Buscar Poemas con Corro


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Se han encontrado 13 poemas con la palabra corro

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Gabriela Mistral

el corro luminoso

-- de Gabriela Mistral --

A mi hermana
corro de las niñas
corro de mil niñas
a mi alrededor:
¡oh dios, yo soy dueña
de este resplandor!
en la tierra yerma,
sobre aquel desierto
mordido de sol,
¡mi corro de niñas
como inmensa flor!
en el llano verde,
al pie de los montes,
que hería la voz,
¡el corro era un solo
divino temblor!
en la estepa inmensa,
en la estepa yerta
de desolación,
¡mi corro de niñas
ardiendo de amor!
en vano quisieron
quebrarme la estrofa
con tribulación:
¡el corro la canta
debajo de dios!

Poema el corro luminoso de Gabriela Mistral con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

El sol y la noche

-- de Adelardo López de Ayala --

Encendido en sus propias llamaradas,
la sed devora al luminar del día,
y, eterno amante de la noche fría,
persigue sus espaldas enlutadas.

Ansioso de sus sombras regaladas,
en vano corre la abrasada vía:
que él mismo va poniendo el bien que ansía
donde nunca penetran sus miradas.

La dicha ausente, y el afán consigo,
arde y redobla su imposible instancia,
llevando en sus entrañas su enemigo...

¡Así corro con bárbara constancia,
y siempre encuentro mi ansiedad conmigo
y el bien ansiado a la mayor distancia!

Poema El sol y la noche de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Alfonsina Storni

A Eros

-- de Alfonsina Storni --

He aquí que te cacé por el pescuezo
a la orilla del mar, mientras movías
las flechas de tu aljaba para herirme
y vi en el suelo tu floreal corona.

Como a un muñeco destripé tu vientre
y examiné sus ruedas engañosas
y muy envuelta en sus poleas de oro
hallé una trampa que decía: sexo.

Sobre la playa, ya un guiñapo triste,
te mostré al sol, buscón de tus hazañas,
ante un corro asustado de sirenas.

Iba subiendo por la cuesta albina
tu madrina de engaños, Doña Luna,
y te arrojé a la boca de las olas.

Poema A Eros de Alfonsina Storni con fondo de libro

Manuel Bretón de los Herreros

Los dos padres

-- de Manuel Bretón de los Herreros --

Padres los dos felices algún día
de dos hermosas vírgenes, al cielo
plugo arrancarlas del humano suelo
que tan sublime don no merecía.

Guarda a la tuya austera celosía,
candado eterno, religioso velo,
y a la antorcha imperial ¡ay desconsuelo
súbita muerte arrebató la mía!

Tú al menos de su voz tierna y piadosa
el son puedes oír cabe el sagrado
inaccesible muro que la esconde;

yo al frío mármol, do mi bien reposa
corro en amargas lágrimas bañado;
llamo, torno a llamar... ¡Nadie responde!



César Vallejo

Piedra negra sobre una piedra blanca

-- de César Vallejo --

Me moriré en París con aguacero,

un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
talvez un jueves, como es hoy de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos



Pedro Antonio de Alarcón

Humo y ceniza

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Fumaba yo, tendido en mi butaca,
cuando, al sopor de plácido mareo,
mis sueños de oro realizarse veo
del humo denso entre la niebla opaca.

Mas ni la gloria mi ambición aplaca,
ni nada calma mi febril deseo
hasta que, envuelta por el aire, creo
verte mecida en vaporosa hamaca.

Corro hacia ti, mi corazón te evoca,
y cuando el fuego de tu amor me hechiza
y van mis labios a sellar tu boca,

de ellos, ¡ay!, el cigarro se desliza
y sólo queda, de ilusión tan loca,
humo en el aire y, a mis pies... Ceniza.



Rafael Barrett

Decadente

-- de Rafael Barrett --

¡Oh vírgenes desnudas!
¡Oh cabelleras de color de otoño!
¡Oh rocío inocente
Que luce en la sonrisa de los ojos,
Ojos silvestres, ágiles y nuevos,
Los más dulces de todos!
¡Oh pies desnudos, caricia de la tierra,
Pies que besa el arroyo
Temblando! ¡Oh senos en capullo, dond,
El sol hace bailar sus manchas de oro
Debajo de las hojas! ¡Oh muchachas!
Jugad. Os reconozco,
Tropel de mis lejanas primaveras...
Dejadme contemplaros. Ya no corro
Con mi pasado a cuestas tras vosotras,
Y a la sombra que baja me abandono.
Huisteis, maliciosas, con las alas
De mi propia ilusión, dejando plomo
En mis plantas cansadas, y en mi vida
Amargura sin fondo...
¡Oh vírgenes desnudas!
¡Oh cabelleras de color de otoño!



Gabriela Mistral

los que no danzan

-- de Gabriela Mistral --

Una niña que es inválida
dijo: «¿cómo danzo yo?»
le dijimos que pusiera
a danzar su corazón...
Luego dijo la quebrada:
«¿cómo cantaría yo?»
le dijimos que pusiera
a cantar su corazón...
Dijo el pobre cardo muerto:
«¿cómo danzaría yo?»
le dijimos: «pon al viento
a volar tu corazón...»
Dijo dios desde la altura:
«¿cómo bajo del azul?»
le dijimos que bajara
a danzarnos en la luz.
Todo el valle está danzando
en un corro bajo el sol,
y al que no entra se le hace
tierra, tierra el corazón.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xl

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Su mano entre mis manos,
sus ojos en mis ojos,
la amorosa cabeza
apoyada en mi hombro,
¡dios sabe cuántas veces,
con paso perezoso,
hemos vagado juntos
bajo los altos olmos
que de su casa prestan
misterio y sombra al pórtico!
y ayer... Un año apenas,
pasando como un soplo
con qué exquisita gracia
con qué admirable aplomo,
me dijo al presentarnos
un amigo oficioso:
“creo que alguna parte
he visto a usted” ¡ah, bobos
que sois de los salones
comadres de buen tono,
y andáis por allí a caza
de galantes embrollos.
¡Qué historía habéis perdido!
¡qué manjar tan sabroso!
para ser devorado
“soto voce” en un corro,
detrás de abanico
de plumas de oro!
¡discreta y casta luna,
copudos y altos olmos,
paredes de su casa,
umbrales de su pórtico,
callad, y que en secreto
no salga con vosotros!
callad; que por mi parte
lo he vivido todo:
y ella..., Ella..., ¡No hay máscara
semejante a su rostro!



Antonio Machado

¡Y esos niños en hilera...

-- de Antonio Machado --

¡Y esos niños en hilera,
llevando el sol de la tarde
en sus velitas de cera!...
*
De amarillo calabaza,
en el azul, cómo sube
la luna, sobre la plaza!
*
Duro ceño.
Pirata, rubio africano,
barbitaheño.
Lleva un alfanje en la mano.
Estas figuras del sueño...
*
Donde las niñas cantan en corro,
en los jardines del limonar,
sobre la fuente, negro abejorro
pasa volando, zumba al volar.
Se oyó su bronco gruñir de abuelo
entre las claras voces sonar,
superflua nota de violoncelo
en los jardines del limonar.
Entre las cuatro blancas paredes,
cuando una mano cerró el balcón,
por los salones de sal-si-puedes
suena el rebato de su bordón.
Muda en el techo, quieta, ¿dormida?,
la negra nota de angustia está,
y en la pradera verdiflorida
de un sueño niño volando va...



Juan Ramón Jiménez

voces de mi copla vi agua mujer

-- de Juan Ramón Jiménez --

Agua mujer
¿qué me copiaste en ti,
que cuando falta en mí
la imajen de la cima,
corro a mirarme en ti?



Esteban Echeverría

serenata

-- de Esteban Echeverría --

Al bien que idolatro busco
desvelado noche y día,
y la esperanza me lleva
tras su imagen fugitiva,
prometiéndome engañosa
felicidades y dichas:
ángel tutelar que guardas
su feliz sueño, decidla
las amorosas endechas
lo que mi guitarra suspira.

Sobre el universo en calma
reina la noche sombría,
y las estrellas flamantes
en el firmamento brillan:
todo reposa en la tierra
sólo vela el alma mía.
Ángel tutelar que guardas
su feliz sueño, decidla,
las amorosas endechas
que mi guitarra suspira.

Como el ciervo enamorado
busca la cierva querida,
que de sus halagos huye
desapiadada y esquiva;
así yo corro afanoso
en pos del bien de mi vida.
Ángel tutelar que guardas
su feliz sueño, decidla,
las amorosas endechas.

El contento me robaste
con tu encantadora vista,
y sin quererlo te hiciste
de un inocente homicida:
vuélvele la paz al menos
con tu halagüeña sonrisa.
Ángel tutelar que guardas
su feliz sueño, decidla,
las amorosas endechas
que mi guitarra suspira.

Vii



Fernando de Herrera

En este que prosigo, espacio incierto

-- de Fernando de Herrera --

En este que prosigo, espacio incierto,
armado con los riscos y espantoso,
descubro estrecho paso y afanoso,
dudosa salud siempre y daño cierto.

Huyendo entre las peñas del desierto,
dilato el rastro del dolor penoso;
resuena áspero el viento, y el hermoso
cielo yace en tinieblas encubierto.

Ya corro despeñándome sin tiento,
ya doy en las espinas con los ojos,
y no hallo algún fin en mi camino.

Cánsase y desespera el sufrimiento,
y no teme el peligro y los abrojos
cuanto llevar presente el mal contino.



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