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Se han encontrado 82 poemas con la palabra cae

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César Vallejo

al cavilar en la vida, al cavilar

-- de César Vallejo --

Al cavilar en la vida, al cavilar
despacio en el esfuerzo del torrente,
alivia, ofrece asiento el existir,
condena a muerte;
envuelto en trapos blancos cae,
cae planetariamente
el clavo hervido en pesadumbre; cae!
(acritud oficial, la de mi izquierda;
viejo bolsillo, en sí considerada, esta derecha).
¡Todo está alegre, menos mi alegría
y todo, largo, menos mi candor,
mi incertidumbre!
a juzgar por la forma, no obstante, voy de frente,
cojeando antiguamente,
y olvido por mis lágrimas mis ojos (muy interesante)
y subo hasta mis pies desde mi estrella.
Tejo; de haber hilado, héme tejiendo.
Busco lo que me sigue y se me esconde entre arzobispos,
por debajo de mi alma y tras del humo de mi aliento.
Tal era la sensual desolación
de la cabra doncella que ascendía,
exhalando petróleos fatídicos,
ayer domingo en que perdí mi sábado.
Tal es la muerte, con su audaz marido.

Poema al cavilar en la vida, al cavilar de César Vallejo con fondo de libro

Vicente Huidobro

la vida es sueño

-- de Vicente Huidobro --

Los ojos andan de día en día
las princesas posan de rama en rama
como la sangre de los enanos
que cae igual que todas sobre las hojas
cuando llega su hora de noche en noche.

Las hojas muertas quieren hablar
son gemelas de voz dolorida
son la sangre de las princesas
y los ojos de rama en rama
que caen igual que los astros viejos
con las alas rotas como corbatas

la sangre cae de rama en rama
de ojo en ojo y de voz en voz
la sangre cae como corbatas
no puede huir saltando como los enanos
cuando las princesas pasan
hacia sus astros doloridos.

Como las alas de las hojas
como los ojos de las olas
como las hojas de los ojos
como las olas de las alas.

Las horas caen de minuto en minuto
como la sangre
que quiere hablar.

Poema la vida es sueño de Vicente Huidobro con fondo de libro

Vicente Huidobro

La vida es sueño (Huidobro)

-- de Vicente Huidobro --

Los ojos andan de día en día
Las princesas posan de rama en rama
Como la sangre de los enanos
Que cae igual que todas sobre las hojas
Cuando llega su hora de noche en noche.

Las hojas muertas quieren hablar
Son gemelas de voz dolorida
Son la sangre de las princesas
Y los ojos de rama en rama
Que caen igual que los astros viejos
Con las alas rotas como corbatas

La sangre cae de rama en rama
De ojo en ojo y de voz en voz
La sangre cae como corbatas
No puede huir saltando como los enanos
Cuando las princesas pasan
Hacia sus astros doloridos.

Como las alas de las hojas
Como los ojos de las olas
Como las hojas de los ojos
Como las olas de las alas.

Las horas caen de minuto en minuto
Como la sangre
Que quiere hablar.

Poema La vida es sueño (Huidobro) de Vicente Huidobro con fondo de libro

Carlos Pezoa Véliz

Tarde en el hospital

-- de Carlos Pezoa Véliz --

Sobre el campo el agua mustia
cae fina, grácil, leve;
con el agua cae angustia;
llueve...

Y pues solo en amplia pieza
yazgo en cama, yazgo enfermo,
para espantar la tristeza,
duermo.

Pero el agua ha lloriqueado
junto a mí, cansada, leve;
despierto sobresaltado;
llueve...

Entonces, muerto de angustia,
ante el panorama inmenso,
mientras cae el agua mustia,
pienso.



Jorge Luis Borges

un soldado de lee (1862)

-- de Jorge Luis Borges --

Lo ha alcanzado una bala en la ribera
de una clara corriente cuyo nombre
ignora. Cae de boca. (Es verdadera
la historia y más de un hombre fue aquel hombre.)
El aire de oro mueve las ociosas
hojas de los pinares. La paciente
hormiga escala el rostro indiferente.
Sube el sol. Ya han cambiado muchas cosas
y cambiarán sin término hasta cierto
día del porvenir en que te canto
a ti que, sin la dádiva del llanto,
caíste como cae un hombre muerto.
No hay un mármol que guarde tu memoria;
seis pies de tierra son tu oscura gloria.



César Vallejo

Lluvia(Cesar Vallejo)

-- de César Vallejo --

En Lima... En Lima está lloviendo
el agua sucia de un dolor
qué mortífero! Está lloviendo
de la gotera de tu amor.

No te hagas la que está durmiendo,
recuerda de tu trovador;
que yo ya comprendo.. . Comprendo
la humana ecuación de tu amor.

Truena en la mística dulzaina
la gema tempestuosa y zaina,
la brujería de tu “sí”.

Mas, cae, cae el aguacero
al ataúd, de mi sendero,
donde me ahueso para ti...



César Vallejo

lluvia

-- de César Vallejo --

Lluvia
en lima... En lima está lloviendo
el agua sucia de un dolor
qué mortífero! está lloviendo
de la gotera de tu amor.
No te hagas la que está durmiendo,
recuerda de tu trovador;
que yo ya comprendo.. . Comprendo
la humana ecuación de tu amor.
Truena en la mística dulzaina
la gema tempestuosa y zaina,
la brujería de tu sí .
Mas, cae, cae el aguacero
al ataúd, de mi sendero,
donde me ahueso para ti...



César Vallejo

Lluvia (César Vallejo)

-- de César Vallejo --

En Lima... En Lima está lloviendo
el agua sucia de un dolor
qué mortífero! Está lloviendo
de la gotera de tu amor.

No te hagas la que está durmiendo,
recuerda de tu trovador;
que yo ya comprendo.. . Comprendo
la humana ecuación de tu amor.

Truena en la mística dulzaina
la gema tempestuosa y zaina,
la brujería de tu “sí”.

Mas, cae, cae el aguacero
al ataúd, de mi sendero,
donde me ahueso para ti...



Emilio Bobadilla

A oscuras

-- de Emilio Bobadilla --

En la mano un espejo con marco malaquita;
vestida de princesa oriental; otra viste
de oro con sombrero de plata; la marchita
cara bajo el reflejo de un cansancio muy triste...

De terciopelo verde Veronés, otra surge,
cenefa piel de lobo al ras de los tobillos;
apurando se aduerme capitoso menjurge
que de piedras preciosas tiene los verdes brillos...

De pronto cae una bomba y los violines callan
y luego cae otra bomba y horrísonas, sangrientas
en medio de la orgía delicuecente estallan;

a las risas histéricas sucede la congoja,
y se apagan las luces y París anda a tientas
guiado de su torre por la pupila roja...



Octavio Paz

piedra de toque

-- de Octavio Paz --

Aparece
ayúdame aexistir
ayúdate a existir
oh inexistente por la que existo
oh presentida que me presiente
soñada que me sueña
aparecida desvanecida
ven vuela adviene despierta
rompe diques avanza
maleza de blancuras
marea de armas blancas
mar sin brida galopando en la noche
estrella en pie
esplendor que te clavas en el pecho
(canta herida ciérrate boca)
aparece
hoja en blancotatuada de otoño
bello astro de pausados movimientos de tigre
perezoso relámpago
águila fija parpadeante
cae pluma flecha engalanada cae
da al fin la hora del encuentro
reloj de sangre
piedra de toque de esta vida



Pablo Neruda

soneto l cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Soneto l
cotapos dice que tu risa cae
como un halcón desde una brusca torre
y, es verdad, atraviesas el follaje del mundo
con un solo relámpago de tu estirpe celeste
que cae, y corta, y saltan las lenguas del rocío,
las aguas del diamante, la luz con sus abejas
y allí donde vivía con su barba el silencio
estallan las granadas del sol y las estrellas,
se viene abajo el cielo con la noche sombría,
arden a plena luna campanas y claveles,
y corren los caballos de los talabarteros:
porque tú siendo tan pequeñita como eres
dejas caer la risa desde tu meteoro
electrizando el nombre de la naturaleza.



Pablo Neruda

el padre

-- de Pablo Neruda --

Tierra de sembradura inculta y brava,
tierra en que no hay esteros ni caminos,
mi vida bajo el sol tiembla y se alarga.
Padre, tus ojos dulces nada pueden,
como nada pudieron las estrellas
que me abrasan los ojos y las sienes.
El mal de amor me encegueció la vista
y en la fontana dulce de mi sueño
se reflejó otra fuente estremecida.
Después... Pregunta a dios por qué me dieron
lo que me dieron y por qué después
supe una soledad de tierra y cielo.
Mira, mi juventud fue un brote puro
que se quedó sin estallar y pierde
su dulzura de sangres y de jugos.
El sol que cae y cae eternamente
se cansó de besarla... Y el otoño.
Padre, tus ojos dulces nada pueden.
Escucharé en la noche tus palabras:
... Niño, mi niño...
Y en la noche inmensa
seguiré con mis llagas y tus llagas.



Gabriela Mistral

mientras baja la nieve

-- de Gabriela Mistral --

Ha bajado la nieve, divina criatura,
el valle a conocer.
Ha bajado la nieve, mejor que las estrellas.
¡Mirémoslacaer!
viene calla-callando, cae y cae a las puertas
y llama sin llamar.
Así llega la virgen, y así llegan los sueños.
¡Mirémoslallegar!
ella deshace el nido grande que está en los cielos
y ella lo hace volar.
Plumas caen al valle, plumas a la llanada,
plumas al olivar.
Tal vez rompió, cayendo y cayendo, el mensaje
de dios nuestro señor.
Tal vez era su manto, tal vez era su imagen,
tal vez no mássu amor.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lvi

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Hoy como ayer, mañana como hoy
¡y siempre igual!
un cielo gris, un horizonte eterno
y andar..., Andar.
Moviéndose a compás como una estúpida
máquina, el corazón;
la torpe inteligencia del cerebro
dormida en un rincón.
El alma, que ambiciona un paraíso,
buscándole sin fe;
fatiga sin objeto, ola que rueda
ignorando por qué.
Voz que incesante con el mismo tono
canta el mismo cantar;
gota de agua monótona que cae,
y cae sin cesar.
Así van deslizándose los días
unos de otros en pos,
hoy lo mismo que ayer..., Y todos ellos
sin goce ni dolor.
¡Ay!, ¡a veces me acuerdo suspirando
del antiguo sufrir...
Amargo es el dolor; ¡pero siquiera
padecer es vivir!



Alfonsina Storni

Siesta

-- de Alfonsina Storni --

Sobre la tierra seca
EI sol quemando cae:
Zumban los moscardones
Y las grietas se abren...
El viento no se mueve.
Desde la tierra sale
Un vaho como de horno;
Se abochorna la tarde
Y resopla cocida
Bajo el plomo del aire...
Ahogo, pesadez,
Cielo blanco; ni un ave.

Se oye un pequeño ruido:
Entre las pajas mueve
Su cuerpo amosaicado
Una larga serpiente.
Ondula con dulzura.
Por las piedras calientes
Se desliza, pesada,
Después de su banquete
De dulces y pequeños
Pájaros aflautados
Que le abultan el vientre.

Se enrosca poco a poco,
Muy pesada y muy blanda,
Poco a poco se duerme
Bajo la tarde blanca.
¿Hasta cuándo su sueño?
Ya no se escucha nada.
Larga siesta de víbora
Duerme también mi alma.



Alfonsina Storni

El sueño 2

-- de Alfonsina Storni --

Máscara tibia de otra más helada
sobre tu cara cae y si te borra
naces para un paisaje de neblina
en que tus muertos crecen, la flor corre.

Allí el mito despliega sus arañas;
y enflora la sospecha; y se deshace
la cólera de ayer y el iris luce;
y alguien que ya no es más besa tu boca;

Que un no ser, que es un más ser, doblado,
prendido estás aquí y estás ausente
por praderas de magias y de olvido.

¿Qué alentador sagaz, tras el reposo,
creó este renacer de la mañana
que es juventud del día volvedora?



Alfonsina Storni

El sueño 2 (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Máscara tibia de otra más helada
sobre tu cara cae y si te borra
naces para un paisaje de neblina
en que tus muertos crecen, la flor corre.

Allí el mito despliega sus arañas;
y enflora la sospecha; y se deshace
la cólera de ayer y el iris luce;
y alguien que ya no es más besa tu boca;

Que un no ser, que es un más ser, doblado,
prendido estás aquí y estás ausente
por praderas de magias y de olvido.

¿Qué alentador sagaz, tras el reposo,
creó este renacer de la mañana
que es juventud del día volvedora?



Alfonsina Storni

Llama

-- de Alfonsina Storni --

Sobre la cruz del tiempo
clavada estoy.
Mi queja abre la pulpa
del corazón divino
y su estremecimiento
aterciopela
el musgo de la tierra.

Un ámbar agridulce
destilado de las
flores cerúleas
cae a mojar
mis labios sedientos.

Ríos de sangre
bajan de mis manos
a salpicar el rostro
de los hombres.



Alfonsina Storni

Siesta (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Sobre la tierra seca
EI sol quemando cae:
Zumban los moscardones
Y las grietas se abren...
El viento no se mueve.
Desde la tierra sale
Un vaho como de horno;
Se abochorna la tarde
Y resopla cocida
Bajo el plomo del aire...
Ahogo, pesadez,
Cielo blanco; ni un ave.

Se oye un pequeño ruido:
Entre las pajas mueve
Su cuerpo amosaicado
Una larga serpiente.
Ondula con dulzura.
Por las piedras calientes
Se desliza, pesada,
Después de su banquete
De dulces y pequeños
Pájaros aflautados
Que le abultan el vientre.

Se enrosca poco a poco,
Muy pesada y muy blanda,
Poco a poco se duerme
Bajo la tarde blanca.
¿Hasta cuándo su sueño?
Ya no se escucha nada.
Larga siesta de víbora
Duerme también mi alma.



Amado Nervo

a quien va a leer

-- de Amado Nervo --

Laudatu si, mi signore, per sor acqua...
San francisco de asís.
Un hilo de agua que cae de una llave imperfecta; un hilo de agua, manso y diáfano, que gorjea toda la noche y todas las noches cerca de mi alcoba; que canta a mi soledad y en ella me acompaña; un hilo de agua: ¡qué cosa tan sencilla! y, sin embargo, estas gotas incesantes y sonoras me han enseñado más que los libros.
El alma del agua me ha hablado en la sombra el alma santa del agua y yo la he oído, con recogimiento y con amor. Lo que me ha dicho está escrito en páginas que pueden compendiarse así: ser dócil, ser cristalino; esta es la ley y los profetas; y tales páginas han formado un poema
yo sé que quien lo lea sentirá el suave placer que yo he sentido al escucharlo de los labios de sor acqua; y este será mi galardón en la prueba, hasta que mis huesos se regocijen en la gracia de dios.



Amado Nervo

Cuando llueve...

-- de Amado Nervo --

-¿Ves, hija? con tenue lloro
la lluvia a caer empieza.
-Sí, padre, y cayendo reza
como una monja en el coro.

-Damiana, hija mía,
ya enciende el quinqué,
yo tengo melancolía...
-¡Yo también, no sé por qué!

-Padre, el agua me acongoja,
vagos pensares me trae.
-Damiana, la lluvia cae
como algo que se deshoja.

-¿Oyes? murmurando está
como una monja que reza...
-Damiana, ¡tengo tristeza!
-Yo también... ¿Por qué será?



Amado Nervo

La puerta

-- de Amado Nervo --

Por esa puerta huyo, diciendo: "¡Nunca!"
Por esa puerta ha de volver un día...
Al cerrar esa puerta, dejo trunca
la hebra de oro de la esperanza mía.
Por esa puerta ha de volver un día.

Cada vez que el impulso de la brisa,
como una mano débil, indecisa,
levemente sacude la vidriera
palpita mas aprisa, mas aprisa
mi corazón cobarde que la espera.

Desde mi mesa de trabajo veo
la puerta con que sueñan mis antojos,
y acecha agazapado mi deseo
en el trémulo fondo de sus ojos.

¿Por cuánto tiempo, solitario, esquivo
he de aguardar con la mirada incierta
a que Dios me devuelva compasivo
a la mujer que huyó por esa puerta?

¿Cuándo habrán de temblar esos cristales
empujados por sus manos ducales
y, con su beso ha de llegarme ella
cual me llega en las noches invernales
el ósculo piadoso de una estrella?

¡Oh, Señor!, ya la Pálida esta alerta:
¡oh, Señor!, ¡cae la tarde ya en mi vía
y se congela mi esperanza yerta!
¡Oh, Señor!, ¡haz que se abra al fin la puerta
y entre por ella la adorada mía!
¡Por esa puerta ha de volver un día!



Luis Cañizal de la Fuente

el cielo de nuestra cabeza es un pavés

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Wir setzen uns mit trnen de la matthus-passion de bach.
El cielo de nuestra cabeza es un pavés
de plata (ceniza) malhumorada.
Con él hemos vivido desde que nacimos,
y nada más se manifiesta
cuando las nubes bajas lo deprimen.
*
O haupt voll blut und wunden, ibidem.
Se nos abre la cabeza, oh dios,
de dolor a naranja
como se abre una puerta giratoria aullando
para dar paso a la luz:
pero por eso mismo hay esperanza:
nos cae la catarata
del dolor como un baño lustral
y nos quedamos llanos pecho a tierra
en una conformidad de lava color sesos.
(Madrid, 27 de marzo 2004. Trepanación voluntaria por las víctimas del once de marzo en madrid. Hemos percibido ahora que la humanidad huele al mismo



Góngora

de mi sastre en el hurtar

-- de Góngora --

De mi sastre en el hurtar
la mano es tan singular,
que si cae la tela en ella
cuando la empieza a doblar,
ya puedo doblar por ella
y cuando pasa a trazar
la tela ya referida
no hay como verle sacar
la medida para hurtar,
cuando él hurta sin medida



Luis Lloréns Torres

parió la luna

-- de Luis Lloréns Torres --

Altamar del mar caribe.
Noche azul. Blanca goleta.
Una voz grita en la noche:

-¡marineros! ¡a cubierta!

es el aullido del lobo
capitán de la velera.
Aúlla porque ha parido
su novia la luna nueva.

Y todos yen el lucero
que en el azul va tras ella:
ven el corderito blanco
detrás de la blanca oveja.

El piloto de la nave,
que a la baranda se acerca,
al ver el mar, todo espuma,
canta con voz de poeta:

-en sus azules hamacas
mece el mar sus azucenas.
Y entredice el sobrecargo:

-es que las marinas yeguas
van al escape y sus crines
se vuelven sartas de perlas.

Y otra vez aúlla el lobo
capitán de la goleta:

-no son espumas de olas,
ni albas crines, ni azucenas:
es que en el mar cae la leche
del pecho que saca afuera,
porque ha parido un lucero,
mi novia la luna nueva.



Luis Rosales

la última luz

-- de Luis Rosales --

La última luz
eres de cielo hacia la tarde, tienes
ya dorada la luz en las pupilas,
como un poco de nieve atardeciendo
que sabe que atardece.
Y yo querría
cegar del corazón, cegar de verte
cayendo hacia ti misma
como la tarde cae, como la noche
ciega la luz del bosque en que camina
de copa en copa cada vez más alta,
hasta la rama isleña, sonreída
por el último sol,
¡y sé que avanzas
porque avanza la noche! y que iluminas
tres hojas solas en el bosque,
y pienso
que la sombra te hará clara y distinta,
que todo el sol del mundo en ti descansa,
en ti, la retrasada, la encendida
rama del corazón en la que aún tiembla
la luz sin sol donde se cumple el día.



Líber Falco

Parábola (Líber Falco)

-- de Líber Falco --

Es de noche y la ciudad dormida,
duerme.
Y el mar espera.
Y la noche espera.
Y en el cielo una sola estrella
sola espera.
Zumba de pronto un tranvía.
Zumba que zumba en la vía.
Sube la cuesta de una calle
se balancea, zumba, cabecea
y cae
y sube
ya fuera de la vía, sube
un tranvía.
..............................
En la línea del mar,
donde el mar es mar y es cielo,
en una isla, en la línea más alta del mar,
un guarda y un motorman se abrazan,
se restregan las manos
se suben a los árboles
se miran y sonríen.
... En una isla
en la línea más alta del mar.

Uno dice:
"Qué bellas naranjas color de oro".
Y el otro alborozado:
—El oro es un color ahora, camarada.
El sol también es Sol
y el agua, agua.
Un color más tiene la vida ahora.
Y nosotros más vida
y menos muerte.



Manuel del Cabral

negro sin risa

-- de Manuel del Cabral --

Negro triste, tan triste
que en cualquier gesto tuyo puedo encontrar el mundo.

Tú que vives tan cerca del hombre sin el hombre,
una sonrisa tuya me servirá de agua
para lavar la vida, que casi no se puede
lavar con otra cosa.

Quiero llegar a ti, pero llego lo mismo
que el río llega al mar... De tus ojos, a veces,
salen tristes océanos que en el cuerpo te caben,
pero que en ti no caben.

Cualquiera cosa tuya te pone siempre triste,
cualquiera cosa tuya, por ejemplo: tu espejo.

Tu silencio es de carne, tu palabra es de carne,
tu inquietud es de carne, tu paciencia es de carne.

Tu lagrima no cae
como gota de agua...

(No se caen en el suelo
las palabras.)



Manuel Gutiérrez Nájera

ultima necat

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

¡huyen los años como raudas naves!
¡rápidos huyen! infecunda parca
pálida espera. La salobre estigia
calla dormida.
¡Voladores años!
¡dado me fuera detener convulso,
horas fugaces, vuestra blanca veste!
pasan las dichas y temblando llegan
mudos inviernos...
Las fragantes rosas
mustias se vuelven, y el enhiesto cáliz
cae de la mano. Pensativa el alba
baja del monte. Los placeres todos
duermen rendidos...
En mis brazos flojos
cintia descansa.
Manuel gutiérrez nájera



Manuel Gutiérrez Nájera

Última Necat

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

¡Huyen los años como raudas naves!
¡Rápidos huyen! Infecunda Parca
pálida espera. La salobre Estygia
calla dormida.

¡Voladores años!

¡Dado me fuera detener convulso,
horas fugaces, vuestra blanca veste!
Pasan las dichas y temblando llegan
mudos inviernos...

Las fragantes rosas
mustias se vuelven, y el enhiesto cáliz
cae de la mano. Pensativa el alba
baja del monte. Los placeres todos
duermen rendidos...

En mis brazos flojos
Cintia descansa.



Jaime Sabines

vieja la noche...

-- de Jaime Sabines --

Vieja la noche, vieja,
largo mi corazón antiguo.

¡Qué de brazos adentro
del pecho, fríos,
se mueven y me buscan,
viejo amor mío!

la noche, vieja, cae
como un lento martirio,
sombra y estrella, hueco
del pecho mío.

Y yo entretanto, ausente
de mi martirio,
entro en la noche, busco
su cuerpo frío.

No hay luna, locos,
desde hace siglos.
Sólo un breve milagro
cuando hace frío.



Jaime Sabines

los días inútiles

-- de Jaime Sabines --

Los días inútiles son como una costra
de mugre sobre el alma.
Hay una asfixia lenta que sonríe,
que olvida, que se calla.
¿Quién me pone estos sapos en el pecho
cuando no digo nada?
hay un idiota como yo andando,
platicando con gentes y fantasmas,
echándose en el lodo y escarbando
la mierda de la fama.
Puerco de hocico que recita versos
en fiestas familiares, donde mujeres sabias
hablan de amor, de guerra,
resuelven la esperanza.
Puerco del mundo fácil
en que el engaño quiere hacer que engaña
mientras ácidos lentos
llevan el asco a la garganta.
Hay un hombre que cae días y días
de pie, desde su cara,
y siente que en su pecho van creciendo
muertes y almas.
Un hombre como yo que se avergüenza,
que se cansa,
que no pregunta porque no pregunta
ni quiere nada.
¿Qué viene a hacer aquí tanta ternura fracasada?
¡díganle que se vaya!



Joaquín Nicolás Aramburu

Plácido

-- de Joaquín Nicolás Aramburu --

Tranquila el alma, la mirada quieta,
inocente, sin miedo y resignado,
llega al suplicio, a muerte condenado,
el gran mestizo, Plácido el poeta.

Rota la lira que cantó discreta
las glorias de su pueblo infortunado,
yace bajo las plantas de un soldado
que ni talento ni virtud respeta.

Ya cae el buen cubano sin mancilla;
Dios no ha escuchado su dolor profundo
por más que le invocara en la capilla.

Pero del genio que brillo fecundo
aún repite la voz en nuestra Antilla:
¡Ay, que me llevo en la cabeza un mundo!



Jorge Luis Borges

snorri sturluson (1179 1241)

-- de Jorge Luis Borges --

(1179-1241)
tú, que legaste una mitología
de hielo y fuego a la filial memoria,
tú, que fijaste la violenta gloria
de tu estirpe de acero y de osadía,
sentiste con asombro en una tarde
de espadas que tu triste carne humana
temblaba. En esa tarde sin mañana
te fue dado saber que eras cobarde.
En la noche de islandia, la salobre
borrasca mueve el mar. Está cercada
tu casa. Has bebido hasta las heces
el deshonor inolvidable. Sobre
tu pálida cabeza cae la espada
como en tu libro cayó tantas veces.



Jorge Luis Borges

el hambre

-- de Jorge Luis Borges --

Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra,
borrado sea tu nombre de la faz de la tierra.
Tú que arrojaste al círculo del horizonte abierto
la alta proa del viking, las lanzas del desierto.
En la torre del hambre de ugolino de pisa
tienes tu monumento y en la estrofa concisa
que nos deja entrever (sólo entrever) los días
últimos y en la sombra que cae las agonías.
Tú que de sus pinares haces que surja el lobo
y que guiaste la mano de jean valjean al robo.
Una de tus imágenes es aquel silencioso
dios que devora el orbe sin ira y sin reposo,
el tiempo. Hay otra diosa de tiniebla y de osambre;
su lecho es la vigilia y su pan es el hambre.
Tú que a chatterton diste la muerte en la bohardilla
entre los falsos códices y la luna amarilla.
Tú que entre el nacimiento del hombre y su agonía
pides en la oración el pan de cada día.
Tú cuya lenta espada roe generaciones
y sobre los testuces lanzas a los leones.
Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra,
borrado sea tu nombre de la faz de la tierra.



Josefina Pla

sueño de sueños

-- de Josefina Pla --

Secreta noche herida de menguante
cae donde no hay agua ni tierra.
Marcha a cortar el filo de la luna,
mis raíces, que están donde no estuve.

...Traerán mi corazón, negra violeta
que se durmió en la orilla de otro sueño.
Lo he de llamar y no sabrá su nombre.
Me ha de cantar, y no he de comprenderle.

Y llevaré, camino en mediodía
de veinte cielos con opuestos soles,
mi angustia en veinte voces sin mi sangre.

He de llorar mil años sin mi llanto
y he de dormir mil años sin mis ojos
noche con veinte pétalos de luna.

1938



César Vallejo

Trilce: XII

-- de César Vallejo --

Escapo de una finta, peluza a peluza.
Un proyectil que no sé dónde irá a caer.
Incertidumbre. Tramonto. Cervical coyuntura.

Chasquido de moscón que muere
a mitad de su vuelo y cae a tierra.
¿Qué dice ahora Newton?
Pero, naturalmente, vosotros sois hijos.

Incertidumbre. Talones que no giran.
Carilla en nudo, fabrida
cinco espinas por un lado
y cinco por el otro: Chit! Ya sale.



César Vallejo

Trilce: XX

-- de César Vallejo --

Al ras de batiente nata blindada
de piedra ideal. Pues apenas
acerco el 1 al 1 para no caer.

Ese hombre mostachoso. Sol,
herrada su única rueda, quinta y perfecta,
y desde ella para arriba.
Bulla de botones de bragueta,
libres,
bulla que reprende A vertical subordinada.
El desagüe jurídico. La chirota grata.

Mas sufro. Allende sufro. Aquende sufro.

Y he aquí se me cae la baba, soy
una bella persona, cuando
el hombre guillermosecundario
puja y suda felicidad
a chorros, al dar lustre al calzado
de su pequeña de tres años.

Engállase el barbado y frota un lado.
La niña en tanto pónese el índice
en la lengua que empieza a deletrear
los enredos de enredos de los enredos,
y unta el otro zapato, a escondidas,
con un poquito de saliva y tierra,
pero con un poquito
no má-
.S.



César Vallejo

por último, sin ese buen aroma sucesivo

-- de César Vallejo --

Por último, sin ese buen aroma sucesivo,
sin él,
sin su cuociente melancólico,
cierra su manto mi ventaja suave,
mis condiciones cierran sus cajitas.
¡Ay, cómo la sensación arruga tánto!
¡ay, cómo una idea fija me ha entrado en una uña!
albino, áspero, abierto, con temblorosa hectárea,
mi deleite cae viernes,
mas mi triste tristumbre se compone de cólera y tristeza
y, a su borde arenoso e indoloro,
la sensación me arruga, me arrincona.
Ladrones de oro, víctimas de plata:
el oro que robara yo a mis víctimas,
¡rico de mí olvidándolo!
la plata que robara a mis ladrones,
¡pobre de mí olvidándolo!
execrable sistema, clima en nombre del cielo, del bronquio y laquebrada,
la cantidad enorme de dinero que cuesta el ser pobre...



César Vallejo

al ras de batiente nata blindada

-- de César Vallejo --

Xx
al ras de batiente nata blindada
de piedra ideal. Pues apenas
acerco el 1 al 1 para no caer.
Ese hombre mostachoso. Sol,
herrada su única rueda, quinta y perfecta,
y desde ella para arriba.
Bulla de botones de bragueta,
libres,
bulla que reprende a vertical subordinada.
El desagüe jurídico. La chirota grata.
Mas sufro. Allende sufro. Aquende sufro.
Y he aquí se me cae la baba, soy
una bella persona, cuando
el hombre guillermosecundario
puja y suda felicidad
a chorros, al dar lustre al calzado
de su pequeña de tres años.
Engállase el barbado y frota un lado.
La niña en tanto pónese el índice
en la lengua que empieza a deletrear
los enredos de enredos de los enredos,
y unta el otro zapato, a escondidas,
con un poquito de saliva y tierra,
pero con un poquito
no má
.S.



César Vallejo

escapo de una finta, peluza a peluza

-- de César Vallejo --

xii
escapo de una finta, peluza a peluza.
Un proyectil que no sé dónde irá a caer.
Incertidumbre. Tramonto. Cervical coyuntura.
Chasquido de moscón que muere
a mitad de su vuelo y cae a tierra.
¿Qué dice ahora newton?
pero, naturalmente, vosotros sois hijos.
Incertidumbre. Talones que no giran.
Carilla en nudo, fabrida
cinco espinas por un lado
y cinco por el otro: chit! ya sale.



César Vallejo

oración del camino

-- de César Vallejo --

Oración del camino
ni sé para quién es esta amargura!
oh, sol, llévala tú que estás muriendo,
y cuelga, como un cristo ensangrentado,
mi bohemio dolor sobre su pecho.
El valle es de oro amargo;
y el viaje es triste, es largo.
Oyes? regaña una guitarra. Calla!
es tu raza, la pobre viejecita
que al saber que eres huésped y que te odian,
se hinca la faz con una roncha lila.
El valle es de oro amargo,
y el trago es largo... Largo...
Azulea el camino, ladra el río...
Baja esa frente sudorosa y fría,
fiera y deforme. Cae el pomo roto
de una espada humanicida!
y en el mómico valle de oro santo,
la brasa de sudor se apaga en llanto!
queda un olor de tiempo abonado de versos,
para brotes de mármoles consagrados que hereden
la aurífera canción
de la alondra que se pudre en mi corazón!



César Vallejo

un hombre pasa con un pan al hombro

-- de César Vallejo --

Un hombre pasa con un pan al hombro
¿voy a escribir, después, sobre mi doble?
otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila,mátalo
¿con qué valor hablar del psicoanálisis?
otro ha entrado en mi pecho con un palo en la mano
¿hablar luego de sócrates al médico?
un cojo pasa dando el brazo a un niño
¿voy, después, a leer a andré bretón?
otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿cabrá aludir jamás al yo profundo?
otro busca en el fango huesos, cáscaras
¿cómo escribir, después del infinito?
un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza
¿innovar, luego, el tropo, la metáfora?
un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
¿hablar, después, de cuarta dimensión?
un banquero falsea su balance
¿con qué cara llorar en el teatro?
un paria duerme con el pie a la espalda
¿hablar, después, a nadie de picasso?
alguien va en un entierro sollozando
¿cómo luego ingresar a la academia?
alguien limpia un fusil en su cocina
¿con qué valor hablar del más allá?
alguien pasa contando con sus dedos
¿cómo hablar del no-yó sin dar un grito?



César Vallejo

A mi hermano Miguel

-- de César Vallejo --

In memoriam

Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa.
Donde nos haces una falta sin fondo!
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
nos acariciaba: “Pero, hijos...”

Ahora yo me escondo,
como antes, todas estas oraciones
vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
Por la sala, el zaguán, los corredores.
Después, te ocultas tú, y yo no doy contigo.
Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
hermano, en aquel juego.

Miguel, tú te escondiste
una noche de agosto, al alborear;
pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste.
Y tu gemelo corazón de esas tardes
extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya
cae sombra en el alma.

Oye, hermano, no tardes
en salir. Bueno? Puede inquietarse mamá.



César Vallejo

Oracion del camino

-- de César Vallejo --

Ni sé para quién es esta amargura!
Oh, Sol, llévala tú que estás muriendo,
y cuelga, como un Cristo ensangrentado,
mi bohemio dolor sobre su pecho.
El valle es de oro amargo;
y el viaje es triste, es largo.

Oyes? Regaña una guitarra. Calla!
Es tu raza, la pobre viejecita
que al saber que eres huésped y que te odian,
se hinca la faz con una roncha lila.
El valle es de oro amargo,
y el trago es largo..., Largo...

Azulea el camino, ladra el río...
Baja esa frente sudorosa y fría,
fiera y deforme. Cae el pomo roto
de una espada humanicida!
Y en el mómico valle de oro santo,
la brasa de sudor se apaga en llanto!

Queda un olor de tiempo abonado de versos,
para brotes de mármoles consagrados que hereden
la aurífera canción
de la alondra que se pudre en mi corazón!



Delmira Agustini

Amor (Agustini)

-- de Delmira Agustini --

Lo soñé impetuoso, formidable y ardiente;
hablaba el impreciso lenguaje del torrente;
Era un amor desbordado de locura y de fuego,
Rodando por la vida como en eterno riego.

Luego soñélo triste, como un gran sol poniente
que dobla ante la noche su cabeza de fuego:
despues rió, y en su boca tan tierna como un ruego,
sonaba sus cristales el alma de la fuente.

Y hoy sueño que es vibrante, y suave, y riente y triste,
que todas las tinieblass y todo el iris viste,
que frágil como un ídolo y eterno como un Dios

Sobre la vida toda su majestad levanta:
y el beso cae ardiendo a perfumar su planta
en una flor de fuego deshojada por dos...



Dulce María Loynaz

cataclismo

-- de Dulce María Loynaz --

El sol se ha rajado
y cae un chorro de oro
sobre mi corazón.

Es un oro ardiente
que salta sobre las nubes
roto en chispas,
que muerde mi pecho
con muchos dientecillos encendidos.

El sol se ha rajado
y se desangra en luz
y me está ahogando...

¡Yo me muero del sol!



Dulce María Loynaz

vuelvo a nacer en ti

-- de Dulce María Loynaz --

Vuelvo a nacer en ti:
pequeña y blanca soy... La otra
-la obscura-que era yo, se quedó atrás
como cáscara rota,
como cuerpo sin alma,
como ropa
sin cuerpo que se cae...

¡Vuelvo a nacer!... -Milagro de la aurora
repetida y distinta siempre...-
Soy la recién nacida de esta hora
pura. Y como los niños buenos,
no sé de dónde vine.

Silenciosa
he mirado la luz-tu luz...-
¡Mi luz!
y lloré de alegría ante una rosa.



Dulce María Loynaz

el madrigal de la muchacha coja

-- de Dulce María Loynaz --

Era coja la niña.

Y aquella
su cojera
era
como un ondulamiento
de viento
en un trigal...

Era coja la doncella,
trazaba eses de plata sobre el viento,
hecha a no sé qué curva sideral...

Cristal quebrado era la niña... Mella
de rosas, por el pie quebrada
(¡y sin cristal que la tuviera alzada!...):
Una rosa cortada
que cae al suelo y que el que pasa huella.

La niña cojeaba
y su cojera en una sonrisa recataba
sin acritud de llanto ni querella:

como la noche sella
su honda herida de luz-alba o centella-,
así sellaba
ella
la herida que en su pie se adivinaba...

Nadie la hallara bella;
pero había en ella
como una huella
celeste... Era coja la niña:

se hincó el pie con la punta de una estrella.



Emilio Bobadilla

El emperador: 2

-- de Emilio Bobadilla --

¿No fué Dios quien le dijo que dominase el mundo?
¿No fué Dios quien profuso le daba las victorias?
¿Por qué contra él de pronto se vuelve furibundo,
convirtiendo en derrotas humillantes sus glorias?

¿Qué pensará a sus solas de ese Dios tornadizo?
—gran río que la margen acrecienta o derrubia —.
Si lo que cae es granizo, ¡bendito sea el granizo!
Si es lluvia fecundante, ¡bendita sea la lluvia!

Megalómano y duro, horripiló al planeta
y revolvió los mares, y, a la postre vencido,
arroja acobardado la espada y la careta,

y en su fuga de liebre -imperial contrabando-
los huérfanos le siguen con lúgubre alarido
y las míseras madres que le insultan llorando!



Emilio Bobadilla

El héroe (Bobadilla)

-- de Emilio Bobadilla --

—Si no vas a la guerra te fusilo,
te fusilo si huyes o desertas—
y con el alma el mísero en un hilo
entra confuso en trágicas reyertas.

A puntapiés y voces va adelante
bajo una catarata de metralla,
el ojo abierto, lívido el semblante,
envuelto en el fragor de la batalla.

¡Corre aturdido sin saber adónde,
dando tajos en medio de la grita:
uno cae, otro huye, otro se esconde...

Y de pronto aclamado, ve consigo
una bandera que su mano agita
y que tomó al azar al enemigo...!



José Agustín Goytisolo

el aire huele a humo

-- de José Agustín Goytisolo --

A gabriel celaya y a amparo gastón,
que tanto le quiso y le quiere todavía.
J.A.G.
¿Qué hará con la memoria
de esta noche tan clara
cuando todo termine?
¿qué hacer si cae la sed
sabiendo que está lejos
la fuente en que bebía?
¿qué hará de este deseo
de terminar mil veces
por volver a encontrarle?
¿qué hacer cuando un mal aire
de tristeza la envuelva
igual que un maleficio?
¿qué hará bajo el otoño
si el aire huele a humo
y a pólvora y a besos?
¿qué hacer?¿qué hará? preguntas
a un azar que ya tiene
las suertes repartidas.



Julián del Casal

el sueño en el desierto

-- de Julián del Casal --

cuando el hijo salvaje del desierto
ata su blanca yegua enflaquecida
al fuerte tronco de gigante planta.
Y, tregua dando a su mortal fatiga,
cae en el lecho de tostada arena
donde la luz reverberar se mira;
sueña en los verdes campos anchurosos
en que se eleva la gallarda espiga
dorada por el sol resplandeciente;
en la plácida fuente cristalina
que le apaga la sed abrasadora;
en la tribu que forma su familia;
en el lejano oasis misterioso
cuya frescura a descansar convida;
y en el harén, poblado de mujeres
bellas como la luz del mediodía,
que entre nubes de aromas enervantes,
prodigan al sultán dulces caricias.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Pero al salir del sueño venturoso
sólo ve, dilatadas las pupilas.
Desierto, el arenal ilimitado;
roja, la inmensa bóveda vacía.



Octavio Paz

sonetos i

-- de Octavio Paz --

Sonetos - i
inmóvil en la luz, pero danzante,
tu movimiento a la quietud que cría
en la cima del vértigo se alía
deteniendo, no al vuelo, sí al instante.
Luz que no se derrama, ya diamante,
fija en la rotación del mediodía,
sol que no se consume ni se enfría
de cenizas y llama equidistante.
Tu salto es un segundo congelado
que ni apresura el tiempo ni lo mata:
preso en su movimiento ensimismado
tu cuerpo de sí mismo se desata
y cae y se dispersa tu blancura
y vuelves a ser agua y tierra oscura.



Octavio Paz

un anochecer

-- de Octavio Paz --

¿qué la sostiene, entreabierta
claridad anochecida
luz por los jardines suelta?
todas las ramas, vencidas
por un agobio de pájaros
hacia lo obscuro se inclinan.
Sobre las bardas intactos:
todavía resplandores-
instantes ensimismados.
Para recibir la noche
se cambian las arboledas
en callados surtidores.
Cae un pájaro, la yerba
ensombrece, los confines
se borran, la cal es negra,
el mundo es menos creíble.



Octavio Paz

primavera y muchacha

-- de Octavio Paz --

En su tallo de calor se balancea
la estación indecisa
abajo
un gran deseo de viaje remueve
las entrañas heladas del lago
cacerías de reflejos allá arriba
la ribera ofrece guantes de musgo a tu blancura
la luz bebe luz en tu boca
tu cuerpo se abre como una mirada
como una flor al sol de una mirada
te abres
belleza sin apoyo
basta un parpadeo
todo se precipita en un ojo sin fondo
basta un parpadeo
todo reaparece en el mismo ojo
brilla el mundo
tú resplandeces al filo del agua y de la luz
eres la hermosa máscara del día
aunque la nieve caiga en racimos maduros
nadie sacude ramas allá arriba
el árbol de la luz no da frutos de nieve
aunque la nieve se disperse en polen
no hay semillas de nieve
no hay naranjas de nieve no hay claveles
no hay cometas ni soles de nieve
aunque vuele en bandadas no hay pájaros de nieve
en la palma del sol brilla un instante y cae
apenas tiene cuerpo apenas peso apenas nombre
y ya lo cubre todo con su cuerpo de nieve
con su peso de luz con su nombre sin sombra



Octavio Paz

crepúsculos de la ciudad ii

-- de Octavio Paz --

Mudo, tal un peñasco silencioso
desprendido del cielo, cae, espeso,
el cielo desprendido de su peso,
hundiéndose en sí mismo, piedra y pozo.
Arde el anochecer en su destrozo;
cruzo entre la ceniza y el bostezo
calles en donde lívido, de yeso,
late un sordo vivir vertiginoso;
lepra de livideces en la piedra
trémula llaga torna a cada muro;
frente a ataúdes donde en rasos medra
la doméstica muerte cotidiana,
surgen, petrificadas en lo oscuro,
putas: pilares de la noche vana.



Octavio Paz

olvido

-- de Octavio Paz --

Cierra los ojos y a oscuras piérdete
bajo el follaje rojo de tus párpados.
Húndete en esas espirales
del sonido que zumba y cae
y suena allá, remoto,
hacia el sitio del tímpano,
como una catarata ensordecida.
Hunde tu ser a oscuras,
anégate en tu piel,
y más, en tus entrañas ;
que te deslumbre y ciegue
el hueso, lívida centella,
y entre simas y golfos de tiniebla
abra su azul penacho el fuego fatuo.
En esa sombra líquida del sueño
moja tu desnudez;
abandona tu forma, espuma
que no se sabe quién dejó en la orilla;
piérdete en ti, infinita,
en tu infinito ser,
mar que se pierde en otro mar:
olvídate y olvídame.
En ese olvido sin edad ni fondo
labios, besos, amor, todo, renace:
las estrellas son hijas de la noche.



Pablo Neruda

soneto ix cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Al golpe de la ola contra la piedra indócil
la claridad estalla y establece su rosa
y el círculo del mar se reduce a un racimo,
a una sola gota de sal azul que cae.
Oh radiante magnolia desatada en la espuma,
magnética viajera cuya muerte florece
y eternamente vuelve a ser y a no ser nada:
sal rota, deslumbrante movimiento marino.
Juntos tú y yo, amor mío, sellamos el silencio,
mientras destruye el mar sus constantes estatuas
y derrumba sus torres de arrebato y blancura,
porque en la trama de estos tejidos invisibles
del agua desbocada, de la incesante arena,
sostenemos la única y acosada ternura.



Pablo Neruda

soneto li cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Soneto li
tu risa pertenece a un árbol entreabierto
por un rayo, por un relámpago plateado
que desde el cielo cae quebrándose en la copa,
partiendo en dos el árbol con una sola espada.
Sólo en las tierras altas del follaje con nieve
nace una risa como la tuya, bienamante,
es la risa del aire desatado en la altura,
costumbres de araucaria, bienamada.
Cordillerana mía, chillaneja evidente,
corta con los cuchillos de tu risa la sombra,
la noche, la mañana, la miel del mediodía,
y que salten al cielo las aves del follaje
cuando como una luz derrochadora
rompe tu risa el árbol de la vida.



Pablo Neruda

tengo miedo

-- de Pablo Neruda --

Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza
del cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.
Tengo miedo. Y me siento tan cansado y pequeño
que reflejo la tarde sin meditar en ella.
(En mi cabeza enferma no ha .De caber un sueño
así como en el cielo no ha cabido una estrella).
Sin embargo en mis ojos una pregunta existe
y hay un grito en mi boca que mi boca no grita.
No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste
abandonada en medio de la tierra infinita!
se muere el universo de una calma agonía
sin la fiesta del sol o el crepúsculo verde.
Agoniza saturno como una pena mía,
la tierra es una fruta negra que el cielo muerde.
Y por la vastedad del vacío van ciegas
las nubes de la tarde, como barcas perdidas
que escondieran estrellas rotas en sus bodegas.
Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.



Pablo Neruda

soneto xcviii cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Y esta palabra, este papel escrito
por las mil manos de una sola mano,
no queda en ti, no sirve para sueños,
cae a la tierra: allí se continúa.
No importa que la luz o la alabanza
se derramen y salgan de la copa
si fueron un tenaz temblor del vino,
si se tiñó tu boca de amaranto.
No quiere más la sílaba tardía,
lo que trae y retrae el arrecife
de mis recuerdos, la irritada espuma,
no quiere más sino escribir tu nombre.
Y aunque lo calle mi sombrío amor
más tarde lo dirá la primavera.



Pablo Neruda

soneto lxx cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxx
tal vez herido voy sin ir sangriento
por uno de los rayos de tu vida
y a media selva me detiene el agua:
la lluvia que se cae con su cielo.
Entonces toco el corazón llovido:
allí sé que tus ojos penetraron
por la región extensa de mi duelo
y un susurro de sombra surge solo:
quién es? quién es? pero no tuvo nombre
la hoja o el agua oscura que palpita
a media selva, sorda, en el camino,
y así, amor mío, supe que fui herido
y nadie hablaba allí sino la sombra,
la noche errante, el beso de la lluvia.



Pablo Neruda

poema 1 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.
Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
Ah los vasos del pecho! ah los ojos de ausencia!
ah las rosas del pubis! ah tu voz lenta y triste!
cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.



Pablo Neruda

unidad

-- de Pablo Neruda --

Hay algo denso, unido, sentado en el fondo,
repitiendo su número, su señal idéntica.
Cómo se nota que las piedras han tocado el tiempo,
en su fina materia hay olor a edad,
y el agua que trae el mar, de sal y sueño.
Me rodea una misma cosa, un solo movimiento:
el peso del mineral, la luz de la piel,
se pegan al sonido de la palabra noche:
la tinta del trigo, del marfil, del llanto,
las cosas de cuero, de madera, de lana,
envejecidas, desteñidas, uniformes,
se unen en torno a mí como paredes.
Trabajo sordamente, girando sobre mí mismo,
como el cuervo sobre la muerte, el cuervo de luto.
Pienso, aislado en lo extenso de las estaciones,
central, rodeado de geografía silenciosa:
una temperatura parcial cae del cielo,
un extremo imperio de confusas unidades
se reúne rodeándome.



Pablo Neruda

poema 2 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 2
en su llama mortal la luz te envuelve.
Absorta, pálida doliente, así situada
contra las viejas hélices del crepúsculo
que en torno a ti da vueltas.
Muda, mi amiga,
sola en lo solitario de esta hora de muertes
y llena de las vidas del fuego,
pura heredera del día destruido.
Del sol cae un racimo en tu vestido oscuro.
De la noche las grandes raíces
crecen de súbito desde tu alma,
y a lo exterior regresan las cosas en ti ocultas,
de modo que un pueblo pálido y azul
de ti recién nacido se alimenta.
Oh grandiosa y fecunda y magnética esclava
del círculo que en negro y dorado sucede:
erguida, trata y logra una creación tan viva
que sucumben sus flores, y llena es de tristeza.



Pablo Neruda

lamento lento

-- de Pablo Neruda --

En la noche del corazón
la gota de tu nombre lento
en silencio circula y cae
y rompe y desarrolla su agua.
Algo quiere su leve daño
y su estima infinita y corta,
como el paso de un ser perdido
de pronto oído.
De pronto, de pronto escuchado
y repartido en el corazón
con triste insistencia y aumento
como un sueño frío de otoño.
La espesa rueda de la tierra
su llanta húmeda de olvido
hace rodar, cortando el tiempo
en mitades inaccesibles.
Sus copas duras cubren tu alma
derramada en la tierra fría
con sus pobres chispas azules
volando en la voz de la lluvia.



Pablo Neruda

sufre más el que espera siempre

-- de Pablo Neruda --

Sufre más el que espera siempre
que aquel que nunca esperó a nadie?
dónde termina el arco iris,
en tu alma o en el horizonte?
tal vez una estrella invisible
será el cielo de los suicidas?
dónde están las viñas de hierro
de donde cae el meteoro?



Pablo Neruda

soneto lxxxiv cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxxiv
una vez más, amor, la red del día extingue
trabajos, ruedas, fuegos, estertores, adioses,
y a la noche entregamos el trigo vacilante
que el mediodía obtuvo de la luz y la tierra.
Sólo la luna en medio de su página pura
sostiene las columnas del estuario del cielo,
la habitación adopta la lentitud del oro
y van y van tus manos preparando la noche.
Oh amor, oh noche, oh cúpula cerrada por un río
de impenetrables aguas en la sombra del cielo
que destaca y sumerge sus uvas tempestuosas,
hasta que sólo somos un solo espacio oscuro,
una copa en que cae la ceniza celeste,
una gota en el pulso de un lento y largo río.



Pablo Neruda

soneto lxvii cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

La gran lluvia del sur cae sobre isla negra
como una sola gota transparente y pesada,
el mar abre sus hojas frías y la recibe,
la tierra aprende el húmedo destino de una copa.
Lalma mía, dame en tus besos el agua
salobre de estos mares, la miel del territorio,
la fragancia mojada por mil labios del cielo,
la paciencia sagrada del mar en el invierno.
Lalgo nos llama, todas las puertas se abren solas,
relata el agua un largo rumor a las ventanas,
crece el cielo hacia abajo tocando las raíces,
y así teje y desteje su red celeste el día
con tiempo, sal, susurros, crecimientos, caminos,
una mujer, un hombre, y el invierno en la tierra.



Pablo Neruda

soneto xviii cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Por las montañas vas como viene la brisa
o la corriente brusca que baja de la nieve
o bien tu cabellera palpitante confirma
los altos ornamentos del sol en la espesura.
Toda la luz del cáucaso cae sobre tu cuerpo
como en una pequeña vasija interminable
en que el agua se cambia de vestido y de canto
a cada movimiento transparente del río.
Por los montes el viejo camino de guerreros
y abajo enfurecida brilla como una espada
el agua entre murallas de manos minerales,
hasta que tú recibes de los bosques de pronto
el ramo o el relámpago de unas flores azules
y la insólita flecha de un aroma salvaje.



Pablo Neruda

10

-- de Pablo Neruda --

10
esclava mía, témeme. Ámame. Esclava mía!
soy contigo el ocaso más vasto de mi cielo,
y en él despunta mi alma como una estrella fría.
Cuando de ti se alejan vuelven a mí mis pasos.
Mi propio latigazo cae sobre mi vida.
Eres lo que está dentro de mí y está lejano.
Huyendo como un coro de nieblas perseguidas.
Junto a mí, pero dónde? lejos, lo que está lejos.
Y lo que estando lejos bajo mis pies camina.
El eco de la voz más allá del silencio.
Y lo que en mi alma crece como el musgo en las ruinas.



Pablo Neruda

echan humo, fuego y vapor

-- de Pablo Neruda --

Echan humo, fuego y vapor
las o de las locomotoras?
en qué idioma cae la lluvia
sobre ciudades dolorosas?
qué suaves sílabas repite
el aire del alba marina?
hay una estrella más abierta
que la palabra amapola?
hay dos colmillos más agudos
que las sílabas de chacal?



Pedro Antonio de Alarcón

El cigarro

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Lío tabaco en un papel; agarro
lumbre y lo enciendo, arde ya medida
que arde, muere; muere y enseguida
tiro la punta, bárrenla... Y al carro!

Un alma envuelve Dios en frágil barro,
y la enciende en la lumbre de la vida,
chupa el tiempo y resulta en la partida
un cadáver. El hombre es un cigarro.

La ceniza que cae es su ventura;
el humo que se eleva su esperanza;
lo que arderá después su loco anhelo.

Cigarro tras cigarro el tiempo apura;
colilla tras colilla al hoyo lanza,
pero el aroma... ¡Piérdese en el cielo!



José María Hinojosa

campo sequía

-- de José María Hinojosa --

A luis buñuel
los árboles negros,
cruzan
sus ramas,
pidiendo
un poco de agua.
Los árboles negros,
clavan
su mirada,
en el cielo.
A los árboles negros,
no les cae agua,
y casi secos,
fijan sus ojos
en la tierra sin jugo
y sin aliento.



José María Hinojosa

campo siembra

-- de José María Hinojosa --

Sobre la tierra,
cae la simiente,
que lleva en su cuerpo,
el germen
de la vida,
latente.
La tierra
se mueve.
En el ovario
de dánae ardiente,
zeus,
deposita el semen,
que transforma
el grano en verde.
Y la tierra
crece.



José Pedroni

amor con lluvia y paloma

-- de José Pedroni --

1
llueve, llueve, llueve...¡Qué te hice, lluvia,
qué te hice yo!
¡por qué no sigues camino delante,
para que salga el sol;
ese de los ojos claros,
que es mi amor!

2
y sin embargo, cuando estamos juntos,
juntos en la ventana,
bien que te digo: - ¡bienvenida, lluvia!-;
bien que te dice: - ¡bienvenida, hermana!-.

3
Pienso: la lluvia cae de los cielos;
la lluvia es inocente, pura, clara.
Obedezcamos a la lluvia, amor:
la lluvia nos separa.

4
Jazmín -de- lluvia de llamas
al que tiembla en tu parral.
Jazmín -de - estrellas, yo digo.
Es igual.
Llueven flores como estrellas
en tu delantal.

5
Las palomas de tu casa
se vinieron a la mía
el día que a mí viniste,
que ya es un lejano día.

Pero todavía hoy,
porque eres de lluvia y trigo,
adondequiera que vayas
las alas se van contigo.

Sabe, así, toda la gente
todo lo que a mí me pasa:
tú estás conmigo si vuelan
palomas sobre mi casa.



José Ángel Buesa

soneto i

-- de José Ángel Buesa --

Como quien boga contra la corriente,
aun comprendiendo que su afán es vano,
y el remo se le cae de la mano
y se siente arrastrado nuevamente,
así mi amor se aleja indiferente,
pero, al recuerdo de tu amor lejano,
reverdece el deseo en su desgano,
y regresa mi sed hacia tu fuente.
Y, andando y desandando este sendero,
a la vez desolado y florecido
y jamás recorrido por entero,
no sé por qué renaces de mi olvido,
ni sé por qué me voy, si es que te quiero,
ni qué me hace volver cuando me he ido.



José Ángel Buesa

soneto (de luis de camões)

-- de José Ángel Buesa --

Entre el ramaje en flor del limonero
está un ave dulcísima escondida,
rimando un blando verso sin medida
que fluye de su pico lastimero.
Pero un cruel cazador, desde el sendero,
eleva su ballesta distendida,
y el ave cae, mortalmente herida,
ensartada en el dardo traicionero.
Así, mi corazón, que libre andaba,
se sintió, donde menos lo esperaba
y donde menos lo temía, herido;
que el ciego cazador por mí temido,
para tomarme por sorpresa, estaba
en vuestros claros ojos escondido.



Juan de Arguijo

Sísifo

-- de Juan de Arguijo --

Sube gimiendo con mortal fatiga
El grave peso que en sus hombros lleva
Sisifo al alto monte, y cuando prueba
Pisar la cumbre, á mayor mal se obliga.

Cae el fiero peñasco, y la enemiga
Suerte cruel su nuevo afan renueva;
Vuelve otra vez á la difícil prueba,
Sin que de su trabajo el fin consiga.

No iguala aquella á la desdicha mía,
Pues algun tiempo alivia en su tormento
Los hombres, áa tal carga desiguales.

Sufro peso mayor con tal porfía;
Que un punto no perdona al pensamiento
La importuna memoria de mis males.



Gabriela Mistral

el papagayo

-- de Gabriela Mistral --

El papagayo verde y amarillo,
el papagayo verde y azafrán,
me dijo «fea» con su habla gangosa
y con su pico que es de satanás.
Yo no soy fea, que si fuese fea,
fea es mi madre parecida al sol,
fea la luz en que mira mi madre
y feo el viento en que pone su voz,
y fea el agua en que cae su cuerpo
y feo el mundo y él que lo crió...
El papagayo verde y amarillo,
el papagayo verde y tornasol,
me dijo «fea» porque no ha comido
y el pan con vino se lo llevo yo,
que ya me voy cansando de mirarlo
siempre colgado y siempre tornasol...



Gabriela Mistral

devuelto

-- de Gabriela Mistral --

A la cara de mi hijo
que duerme, bajan
arenas de las dunas,
flor de la caña
y la espuma que vuela
de la cascada...
Y es sueño nada más
cuanto le baja;
sueño cae a su boca,
sueño a su espalda,
y me roban su cuerpo
junto con su alma.
Y así lo van cubriendo
con tanta maña,
que en la noche no tengo
hijo ni nada,
madre ciega de sombra,
madre robada.
Hasta que el sol bendito
al fin lo baña:
me lo devuelve en linda
fruta mondada
¡y me lo pone entero
sobre la falda!



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