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Se han encontrado 26 poemas con la palabra borra

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José María Eguren

nocturno

-- de José María Eguren --

De occidente la luz matizada
se borra, se borra;
en el fondo del valle se inclina
la pálido sombra.

Los insectos que pasan la bruma
se mecen y flotan,
y en su largo mareo golpean
las húmedas hojas.

Por el tronco ya sube, ya sube
la nítida tropa
de las larvas que, en ramas desnudas,
se acuestan medrosas.

En las ramas de fusca alameda
que ciñen las rocas,
bengalíes se mecen dormidos,
soñando sus trovas.

Ya descansan los rubios silvanos
que en punas y costas,
con sus besos las blancas mejillas
abrazan y doran.

En el lecho mullido la inquieta
fanciulla reposa,
y muy grave su dulce, risueño
semblante se torna.

Que así viene la noche trayendo
sus causas ignotas;
así envuelve con mística niebla
las ánimas todas.

Y las cosas, los hombres domina
la parda señora,
de brumosos cabellos flotantes
y negra corona.

Poema nocturno de José María Eguren con fondo de libro

Alfonsina Storni

El sueño 2

-- de Alfonsina Storni --

Máscara tibia de otra más helada
sobre tu cara cae y si te borra
naces para un paisaje de neblina
en que tus muertos crecen, la flor corre.

Allí el mito despliega sus arañas;
y enflora la sospecha; y se deshace
la cólera de ayer y el iris luce;
y alguien que ya no es más besa tu boca;

Que un no ser, que es un más ser, doblado,
prendido estás aquí y estás ausente
por praderas de magias y de olvido.

¿Qué alentador sagaz, tras el reposo,
creó este renacer de la mañana
que es juventud del día volvedora?

Poema El sueño 2 de Alfonsina Storni con fondo de libro

Alfonsina Storni

El sueño 2 (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Máscara tibia de otra más helada
sobre tu cara cae y si te borra
naces para un paisaje de neblina
en que tus muertos crecen, la flor corre.

Allí el mito despliega sus arañas;
y enflora la sospecha; y se deshace
la cólera de ayer y el iris luce;
y alguien que ya no es más besa tu boca;

Que un no ser, que es un más ser, doblado,
prendido estás aquí y estás ausente
por praderas de magias y de olvido.

¿Qué alentador sagaz, tras el reposo,
creó este renacer de la mañana
que es juventud del día volvedora?

Poema El sueño 2 (Storni) de Alfonsina Storni con fondo de libro

Luis Rosales

canción de la nieve que unifica al mundo

-- de Luis Rosales --

Somos hombres, señor, y lo viviente
ya no puede servirnos de semilla;
entre un mar y otro mar no existe orilla;
la misma voz con que te canto miente.
La culpa es culpa y oscurece el bien;
sólo queda la nieve blanca y fría,
y andar, andar, andar hasta que un día
lleguemos, sin saberlo, hasta belén.
La nieve borra los caminos; ella
nos llevará hacia ti que nunca duermes;
su luz alumbrará los pies inermes,
su resplandor nos servirá de estrella.
Llegaremos de noche, y el helor
de nuestra propia sangre te daremos.
Éste es nuestro regalo: no tenemos
más que dolor, dolor, dolor, dolor.



Jorge Luis Borges

góngora

-- de Jorge Luis Borges --

Marte, la guerra. Febo, el sol. Neptuno,
el mar que ya no pueden ver mis ojos
porque lo borra el dios. Tales despojos
han desterrado a dios, que es tres y es uno,
de mi despierto corazón. El hado
me impone esta curiosa idolatría.
Cercado estoy por la mitología.
Nada puedo. Virgilio me ha hechizado.
Virgilio y el latín. Hice que cada
estrofa fuera un arduo laberinto
de entretejidas voces, un recinto
vedado al vulgo, que es apenas, nada.
Veo en el tiempo que huye una saeta
rígida y un cristal en la corriente
y perlas en la lágrima doliente.
Tal es mi extraño oficio de poeta.
¿Qué me importan las befas o el renombre?
troqué en oro el cabello, que está vivo.
¿Quién me dirá si en el secreto archivo
de dios están las letras de mi nombre?
quiero volver a las comunes cosas:
el agua, el pan, un cántaro, unas rosas...



Jorge Riechmann

22

-- de Jorge Riechmann --

Por una diagonal sin esperanzas
escapo al cielo.
César vallejo en parís, césar vallejo quebrado
crucificado en la lluvia.
¿Quién imantó el privilegio?
¿quién injertó la dulzura? ¿quiénretiró la mesa?
¿de quién son estas manos que sorben los colores
y este cieno inservible para crear un hombre?
¿y en qué momento vas
a sublevarte...?
Un rostro desarbolado por la angustia.
El agua densa en este río
de márgenes violentas. El río reconoce a su madre lacloaca.
De compasión le estallan al indio los pulmones.
La lluvia borra los ojos. No reconozco nada.



Enrique Lihn

cementerio de punta arenas

-- de Enrique Lihn --

Ni aun la muerte pudo igualar a estos hombres
que dan su nombre en lápidas distintas
o lo gritan al viento del sol que se los borra:
otro poco de polvo para una nueva ráfaga.
Reina aquí, junto al mar que iguala al mármol,
entre esta doble fila de obsequiosos cipreses
la paz, pero una paz que lucha por trizarse,
romper en mil pedazos los pergaminos fúnebres
para asomar la cara de una antigua soberbia
y reírse del polvo.
Por construirse estaba esta ciudad cuando alzaron
sus hijos primogénitos otra ciudad desierta
y uno a uno ocuparon, a fondo, su lugar
como si aún pudieran disputárselo.
Cada uno en lo suyo para siempre, esperando,
tendidos los manteles, a sus hijos y nietos.



Arturo Borja

Madre locura

-- de Arturo Borja --

¡Madre Locura! Quiero ponerme tus caretas.
Quiero en tus cascabeles beber la incoherencia,
y al son de las sonajas y de las panderetas
frivolizar la vida con divina inconsciencia.

¡Madre Locura! Dame la sardónica gracia
de las peroraciones y las palabras rotas.
Tus hijos pertenecen a la alta aristocracia
de la risa que llora, danzando alegres jotas.

Sólo amargura traje del país de Citeres...
Sé que la vida es dura, y sé que los placeres
son libélulas vanas, son bostezos, son tedio...

Y por esto, Locura, yo anhelo tu remedio,
que disipa tristezas, borra melancolías,
y puebla los espíritus de olvido y alegrías...



Octavio Paz

nuevo rostro

-- de Octavio Paz --

La noche borra noches en tu rostro,
derrama aceites en tus secos párpados,
quema en tu frente el pensamiento
y atrás del pensamiento la memoria.
Entre las sombras que te anegan
otro rostro amanece.
Y siento que a mi lado
no eres tú la que duerme,
sino la niña aquella que fuiste
y que esperaba que durmieras
para volver y conocerme.



Oliverio Girondo

islas sólo de sangres

-- de Oliverio Girondo --

Islas sólo de sangre
serán videntes demasiado nadie
colindantes opacos
orígenes del tedio al ritmo gota
topes digo que ingieren el desgano con distinta apariencia
son borra viva cato descompases tirito de la sangre
un poco nubecosa entre sienes de ensayo
y algo mucho por cierto indiscernible esqueleteando el aire
dados ay en derrumbe hacia el final desvío de ya herbosos durmientesparalelos
son estertores malacordes óleos espejismos terrenos
milagro intuyo vermes
casi llanto que rema
de la sangre
sus remordidas grietas
laxas fibras orates en desparpada fiebre musito por mi doble
son pedales sin olas
huecos intransitivos entre burbujas madres
grifosones infiero aunque me duela
islas sólo de sangre



Pedro Salinas

versos 2089 a 2123

-- de Pedro Salinas --

Versos 2089 a 2123
tú no las puedes ver;
yo, sí.
Claras, redondas, tibias.
Despacio
se van a su destino;
despacio, por marcharse
más tarde de tu carne.
Se van a nada; son
eso no más, su curso.
Y una huella, a lo largo,
que se borra en seguida.
¿Astros?

no las puedes besar.
Las beso yo por ti.
Saben; tienen sabor
a los zumos del mundo.
¡Qué gusto negro y denso
a tierra, a sol, a mar!
se quedan un momento
en el beso, indecisas
entre tu carne fría
y mis labios; por fin
las arranco. Y no sé
si es que eran para mí.
Porque yo no sé nada.
¿Son estrellas, son signos,
son condenas o auroras?
ni en mirar ni en besar
aprendí lo que eran.
Lo que quieren se queda
allá atrás, todo incógnito.
Y su nombre también.
(Si las llamara lágrimas,
nadie me entendería.)



Gabriela Mistral

promesa a las estrellas

-- de Gabriela Mistral --

Abiertos en un oscuro
terciopelo: de lo alto,
¿me veis puro?
ojitos de las estrellas,
prendidos en el sereno
cielo, decid: desde arriba,
¿me veis bueno?
ojitos de las estrellas,
de pestañitas inquietas,
¿por qué sois azules, rojos
y violetas?
ojitos de la pupila
curiosa y trasnochadora,
¿por qué os borra con sus rosas
la aurora?
ojitos, salpicaduras
de lágrimas o rocío,
cuando tembláis allá arriba,
¿es de frío?
ojitos de las estrellas,
fijo en una y otra os juro
que me habéis de mirar siempre,
siempre puro.



Angel González

son las gaviotas, amor

-- de Angel González --

Las lentas, altas gaviotas.
Mar de invierno. El agua gris
mancha de frío las rocas.
Tus piernas, tus dulces piernas,
enternecen a las olas.
Un cielo sucio se vuelca
sobre el mar. El viento borra
el perfil de las colinas
de arena. Las tediosas
charcas de sal y de frío
copian tu luz y tu sombra.
Algo gritan, en lo alto,
que tú no escuchas, absorta.
Son las gaviotas, amor.
Las lentas, altas gaviotas.



Antonio Machado

Elegía de un madrigal

-- de Antonio Machado --

Recuerdo que una tarde de soledad y hastío,
¡oh tarde como tantas! , el alma mía era,
bajo el azul monótono, un ancho y terso río
que ni tenía un pobre juncal en su ribera.
¡Oh mundo sin encanto, sentimental inopia
que borra el misterioso azogue del cristal!
¡Oh el alma sin amores que el Universo copia
con un irremediable bostezo universal!
Quiso el poeta recordar a solas
las ondas bien amadas, la luz de los cabellos
que él llamaba en sus rimas rubias olas.
Leyó... La letra mata: no se acordaba de ellos...
Y un día—como tantos—, al aspirar un día
aromas de una rosa que en el rosal se abría,
brotó como una llama la luz de los cabellos
que él en sus madrigales llamaba rubias olas;
brotó, porque un aroma igual tuvieron ellos...
Y se alejó en silencio para llorar a solas.



Antonio Ros de Olano

El simoún

-- de Antonio Ros de Olano --

La soledad lo aborta sin destino
sobre el páramo inmenso del desierto;
a su presencia duélese el mar muerto
y gime triste el campo palestino.

Con polvorosa crin borra el camino,
y a su bochorno el caminante incierto,
el cuerpo tiende, el hábito cubierto
del raudo y abrasante remolino.

¡Pasó!... Y el tigre bota en la candente
arena, en que el león ruge erizado
y silba y se retuerce la serpiente...

¡Pasó!... Y en la quietud del despoblado
la ciudad solitaria del Oriente
llora con el Profeta su pecado.



Meira Delmar

breve

-- de Meira Delmar --

Llegas cuando menos
te recuerdo, cuando
más lejano pareces
de mi vida.
Inesperado como
esas tormentas que se inventa
el viento
un día inmensamente azul.
Luego la lluvia
arrastra sus despojos
y me borra tus huellas.
!--Img



Miguel Unamuno

Días de siervo albedrío

-- de Miguel Unamuno --

Días de dejadez en los que no se acaba
lo que se comenzara, días de modorra
y vaciedad en los que el no hacer nada borra
el deseo de hacer y en los que nos agrava

el pecho sentir como la vida es esclava
triste de la acción que el dolor no nos ahorra;
días en los que no hay un Dios que nos socorra
quitándonos de sobre el corazón la traba



Julio Herrera Reissig

Terminación de la fiesta. Despedidas y quejas. Llueve. Desfile de la concurrencia

-- de Julio Herrera Reissig --

Suenan galanteos y besos y adioses:
Se marchan los Papas de ceño fruncido.
Las Brujas, los Duendes de acento fingido,
Se marchan los Reyes, se marchan los Dioses,
Y todos se marchan... Ya todos se han ido...!
Pasaron volando las cuatro Estaciones,
Los bellos Ocasos, las bellas Auroras,
Endriagos, Quimeras, Esfinges, Dragones,
Hidras y Centauros y Furias traidoras
Y Gnomos y Faunos y Meses y Horas.
Se apagan las luces. El viejo Castillo
Se esfuma, se borra. Cuatro campanadas
Da el Reloj. (Sus botas perdió Pulgarcillo
Y una bruja loca lo lleva a la grupa).
Negras Amazonas pasan a horcajadas
En palos de escoba; y el negro corrillo
De sombras eternas zumbando se agrupa...!
Zumbando se agrupa...!
(Llueve). Los Ciclones tocan en sus flautas
Su inmenso silbido.
Los viejos Ciclones tocan en sus flautas,
las Sirenas lloran, las Ninfas se quejan.
(El viejo Patriarca se queda dormido).
Pasan Unicornios, Monstruos y Argonautas...
Ya todos se han ido, ya todos se alejan,
Ya todos se alejan, ya todos se han ido...
Se quejan
se alejan...
Se han ido...!



Francisco Sosa Escalante

A Lelia (Sosa Escalante II)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Hay en la luz de tus azules ojos,
¡Oh reina de la gracia y gentileza!
Irresistible imán, y tu belleza
Inspira glorias y disipa enojos.

Hay en la rosa de tus labios rojos
La dulzura que borra la tristeza,
Y pródiga te dió Naturaleza
Hechizos seductores por despojos.

Feliz quien pueda proclamar ufano
Que es dueño de tan cándida hermosura
Y escuche que le llames soberano;

Feliz quien goce tan sin par ventura,
Y desdichado aquel que implore en vano
El dulce beso de tu boca pura.



José Asunción Silva

paisaje tropical

-- de José Asunción Silva --

Magia adormecedora vierte el río
en la calma monótona del viaje
cuando borra los lejos del paisaje
la sombra que se extiende en el vacío.
Oculta en sus negruras el bohío
la maraña tupida y el follaje
semeja los calados de un encaje
al caer del crepúsculo sombrío.
Venus se enciende en el espacio puro,
la corriente dormida una piragua
rompe en su viaje rápido y seguro
y con sus nubes el poniente fragua
otro cielo rosado y verdeoscuro
en los espejos húmedos del agua.



José Cadalso

renunciando al amor y a la poesía lírica con motivo de la muerte de filis

-- de José Cadalso --

Mientras vivió la dulce prenda mía,
amor, sonoros versos me inspiraste;
obedecí la ley que me dictaste,
y sus fuerzas me dio la poesía.
Mas ¡ay! que desde aquel aciago día
que me privó del bien que tu admiraste,
al punto sin imperio en mi te hallaste,
y hallé falta de ardor a mi talía.
Pues no borra su ley la parca dura,
a quien el mismo jove no resiste,
olvido el pindo y dejo la hermosura.
Y tú también de tu ambición desiste,
y junto a filis tengan sepultura
tu flecha inútil y mi lira triste.



José Cadalso

muerta filis renuncia el poeta al amor y a la poesía

-- de José Cadalso --

Mientras vivió la dulce prenda mía,
amor, sonoros versos me inspiraste;
obedecí la ley que me dictaste,
y sus fuerzas me dio la poesía.
Mas ¡ay! que desde aquel aciago día
que me privó del bien que tú admiraste,
al punto sin imperio en mí te hallaste,
y hallé falta de ardor a mi talía.
Pues no borra su ley la parca dura,
a quien el mismo jove no resiste,
olvido el pindo y dejo la hermosura.
Y tú también de tu ambición desiste,
y junto a filis tengan sepultura
tu flecha inútil y mi lira triste.



José Cadalso

A la muerte de Filis I

-- de José Cadalso --

Mientras vivió la dulce prenda mía,
Amor, sonoros versos me inspiraste;
obedecí la ley que me dictaste,
y sus fuerzas me dio la poesía.

Mas, ay, que desde aquel aciago día
que me privó del bien que tú admiraste,
al punto sin imperio en mí te hallaste,
y hallé falta de ardor a mi Talía.

Pues no borra su ley la Parca dura
(a quien el mismo Jove no resiste),
olvido el Pindo y dejo la hermosura.

Y tú también de tu ambición desiste,
y junto a Filis tengan sepultura
tu flecha inútil y mi lira triste.



Roberto Juarroz

el ojo traza en el techo blanco

-- de Roberto Juarroz --

El ojo traza en el techo blanco
una pequeña raya negra.
El techo asume la ilusión del ojo
y se vuelve negro.
La raya se borra entonces
y el ojo se cierra.
Así nace la soledad.



Roberto Juarroz

competencia del que soy con el que fui

-- de Roberto Juarroz --

Competencia del que soy con el que fui,
del que va a apagar la lámpara
con el que la ha encendido,
del que desparramaba los colores
con el que los reúne,
del que no se veía en los espejos
con el que se contempla en el humo.
Competencia de mi voz con mi voz,
de las palabras que encontraba
con las palabras que me encuentran,
de los silencios que hablaban por amor
con el amor que dice su silencio,
de la luz de una tarde en cualquier tarde
con la luz exclusiva de esta tarde.
Competencia del que soy y del que fui
con el que seré o no seré mañana,
del que aún marca sus huellas
con el que todavía las borra,
del que empujaba al día
con el que ya ocultamente lo sostiene,
del que viene de ninguna parte
con el que viene de ninguna parte.



Roberto Juarroz

hablar desde la ausencia

-- de Roberto Juarroz --

Hablar desde la ausencia,
desde las antípodas de esta inyección de sombra.
Hablar con la palabra suspendida,
con la amenaza de la palabra,
con su pasado más remoto.
Porque aquí y ahora la palabra no existe.
Tan sólo queda su identificación
en los archivos policiales
de la historia del hombre.
Su sonido es un coágulo en el tiempo.
Su escritura es un pálido diafragma
para las tácticas funestas
del corredor de la memoria.
Hablar desde la ausencia,
corrigiendo por anticipado en la palabra
ese defecto técnico
que la borra en el tiempo.



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