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Se han encontrado 21 poemas con la palabra cabaña

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Rubén Darío

rima vii

-- de Rubén Darío --

Llegué a la pobre cabaña
en días de primavera.
La niña triste cantaba,
la abuela hilaba en la rueca.
-¡Buena anciana, buena anciana,
bien haya la niña bella,
a quien desde hoy amar juro
con mis ansias de poeta!-
la abuela miró a la niña.
La niña sonrió a la abuela.
Fuera, volaban gorriones
sobre las rosas abiertas.
Llegué a la pobre cabaña
cuando el gris otoño empieza.
Oí un ruido de sollozos
y sola estaba la abuela.
-¡Buena anciana, buena anciana!-
me mira y no me contesta.
Yo sentí frío en el alma
cuando vi sus manos trémulas,
su arrugada y blanca cofia,
sus fúnebres tocas negras.
Fuera, las brisas errantes
llevaban las hojas secas.

Poema rima vii de Rubén Darío con fondo de libro

Rubén Darío

Rima VII (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

Llegué a la pobre cabaña
en días de primavera.
La niña triste cantaba,
la abuela hilaba en la rueca.
-¡Buena anciana, buena anciana,
bien haya la niña bella,
a quien desde hoy amar juro
con mis ansias de poeta!-
La abuela miró a la niña.
La niña sonrió a la abuela.
Fuera, volaban gorriones
sobre las rosas abiertas.
Llegué a la pobre cabaña
cuando el gris otoño empieza.
Oí un ruido de sollozos
y sola estaba la abuela.
-¡Buena anciana, buena anciana!-
Me mira y no me contesta.
Yo sentí frío en el alma
cuando vi sus manos trémulas,
su arrugada y blanca cofia,
sus fúnebres tocas negras.
Fuera, las brisas errantes
llevaban las hojas secas.

Poema Rima VII (Rubén Darío) de Rubén Darío con fondo de libro

Abraham Valdelomar

Cobardía (AV)

-- de Abraham Valdelomar --

Sobre la arena mórbida que inquieto el mar azota
sombreando la cabaña, vigila una palmera.
La «paraca» despeina su verde cabellera
y junto al pescador gira la alba gaviota.

La tortuga longeva pensando en la remota
malhadada aventura que la hizo prisionera
medita una evasión y realizarla espera
si el anciano se embriaga en el sopor que flota.

El asno bajo el viento abre y cierra los ojos.
El perro con desgano husmea los despojos
y enarcada la cola marcha a saciar su sed.

Duerme el viejo la siesta La tortuga resuelve
fugar y de puntitas se aleja pero vuelve
¡la estaba viendo huir, desde un rincón, la red!

Poema Cobardía (AV) de Abraham Valdelomar con fondo de libro

Alberti

CUBA DENTRO DE UN PIANO

-- de Alberti --

Cuando mi madre llevaba un sorbete de fresa por sombrero
y el humo de los barcos aun era humo de habanero.
Mulata vuelta bajera.
Cádiz se adormecía entre fandangos y habaneras
y un lorito al piano quería hacer de tenor.
Dime dónde está la flor que el hombre tanto venera.
Mi tío Antonio volvía con su aire de insurrecto.
La Cabaña y el Príncipe sonaban por los patios del Puerto.
(Ya no brilla la Perla azul del mar de las Antillas.
Ya se apagó, se nos ha muerto).
Me encontré con la bella Trinidad.
Cuba se había perdido y ahora era verdad.
Era verdad, no era mentira.
Un cañonero huido llegó cantándolo en guajiras.
La Habana ya se perdió. Tuvo la culpa el
dinero...
Calló, cayó el cañonero.
Pero después, pero ¡ah! después...
Fue cuando al SÍ lo hicieron YES.



Lupercio Leonardo de Argensola

La vida en el campo (Argensola)

-- de Lupercio Leonardo de Argensola --

Lleva tras sí los pámpanos otubre,
y con las grandes lluvias, insolente,
no sufre Ibero márgenes ni puente,
mas antes los vecinos campos cubre.

Moncayo, como suele, ya descubre
coronada la nieve la alta frente,
y el sol apenas vemos en Oriente
cuando la opaca tierra nos lo encubre.

Sienten el mar y selvas ya la saña
del Aquilón, y encierra su bramido
gente en el puerto y gente en la cabaña.

Y Fabio, en el umbral de Tais tendido,
con vergonzosas lágrimas lo baña,
debiéndolas al tiempo que ha perdido.



Dolores Veintimilla

La noche y mi dolor

-- de Dolores Veintimilla --

El negro manto que la noche umbría
Tiende en el mundo a descansar convida,
Su cuerpo extiende ya en la tierra fría
Cansado el pobre y su dolor olvida.

También el rico en su mullida cama
Duerme soñando avaro sus riquezas,
Duerme el guerrero y en su ensueño exclama:
Soy invencible y grandes mis proesas.

Duerme el pastor feliz en su cabaña
Y el marino tranquilo en su bajel;
A éste no altera la ambición ni saña
El mar no inquieta el reposar de aquel.

Duerme la fiera en lóbrega espesura,
Duerme el ave en las ramas guarecida,
Duerme el reptil en su morada impura,
Como el insecto en su mansión florida.

Duerme el viento.... La brisa silenciosa
Gime apenas las flores cariciando;
Todo entre sombras a la par reposa,
Aquí durmiendo más allá soñando.

Tú, dulce amiga, que talvez un día
Al contemplar la luna misteriosa,
Exaltabas tu ardiente fantasía
Derramando una lágrima amorosa.

Duerme también tranquila y descansada
Cual marino calmada la tormenta,
Así olvidando la inquietud pasada
Mientras tu amiga su dolor lamenta.



Emilio Bobadilla

Desolación (Bobadilla)

-- de Emilio Bobadilla --

Los troncos centenarios, retorcidos de yedras,
las viejas alquerías que en tarde de disanto
el violín campesino con su gemir de llanto
enterneció doliente hasta en las mismas piedras;

la cabaña perdida en la maleza hirsuta,
rodeada de terneros, gallinas y palomas;
los reticentes valles, las soñolientas lomas
y el huerto generoso de perfumada fruta;

el cenobio escondido en la espesura umbrosa,
la ermita visionaria del místico eremita,
la catedral de encaje, de crestería radiosa...

¡Qué son sino recuerdos que lloran entre escombros,
soledad en que brota la triste margarita,
desfile fantasmático de trágicos asombros!



Emilio Bobadilla

La poesía de la destrucción

-- de Emilio Bobadilla --

En el mar, bajo el mar, en los aires, por tierra,
los hombres se persiguen con leopardeña saña;
en el dolor unánime que derrama la guerra,
es hermano el alcázar de la humilde cabaña.

En el aire, aeroplanos; fuertes en la montaña;
trincheras en las lomas; cañones en la sierra;
en la vega, entre flores, la pérfida artimaña.
¡Todo lo que demuele y todo lo que aterra!

Cuanto forjó la industria, cuanto inquirió la ciencia
en el laboratorio merced a estudios sabios,
lo destruyen los hombres en su brutal demencia.

¡Y en los campos dolientes, de la cal de los huesos
brotarán nuevas rosas que mañana otros labios
colmarán, negligentes, de juveniles besos...!



José María Eguren

el andarín de la noche

-- de José María Eguren --

El oscuro andarín de la noche
detiene el pasa junto a la torre,
y al centinela
le anuncia roja, cercana la guerra.

Le dice al viejo de la cabaña
que hay batidores en la sabana;
sordas linternas
en los juncales y oscuras sendas.

A las ciudades capitolinas
va el pregonero de la desdicha;
y en la tiniebla
del extramuro, tardo se aleja.

En la batalla cayó la torre;
siguieron ruinas, desolaciones;
canes sombríos
buscan los muertos en los caminos.

Suenan los bombos y las trompetas
y las picotas y las cadenas;
y nadie ha visto, por el confín;
nadie recuerda
al andarín.



La durmiente (Somoza)

-- de José Somoza --

La Luna, mientras duermes, te acompaña;
tiende su luz por tu cabello y frente,
va del semblante al cuello y lentamente
cumbres y valles de tu seno baña.

Yo, Lesbia, que al umbral de tu cabaña,
hoy velo, lloro y ruego inútilmente,
el curso de la Luna refulgente
dichoso he de seguir, o Amor me engaña.

He de entrar, cual la Luna, en tu aposento;
cual ella, al lecho en que tu faz reposa,
y cual ella a tus labios acercarme.

Cual ella, respirar tu dulce aliento,
y cual el disco de la casta diosa,
puro, trémulo, mudo, retirarme.



La luna mientras duermes te acompaña

-- de José Somoza --

La luna mientras duermes te acompaña,
tiende su luz por tu cabello y frente,
va del semblante al cuello, y lentamente
cumbres y valles de tu seno baña.

Yo, Lesbia, que al umbral de tu cabaña
hoy velo, lloro y ruego inútilmente,
el curso de la luna refulgente,
dichoso he de seguir o amor me engaña.

He de entrar cual la luna en tu aposento,
cual ella al lienzo en que tu faz reposa,
y cual ella a tus labios acercarme;

cual ella respirar tu dulce aliento,
y cual el disco de la casta diosa,
puro, trémulo, mudo, retirarme.



Juan Bautista Arriaza

El desconsuelo

-- de Juan Bautista Arriaza --

Crecido con las lluvias de repente
rompe el río las márgenes que baña,
e inundando sus aguas la campaña,
arrasa frutos, árboles y gente.

El pastor, que asustado y diligente
se subió por librarse a la montaña,
ve desde allí el ganado y la cabaña
envueltos en el rápido torrente.

Y aquel vivo dolor con que afligido
mira ahogadas las tímidas ovejas
para siempre llorándose perdido,

no equivale a la angustia en que me dejas,
Silvia, cuando tu labio endurecido
responde con desdenes a mis quejas.



Juan Bautista Arriaza

La crueldad de la muerte

-- de Juan Bautista Arriaza --

Envuelta en sombras, alta la guadaña,
trazando golpes de dolor profundo,
iba la muerte recorriendo el mundo
desde el alcázar regio a la cabaña.

Cuando en aquel que Manzanares baña
fijando el ceño torvo y furibundo,
miró a la Esposa Real, de su fecundo
seno mil glorias prometiendo a España.

¡Dos víctimas! Gritó el espectro fiero:
¡Llanto de Reyes! ¡Pueblos afligidos!
¡Oh qué deleite! Y descargó el acero;

y dejando en un féretro tendidos
ambos despojos, se encumbró altanero,
triunfando entre lamentos y gemidos.



Juan Meléndez Valdés

El ruego encarecido

-- de Juan Meléndez Valdés --

Deja ya la cabaña, mi pastora;
déjala, mi regalo y gloria mía;
ven, que ya en el oriente raya el día,
y el sol las cumbres de los montes dora.

Ven, y al humilde pecho que te adora,
torna con tu presencia la alegría.
¡Ay!, que tardas, y el alma desconfía;
¡ay!, ven, y alivia mi pesar, señora.

Tejida una guirnalda de mil flores
y una fragante delicada rosa
te tengo, Filis, ya para en llegando.

Darételas cantando mil amores,
darételas, mi bien; y tú amorosa
un beso me darás sabroso y blando.



Juan Meléndez Valdés

Ora pienso yo ver a mi señora

-- de Juan Meléndez Valdés --

Ora pienso yo ver a mi señora
de donosa aldeana, y que el cabello
libre le vaga por el alto cuello,
cantando alegre al despertar la Aurora:

Ya en pellico y callado de pastora
los corderillos guía, y suelta al vellos
por el prado brincar corre en pos de ellos;
ya en ocio blando en la cabaña mora.

Tierna ora ríe, y va cogiendo flores:
a caza ora tras ella el monte sigo;
y bailar en la fiesta ora la veo.

Así ausente me alivio en mis dolores;
y aunque sueño de amor es cuanto digo,
el alma siente un celestial recreo.



Juan Pablo Forner

Ya silba el viento

-- de Juan Pablo Forner --

Ya silba el viento en la nevada cumbre,
y al soplo impetuoso la cabaña,
vacila del zagal, que en frágil caña
con paja entretejió flaca techumbre;

y Bato el mayoral sin pesadumbre,
aunque su grey del aquilón la saña
siente y perece, con paciencia extraña
huelga al calor de regalada lumbre.

El mísero zagal humedecido
de helada nieve, por salvar se afana
la grey no suya en le pelado ejido.

Zagal, reposa; tu fatiga es vana;
su hacienda el mayoral tiene en olvido,
y ni a acordarse de tu afán se humana.



Francisco de Quevedo

parnaso español 44

-- de Francisco de Quevedo --

Dichoso tú, que, alegre en tu cabaña,
mozo y viejo espiraste la aura pura,
y te sirven de cuna y sepultura
de paja el techo, el suelo de espadaña.
En esa soledad, que, libre, baña
callado sol con lumbre más segura,
la vida al día más despacio dura,
y la hora, sin voz, te desengaña.
No cuentes por los cónsules los años;
hacen tu calendario tus cosechas;
pisas todo tu mundo sin engaños.
De todo lo que ignoras te aprovechas;
ni anhelas premios, ni padeces daños,
y te dilatas cuanto más te estrechas.



Francisco Sosa Escalante

La mañana (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Del sol la luz esplendorosa baña
Del monte altivo la argentada nieve;
La rubia espiga del trigal se mueve
Los vientos al llegar de la montaña;

El ágil labrador de su cabaña
Al campo sale tras descanso breve
Que no ha turbado torcedor aleve:
Pues que nada ambiciona y nada extraña;

La verde grama que tapiza el suelo
Ostenta, con orgullo, del rocío
Las blancas perlas que lloró la noche;

Se eleva el ave hasta el azul del cielo,
Gozoso corre murmurando el río
Y la rosa gentil abre su broche.



Francisco Sosa Escalante

La tarde (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

La esmeralda del mar fulgente brilla
Al recibir del sol la luz postrera,
El nido busca el ave placentera,
Cantando el pescador deja la orilla.

En la humilde cabaña la sencilla
Y cristiana oración sube á la esfera
Como el sagrado incienso, porque espera
En el Señor y á su poder se humilla.

La vespertina estrella misteriosa
Diamante finge que sujeta el velo
Allí en la frente de la casta esposa;

La noche se aproxima en tardo vuelo,
Mece la flor la brisa rumorosa,
Todo es quietud en la extensión del suelo.



José Asunción Silva

Humo

-- de José Asunción Silva --

Bajo los árboles viejos
cuya sombra el suelo baña
miro perdida a lo lejos
una pequeña cabaña.
Todo en quietud allí vese,
la ventana no está abierta
y el musgo grisoso crece
sobre el umbral de la puerta.
Cual tibio aliento aromado
que el frío condensa en nube
humo tenue y azulado
en espiral de ella sube.
Del alma que allí reposa
noticias a Dios le lleva
el humo que de la choza
en espirales se eleva.

20 De Abril de 1883.



José Manuel de Navarrete

Recuerdos tristes

-- de José Manuel de Navarrete --

Cuando tu blanca frente yo ceñía
de yedra azul y de encarnada rosa;
cuando en el fértil prado y selva umbrosa
mil cariños muy dulces te decía;

cuando de agresta flauta me servía
para cantar tu cara milagrosa;
cuando en nuestra cabaña venturosa
me nombraba por tuyo, y tú por mía;

cuando... Mas no, no quieras, Clori amada,
que refiera más gustos, pues no intento
que gima la memoria lastimada.

Iba a decirle que en aquel momento
que recuerdo la vida ya pasada,
no sé como no muero de tormento.



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