Buscar Poemas con Castillos


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Se han encontrado 14 poemas con la palabra castillos

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Lope de Vega

Formando Batüel castillos de oro

-- de Lope de Vega --

Formando Bathüel castillos de oro
en los camellos árabes gigantes,
y sobre los asirios elefantes
de las doncellas el honesto coro.
Parte Rebeca por mayor tesoro
que plata y oro y índicos diamantes,
ganados y pastores circunstantes
desde la blanca oveja al rubio toro.
Isaac adelantándose al camino
viole la honesta virgen, y del manto
hizo rebozo al rostro peregrino.
Ejemplo para el alma, esposo santo,
que cuando vos venís en pan divino,
se cubra de humildad a favor tanto

Poema Formando Batüel castillos de oro de Lope de Vega con fondo de libro

Alberti

ELEGÍA A GARCILASO

-- de Alberti --

... antes de tiempo y casi en flor cortada.

G.DE LA V.

Hubierais visto llorar a las yedras cuando el agua más triste se pasó toda una noche velando a un yelmo ya sin alma,
a un yelmo moribundo sobre una rosa nacida en el vaho que duerme los espejos de los castillos
a esa hora en que los nardos más secos se acuerdan de su vida al ver que las violetas difuntas abandonan sus cajas
y los laúdes se ahogan por arrollarse a sí mismos.
Es verdad que los fosos inventaron el sueño y los fantasmas.
Yo no sé lo que mira en las almenas esa inmóvil armarnadura vacía.
¿Cómo hay luces que decretan tan pronto la agonía de las espadas
si piensan en que un lirio es vigilado por hojas que duran mucho más tiempo?
Vivir poco y llorando es el sino de la nieve que equivoca su ruta.
En el sur siempre es cortada casi en flor el ave fría.

Poema ELEGÍA A GARCILASO de Alberti con fondo de libro

Jacinto Verdaguer

A orillas del mar

-- de Jacinto Verdaguer --

Snbir me place al alto promontorio
Que el piélago domina,
A meditar mientras el sol radiante
Desde el zenit declina.

A la luz de esa antorcha miro el cielo,
Y cubierto de espuma
El dilatado mar; grandeza tanta
Mi pequeñez abruma.

Hablo, y escucho á las galanas ondas,
Y en mágico espejismo
Gozóme en festejar muertos ensueños
Que evoco del abismo.

¡Cuántos castillos levanté en la playa!
Derribólos el viento
Con sus torres y cúpulas altivas
De oro, y cristal, y argento.

Poema A orillas del mar de Jacinto Verdaguer con fondo de libro

Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 24

-- de Jorge Manrique --

Las huestes innumerables,
los pendones, estandartes
y banderas,
los castillos impugnables,
los muros y baluartes
y barreras,
la cava honda, chapada,
o cualquier otro reparo,
¿qué aprovecha?
que si tú vienes airada,
todo lo pasas de claro
con tu flecha.



Antonio Ros de Olano

Los castillos de la Reconquista

-- de Antonio Ros de Olano --

Son esqueletos de gigante hechura:
helos en pie; la Religión los vela:
asomos del cristiano centinela,
ásperos muros, torres de la jura.

Quedó de Troya, donde fue insegura
defensa la pelasga ciudadela,
contra el griego invasor que la debela,
ceniza al aire, al suelo sepultura.

Y éstos, agora, en soledad sagrada,
viejos testigos del tesón íbero,
mientras luchó por siglos la mesnada,

Desde la breha en que se alzó el primero,
llevan de Covadonga hasta Granada
la Cruz triunfante por blasón frontero.



Anónimo

Buen Conde Fernán González...

-- de Anónimo --

-Buen conde Fernán González,
el rey envía por vos,
que vayades a las cortes
que se hacían en León;
que si vos allá vais, conde,
daros han buen galardón:
daros ha a Palenzuela
y a Palencia la mayor,
daros ha a las nueve villas,
con ellas a Carrión,
daros ha a Torquemada,
la torre de Mormojón.
Buen conde, si allá no ides
daros hían por traidor.
Allí respondiera el conde
y dijera esta razón:
-Mensajero eres, amigo,
no mereces culpa, no;
yo no he miedo al rey,
ni a cuantos con él son.
Villas y castillos tengo,
todos a mi mandar son;
de ellos me dejó mi padre,
de ellos me ganara yo;
los que me dejó el mi padre
poblélos de ricos hombres,
las que me ganara yo
poblélas de labradores;
quien no tenía más que un buey
dábale otro, que eran dos,
al que casaba su hija
dole yo muy rico don;
cada día que amanece
por mí hacen oración,
no la hacían por el rey,
que no lo merece, non,
él les puso muchos pechos
y quitáraselos yo.



Anónimo

Por Guadalquivir arriba...

-- de Anónimo --

Por Guadalquivir arriba
cabalgan caminadores,
que, según dicen las gentes,
ellos eran buenos hombres:
ricas aljubas vestidas,
y encima sus albornoces,
capas traen aguaderas,
a guisa de labradores.
Daban cebada de día
y caminaban de noche,
no por miedo de los moros,
mas por las grandes calores.
Por sus jornadas contadas
llegados son a las Cortes;
sálelos a recibir
el rey con sus altos hombres.
-Viejo que venís, el Cid,
viejo venís y florido.
-No de holgar con las mujeres,
mas de andar en tu servicio,
de pelear con el rey Búcar,
rey que es de gran señorío,
de ganarle las sus tierras,
sus villas y sus castillos;
también le gané yo al rey,
el su escaño tornido.



Anónimo

Romance del rey de Aragón

-- de Anónimo --

Miraba de Campo-Viejo
el rey de Aragón un día,
miraba la mar de España
cómo menguaba y crecía;
miraba naos y galeras,
unas van y otras venían:
unas venían de armada,
otras de mercadería;
unas van la vía de Flandes,
otras la de Lombardía;
esas que vienen de guerra
¡oh, cuán bien le parecían!
Miraba la gran ciudad
que Nápoles se decía,
miraba los tres castillos
que la gran ciudad tenía:
Castel Novo y Capuana,
Santelmo, que relucía,
aqueste relumbra entre ellos
como el sol de mediodía.
Lloraba de los sus ojos,
de la su boca decía:
-¡Oh ciudad, cuánto me cuestas
por la gran desdicha mía!
Cuéstasme duques y condes,
hombres de muy gran valía,
cuéstasme un tal hermano,
que por hijo le tenía;
de esotra gente menuda
cuento ni par no tenía;
cuéstame ventidós años,
los mejores de mi vida,
que en ti me nacieron barbas,
y en ti las encanecía.



Anónimo

Tiempo es, el caballero...

-- de Anónimo --

-Tiempo es, el caballero,
tiempo es de andar de aquí,
que ni puedo andar en pie,
ni al emperador servir,
que me crece la barriga
y se me acorta el vestir;
vergüenza he de mis doncellas,
las que me dan el vestir,
míranse unas a otras,
no hacen sino reír;
vergüenza he de mis caballeros,
los que sirven ante mí.
-Lloradlo, dijo, señora,
que así hizo mi madre a mí,
hijo soy de un labrador,
mi madre y yo pan vendí.
La infanta desque esto oyera,
comenzóse a maldecir:
-¡Maldita sea la doncella
que se deja seducir!
-No os maldigáis vos, señora,
no os queráis maldecir,
que hijo soy del rey de Francia,
mi madre es doña Beatriz;
cien castillos tengo en Francia,
señora, para os guarir,
cien doncellas me los guardan,
señora, para os servir.



Mario Benedetti

arena

-- de Mario Benedetti --

Arena entre mis dedos
bajo mis pies de plomo
arena voladora
arena buena
en tu memoria polen
quedaron escondidos
mis castillos
guárdalos hasta el día
en que un niño
otro niño
se acerque a rescatarlos
con mi salvoconducto



Julio Herrera Reissig

la violeta

-- de Julio Herrera Reissig --

Y una violeta llenó
el alma de la tarde.

Morían llenos de clamor los sotos,
y érase en aquel rincón exiguo,
un misterioso malestar ambiguo
de dichas y de ayes muy remotos.

¡Oh, cartas!..., En el cenador contiguo
las dalias recordaron nuestros votos
cual si se condolieran de los rotos
castillos blancos de papel antiguo...

La tarde saturóse en la glorieta,
de tu pañuelo suave de violeta;
al par que sugiriendo tus agravios,

veló el cielo, como alma de reproche,
la violeta cordial que aquella noche
suspendí de la gracia de tus labios.



Julio Herrera Reissig

anima clemens

-- de Julio Herrera Reissig --

Palomas lilas entre los alcores,
gemían tus nostalgias inspiradas;
y en las ciénagas, de astro ensangrentadas,
corearon su maitín roncos tenores.

En los castillos y en los miradores,
encendía el ocaso cuentos de hadas;
y aparecía, al son de agrias tonadas,
el gesto oscuro de los leñadores.

Como una buena muerte, sin angustia
durmióse el día, violeta mustia...
En tan propicia media luz de olvido,

naufragaron tus últimos lamentos,
mientras, en los cortijos soñolientos,
rebotaba de pronto algún ladrido...



Carlos Pellicer

recinto XI

-- de Carlos Pellicer --

xiii
tu amor es el erario inagotable
que costea el país de los poemas.
Viajes a la garganta de los pájaros,
claridad, y castillos en el aire.
Fiel a jurarse en sí, la ausencia espía
mi pena de horizonte y de ventana.
Regresan por los montes de mañana
las voces claras de tu lejanía.
Hoy te mando mi voz. El mudo espacio
escultóricamente se arrincona.
Sólo en los ojos queda sangre. Ciñe
la casa una cadena de palomas.
Ya no sé caminar sino hacia ti.
Tu ausencia da a mi pie pausas veloces.
Y el pie de nube extiende la extensión
toda oído de piedra y toda voces.



Rubén Darío

Cyrano en España

-- de Rubén Darío --

He aquí que Cyrano de Bergerac traspasa
de un salto el Pirineo. Cyrano está en su casa.
¿No es en España, acaso, la sangre vino y fuego?
Al gran gascón saluda y abraza el gran manchego.
¿No se hacen en España los más bellos castillos?
Roxanas encarnaron con rosas los Murillo,
y la hoja toledana que aquí Quevedo empuña
conócenla los bravos cadetes de Gascuña.
Cyrano hizo su viaje a la luna; mas, antes,



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