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-- de Luis Lloréns Torres --
Altamar del mar caribe.
Noche azul. Blanca goleta.
Una voz grita en la noche:
-¡marineros! ¡a cubierta!
es el aullido del lobo
capitán de la velera.
Aúlla porque ha parido
su novia la luna nueva.
Y todos yen el lucero
que en el azul va tras ella:
ven el corderito blanco
detrás de la blanca oveja.
El piloto de la nave,
que a la baranda se acerca,
al ver el mar, todo espuma,
canta con voz de poeta:
-en sus azules hamacas
mece el mar sus azucenas.
Y entredice el sobrecargo:
-es que las marinas yeguas
van al escape y sus crines
se vuelven sartas de perlas.
Y otra vez aúlla el lobo
capitán de la goleta:
-no son espumas de olas,
ni albas crines, ni azucenas:
es que en el mar cae la leche
del pecho que saca afuera,
porque ha parido un lucero,
mi novia la luna nueva.
Poema "parió la luna" de Luis Lloréns Torres
-- de César Vallejo --
Bajo los álamos
para josé eulogio garrido
cual hieráticos bardos prisioneros,
los álamos de sangre se han dormido.
Rumian arias de yerba al sol caído,
las greyes de belén en los oteros.
El anciano pastor, a los postreros
martirios de la luz, estremecido,
en sus pascuales ojos ha cogido
una casta manada de luceros.
Labrado en orfandad baja al instante
con rumores de entierro, al campo orante;
y se otoñan de sombra las esquilas.
Supervive el azul urdido en hierro,
y en él, amortajadas las pupilas,
traza su aullido pastoral un perro.
Poema "bajo los álamos" de César Vallejo
-- de César Vallejo --
Para Jose Garrido
Cual hieráticos bardos prisioneros,
los álamos de sangre se han dormido.
Rumian arias de yerba al sol caído,
las greyes de Belén en los oteros.
El anciano pastor, a los postreros
martirios de la luz estremecido,
en sus pascuales ojos ha cogido
una casta manada de luceros.
Labrado en orfandad baja el instante
con rumores de entierro, al campo orante;
y se otoñan de sombra las esquilas.
Supervive el azul urdido en hierro,
y en él, amortajadas las pupilas,
tranza su aullido pastoral un perro.
Poema "Bajo los alamos" de César Vallejo
-- de Ernesto Cardenal --
De pronto suena
en la noche una sirena
de alarma, larga,
larga,
el aullido lúgubre
de la sirena
de incendio o de
la ambulancia
blanca de muerte,
como el grito
de la cegua
en la noche,
que se acerca y
se acerca sobre las calles
y las cosas
y sube, sube,
y baja
y crece, crece,
baja y se aleja
creciendo y bajando.
No es incendio ni muerte:
es somoza
Poema "epigrama XIX" de Ernesto Cardenal
-- de Julio Flórez --
Poem
Cuando a la media noche me despierta el medroso aullido de mi perro que, acaso mal dormido en el umbral oscuro de mi puerta, de los trasnochadores el rüido oye en la calle lóbrega y desierta, o El alerta del gallo que en las hondas tinieblas sumergido cela, ampara y vigila su serrallo, me incorporo en el lecho, me incorporo y medito en el daño espantoso que me has hecho! en el mal infinito que me causó tu amor¡amor maldito que arrancar no he logrado de mi pecho!
Y abro los ojos en la sombra entonces, mientras que a mis oídos llegan los melancólicos tañidos de los lejanos bronces.
Y evoco, soñoliento, los recuerdos queridos que llenaron de luz mi pensamiento: Recuerdos, ¡ay! de las difuntas horas en que bebí el fulgor de tus pupilas negras, pero brillantes como auroras!
¡Por qué os fuisteis tan presto, horas tranquilas! ¡Muertas encantadoras!
Poema "Cuando a la media noche..." de Julio Flórez
-- de Federico García Lorca --
Amigo,
levántate para que oigas aullar
al perro asirio.
Las tres ninfas del cáncer han estado bailando,
hijo mío.
Trajeron unas montañas de lacre rojo
y unas sábanas duras donde estaba el cáncer dormido.
El caballo tenía un ojo en el cuello
y la luna estaba en un cielo tan frío
que tuvo que desgarrarse su monte de Venus
y ahogar en sangre y ceniza los cementerios antiguos.
Amigo,
despierta, que los montes todavía no respiran
y las hierbas de mí corazón están en otro sitio.
No importa que estés lleno de agua de mar.
Yo amé mucho tiempo a un niño
que tenía una plumilla en la lengua
y vivimos cien años dentro de un cuchillo.
Despierta. Calla. Escucha. Incorpórate un poco.
El aullido
es una larga lengua morada que deja
hormigas de espanto y licor de lirios.
Ya vienen hacia la roca. ¡No alargues tus raíces!
Se acerca. Gime. No solloces en sueños, amigo.
¡Amigo!
Levántate para que oigas aullar
al perro asirio.
Poema "Paisaje con dos tumbas y un perro asirio" de Federico García Lorca