; y muerta
Aún fiel testigo sea
De constancia y de amor. Ayer abierta
Entre otras mil se alzaba,
Y emblema de mi fé simbolizaba
De mejor porvenir la dulce idea.
¡Oh cuanto es inestable
La humana suerte, y triste y transitoria,
Cuanta mudanza en la pequeña historia
De una vida tan corta y miserable!
Yo que, gozoso soñador, un mundo
Miro brotar de la primera hora
De nuestro inmenso amor, y que la aurora
De eterna luz creía
El primer resplandor de aquel fecundo



Gutierre de Cetina

crüel y venturosa gelosía

-- de Gutierre de Cetina --

Si de humano sentido alcanzas parte,
¿por qué enemiga así quieres mostrarte
al mundo, a mí y a la señora mía?
cuanta el mundo beldad mirar podría,
celas con importuna e invidiosa arte;
a mí causas dolor con tu cerrarte
y a mi señora ofende tu porfía.
Ella quiere ser vista porque vea
la tierra el mayor bien que puede verse,
y el cielo la beldad que allá desea.
¡Aquel fuego que en mí pudo encenderse
te abrase! pero no, porque no sea
tu encenderte ocasión de su esconderse.



Gutierre de Cetina

tiéneme ya el dolor tan lastimado

-- de Gutierre de Cetina --

Está ya tan dañado el sentimiento,
que ningún nuevo mal de nuevo siento
que no hiere en lugar de antes llagado.
Estoy ya del vivir tan enfadado
que habría dado fin a mi tormento,
mas sale de través tal pensamiento,
que me es fuerza tornarme a mi cuidado.
Dice la enamorada fantasía
que de tal ocasión tal pena viene,
que me esfuerce en la fuerza del deseo.
Mas, tan lejos de vos, señora mía,
tanto menos mi mal consuelo tiene
cuanta razón por vuestra parte veo.



Gutierre de Cetina

en un olmo vandalio escribió un día

-- de Gutierre de Cetina --

Do la corteza estaba menos dura,
el nombre y la ocasión de su tristura;
después, mirando al cielo, así decía:
«tanto crezcas, ¡oh bella planta mía!,
que al más alto ciprés venzas de altura,
y tanta sea mayor tu hermosura
cuanta aquella de dórida sería.
»Crezcan a par del olmo en su grandeza
las letras del amado y dulce nombre,
y en él hagan perpetua su memoria;
»porque los que vendrán sepan que un hombre
levantó el pensamiento a tanta alteza
que es digno al menos de inmortal renombre».



Andrés Bello

A un artista (Bello)

-- de Andrés Bello --

Nunca más bella iluminó la aurora
de los montes el ápice eminente
ni el aura suspiró más blandamente,
ni más rica esmaltó los campos Flora.

Cuanta riqueza y galas atesora,
hoy la Naturaleza hace patente,
tributando homenaje reverente
a la deidad que el corazón adora.

¿Quién no escucha la célica armonía
que con alegre estrépito resuena
del abrasador sur al frío norte?

¡Oh Juana! Gritan todos a porfía;
jamás la Parca triste, de ira llena,
de tu preciosa vida el hilo corte.



Fernando de Herrera

Ardientes hebras do se ilustra el oro

-- de Fernando de Herrera --

Ardientes hebras do se ilustra el oro,
de celestial ambrosía rociado
tanto mi gloria sois y mi cuidado
cuanto sois del amor mayor tesoro,

luces que al estrellado y alto coro
prestáis el bello resplandor sagrado,
cuanto es Amor por vos más estimado
tanto humildemente os honro más y adoro.

Purpúreas rosas, perlas de Oriente,
marfil terso y angélica armonía,
cuanto os contemplo tanto en vos me inflamo

y cuanta pena el alma por vos siente
tanto es mayor valor y gloria mía,
y tanto os temo cuanto más os amo.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 44

-- de Francisco de Quevedo --

Cifra de cuanta gloria y bien espera,
por premio de su fe y de su tormento,
el que para adorar tu pensamiento
de sí se olvidará hasta que muera,
reforma tu aspereza brava y fiera
a oír lo menos del dolor que siento:
dale, señora, al tierno sentimiento
en ese pecho ya lugar cualquiera.
Pues mi remedio está sólo en tu mano,
antes que del dolor la fuerza fuerte
del aliento vital prive a silvano,
intento muda, porque de otra suerte
llegará tarde, y procurarse ha en vano
a tanto mal remedio sin la muerte.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 7

-- de Francisco de Quevedo --

Pues eres sol, aprende a ser ausente
del sol, que aprende en ti luz y alegría;
¿no viste ayer agonizar el día
y apagar en el mar el oro ardiente?
luego se ennegreció, mustio y doliente,
el aire adormecido en sombra fría;
luego la noche, en cuanta luz ardía,
tantos consuelos encendió el oriente.
Naces, aminta, a silvio del ocaso
en que me dejas sepultado y ciego;
sígote oscuro con dudoso paso.
Concédele a mi noche y a mi ruego,
del fuego de tu sol, en que me abraso,
estrellas, desperdicios de tu fuego.



Clemente Althaus

España (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Juntó la Muerte ante su trono un día
a los ministros do su furia aciaga,
por dar la palma al que, de todos, haga
mas fiero el cargo que a su saña fía.

Fue la sangrienta Guerra a la porfía,
el Terremoto que ciudades traga,
Incendio y Hambre y Peste, y cuanta plaga
sirve del mundo a la señora impía.

El premio horrendo cada cual espera,
indecisa la negra Soberana
sus méritos iguales considera;

mas viene España, y los laureles gana,
que es ella de las plagas la más fiera
y el gran azote de la estirpe humana.



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