Buscar Poemas con Codos


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Se han encontrado 13 poemas con la palabra codos

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César Vallejo

Trilce: XL

-- de César Vallejo --

Quién nos hubiera dicho que en domingo
así, sobre arácnidas cuestas
se encabritaría la sombra de puro frontal.
(Un molusco ataca yermos ojos encallados,
a razón de dos o más posibilidades tantálicas
contra medio estertor de sangre remordida).

Entonces, ni el propio revés de la pantalla
deshabitado enjugaría las arterias
trasdoseadas de dobles todavías.
Como si nos hubiesen dejado salir! Como
si no estuviésemos embrazados siempre
a los dos flancos diarios de la fatalidad!
Y cuánto nos habríamos ofendido.
Y aún lo que nos habríamos enojado y peleado
y amistado otra vez
y otra vez.

Quién hubiera pensado en tal domingo,
cuando, a rastras, seis codos lamen
de esta manera, hueras yemas lunesentes.

Habríamos sacado contra él, de bajo
de las dos alas del Amor,
lustrales plumas terceras, puñales,
nuevos pasajes de papel de oriente.
Para hoy que probamos si aún vivimos,
casi un frente no más.

Poema Trilce: XL de César Vallejo con fondo de libro

César Vallejo

Trilce: LIII

-- de César Vallejo --

Quién clama las once no son doce!
Como si las hubiesen pujado, se afrontan
de dos en dos las once veces.

Cabezazo brutal. Asoman
las coronas a oír,
pero sin traspasar los eternos
trescientos sesenta grados, asoman
y exploran en balde, dónde ambas manos
ocultan el otro puente que les nace
entre veras y litúrgicas bromas.

Vuelve la frontera a probar
las dos piedras que no alcanzan a ocupar
una misma posada a un mismo tiempo.
La frontera, la ambulante batuta, que sigue
inmutable, igual, sólo
más ella a cada esguince en alto.

Veis lo que es sin poder ser negado,
veis lo que tenemos que aguantar,
mal que nos pese.
¡Cuánto se aceita en codos
que llegan hasta la boca!

Poema Trilce: LIII de César Vallejo con fondo de libro

César Vallejo

quién clama las once no son doce!

-- de César Vallejo --

liii
quién clama las once no son doce!
como si las hubiesen pujado, se afrontan
de dos en dos las once veces.
Cabezazo brutal. Asoman
las coronas a oír,
pero sin traspasar los eternos
trescientos sesenta grados, asoman
y exploran en balde, dónde ambas manos
ocultan el otro puente que les nace
entre veras y litúrgicas bromas.
Vuelve la frontera a probar
las dos piedras que no alcanzan a ocupar
una misma posada a un mismo tiempo.
La frontera, la ambulante batuta, que sigue
inmutable, igual, sólo
más ella a cada esguince en alto.
Veis lo que es sin poder ser negado,
veis lo que tenemos que aguantar,
mal que nos pese.
¡Cuánto se aceita en codos
que llegan hasta la boca!

Poema quién clama las once no son doce! de César Vallejo con fondo de libro

César Vallejo

quién nos hubiera dicho que en domingo

-- de César Vallejo --

xl
quién nos hubiera dicho que en domingo
así, sobre arácnidas cuestas
se encabritaría la sombra de puro frontal.
(Un molusco ataca yermos ojos encallados,
a razón de dos o más posibilidades tantálicas
contra medio estertor de sangre remordida).
Entonces, ni el propio revés de la pantalla
deshabitado enjugaría las arterias
trasdoseadas de dobles todavías.
Como si nos hubiesen dejado salir! como
si no estuviésemos embrazados siempre
a los dos flancos diarios de la fatalidad!
y cuánto nos habríamos ofendido.
Y aún lo que nos habríamos enojado y peleado
y amistado otra vez
y otra vez.
Quién hubiera pensado en tal domingo,
cuando, a rastras, seis codos lamen
de esta manera, hueras yemas lunesentes.
Habríamos sacado contra él, de bajo
de las dos alas del amor,
lustrales plumas terceras, puñales,
nuevos pasajes de papel de oriente.
Para hoy que probamos si aún vivimos,
casi un frente no más.



César Vallejo

Aldeana

-- de César Vallejo --

Lejana vibración de esquilas mustias
en el aire derrama
la fragancia rural de sus angustias.
En el patio silente
sangra su despedida el sol poniente
El ámbar otoñal del panorama
toma un frío matiz de gris doliente!

Al portón de la casa
que el tiempo con sus garras torna ojosa,
asoma silenciosa
y al establo cercano luego pasa,
la silueta calmosa
de un buey color de oro,
que añora con sus bíblicas pupilas,
oyendo la oración de las esquilas,
su edad viril de toro!

Al muro denla huerta
aleteando la pena de su canto,
salta un gallo gentil, y, en triste alerta,
cual dos gotas de llanto,
tiemblan sus ojos en la tarde muerta!

Lánguido se desgarra
en la vetusta aldea
el dulce yaraví de una guitarra,
en cuya eternidad de hondo quebranto
la triste voz de un indio dondonea,
como un viejo esquilón de camposanto.

De codos yo en el muro,
cuando triunfa en el alma el tinte oscuro
y el viento reza en los ramajes yertos
llantos de quenas, tímidos, inciertos,
suspiro una congoja,
al ver que la penumbra gualda y roja
llora un trágico azul de idilios muertos!



César Vallejo

La cena miserable

-- de César Vallejo --

Hasta cuándo estaremos esperando lo que
no se nos debe... Y en qué recodo estiraremos
nuestra pobre rodilla para siempre! Hasta cuándo
la cruz que nos alienta no detendrá sus remos.

Hasta cuándo la Duda nos brindará blasones
por haber padecido!...
Ya nos hemos sentado
mucho a la mesa, con la amargura de un niño
que a media noche, llora de hambre, desvelado...

Y cuándo nos veremos con los demás, al borde
de una mañana eterna, desayunados todos!
Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde
yo nunca dije que me trajeran.
De codos
todo bañado en llanto, repito cabizbajo
y vencido: hasta cuándo la cena durará.

Hay alguien que ha bebido mucho, y se burla,
y acerca y aleja de nosotros, como negra cuchara
de amarga esencia humana, la tumba...
Y menos sabe
ese oscuro hasta cuándo la cena durará!



Gabriel Celaya

biografía

-- de Gabriel Celaya --

Biografía
no cojas la cuchara con la mano izquierda.
No pongas los codos en la mesa.
Dobla bien la servilleta.
Eso, para empezar.
Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece.
¿Dónde está tanganika? ¿qué añonació cervantes?
le pondré un cero en conducta si habla con su compañero.
Eso, para seguir.
¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos?
la cultura es un adorno y el negocio es el negocio.
Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas.
Eso, para vivir.
No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.
No bebas. No fumes. No tosas. No respires.
¡Ay, sí, no respirar! dar el no a todos los nos.
Y descansar: morir.



Miguel Unamuno

Portugal (RSL)

-- de Miguel Unamuno --

Del atlántico mar en las orillas
desgreñada y descalza una matrona
se sienta al pié de sierra que corona
triste pinar. Apoya en las rodillas

los codos y en las manos las mejillas
y clava ansiosos ojos de leona
en la puesta del sol; el mar entona
su trágico cantar de maravillas.



Juan Gelman

himno de la victoria (en ciertas circunstancias)

-- de Juan Gelman --

(en ciertas circunstancias)
en madrugada en pleno su esplendor
quién sino yo como ginebras destruyendo a sus víctimas
amadas
para dar luz a la indecisa claridad de sus mesas
quién sino yo con papelitos lujosas descripciones hechas
para callar
o la palabra mesa las mentiras
los metros de mentiras para vestir los codos del borracho
los sastres están tristes pero se cose y canta
se miente en cantidad hermanos míos resulta bella la
fealdad
amorosas las pústulas gran dignidad la infamia
al pájaro al cantor al distraído le han crecido reptiles
con asombro contempla su gran barbaridad
hurrah por fin ninguno es inocente
caballeros brindemos las vírgenes no virgan
los obispos no obispos los funcionarios no funcionan
todo lo que se pudre en ternura dará
miro mi corazón hinchado de desgracias
tanto lugar como tendría para las bellas aventuras



Julio Herrera Reissig

el regreso

-- de Julio Herrera Reissig --

La tierra ofrece el ósculo de un saludo paterno
pasta un mulo la hierba mísera del camino
y la montaña luce, al tardo sol de invierno,
como una vieja aldeana, su delantal de lino.

Un cielo bondadoso y un céfiro tierno...
La zagala descansa de codos bajo el pino,
y densos los ganados, con paso paulatino,
acuden a la música sacerdotal del cuerno.

Trayendo sobre el hombro leña para la cena,
el pastor, cuya ausencia no dura más de un día,
camina lentamente rumbo de la alquería.

Al verlo la familia le da la enhorabuena...
Mientras el perro, en ímpetus de lealtad amena,
describe coleando círculos de alegría.



José Asunción Silva

nocturnos

-- de José Asunción Silva --

A veces, cuando en alta noche
a veces, cuando en alta noche tranquila,
sobre las teclas vuela tu mano blanca,
como una mariposa sobre una lila
y al teclado sonoro notas arranca,
cruzando del espacio la negra sombra
filtran por la ventana rayos de luna,
que trazan luces largas sobre la alfombra,
y en alas de las notas a otros lugares,
vuelan mis pensamientos, cruzan los mares,
y en gótico castillo donde en las piedras
musgosas por los siglos, crecen las yedras,
puestos de codos ambos en tu ventana
miramos en las sombras morir el día
y subir de los valles la noche umbría
y soy tu paje rubio, mi castellana,
y cuando en los espacios la noche cierra,
el fuego de tu estancia los muebles dora,
y los dos nos miramos y sonreímos
mientras que el viento afuera suspira y llora!
.................................................................................
¡Cómo tendéis las alas, ensueños vanos,
cuando sobre las teclas vuelan sus manos!



José Asunción Silva

A veces

-- de José Asunción Silva --

A veces, cuando en alta noche tranquila,
sobre las teclas vuela tu mano blanca,
como una mariposa sobre una lila
y al teclado sonoro notas arranca,
cruzando del espacio la negra sombra
filtran por la ventana rayos de luna,
que trazan luces largas sobre la alfombra,
y en alas de las notas a otros lugares,
vuelan mis pensamientos, cruzan los mares,
y en gótico castillo donde en las piedras
musgosas por los siglos, crecen las yedras,
puestos de codos ambos en tu ventana
miramos en las sombras morir el día
y subir de los valles la noche umbría
y soy tu paje rubio, mi castellana,
y cuando en los espacios la noche cierra,
el fuego de tu estancia los muebles dora,
y los dos nos miramos y sonreímos
mientras que el viento afuera suspira y llora!

.....................................................

¡Cómo tendéis las alas, ensueños vanos,
cuando sobre las teclas vuelan sus manos!



Clemente Althaus

Al Rímac

-- de Clemente Althaus --

I

En muda calma la ciudad reposa:
y yo, de codos en tu vasto puente,
miro brillar tu rápida corriente,
que al mar se precipita bulliciosa,
hoy del placer la taza deleitosa
bebió de Lima la festiva gente,
y yo la del dolor, que eternamente
de hiel amarga para mí rebosa.
Y ahora, Rímac, tu raudal sonoro
su sueño arrulla bajo puro cielo,
azul dosel con lentejuelas de oro:
¡y yo tan solo, con perenne duelo,
de la ciudad en la alegría lloro,
de la ciudad en el reposo velo!

II
¡Cuánto crecieron con el llanto mío
Arno y Betis y Támesis y Sena,
testigos todos de mi larga pena
y de mi insano amor y desvarío!
Y hoy también a tus ondas, patrio río,
mezclan mis ojos su encendida vena;
que en la tierra natal como en la ajena,
tenaz me sigue mi recuerdo impío.
Y en vano busco junto a ti reposo,
y el alivio del mal que me atormenta
al refrigerio de tus ondas pido:
¡Ah! sólo del Leteo silencioso
beber puedo en el agua soñolienta
la paz profunda der eterno olvido.



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