Buscar Poemas con Cañas


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Se han encontrado 18 poemas con la palabra cañas

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Alfonsina Storni

Amor

-- de Alfonsina Storni --

Baja del cielo la endiablada punta
con que carne mortal hieres y engañas.
Untada viene de divinas mañas
y cielo y tierra su veneno junta.

La sangre de hombre que en la herida apunta
florece en selvas: sus crecidas cañas
de sombras de oro, hienden las entrañas
del cielo prieto, y su ascender pregunta.

En su vano aguardar de la respuesta
las cañas doblan la empinada testa.
Flamea el cielo sus azules gasas.

Vientos negros, detrás de los cristales
de las estrellas, mueven grandes asas
de mundos muertos, por sus arrabales.

Poema Amor de Alfonsina Storni con fondo de libro

Alfonsina Storni

Amor (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Baja del cielo la endiablada punta
con que carne mortal hieres y engañas.
Untada viene de divinas mañas
y cielo y tierra su veneno junta.

La sangre de hombre que en la herida apunta
florece en selvas: sus crecidas cañas
de sombras de oro, hienden las entrañas
del cielo prieto, y su ascender pregunta.

En su vano aguardar de la respuesta
las cañas doblan la empinada testa.
Flamea el cielo sus azules gasas.

Vientos negros, detrás de los cristales
de las estrellas, mueven grandes asas
de mundos muertos, por sus arrabales.

Poema Amor (Storni) de Alfonsina Storni con fondo de libro

Antonio Machado

La vida tiene hoy ritmo

-- de Antonio Machado --

La vida hoy tiene ritmo
de ondas que pasan,
de olitas temblorosas
que fluyen y se alcanzan.
La vida hoy tiene el ritmo de los ríos,
la risa de las aguas
que entre los verdes junquerales corren,
y entre las verdes cañas.
Sueño florido lleva el manso viento;
bulle la savia joven en las nuevas ramas;
tiemblan alas y frondas,
y la mirada sagital del águila
no encuentra presa..., Trema el campo en sueños,
vibra el sol como un arpa.
¡Fugitiva ilusión de ojos guerreros
que por las selvas pasas
a la hora del cenit: tiemble en mi pecho
el oro de tu aljaba!
En tus labios florece la alegría
de los campos en flor; tu veste alada
aroman las primeras velloritas,
las violetas perfuman tus sandalias.
Yo he seguido tus pasos en el viejo bosque,
arrebatados tras la corza rápida,
y los ágiles músculos rosados
de tus piernas silvestres entre verdes ramas.
¡Pasajera ilusión de ojos guerreros
que por las selvas pasas,
cuando la tierra reverdece y ríen
los ríos en las cañas!
¡Tiemble en mi pecho el oro
que llevas en tu aljaba!

Poema La vida tiene hoy ritmo de Antonio Machado con fondo de libro

Antonio Machado

Las cañas de Sanlúcar

-- de Antonio Machado --

Las cañas de Sanlúcar
me gustan a mí
porque me quitan las penas.
Échame un ferrocarril.

Manzanilla en el barco
jugo de la tierra,
que van mareando.

En Jerez de la Frontera,
tormentas de vino blanco.

Para Narcisos, tu calle,
donde al que pasa le dicen:
suba un ratito, Don Nadie.



Lope de Vega

Descalzo el pie sobre la arena ardiente

-- de Lope de Vega --

Descalzo el pie sobre la arena ardiente,
ceñida la cabeza de espadañas,
con una caña entre las verdes cañas,
que al Tajo adornan la famosa frente,
tiende sobre el cristal de su corriente
su cuerda el pescador, y por hazañas
tiene el sufrir que el sol por las montañas
se derribe a las aguas de occidente.
Sale a su cebo el pez en tal distancia,
mas, ¡oh gran pescador Cristo, ceñido
de espinas, que, en la caña de tu afrenta,
sacas del mar del mundo mi ignorancia,
el pie en la cruz, ribera de mi olvido,
para que el cebo de tu sangre sienta!



Lope de Vega

Tu ribera apacible, ingrato río

-- de Lope de Vega --

Tu ribera apacible, ingrato río,
y las orillas que en tus ondas bañas,
se vuelven peñas cóncavas y extrañas,
y fuego tu licor sabroso y frío.

Abrase un rayo tu frescor sombrío,
los rojos lirios y las verdes cañas,
niéguente el agua sierras y montañas,
y sólo te acompañe el llanto mío.

Hasta la arena, que al correr levantas
se vuelvan fieros áspides airados;
mas, ¡ay!, ¡cuán vana maldición espera!,

que cuando en ti mi sol baño sus plantas,
con ofenderla tú, dejó sagrados
lirios, orilla, arena, agua y riberas.



Góngora

Cosas, Celalba mía, he visto extrañas

-- de Góngora --

Cosas, Celalba mía, he visto extrañas:
cascarse nubes, desbocarse vientos,
altas torres besar sus fundamentos,
y vomitar la tierra sus entrañas;

duras puentes romper, cual tiernas cañas;
arroyos prodigiosos, ríos violentos,
mal vadeados de los pensamientos
y enfrenados peor de las montañas;

los días de Noé, gentes subidas
en los más altos pinos levantados,
en las robustas hayas más crecidas.

Pastores, perros, chozas y ganados
sobre las aguas vi, sin forma y vidas,
y nada temí más que mis cuidados.



Luis Muñoz Rivera

cuba rebelde

-- de Luis Muñoz Rivera --

Cuba, el país de las cañas,
de las selvas seculares,
de las profundas marismas
y de las vegas feraces,
supo arrojar en sus campos
ardientes lluvias de sangre,
para afirmar sus derechos
y salvar sus libertades.

Cuba, la sílfide indiana
envuelta en níveos celajes,
triste como el sol que muere,
bella como el sol que nace,
se yergue fiera y altiva
al sentir en el semblante,
más que la traza del golpe,
la ignominia del ultraje.

Cuba, la tierra bendita
de los poetas brillantes,
de las mujeres heroicas
y de los dulces cantares,

graba con buril de fuego
en páginas de diamante
las fechas de sus victorias
y los nombres de sus mártires.

Cuba, la esclava orgullosa,
alzándose formidable
con empuje soberano,
romperá un día su cárcel;
porque hay plomo en sus montañas;
porque hay acero en sus valles,
porque en sus campos hay pueblo,
porque en sus venas hay sangre.



César Vallejo

Idilio muerto

-- de César Vallejo --

Qué estará haciendo esta hora mi andina y dulce Rita
de junco y capulí;
ahora que me asfixia Bizancio, y que dormita
la sangre, como flojo cognac, dentro de mí.

Dónde estarán sus manos que en actitud contrita
planchaban en las tardes blancuras por venir;
ahora, en esta lluvia que me quita
las ganas de vivir.

Qué será de su falda de franela; de sus
afanes; de su andar;
de su sabor a cañas de mayo del lugar.

Ha de estarse a la puerta mirando algún celaje,
y al fin dirá temblando: «Qué frío hay... Jesús!»
y llorará en las tejas un pájaro salvaje.



Anastasio Pantaleón a unas fiestas

-- de Anastasio Pantaleón de Ribera --

Rompio, Clori, tres astas en el toro
Gauiria el moço tan de lleno en lleno,
que dexó desluçida en el terreno
qualquier lanzada del izquierdo moro.
Fue de las fiestas con igual decoro
explorado el taladro y el barreno,
la Beatitud de Bonifaçio onçeno,
cuyo tremendo pie postrado adoro.
Erraronse las cañas, y con ellas
su caracol a justiçiar fue visto
en la plaça sin misas y sin credos.
Estas cañitas, Clori, son aquellas
que en llegando a madrid el antichristo,
incará por las yemas de los dedos.
Despues de tantos miedos
de este impuro vestiglo,
tendra final consumaçion el siglo.
Paciencia, yemas mias,
que ello se an de cumplir las profeçias.»



Gabriela Mistral

vergüenza

-- de Gabriela Mistral --

Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa
como la hierba a que bajó el rocío,
y desconocerán mi faz gloriosa
las altas cañas cuando baje al río.
Tengo vergüenza de mi boca triste,
de mi voz rota y mis rodillas rudas;
ahora que me miraste y que viniste,
me encontré pobre y me palpé desnuda.
Ninguna piedra en el camino hallaste
más desnuda de luz en la alborada
que esta mujer a la que levantaste,
porque oíste su canto, la mirada.
Yo callaré para que no conozcan
mi dicha los que pasan por el llano,
en el fulgor que da a mi frente tosca
en la tremolación que hay en mi mano...
Es noche y baja a la hierba el rocío;
mírame largo y habla con ternura,
¡que ya mañana al descender al río
lo que besaste llevará hermosura!



Anónimo

Crianza de Fernán González

-- de Anónimo --

En Castilla no había rey,
ni menos emperador,
sino un infante niño,
(niño) y de poco valor;
andábanlo por hurtar
caballeros de Aragón.
Hurtado le ha un carbonero
de los que hacen carbón.
No le muestra a cortar leña,
ni menos hacer carbón,
muéstrale a jugar las cañas
y muéstrale justador,
también a jugar los dados
y las tablas muy mejor.
—Vámonos, dice, mi ayo,
a mis tierras de Aragón;
a mí me alzarán por rey
y a vos por gobernador.



Manuel Machado

La Lola

-- de Manuel Machado --

"La Lola se va a los Puertos.
La Isla se queda sola".
Y esta Lola, ¿quién será,
que así se ausenta, dejando
la Isla de San Fernando
tan sola cuando se va...?

Sevillanas,
chuflas, tientos, marianas,
tarantas, tonás, livianas...
Peteneras,
soleares, soleariyas,
polos, cañas, seguiriyas,
martinetes, carceleras...
Serranas, cartageneras.
Malagueñas, granadinas.
Todo el cante de Levante,
todo el cante de las minas,
todo el cante...
Que cantó tía Salvaora,
la Trini, la Coquinera,
la Pastora...,
Y el Fillo, y el Lebrijano,
y Curro Pabla, su hermano,
Proita, Moya, Ramoncillo,
Tobalo -inventor del polo-,
Silverio, Chacón, Manolo
Torres, Juanelo, Maoliyo...

Ni una ni uno
-cantaora o cantaor-,
llenando toda la lista,
desde Diego el Picaor
a Tomás el Papelista
(ni los vivos ni los muertos),
cantó una copla mejor
que la Lola...
Esa que se va a los Puertos
y la Isla se queda sola.



Medardo Ángel Silva

Intermezzo

-- de Medardo Ángel Silva --

La seda de tus lánguidas pestañas
a proteger tus ojos descendía,
ante la encantadora bicromía
de las aristocráticas arañas.

Un solemne mutismo de campañas
al Vesper nuestras almas invadía;
y, de súbito habló la melodía
con un dulzor de pastoriles cañas...

Para escucharla, se detuvo el viento...
A la maga caricia de su acento,
vibró tu carne de escultura, viva;

la noche se durmió en tu cabellera
y besando las lilas de tu ojera,
se perfumó una lágrima furtiva.



Medardo Ángel Silva

Preces de la tarde

-- de Medardo Ángel Silva --

Tules de nieblas sobre las campañas
velaban los contornos de la quinta
y ascendía, en la tarde de aúrea tinta,
la égloga suspirante de las cañas.

Desenrrollaba su monstruosa cinta
la negra procesión de las montañas
y evocaba el temblor de tus pestañas
nuestra felicidad por siempre extinta.

Entre las sombras, un gemir de esquilas
anunciaba las horas dolorosas...
Vagaron por el prado tus pupilas...

Y, a punto de elevar sus oraciones,
tus labios se encendieron con las rosas
divinas de las Transfiguraciones.



Julio Herrera Reissig

La siega

-- de Julio Herrera Reissig --

La mocedad que acude, briosa, de las campañas,
a los mutuos apremios, puja a las maravillas:
ellos, los mocetones torvos, con las guadañas,
y ellas con las tijeras fáciles, en cuclillas...

Unos apilan mieses, otros atan gavillas,
muchos juegan o comen tortas en las cabañas,
mientras el vecindario pobre de las orillas
espigaen los rastrojos mustios y entre las cañas.

Hacia la era, inválidos, bajo una gloria de oro,
vacilan los vehículos en su viaje sonoro...
Cien rapazuelos llueven ágiles sus guijarros,

en medio de estridentes júbilos de ludibrio,
y al fin, restableciendo todos el equilibrio,
fáciles sabandijas, cuélganse de los carros.



Julio Herrera Reissig

la flauta

-- de Julio Herrera Reissig --

Tirita entre algodones húmedos la arboleda...
La cumbre está en un blanco éxtasis idealista;
y en brutos sobresaltos, como ante una imprevista
emboscada, el torrente relinchando rueda.

Todo es grave... En las cañas sopla el viento flautista.
Mas súbito, rompiendo la invernal humareda,
el sol, tras de los montes, abre un telón de seda,
y ríe la mañana de mirada amatista.

Cien iluminaciones, en fluidos estambres,
perlan de rama en rama, lloran de los alambres...
Descuidando el rebaño, junto al cauce parlero,

upilio se confía dulcemente a su flauta,
sin saber que de amores, tras un álamo, incauta,
contemplándole filida muere como un cordero.



Francisco de Quevedo

parnaso español 22

-- de Francisco de Quevedo --

Amagos generosos de la guerra
en esa mano diestra esclarecidos
militan, y estremecen referidos,
y el ademán ejércitos encierra.
El pino, que fue greña de la sierra
y copete de cerros atrevidos,
fulminando con hierros sacudidos,
rígida era amenaza de la tierra.
La caña descansó el temor al día
en que tu lanza aseguró campañas
que ardor disimulado prometía;
figurando, en la entrada de estas cañas,
cortés y religiosa profecía,
la de jerusalén a tus hazañas.



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