Buscar Poemas con Cerúlea


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Se han encontrado 3 poemas con la palabra cerúlea

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Manuel José Othón

angelus domini

-- de Manuel José Othón --

Sobre el tranquilo lago, occiduo el dia,
flota impalpable y misteriosa bruma
y a lo lejos vaguísima se esfuma
profundamente azul, la serranía.

Del cielo en la cerúlea lejanía
desfallece la luz. Tiembla la espuma
sobre las ondas de zafir, y ahúma
la chimenea gris de la alquería.

Suenan los cantos del labriego; cava
la tarda yunta el surco postrimero.
Los últimos reflejos de luz flava

en el límite brillan del potrero
y, a media voz, la golondrina acaba
su gárrulo trinar, bajo el alero.

Ii

ondulante y azul, trémulo y vago,
el ángel de la noche se avecina,
del crepúsculo envuelto en la neblina
y en los vapores gráciles del lago.

Del septentrión al murmurante halago
los pliegues de su túnica divina
se extienden sobre el valle y la colina,
para librarlos del nocturno estrago.

Su voz tristezas y consuelo vierte.
Humedecen sus ojos de zafiro
auras de vida y ráfagas de muerte.

Levanta el vuelo en silencioso giro
y, al llegar a la altura, se convierte
en oración, y lágrima, y suspiro.

Poema angelus domini de Manuel José Othón con fondo de libro

Pedro Soto de Rojas

Quejas disculpadas

-- de Pedro Soto de Rojas --

Del áspero segur la seca rama
se querella, si al fuego la condena;
la blanca vela, de la parda entena,
si su tesoro el Aquilón derrama;

si al coral falta su cerúlea cama,
se altera endurecido en tierra ajena;
el mal seguro leño en mar serena,
gimiendo, al monstruo que le rige infama.

Éstos se quejan sin tener sentido,
sin tener vida: pues que vivo, y siento
fuego en mi pecho, mares en mis ojos,

la boca en aire y a la tierra asido,
portentoso de amor soy vencimiento.
Deja, Fénix, que sienta mis enojos.

Poema Quejas disculpadas de Pedro Soto de Rojas con fondo de libro

Marcelino Menéndez y Pelayo

Soneto

-- de Marcelino Menéndez y Pelayo --

¡Salve, titán de la cerúlea frente,
Sobre el materno piélago dormido;
De tu férrea garganta amo el rugido,
Amo la espuma de tu faz hirviente!

A tus arrullos despertó mi mente,
Mi primer llanto resonó en tu oído,
Eduqué con tu indómito alarido
Mi brava condición y ánimo ardiente.

Mas ni el fragor de tus tormentas calma
Esta pasión que vencedora rige
Mi fe, mi corazón y mi albedrío,

Ni darán tus sonrisas paz al alma,
Hasta que en ti sus claros ojos fije
La eterna luz del pensamiento mío.

Poema Soneto de Marcelino Menéndez y Pelayo con fondo de libro

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