Buscar Poemas con Caro


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Se han encontrado 18 poemas con la palabra caro

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Alejandro Tapia y Rivera

La plegaria de una virgen

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

Elena

Solitaria y temerosa
pobre nave desvalida,
vago en el mar de la vida
en combate desigual.
¿Porqué, oh cielo, me robaste
el dulce materno amparo?
¿Qué seré sin su amor caro
ante el recio vendaval?

Huérfana triste del mundo
en el piélago desierto,
¿quién en bonanza hacia el puerto
generoso me guiará?
¿Qué piloto entre las rocas
que oculta la mar traidora,
de su sana malhechora,
ay de mí, me salvará?

Si tú, cielo bondadoso,
me niegas la luz del día,
y ocultas en noche umbría
la estrella de salvación;
del desastroso naufragio
¿podré libertarme, ay triste,
cuando el escollo que existe
es mi propio corazón?

Oh destino, sé piadoso
con la pobre abandonada
que sin apoyo, confiada
se entrega a merced de ti.
De la tormenta bravía,
del escollo misterioso,
líbrame, cielo amoroso,
líbrame, cielo, de mí.

Poema La plegaria de una virgen de Alejandro Tapia y Rivera con fondo de libro

Leandro Fernández de Moratín

oda. a don gaspar de jovellanos

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Id en las alas del raudo céfiro,
humildes versos, de las floridas
vegas que diáfano fecunda el arlas,
adonde lento mi patrio río
ve los alcázares de mantua excelsa.
Id, y al ilustre jovino, tanto
de vos amigo, caro a las musas,
para mí siempre numen benévolo,
id, rudos versos, y veneradle,
que nunca, o rápidas las horas vuelen,
o en larga ausencia viva remoto,
olvida méritos suyos inarco.
No, que mil veces su nombre presta
voz a mi cítara, materia al verso,
y al numen tímido llama celeste.
Yo le celebro, y al son armónico
toda enmudece la selva umbría,
por donde el tajo plácidas ondas
vierte, del árbol sacro a minerva
la sien ceñida, flores y pámpanos.
Tal vez sus ninfas, girando en torno,
sonora espuma cándida rompen,
del cuello apartan las hebras húmidas,
y el pecho alzando de formas bellas,
conmigo al ínclito varón aplauden,
dando a los aires coros alegres
que el eco en grutas repite cóncavas.

Poema oda. a don gaspar de jovellanos de Leandro Fernández de Moratín con fondo de libro

Góngora

¿Cuál del Ganges marfil, o cuál de Paro...?

-- de Góngora --

¿Cuál del Ganges marfil, o cuál de Paro
blanco mármol, cuál ébano luciente,
cuál ámbar rubio o cuál oro excelente,
cuál fina plata o cuál cristal tan claro,

cuál tan menudo aljófar, cuál tan caro
orïental safir, cuál rubí ardiente,
o cuál, en la dichosa edad presente,
mano tan docta de escultor tan raro

vulto dellos formara, aunque hiciera
ultraje milagroso a la hermosura
su labor bella, su gentil fatiga,

que no fuera figura, al sol, de cera,
delante de tus ojos, su figura,
oh bella Clori, oh dulce mi enemiga?

Poema ¿Cuál del Ganges marfil, o cuál de Paro...? de Góngora con fondo de libro

Manuel del Palacio

A un amigo muerto

-- de Manuel del Palacio --

Rico, noble, feliz, enamorado,
Pródigo de talento y de alegría,
Amigo caro, me llamaste un día,
Y placer y amistad hallé á tu lado.

Del mundo por el piélago agitado
Los dos corrimos sin timon ni guia,
Sin esperar de la tormenta impía
Pesadumbre, ni susto, ni cuidado.

Luégo, en vez del amor y la ventura,
Te dió el martirio su temida palma,
Siendo el sepulcro fin á tu amargura.

¡Duerme tranquilo en paz, cuerpo sin alma!
¡Dichoso aquel que encuentra en el altura
Tras la deshecha tempestad la calma!



Jorge Isaacs

Las flores de la hija de caro en el bazar de los pobres

-- de Jorge Isaacs --

Eran como las que haces, esas flores
Que en ignoradas vegas recogía,
Para ufana ceñir la frente mía,
La púdica deidad de mis amores.

Esas que de sus bucles temporales
Caer dejaba, cuando huir fingía
De mis halagos en la selva umbría,
Tuvieron de las tuyas los colores.

Aun en mis sueños el aroma aspiro
De las que ajó mi labio enamorado...
¿Por qué las tuyas reverente miro?

Desprecia el indigente las del prado,
Desdeña aquellas que en tu huerto admiro:
¡Por eso flores para el pobre has criado!



César Vallejo

al fin, un monte

-- de César Vallejo --

Al fin, un monte
detrás de la bajura; al fin, humeante nimbo
alrededor, durante un rostro fijo.
Monte en honor del pozo,
sobre filones de gratuita plata de oro.
Es la franja a que arrástranse.
Seguras de sus tonos de verano,
las que eran largas válvulas difuntas;
el taciturno marco de este arranque
natural, de este augusto zapatazo,
de esta piel, de este intrínseco destello
digital, en que estoy entero, lúbrico.
Quehaceres en un pie, mecha de azufre,
oro de plata y plata hecha de plata
y mi muerte, mi hondura, mi colina.
¡Pasar
abrazado a mis brazos,
destaparme después o antes del corcho!
monte que tántas veces manara
oración, prosa fluvial de llanas lágrimas;
monte bajo, compuesto de suplicantes gradas
y, más allá, de torrenciales torres;
niebla entre el día y el alcohol del día,
caro verdor de coles, tibios asnos
complementarios, palos y maderas;
filones de gratuita plata de oro.



Diego de Torres Villarroel

pago que da el mundo a los poetas

-- de Diego de Torres Villarroel --

Dícese de quevedo que fue claro
y que en algunas coplas está obsceno;
góngora puede ser que fuese bueno,
pero ya sus comentos le hacen raro.
El calderón, que nos lo venden caro,
sólo de lo amatorio fue muy lleno
y nos dejó en lo cómico un veneno
que nos hemos bebido sin reparo.
La idea de juan pérez fue abatida,
de solís intrincada. ¡Infeliz suerte,
oh ciencia pobre, facultad perdida!
¡mundo borracho, que al varón más fuerte
después de ajarlo miserable en vida
predicas estas honras en su muerte!



Rafael María Baralt

El viajero (Baralt)

-- de Rafael María Baralt --

Ave de paso que vagando gira
de nación en nación, de gente en gente
y de su amor y de su nido ausente
hoy llora aquí, mañana allí suspira.

Rama infeliz que el ábrego en su ira
del almo tronco desgajó inclemente;
pobre arroyuelo que de ignota fuente
fluye gimiendo y en la mar espira.

Ausente así del caro patrio suelo,
afanosa busco mi edad florida
para el alma un amor y mis amores.

Tormentas fueron y furor del cielo.
Gocen otros el bien: que yo en la vida,
abeja de dolor, libo dolores.



Félix María Samaniego

El avaro y su mujer

-- de Félix María Samaniego --

Un avariento casado

a su mujer le decía:

-Tú me cuestas cada día

un doblón, ¡caro bocado!

Cada mes te he visitado

dos veces: en conclusión,

cada vez a la razón

de tres onzas. -¡Lindo chiste!,

dice ella. ¿ Y en qué consiste

que yo te salga a doblón?



Gutierre de Cetina

el dulce fruto en la cobarde mano I

-- de Gutierre de Cetina --

Y casi puesto a la hambrienta boca,
de turbado lo suelta y no lo toca,
vencido de un temor bajo, villano,
vandalio; y el amor, fiero tirano,
que al alma asombra con sospecha loca,
mientra la vida deseando apoca,
la hambre cresce y cresce el temor vano.
En tanto, el caro fruto deseado
de la vista al pastor desaparesce,
y ni comer se deja ni tocarse;
cuando con un sospiro apasionado
dijo: «tal sea de aquél a quien se ofresce
un bien de que no sabe aprovecharse».



Gutierre de Cetina

de la incierta salud desconfiado

-- de Gutierre de Cetina --

De la incierta salud desconfiado,
mirando cómo va turbio y furioso
betis corriendo al mar, dijo lloroso
vandalio, del vivir desesperado:
«recibe, ¡oh caro padre!, este cansado
cuerpo de un hijo tuyo, deseoso
de hallar en tus ondas el reposo
que negó la fortuna a mi cuidado.
»Haz, padre, que estos árboles que oyendo
la causa de mi muerte están atentos,
la recuenten después de esta manera:
»aquí yace un pastor que amó viviendo;
murió entregado a amor con pensamientos
tan altos, que aun muriendo, amar espera».



Gutierre de Cetina

al príncipe de ascoli X

-- de Gutierre de Cetina --

Si está en opinión, lavinio caro,
del más dulce pastor, del más sabroso,
si por mil buenas partes glorioso
te ha hecho el cielo señalado y claro,
¿por qué de tu cantar único y raro,
del estilo tan alto y tan famoso,
de las pinturas de tu mal rabioso,
pues tan honrosas son, eres avaro?
ya que el mundo escuchar no te meresce,
¿no miras que no es bien entre los bienes
si no se comunica y se reparte?
ni en leyes de amistad se compadesce,
pues das a todo el mundo lo que tienes,
que de tanta virtud no nos des parte.



Andrés Bello

Y posible será que destinado

-- de Andrés Bello --

¿Y posible será que destinado
he de vivir en sempiterno duelo,
lejos del suelo hermoso, el caro suelo
do a la primera luz abrí los ojos?

Cuántas, ¡ah!, cuántas veces dando
auque breve a mi dolor consuelo,
oh montes, oh colinas, oh praderas,
amada sombra de la patria mía.

Orillas del Anauco placenteras,
escenas de la edad encantadora,
que ya de mí, huyeron por mezquino,

huyó con presta irrevocable huida;
y toda en contemplarnos embebida
se goza el alma, a par que pena y llora.



Francisco Acuña de Figueroa

He aquí nuestra vida

-- de Francisco Acuña de Figueroa --

He aquí nuestra vida: ¡de arena un reló!
En polvo sus horas se ven deslizar,
Leves ondas que el río conmueve
Y una a una desata en el mar,
Que entre dos eternidades,
Del pasado al porvenir,
Punto imperceptible
Marca su existir:
Tal del joven
Que brillo
La vida
Voló;
Si,
Cayó,
¡Oh Pena
Como arena,
Cual río pasó
Hijos y consorte
Dejas, caro amigo, si,
En una patria adoptiva
Que ora gime en pos de ti.
Mil honores debidos viviendo
En este recuerdo amor te dejó,
Ora que no vives, te deja un genido;
He aquí nuestra vida: ¡de arena un reló!



Francisco de Aldana

El ímpetu cruel de mi destino

-- de Francisco de Aldana --

El ímpetu cruel de mi destino,
¡cómo me arroja miserablemente
de tierra en tierra, de una en otra gente,
cerrando a mi quietud siempre el camino!

¡Oh, si tras tanto mal grave y contino,
roto su velo mísero y doliente,
el alma, con un vuelo diligente,
volviese a la región de donde vino!

Iríame por el cielo en compañía
del alma de algún caro y dulce amigo,
con quien hice común acá mi suerte;

¡oh, qué montón de cosas le diría!
¡Cuáles y cuántas, sin temer castigo
de fortuna, de amor, de tiempo y muerte!



Francisco de Quevedo

Salmo XIV Quevedo

-- de Francisco de Quevedo --

Perdióle a la razón el apetito
el debido respeto,
y es lo peor que piensa que el delito
tan grande, puede a Dios estar secreto,
cuya sabiduría
la oscuridad del corazón del hombre,
desde el cielo mayor, leerá más claro.
Yace esclava del cuerpo la alma mía,
tan olvidada ya del primer nombre
que hasta su perdición compra tan caro,
que no teme otra cosa
sino perder aquel estado infame,
que debiera temer tan solamente,
pues la razón más viva y más forzosa
que me consuela y fuerza a que la llame,
aunque no se arrepiente,
es que está ya tan fea,
lo mejor de la edad pasado y muerto,
que imagino por cierto
que se ha de arrepentir cuando se vea.
Sólo me da cuidado
ver que esta conversión tan prevenida
ha de venir a ser agradecida
más que a mi voluntad, a mi pecado;
pues ella no es tan buena
que desprecie por mala tanta pena,
y él es tan vil y de dolor tan lleno,
aunque muestra regalo,
que sólo tiene bueno
el dar conocimiento de que es malo.



Carolina Coronado

en un álbum de una princesa italiana

-- de Carolina Coronado --

Veggo ardente nel cielo sffolgorare
de sua corona l'ornamento chiaro,
quel chi la luce dá superbo faro
e quel chi fá le piante germinare.
Veggo in la schezzia il pianto scintillare
de la matina, che á la terra è caro,
ascolto il fiume fra l'olcandro amaro
sulla pianura herbosa mormorare:
odo l'uccelli e la sonora aureta
chi pello azurro spazzio tende il vuolo,
ma questa bello assai ridente stuolo
l'anima mia ancor non rende lietta:
sul bracio trista e languida mi piego
ch''il mio diletto ¡aimè! mai più non veggo!



Rafael Pombo

Cutufato y su gato

-- de Rafael Pombo --

Cutufato y su gato

Quiso el niño Cutufato
Divertirse con un gato;
Le ató piedras al pescuezo,
Y riéndose el impío
Desde lo alto de un cerezo
Lo echó al río.

Por la noche se acostó;
Todo el mundo se durmió,
Y entró a verlo un visitante
El espectro de un amigo,
Que le dijo: ¡Hola! al instante
¡Ven conmigo!

Perdió el habla; ni un saludo
Cutufato hacerle pudo.
Tiritando y sin resuello
Se ocultó bajo la almohada;
Mas salió, de una tirada
Del cabello

Resistido estaba el chico;
Pero el otro callandico,
Con la cola haciendo un nudo
De una pierna lo amarró,
Y, ¡qué horror! casi desnudo
Lo arrastró.

Y voló con él al río,
Con un tiempo oscuro y frío,
Y colgándolo a manera
De un ramito de cereza
Lo echó al agua horrenda y fiera
De cabeza

¡Oh! ¡qué grande se hizo el gato!
¡qué chiquito el Cutufato!
¡Y qué caro al bribonzuelo
su barbarie le costó!
Más fue un sueño, y en el suelo
Despertó.



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