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-- de Jorge Luis Borges --
Somos el río que invocaste, heráclito.
Somos el tiempo. Su intangible curso
acarrea leones y montañas,
llorado amor, ceniza del deleite,
insidiosa esperanza interminable,
vastos nombres de imperios que son polvo,
hexámetros del griego y del romano,
lóbrego un mar bajo el poder del alba,
el sueño, ese pregusto de la muerte,
las armas y el guerrero, monumentos,
las dos caras de jano que se ignoran,
los laberintos de marfil que urden
las piezas de ajedrez en el tablero,
la roja mano de macbeth que puede
ensangrentar los mares, la secreta
labor de los relojes en la sombra,
un incesante espejo que se mira
en otro espejo y nadie para verlos,
láminas en acero, letra gótica,
una barra de azufre en un armario,
pesadas campanadas del insomnio,
auroras, ponientes y crepúsculos,
ecos, resaca, arena, liquen, sueños.
Otra cosa no soy que esas imágenes
que baraja el azar y nombra el tedio.
Con ellas, aunque ciego y quebrantado,
he de labrar el verso incorruptible
y (es mi deber) salvarme.
Poema "el hacedor" de Jorge Luis Borges
-- de César Vallejo --
Al fin, un monte
detrás de la bajura; al fin, humeante nimbo
alrededor, durante un rostro fijo.
Monte en honor del pozo,
sobre filones de gratuita plata de oro.
Es la franja a que arrástranse.
Seguras de sus tonos de verano,
las que eran largas válvulas difuntas;
el taciturno marco de este arranque
natural, de este augusto zapatazo,
de esta piel, de este intrínseco destello
digital, en que estoy entero, lúbrico.
Quehaceres en un pie, mecha de azufre,
oro de plata y plata hecha de plata
y mi muerte, mi hondura, mi colina.
¡Pasar
abrazado a mis brazos,
destaparme después o antes del corcho!
monte que tántas veces manara
oración, prosa fluvial de llanas lágrimas;
monte bajo, compuesto de suplicantes gradas
y, más allá, de torrenciales torres;
niebla entre el día y el alcohol del día,
caro verdor de coles, tibios asnos
complementarios, palos y maderas;
filones de gratuita plata de oro.
Poema "al fin, un monte" de César Vallejo
-- de Francisco de Aldana --
Otro aquí no se ve que, frente a frente,
animoso escuadrón moverse guerra,
sangriento humor teñir la verde tierra
y tras honroso fin correr la gente.
Este es el dulce son que acá se siente:
"¡España, Santiago, cierra, cierra!"
y por süave olor, que el aire atierra,
humo que azufre da con llama ardiente.
El gusto envuelto va tras corrompida
agua, y el tacto sólo apalpa y halla
duro trofeo de acero ensangrentado,
hueso en astilla, en él carne molida,
despedazado arnés, rasgada malla:
¡oh sólo de hombres digno y noble estado!
Poema "Otro aquí no se ve que frente a frente" de Francisco de Aldana
-- de Francisco de Aldana --
Otro aquí no se ve que, frente a frente,
animoso escuadrón moverse guerra,
sangriento humor teñir la verde tierra
y tras honroso fin correr la gente.
Este es el dulce son que acá se siente:
"¡España, Santiago, cierra, cierra!"
y por süave olor, que el aire atierra,
humo que azufre da con llama ardiente.
El gusto envuelto va tras corrompida
agua, y el tacto sólo apalpa y halla
duro trofeo de acero ensangrentado,
hueso en astilla, en él carne molida,
despedazado arnés, rasgada malla:
¡oh sólo de hombres digno y noble estado!
Poema "Otro aquí no se ve que, frente a frente" de Francisco de Aldana
-- de Francisco de Quevedo --
Porque el azufre sacro no te queme,
y toque el robre, sin haber pecado,
¿será razón que digas, obstinado,
cuando jove te sufre, que te teme?
¿qué tu boca sacrílega blasfeme
porque no eres bidéntal evitado?
¿qué en lugar de enmendarte, perdonado,
tu obstinación contra el perdón se extreme?
¿por eso jove te dará algún día
la barba tonta y las dormidas cejas,
para que las repele tu osadía?
a dios, ¿con qué le compras las orejas?
que parece asquerosa mercancía
intestinos de toros y de ovejas.
Poema "parnaso español 37" de Francisco de Quevedo